Superfluo -【Sally Face】

By LaughingDollyPop

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"𝐍𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐮𝐧 𝐧𝐞𝐟𝐢𝐥𝐢𝐦. 𝐍𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐮𝐧 á𝐧𝐠𝐞𝐥, 𝐩𝐞𝐫𝐨 𝐬𝐨𝐲 𝐦á𝐬 𝐪𝐮𝐞 𝐭𝐮 𝐚𝐜𝐨𝐦𝐩𝐚ñ... More

:✮· Medianas cosas que aclarar · 🎀 ✮:
O1: Cosas raras para empezar.
O2: Locuras de niño hormonal.
O3: Los primeros contratiempos.
O4: Feliz Martes.
O5: Lo necesito.
O6: Sin comentarios.
O7: Inspiración.
O8: Razones de sobra.
O9: Intentándolo o dejar pasar.
1O: Dulce despertar.
1 1: Rizos pelirrojos; mañana peligris.
1 2: "¿Quieres recordarlo?".
1 3: Desconectados.
1 4: Internamente.
1 6: Extrañas manías.
1 7: "Voló, voló, voló, voló".
1 8: Mimos de un par de pubertos.
1 9: "Si así gustas y así quieres".
2O: "¿Quien soy yo para interponerme?".
2 1: "En efecto, es un libro".
2 2: Sostenme.
2 3: Dime qué esperar de alguien como él.
2 4: Vuelta a casa, otra vez.

1 5: "¿Te sientes bien?".

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By LaughingDollyPop


Con cansancio y resoplando ante los quejidos y los gruñidos del rubio, el peliazul intentaba mantener la paciencia estable, y continuar pasando con cuidado aquella crema en la espalda del moreno. Esa quemadura seguramente sería otro recuerdo, mucho más ligero que quien sabe cual otro más doloroso, por el cual el chico haya pasado.

Aún así, odiaba que su chico tuviera tan poco interés en cuidar su imagen. No, Sal Fisher no era superficial como para importarle si su novio se dejaba la tinta rubia, o si la dejaba decolorarse con el paso de las semanas, pero si se trataba de no cuidar la imagen y someterse a daños físicos, sin darle tanta importancia luego de sanar la cicatriz, o la quemadura en este caso, obviamente terminaba más preocupado de lo que solía estar.

─Ya déjate de llorar, rubia─.

─¡¿Pero cómo no quieres que me queje si más que un masaje, parece que estás practicando karate con mi espalda?!─.

─La próxima no seas porfiado con el calentador de la ducha, y espera a que salga el agua totalmente, y tibia, antes de meterte en bolas a la ducha─.

─Pero si se supone que estaba tibia, ¿por qué no admites que te pusiste a lavar los platos mientras estaba usando el agua de la ducha?, si me quemé fue porque abriste el grifo y te importó una mierda que me bañara contra las canillas─.

─Bien, admito que tuve culpa en eso, pero, ¿te costaba esperar un rato o pegarme un grito para que dejara de fregar?, ¿debías girar el grifo de agua caliente al máximo de lo que daba, sabiendo que cuando el agua volviese saldría disparada y te quemaría?─.

─Agh, igual... ni que me importara una quemadura. Las cicatrices de mi espalda no empeorarán─.

─Pudo ser una quemadura grave, Travis, ten un poquito de consciencia y sentido común, ¿por qué te importa tan poco estropear tu imagen?─.

─¿Desde cuándo te importó mi imagen? Fui toda mi vida alguien vistiéndose como su padre le decía, y usando lo que no quería usar para complacer el mal gusto de gente que no conocía. Déjame ser libre una vez─.

─Una cosa es que te vistas como se te antoje, que lo respeto, porque no soy nadie para quejarme en mi lugar, y otra es que te quemes la espalda en la ducha; te cortes en las rodillas por andar con cosas pesadas y filosas por todo el edificio, o te importe poco mantener la columna derecha por hacer fuerza con las cajas del trabajo de mi padre, que bien sabes que no debes solo tú ayudarlo a llevarlas. Siempre estoy cerca tuyo para que me pegues el grito y me avises─.

─Hay veces que estás ocupado con tus cosas o hablas con Larry, y no me gusta sacarte del trance si te enganchas en una buena conversación, o estás haciendo algo que te gusta─.

─Lo que me gusta puede esperar comparado a una responsabilidad, como lo es ayudar a mi padre porque está mayor, y ayudarte a ti porque no debes hacer todo sólo, es muy sencillo, me pegas el grito y dices: «Ché, pitufo, sacá la cara de la consola esa de mierda y vení a levantar las cosas». Y listo, lo haré sin quejarme. ¿Es eso lo que te preocupa?, ¿que me queje?─.

─No, al contrario, sé muy bien que eres capaz de ayudar a cualquiera que lo precise, y no me gusta abusar de esa disponibilidad que tienes respecto a favores. También creo que no tiene nada de malo que intente hacer algunas cosas por mi mismo─.

─Mira, sé que estás confundido y tratas de saber disfrutar de tu libertad, ahora que no tienes a tu padre frente a ti diciéndote qué hacer y cómo, y lo aprecio, incluso me encanta verte ser tú, y disfrutando lo desconocido que es para ti ser libre, pero no te vales por ti mismo siempre, estamos los dos en esto, en las buenas y en las malas, y aunque no estuviéramos juntos, es cuestión de cortesía irte a ayudar si haces esfuerzo con algo sólo. Modales, Travis... modales─.

