No te enamores de Mia © [LIBR...

By kinomera

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Libro 2 de la bilogía «No te enamores». Es necesario leer «No te enamores de Nika» antes de iniciar esta lect... More

❁ ANTES DE LEER
❁ ADVERTENCIA
Prefacio
00_Googlea suicidio
01_Un gnomo madón
02_Amaia suena mejor
03_Construir paredes
04_ Ya no parece un gnomo
05_Chismes de pueblo
06_El temor al monstruo
07_Mi existencia de mierda
08_Las razones que buscaba
09_El lugar correcto
10_¿Qué siente ella?
11_¿Qué me pasa?
12_No te enamores de Mia
13_Ser un cretino nunca se sintió peor
14_ ¿Lastimarla o salir lastimado?
15_Una promesa
16_Un beso en mi mejilla
17_Ella
18_¿Quieres huir?
19_La fiesta de Adrien
20_La fiesta de Adrien (II)
21_Idiota es poco
22_¿Se puede ser feliz?
24_Vidas que no cambian
25_Si ella se queda
26_ Mentiras sobre mentiras
27_Dilo sin llorar
28_Luz y oscuridad
29_Una vida normal
30_Aksel, Sophie y Dax
31_Beber jamás fue bueno
32_Entregarle todo
33_Una oportunidad perdida
34_Sí existe un nosotros
35_Es sábado
36_El comienzo
37_Después del partido
38_Hazlo
39_Tenemos que hablar
40_Te amé antes de saber que te amaba
41_Aprendió sola
42_Me enamoré de Mia
43_ Somos las víctimas
44_Un boleto de salvación
45_Pregúntame
46_Pestañeo
FELIZ DÍA
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
EXTRA: 14 de febrero
EXTRA: Cumpleaños (1)
EXTRA: Cumpleaños (2)
EXTRA: Cumpleaños (3)
EXTRA: Una historia de Halloween
EXTRA: Una historia de Halloween (2)
EXTRA: Una historia de Halloween (3)
EXTRA: Halloween
EXTRA: Navidad en Soleil (1)
EXTRA: Navidad en Soleil (2)
❁¡Estaremos en librerías!❁

23_No sería la primera vez

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By kinomera

Capítulo 23

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

El consultorio de la doctora Favreau era un espacio acogedor y bien ornamentado, diseñado para que las personas se sintieran a gusto con solo entrar.

Una pequeña sala de espera con la asistente y recepcionista, mi madre; más un cómodo salón donde la doctora tenía lo necesario para atender a sus pacientes.

En la primera sesión de terapia, asistí con los pelos de punta y el simple aroma me relajó. Fue más fácil cuando, las dos primeras semanas, Aksel y yo solo esperamos fuera en lo que nuestra madre pasaba una hora con la doctora.

En la tercera sesión, trabajamos juntos. Nosotros no hablábamos, era mamá quien se encargaba de contar sus experiencias y responder a las preguntas con verdades a medias que me asfixiaban.

No habíamos formado parte de las conversaciones. Solo un asentimiento o una respuesta corta. Apenas una que otra anécdota de las experiencias que vivimos cuando nuestra madre estaba bajo los efectos del alcohol.

No fue hasta aquella sesión a finales de año en la que me sentí realmente tenso y mis miedos se volvieron reales.

—Creo que podremos descansar hasta mitad de enero —dijo la señora Favreau, regalándonos una de sus cálidas sonrisas—. Viene fin de año y un descanso no vendrían mal.

Mamá sonrió en respuesta.

>>Sin embargo, el próximo año creo que implementaremos nuevas técnicas —anunció logrando que los tres nos removiéramos—. Quiero añadir sesiones individuales con los chicos.

Sabía que era paranoico, pero habría jurado que la mirada de la señora Favreau se detuvo en mí por más tiempo del normal.

—No hay problema —dijo mamá, acariciando el antebrazo de ambos en gesto cariñoso—. Los tres nos sentimos mucho mejor y estamos dispuestos a hacer lo que sea para seguir avanzando.

Habría jurado que la doctora no estaba de acuerdo y lo confirmó cuando giró la vista hacia Aksel.

—Me gustaría tener una conversación con Nika y tu madre por un momento, si no te molesta.

Mi hermano nos vio con expresión preocupada, pero terminó retirándose a la sala de espera.

Los ojos azul eléctrico de la doctora pasaron de mi madre a mí y la sensación de que era Mia quien nos analizaba volvió a inquietarme.

—Voy a preguntarlo —dijo la mujer en el mismo tono comprensivo de cada consulta—, aunque creo conocer la respuesta. ¿Aksel sabe que has tenido más recaídas de las que has contado en las sesiones grupales?

