Capítulo 4. Vuelta al pasado.

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    Aquella noche ninguno durmió demasiado, todos tenían problemas en los que pensar, pero sin duda, en esa gran habitación, había tres personas que sufrían por un motivo distinto al resto. No sabían que hacer, no sabían que pensar, auto-torturándose hasta rozar lo enfermizo, infligiéndose heridas que no sanarían con el simple paso del tiempo...

    Los ojos de Oikawa pasaron toda la noche tratando de evitar mirar la cama de Kageyama. Tenía tantas ganas de hablar con él que sentía como si las palabras que no decía le estuvieran ahogando. De verdad que necesitaba hablarle, pero eso no sería posible, hacía mucho tiempo que había dejado de serlo. Jamás podría haberse imaginado que ese amor se clavaría tanto en su corazón, tanto que con su ida dejaría una herida incurable y un amor inolvidable.

"¿Qué me has hecho Kags?" Pensó, cubriéndose la cara con las manos.

    Antes de que ninguno quisiera, la luz de la mañana comenzó a entrar por la ventana y con ella la angustia en los corazones de los ahí presentes; La mañana había llegado y con ella las pruebas que podrían empujarles a un pozo sin fondo. Por un altavoz del techo comenzó a sonar una extraña música que acabó por despertarles a todos. Se miraban unos a otros, tratando de aparentar normalidad; nadie quería demostrar lo nervioso que estaba, nadie quería parecer el más débil. La tensión del ambiente se podía cortar.

"¡Demos lo mejor de nosotros!" Exclamó Hinata poniéndose en pie. "Sé que esto va a ser duro, pero... si damos lo mejor de nosotros no tenemos que preocuparnos." Después de pronunciar aquellas palabras notó como calor inundaba sus mejillas.

"Tiene razón, ¡Demos lo mejor!" Exclamó otro chico que, en pijama, Hinata no sabría decir a qué equipo pertenecía.

    Después de eso la tensión se disminuyó y los nervios se paliaron ligeramente. Los chicos trataron de relajarse y tras unos minutos incluso se escuchaban algunas risas, hasta que de repente tras un "ding" dos pequeños compartimentos metálicos se abrieron a ambos lados de la puerta principal. Con cautela Daichi se acercó a ver qué es lo que había dentro del compartimento que más cerca tenía.

"¿Ropa?" Se preguntó extrañado. Metió la mano dentro y sacó una bolsa prensada con ropa de color negro. Abrió el paquete y sacó las prendas. Camiseta negra, pantalón negro, chaqueta negra, incluso ropa interior negra.

"Así que cuando dijo lo de que aquí no habría equipos iba en serio..." Musitó Oikawa, cogiendo otra de las bolsas.

    Los chicos comenzaron a vestirse y tras unos minutos todos estaban vestidos iguales. En ese campamento no importaba de que equipo eras, solo importaban tus aptitudes individuales, quizás no era la mejor de las maneras para formar equipo pero sin duda lo era para mejorar como jugador; Más masa muscular; Más velocidad; Más todo. Aunque eso no era del todo cierto, pues el equipo que más integrantes tuviera a la hora de llegar a la etapa final sería el vencedor. Algo no cuadraba del todo en la cabeza de Oikawa, ¿De verdad no habría equipos? No terminaba de creérselo, quería observar más antes de confiar o no en las palabras de la mujer del día anterior.

    Mientras los chicos se vestían Kuroo seguía tumbado encima de su cama, dando toquecitos a un balón. Pasó la noche completamente en vela, pensando en las palabras que Oikawa le dijo el día anterior, tratando de convencerse de que no eran reales, de que habían nacido desde el odio únicamente para molestarle.

    Se mordió el labio y dejó caer el balón contra la cama. Odiaba esa situación, la odiaba más que nadie y a pesar de que la idea de ir allí había sido suya, casi se estaba arrepintiendo de esa decisión, pero entonces, alzó la mirada y ahí estaba él; Oikawa, mirando de reojo como Kageyama se cambiaba, como si estuviera tratando de hacer un mapa mental de las constelaciones que dibujaban los lunares de su cuerpo. Le vio bajar la mirada y Kuroo sonrió. Quizás las cosas no estaban yendo del todo mal.

Quiéreme. (Kuroken)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora