Zoe & Axel ✔️

By ines_garber

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Zoe y Axel son polos opuestos y, a la vez, muy similares. A él le encantan las matemáticas; ella las odia. Él... More

P r ó l o g o .
U n o .
D o s .
T r e s .
C u a t r o .
C i n c o .
S e i s .
S i e t e .
O c h o .
N u e v e .
D i e z .
O n c e .
D o c e .
T r e c e .
C a t o r c e .
Q u i n c e .
D i e c i s é i s .
D i e c i s i e t e .
D i e c i o c h o .
D i e c i n u e v e .
V e i n t e .
V e i n t i u n o .
V e i n t i d ó s .
V e i n t i t r é s .
V e i n t i c u a t r o .
V e i n t i c i n c o .
V e i n t i s é i s .
E p í l o g o .
E s p e c i a l .
E x t r a 2 .
E x t r a 3 .
E x t r a 4 .
E x t r a 5 .
E x t r a 6 .
E x t r a 7 .

E x t r a 1.

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By ines_garber

8 de junio de 2019

Estaba teniendo un día de mierda.

Para empezar, había tenido una discusión —otra más— con mi padre. Para continuar, Audrey me había mandado un mensaje preguntándome si nos podíamos ver después del trabajo. Y, por si eso no fuera poco, Lydia se había dedicado a echarle más leña al fuego con sus "te lo dije" en vez de ignorarme para no calentar aún más el ambiente.

Su estrepitosa voz cantarina aún resonaba en mis pensamientos. "Te dije que deberías haber sido más firme con Audrey". Como si no fuera consciente de ello, joder. No podía culpar a Audrey por no querer guardarse sus malditos sentimientos para ella misma, pero lo cierto es que lo había estropeado todo. Ella y el resto del grupo eran las únicas personas, además de Lydia y Liam, con las que me sentía a gusto. Las únicas que me entendían de verdad, o al menos las únicas que lo intentaban. ¿Por qué tenía que fastidiarlo todo de esa forma?

"No puedo seguir así, Axel", me había dicho. "Tener sentimientos por ti me está empezando a hacer daño. Cada vez que finjo que te veo como un amigo y nada más es un recordatorio de que mis verdaderos sentimientos nunca serán correspondidos. Y, Axel, aunque nunca te lo hayas planteado... sé que me quieres. Sé que soy especial para ti, no puedes negarlo. Si solo te pararas a contemplar la posibilidad de que seamos algo más..."

Sentí una mezcla extraña de emociones al recordarlo. Una parte de mí odiaba ver triste a Audrey, y más aún sabiendo que era yo mismo quién le había roto el corazón. La otra parte estaba increíblemente molesta con ella por ponerme en una situación tan comprometida.

Y sí, Lydia tenía razón. Tendría que haberle dejado claro que lo nuestro nunca llegaría a ser más que amistad pero ¿cómo iba a saberlo entonces? En ese momento, lo único en lo que podía pensar era que me mataba verla llorar por mi culpa y que quizá era cierto que la quería, aunque no me hubiese dado cuenta hasta entonces. Yo no tenía ni idea de lo que significaba estar enamorado. Pensé: "quizá esto es lo más cercano al amor que voy a experimentar". Después de todo, ella que era especial para mí. No me sentía cómodo cerca de la mayoría de chicas —ni cerca de la mayoría de chicos, ya puestos—, pero con Audrey siempre había estado a gusto. Tenía una personalidad dulce, calmada y sentimental que contrastaba mucho con la mía, en el buen sentido.

Así que sí: había cometido un error. Pero, yo qué sé, fue un momento confuso.

Lydia podía meterse sus "te lo dije" por...

Justo cuando iba a girar la esquina, tratando de mantenerme estable para que no se me cayeran las cosas que llevaba en la bandeja, alguien se chocó conmigo. Escuché como la porcelana de una de las tazas se hacía añicos al estamparse contra el suelo.

Maldije por lo bajo en idiomas que ni siquiera había escuchado.

—Mira por dónde andas, joder —me quejé.

Cuando levanté la vista, me encontré con una chica de pelo negro recogido en un moño deshecho. Se quedó mirando el desastre que había originado, y por eso no pude ver su rostro hasta que levantó la cabeza para ver con quién se había chocado.

De no haber estado tan cabreado, me habría sorprendido lo guapa que era. Tenía los ojos enormes y claros, de un tono entre el gris y el azul, rodeados de pestañas negras y abundantes, y su piel bronceada estaba ligeramente roja en algunas zonas, también por culpa del sol. Se me fue la vista a sus labios semi abiertos y húmedos, pero volví a mirarle a los ojos enseguida. Por la forma en la que su ceño se frunció, supe que acababa de dedicarle una mirada cargada de ira sin querer.

—¿Cómo iba a saber yo que había alguien justo al girar la esquina? —se defendió con el mentón bien alto y sin romper el contacto visual.

—¿Estáis bien?

Por primera vez en todo el día, me alegré de escuchar la voz de Lydia.

—Eh, sí, solo nos hemos chocado —explicó la chica en un tono completamente neutro. Lydia le dedicó una de esas sonrisas amables que yo no era capaz de ofrecerle a los clientes. Ni a nadie, en realidad.

—Tranquila, ahora lo recojo yo. —Me miró brevemente antes de añadir—: No toquéis nada.

En ese momento creí que ofrecerse a limpiar el desastre ella misma había sido su forma de pedirme disculpas por haberse metido donde no le llamaban al discutir conmigo sobre Audrey. Qué equivocado estaba. Todo habría sido muy diferente si yo me hubiese encargado de barrer y limpiar el suelo.

Me largué de allí para volver a mi puesto de trabajo, tomando pedidos y llevándolos a sus respectivas mesas. No me di cuenta de que Lydia tramaba algo hasta que ella misma me lo confesó durante la hora del descanso.

—Va a venir el lunes por la mañana para trabajar con nosotros —comentó con una sonrisa triunfante. Me quedé mirándole con cara de pocos amigos—. ¿Qué te pasa? No finjas que no te encanta la idea. Es una chica adorable y encima te va a ayudar con los clientes.

—Lydia, ¿te has levantado con ganas de morir? —la amenacé sutilmente, y ella se encogió de hombros sin abandonar su resplandeciente sonrisa.

—Deja ya esa actitud de amargado. Es mi cafetería y puedo contratar a quien quiera —argumentó—. Además, te va a caer bien, estoy segura.

—No la conoces de nada.

—Ya, pero he hablado con ella un ratito. Todas sus frases han sido cortas y parecía que se moría de ganas por terminar la conversación cuanto antes. Es la compañera de trabajo de tus sueños —se burló.

—Muy graciosa. —Puse los ojos en blanco—. Pues si es tan maleducada, ¿para qué demonios le has dicho que venga a trabajar?

—No es maleducada, idiota. Hasta se ha ofrecido a pagar la taza que se ha roto por vuestra culpa —dijo, encargándose de acentuar bien la palabra para que me diera por aludido.

—Pues que la pague y ya.

Lydia negó con la cabeza, desesperada tras su intento de hacerme entrar en razón.

—Eres impresentable, de verdad.

—Es que no entiendo por qué has contratado una completa desconocida así por la cara.

—Porque acaba de empezar el verano y vamos a estar hasta arriba de trabajo, Axel —puntualizó, ahora más seria que antes—. Si le gusta el trabajo, le ofreceré trabajar aquí hasta que se acaben las vacaciones. Te lo digo para que lo sepas, no te estoy pidiendo tu opinión sobre mis decisiones.

Apreté los dientes, frustrado por no poder contestarle. Aunque yo hubiese formado parte del proyecto desde el principio, la cafetería seguía siendo suya, y yo sabía lo mucho que se esforzaba por llevar bien el negocio. Lydia no tomaba ninguna decisión a lo loco. Si pensaba ofrecerle trabajo a esa chica, seguro que era porque le había visto potencial.

Así que, al final, tuve que callarme y aceptarlo.

10 de junio de 2019

Ese día, las cosas podían salir o muy bien o muy mal dependiendo, entre otras cosas, de mi estado de ánimo. Había tenido un fin de semana tranquilo, en el que además de trabajar, había estado jugando a videojuegos con Liam y ayudando a Alexia a montar su nuevo mueble para la cocina —Lydia compraba tantos cacharros inútiles que ya no sabíamos ni dónde meterlos—. En teoría, debería haberme sentido relajado, pero en lugar de eso me levanté extrañamente nervioso. Y mis nervios no eran de estos que hacen que te suden las manos y te lata el corazón con más fuerza, no; cuando yo me ponía nervioso me volvía aún más hermético y distante.

Ni siquiera sabía por qué me sentía de ese modo. Solo iba a trabajar con nosotros cinco horas, y con suerte no me daría muchos problemas. Además, Lydia había dicho que no parecía una fanática de las conversaciones con desconocidos. Eso le sumaba puntos.

Ayudé a mi hermana a prepararlo todo antes de abrir el local. Los pasteles le habían quedado increíblemente bonitos, como siempre. Era una de las razones por las que la cafetería se había dado a conocer tan rápido: los pasteles con una estética cuidada estaban de moda y llamaban mucho la atención. Había perdido la cuenta de la cantidad de clientes que había visto tomándole varias fotos a sus pedidos antes de siquiera probarlos. Aunque me pareciera una pérdida de tiempo por su parte, lo cierto es que a nosotros nos beneficiaba. Los seguidores aumentaban como la espuma en las redes sociales gracias a todas las publicaciones compartidas por los clientes.

Una vez terminamos de dejarlo todo bien puesto, me senté junto a una de las sillas. No me puse los auriculares, porque ¿para qué engañarnos? Tenía curiosidad por saber cuándo llegaría la chica.

Ni siquiera sabía cómo se llamaba. Podría haberle preguntado por el nombre a Lydia, pero como yo no solía mostrar interés por la gente, seguro que le habría llamado la atención y se habría hecho una idea equivocada. Sobre todo teniendo en cuenta lo pesada que estaba con el tema de Audrey. Cualquier excusa para obligarme a admitir que había cometido un error era buena para Lydia.

Como si no supiera lo cabezota que podía llegar a ser, con tal de no admitirlo...

—¡Ah, ya ha llegado! —exclamó ilusionada mientras miraba la pantalla de su teléfono.

Mis nervios se intensificaron.

Lydia se acercó a la puerta canturreando, como una mariposa feliz y llena de gracia. Me costó no poner los ojos en blanco, pero al final logré contenerme, centrándome en la chica a la que le abrió la puerta.

Esta vez, sin el mal humor de por medio, pude comprobar lo guapa que era. Llevaba el pelo recogido en una cola alta, pero algunos mechones ondulados y rebeldes se le habían escapado y ahora enmarcaban su rostro. Su ropa consistía en una camiseta negra y ceñida de manga corta y unos pantalones estilo militar, de color crema, con muchos bolsillos y un cinturón negro y ancho de tela que le ajustaba el pantalón a la altura de la cintura.

Me miró rápidamente antes de que Lydia se pusiera a hablar con ella, y yo mantuve una expresión seria mientras me peinaba el pelo con los dedos, fingiendo que no le estaba prestando la más mínima atención.

Interesarme en alguien era nuevo para mí y prefería que nadie más fuese consciente de ello.

—Ese amargado de allí es Axel, mi hermano. —Dirigí la vista hacia Lydia al escuchar mi nombre—. Es así de cretino de nacimiento, pero hoy está especialmente rabioso porque ha tenido que levantarse treinta minutos antes y porque, según él, "no necesitamos más personal".

Dijo lo último a modo de burla, acompañando las palabras con un gesto de comillas.

Solté un bufido. Al menos una de esas cosas era cierta: sí me había levantado media hora antes de lo habitual, para tener tiempo de enseñarle cómo funcionaba cada cosa de la cafetería a la nueva. Lo demás era mentira. No estaba "rabioso", estaba incómodo, que es distinto. Y no necesitábamos más personal precisamente por eso, porque no se me daba bien el trabajo en equipo. Me incomodaba demasiado.

—Es que es verdad —dije, sabiendo que no tenía razón.

—Pero luego bien que vas quejándote de que te toca todo el trabajo a ti —argumentó.

Pues claro, yo me quejo de todo lo posible, pensé. En lugar de decirlo en voz alta, puse los ojos en blanco y decidí comenzar con mi tarea. No sé en qué momento me había convertido en el tutor particular de una novata, pero intuía que Lydia no se iba a encargar de ello.

—Vamos. —Le hice un gesto con la cabeza, ordenándole silenciosamente que me siguiera. La chica alzó una ceja.

—¿Vamos? ¿Adónde vamos?

Lydia se apresuró a responder por mí.

—Tengo que preparar algunas cosas antes de que abramos. —Habló tan rápido que me dio la sensación de que se moría de ganas por hablar con ella un rato y por conocerla mejor—. En realidad, tu trabajo es el mismo que el de Axel, así que él te va a enseñar todo lo que necesites saber.

Lo sabía. Sabía que me iba a dejar solo para irse a hacer más pastelitos. Que sí, que últimamente se nos agotaban enseguida, pero ya podría haberme avisado de que me iba a tocar hacer de canguro...

—Está bien... —dijo ella, no muy convencida.

Lydia se despidió de ella demasiado alegremente.

Desde luego, no me pagaba lo suficiente para todo lo que tenía que soportar.

¡Saludos virtuales! Sé que muchos de vosotros teníais ganas de un POV de Axel, y ¿quién soy yo para negároslo? Este extra en concreto lo he subido para celebrar que Zoe & Axel ya tiene 300K de lecturas. Estoy súper feliz de ver crecer a mis bebés, y también muy agradecida con vosotros por todo el amor que le dais.

Espero que os haya gustado el extra, nos leemos en el siguiente.

Un abrazo virtual a todas.

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