Mi madre se encogió en el asiento y yo me concentré en no hacer gesto que delatara mis pensamientos.

Habíamos contado la mentira. Un padre que se suicidó tras un despido que nos dejó en la ruina y una hermanita muerta en un accidente al caer por las escaleras. Eran las razones con las que mi madre se escudaba para sus inicios con el alcohol, pero la doctora no era tonta.

—No le hemos contado —admitió mamá, viéndome de reojo. Mantuve la vista fija en la bola de cristal que descansaba sobre el escritorio de la señora Favreau a metro y medio del cómodo sofá donde estábamos—. Le pedí a Nika que no lo hiciera.

La doctora me dirigió otra de sus miradas escrutadoras que no pude evadir.

—Entiendo tus razones, aunque no las considero correctas —comentó, dándole vueltas al bolígrafo entre sus dedos—. Me parece que deben contarle la verdad y no quiero que salga en sesiones futuras. Me gustaría que lo debatieran en la intimidad familiar.

>>Lo que estamos haciendo aquí lleva esfuerzo y confianza. No avanzamos con mentiras para proteger a otros.

Estaba de acuerdo con ella. Por eso consideraba un error estar allí.

>>Sé que quieren escudar a Aksel —continuó, en mi opinión, no tan ajena al resto de mentiras que se habían dicho en el pequeño salón—, pero es hora de entender que es un adulto. Quizás no sea capaz de enfrentar la vida de la manera correcta si ustedes siguen levantando paredes protectoras a su alrededor.

—Le contaré la verdad —aceptó mi madre voz nerviosa—. Lo haré antes de la próxima sesión.

La doctora Favreau sonrió con dulzura.

—Estoy convencida de que Nika estará ahí para apoyarte. —Buscó mi mirada y solo pude asentir para que se mostrara satisfecha—. Perfecto —agregó, cambiando el tono de voz y organizando los documentos sobre el escritorio—. Me parece que es hora de dar por terminada la consulta o jamás llegaremos a la cena que está preparando Louis.

Se puso de pie y mi madre la imitó.

—¿Cena? —pregunté en voz baja para no importunar a la doctora que estaba pegada al teléfono conversando con quien supuse era su esposo.

—Nos invitaron a comer a casa de los Favreau —explicó mamá—. Si no quieres, puedo ir solo con Aksel y...

—Para nada —interrumpí, intentando ocultar el revoltijo de emociones que se despertó en mi interior al descubrir una excusa para estar cerca de Amaia antes de la fiesta de fin de año—. Me encantaría ir a cenar a casa de los Favreau.

~❁ ✦ ❁~

Esa noche fue la primera vez que entré a casa de los vecinos. El lugar era igual de moderno y minimalista que el exterior.

Paredes blancas, amplios ventanales, muebles de madera clara y evidente diseño de alta calidad. Eran los múltiples cojines coloridos y abstractos cuadros, los que daban vida a los salones.

Era acogedor y se respiraba la calma de un verdadero hogar.

La familia había decorado la mesa del comedor para la ocasión, apta para diez comensales. A la cabeza se sentaba la madre de Amaia y sus hijas a ambos lados. El señor Favreau, tomó un asiento cualquiera al terminar de servir.

Emma, la hermana de Amaia, no paraba de hablar con Aksel y mostrarle los cuadros en las paredes. Descubrí que eran suyos y el evidente interés de la pequeña en el insoportable de mi hermano.

Mi madre mantenía una animada conversación con Louis y Mary sobre la floristería que le encantaría abrir algún día en uno de los locales del pueblo y Amaia comía mirando a cualquier lugar, menos a mí.

Nos sentábamos alejados y me evitaba a propósito, tal cual hizo desde Navidad. Igual que el día anterior en el instituto cuando tuve que perseguirla por los pasillos y le dio por hacer una extraña escena de celos.

Me divertía que los sintiera, creyendo que hacía con otras chicas lo mismo que con ella en la azotea. No notaba que mi atención le pertenecía.

Por primera vez en mi vida, estaba luchando contra los impulsos de buscar a alguien a cada minuto. No me apetecía quedar como el loco obsesionado que era.

De recordar lo bien que se escuchaban sus gemidos en aquella azotea o de lo húmeda que se sentía bajo mis dedos, el bulto en mi entrepierna amagaba con endurecerse y molestar contra el pantalón ajustado. Algo nada inteligente en una cena familiar.

Me aburrí de buscar su mirada en lo que el resto comía. Terminé sacando mi teléfono para escribirle un mensaje por debajo de la mesa:

"¿Seguirás ignorándome?"

"No te ignoro".

"Entonces, ¿por qué no me miras?"

Frunció los labios y me miró con gesto desafiante. Le guiñé un ojo para provocar. Se sonrojó y apartó la mirada, fingiendo que atendía a la conversación de nuestros padres.

Mi teléfono vibró con otro mensaje.

"Se van a dar cuenta".

"¿De qué?"

"De que estamos hablando
en medio de la cena".

"¿Segura de que eso
temes que descubran?"

"¿A qué más le temería?"

"A que se enteren lo tanto que
gemiste mientras te masturbaba
en la azotea el otro día".

Sus ojos se abrieron demasiado al leer mi mensaje y se puso tan nerviosa que terminó tumbando el vaso de jugo de su madre. Por suerte, estaba casi vacío y el desastre no pasó a mayores, pero se empeñó en limpiar el mantel y recoger la mesa con la cara tan roja como la blusa de satén que llevaba puesta.

Aksel cedió a la invitación de Emma para mostrarle su pequeño taller de dibujo en el segundo piso. Mi madre y los Favreau se retiraron a la sala para seguir conversando.

Me quedé solo en la mesa, sabiendo que Amaia no regresaba porque estaríamos a solas en el comedor, ya había rechazado mi ayuda para recoger. Fue por eso que me sorprendió cuando mi teléfono vibró con un mensaje suyo:

"Ve por el pasillo hasta
el final".

Chequeé que nadie estuviera viéndome y seguí la indicación. Pasé la cocina y me encontré con un pasillo y dos puertas al fondo. Frente a una de ellas, estaba Mia, moviéndose inquieta de un pie al otro.

—¿Estás demente? —reprochó cuando la alcancé—. ¡Se podían haber dado cuenta!

Sonreí.

—Nadie lo notó.

—Podrías esperar a que no estuviera delante para mandar esos mensajes.

—No puedo controlarme —susurré dando un paso hacia ella y haciendo que pegara la espalda a la puerta. Su perfume era exquisito—. Me traes loco, Amaia.

Tragó en seco y contuvo la respiración cuando me detuve a centímetros de su rostro.

—¿Eres un animal? ¿No puedes esperar a que estemos solos?

—Y tú, ¿puedes tener paciencia y esperar a que estemos solos?

—Claro que sí —aseguró, rodando los ojos.

—¿Y por eso me llamaste en secreto al final de un pasillo oscuro? —Se tensó, demostrando que sus intenciones no eran las de pelear por los mensajes—. ¿Se supone que crea que estamos aquí para hablar?

Deliberadamente, dejé que mi aliento cayera sobre su rostro en la última frase y sus astutos ojos se dieron por vencidos antes de pasar los brazos por encima mis hombros y atacar mis labios.

Sus besos despertaban cada músculo de mi cuerpo.

Con una mano aferré su cabello para impedir que se alejara y con la otra abrí la puerta a su espalda y ella se ocupó de cerrarla con cuidado, sin dejar de besarme, de enloquecerme con los roces decididos de su lengua al enredarse con la mía.

La alcé hasta que sus piernas enroscaron mis caderas y sin detallar dónde estábamos, me acerqué a un cómodo sofá y me dejé caer con ella encima. Gimió cuando sintió la dureza en mi entrepierna, pero no se apartó.

—Nos pueden atrapar —dije para provocarla.

—No me importa —confesó, desordenando mi cabello.

Reí sobre sus labios y aferré sus caderas haciendo que su sexo rozara contra mi miembro. La tela de nuestros pantalones nos separaba, pero la sensación fue exquisita y su bajo jadeo confirmo que ambos estábamos disfrutando.

Fue ella quien alzó las caderas y comenzó a moverse de forma deliciosa sobre mí. Gruñí de placer sin dejar de besarla y deslicé las manos dentro de su fina blusa para encontrar que no llevaba sujetador.

—Amo que no tengas sujetadores. —Deslicé las yemas de mis dedos bajo sus pechos, haciéndola estremecer.

—Si tengo, pero no me gusta usarlos —replicó sin dejar de moverse sobre mi regazo y acariciando mis brazos.

—No los uses nunca —supliqué, rozando sus pezones y estimulándolos lentamente—. Si prefieres no usar ropa, mejor para mí.

Su gemido se fue por encima de lo debido y tuve que taparle la boca y dejar sus pechos para ocuparme de guiar su movimiento sobre mi erección. Eso la hizo gemir más y terminó mordiendo mi mano.

Era una condenada diosa y verla disfrutar conmigo era mejor de lo que alguna vez imaginé sería darle placer a alguien.

—Deberías usar falda más seguido —murmuré antes de besarla y mantener un suave ritmo en el movimiento de sus caderas.

—¿Para qué?

—Con falda ya estarías teniendo un orgasmo —aseguré, bajando por su cuello, chupando y mordiendo en lo que ella arqueaba su cuerpo y me daba vía libre a sus pechos que seguían cubiertos por la fina blusa.

Quise quitársela, pero un sonido en el pasillo nos tensó e hizo mirar a la puerta con las respiraciones agitadas y el temor a ser descubiertos.

Se escuchó una puerta cerrarse y la misma calma de antes.

—Creo que deberíamos salir —murmuró, intentando acomodar su cabello.

Mi entrepierna palpitaba y sabía que su sexo estaba igual de deseoso por más, pero tenía razón.

La ayudé a ponerse de pie para notar que estábamos en el que debía ser el despacho de su madre. Parecía una recreación cálida de su consultorio en la ciudad y el sofá en el que nos habíamos manoseado era el que usaban los pacientes para contar sus problemas al psiquiatra.

—¿Qué pasó? —preguntó Amaia, al notar mi sonrisa contenida.

—A partir de ahora no podré evitar tener fantasías sexuales contigo cuando vea el sofá de un psiquiatra.

Logré que volviera a tomar ese tono sonrosado que hacían sus mejillas resaltar.

—¿Podrías ser menos sincero? —La diversión en su voz me decía que tanto no le molestaba—. Ser tan directo no es bueno.

Me puse de pie y sus ojos fueron al bulto en mi entrepierna. Terminó roja hasta la raíz del cabello, pero no me importó.

Ella me ponía así y que lo supiera no me avergonzaba, al contrario. Me divertía su reacción y la evidente manera en que centró sus ojos en los míos con tal de ignorar mi erección.

—Ser directo es una de mis virtudes —aseguré inclinándome a besarla— y dejarte con las ganas no es uno de mis defectos —añadí sobre sus labios en lo que enroscaba las manos a mi cuello y me respondía dando pasos en dirección a la puerta.

—Me gusta saber eso —dijo, sonriendo—, pero nos estamos arriesgando demasiado. Por hoy, nos vamos a quedar con las ganas.

Sonreí sobre sus labios y la hice pegar la espalda a la puerta que ya estaba lista para abrir.

—Pienso masturbarme pensando en ti cuando llegue a casa —confesé, viéndole a los ojos. Su jadeo me encendió más—. Si quieres puedes probar y hacer lo mismo.

—¿Pensando en ti?

—Sería divertido saber cuando lo hagas pensando en mí por primera vez.

Un brillo juguetón recorrió su mirada

—Quién dijo que sería la primera vez.

Intentó abrir la puerta y la cerré, evitando que escapara.

—¿Me estás diciendo que te has masturbado pensando en mí?

Su sonrisa traviesa me dio ganas de pasar seguro y terminar lo que habíamos empezado.

Con su delicada palma acarició la piel expuesta por el botón de la camisa que ella misma había desabotonado.

—Nika —murmuró antes de alzar la vista lentamente—, tú no eres el único que sabe divertirse.

Salió del despacho y me dejó congelado en la puerta.

Amaia me volvería loco.






~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

A @Andreafl18 que cumplió años
hace casi un mes, pero no tenía
capítulo para dedicarle hasta hoy.
Besito y feliz cumpleaños.
🥳😘🍄

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Hola, mis champiñones.

Primero que nada...

¿Están bien?

Yo he tenido una semana agitada, con mucho trabajo e intentando adelantar.

Mi teclado murió y no tendré otro hasta la semana siguiente. Eso quieres decir que el próximo domingo no podré tener actualización.

🙁🙁🙁

Sad, pero emplearé el tiempo en escribir a mano y lo más que pueda. Quizás haga un en vivo para que hablemos de lo que quieran, no sé. Por Instagram lo diré.

Por otro lado, les recuerdo que está por caer una escena que muchas amaron, esa en que Nika se queda dormido en los brazos de Mia tras cierto suceso.

No saben las ganas que tengo de escribirlo porque si ustedes creen que Mia se lanzó sin paracaídas, Nika lo hizo igual, de cabeza y cayó de cara.

🤭🤭🤭

Nos hablamos por redes sociales. Esta vez demorará la actualización, pero saben que seguiré en cuando tenga mi teclado.

😏😏😏

Las amo.

Cuídense, coman verduritas y sigan siendo pecadoras literarias.

💋

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