─Sí, sí... ya sé, esa palabra la oí toda mi corta vida─.

─Y la seguirás oyendo mientras estés junto a mi─.

─Que buen incentivo...─.

─Calla, y ahora ponte la camisa, que no me gusta discutir contigo si usarás tu torso semi-desnudo para dejarme en trance, mientras comparto mis argumentos. Me distraes─.

─¿Quién dijo que lo hacía apropósito?, enano, tú fuiste quien ni bien entré dijo: «Quítate la camisa, papi»─.

─Ya ponte la camisa y no me jodas, Travis. Que pesado, por Dios─.

Ciertamente tratar a alguien herido, o en un estado de necedad e inconsciencia, respecto a cuidar su salud tanto mental como físicamente, terminaba preocupándolo de más, y a la vez su estado anímico pasaba de animado o tranquilo, a estresado e irritable, como estaba justo en aquel momento. Con el humor por los suelos e intentando animarse a sí mismo, con lo cómodo que estaba el rubio ya sin tanto dolor por la quemadura.

─¿Qué miras?─ el moreno permanecía recostado sobre el colchón del peliazul; viendo como este le miraba con una sonrisa en el rostro.

─A ti─ con un tono dulce y más calmado en la voz, el menor contestó ─Solo te admiro a ti, de cerca─.

─¿A mi?... ¿por qué?─.

─Porque sí; porque me gusta mirarte. ¿Algún problema?─.

─No, mientras no lo hagas cuando estoy dormido, como psicópata de novela adolescente y romance, todo bien─.

─No soy un psicópata, soy un rarito. No es lo mismo─.

─La brecha entre ambos términos es muy corta─.

─No me obligues a contestarte con ordinarieces─.

─Tú eres el mal pensado de mierda. Ya nivela las hormonas, que el que se quemó en la ducha fui yo. Tú no deberías ser el que anda cachondo─.

─Chistosito, no juegues con las quemaduras, bobo─.

De pronto, y como innecesario elemento para arruinar el ambiente, o al menos desde la perspectiva de ambos chicos, el teléfono del rubio comenzó a marcar su característico tono de llamada, y tal cual lo dedujeron ambos, de una llamada se trataba. El problema no era que una llamada interrumpiera el momento, el problema era de parte de quien venía, lo cual Sal dedujo como un mal destinatario, por la expresión del rubio.

Vio aquella mirada de tristeza; ese ceño fruncido y marcando el enojo que sentía; los puños cerrándose tras la impotencia de leer aquel número, y la angustia que en su garganta se marcaba, tras la dificultad que tenía el chico para tragar saliva. Finalmente, ya sin ganas de cortar la llamada como siempre, o ignorarla, se dignó a atender, y el peliazul guardó silencio, sabiendo que luego de aquella llamada, terminaría abrazando al chico para consolarlo.

─¿Qué quieres?─ lo primero que interrogó a secas; intentando sonar lo más indiferente y seco posible, para no darle el gusto a aquel ser, de realmente sentir miedo ante su llamada ─No, por milésima vez, no pienso volver. ¡¿Qué te pasa?!, ¿realmente no tomas enserio mi palabra?─.

El peliazul con cuidado de no hacer mucho disturbio, se acercó lentamente al rubio, como quien diría, tratando de no parecer invisible frente al moreno, que parecía ponerse más inseguro y nervioso conforme los segundos pasaban, tal cual minutos de incomodidad. No importaba lo valiente e independiente que tratara de parecer, esa voz tenía el poder de hacerlo temblar, y de solo ver a la figura, ese poder se volvía aún más grande, logrando con ello, comenzar a destruir su tan herido orgullo.

─No, tú escúchame a mi por primera y única vez: Sueñas si piensas que me arrepentiré de lo que soy. Sé muy bien de donde vengo y a donde voy, y el con quien vaya acompañado dejó de ser un asunto entre tus prioridades desde hace tiempo, nunca lo fue de hecho, pero mi edad ahora marca con la misma certeza que siento yo, lo poco que tendremos de influencia el uno en el otro. No me llames más. El hecho de que no te haya bloqueado no quiere decir que un día te llame. Eres un contacto de emergencia, pero ahora que lo pienso, emergencia sería aún conservarte entre mi lista de contactos─.

─Travis...─.

─Espera─ el rubio advirtió con su mano al peliazul, para que mantuviera la distancia respecto a la llamada. Después pensaría realmente mostrarse vulnerable frente a él, por ahora, solo quería desahogarse ─Sí, estoy con alguien, y lo repito por milésima vez: ¿Eso en qué mierda te afecta?─.

─Travis, cuida el tono, es tu padre─ susurró el menor, tratando de sonar tan calmado posible. Aunque obviamente, la calma se le fue cuando el rubio apretó el botón del altavoz, para que el chico escuchase lo mismo que él.

«Es increíble que realmente hayas caído tan bajo, y por un maldito pecador. Por una ramera. Por un niñato que vive entre delincuentes y cuya vida está condenada a pudrirse en el más sucio infierno, como todos aquellos a los que llama "familia", y no son más que inmundas lacras. ¿A eso piensas pertenecer?, ¿por ese enfermo es que olvidas tu verdadero lugar entre esto?, te pudrieron el cerebro, muchacho»

Tras aquellas palabras, el rubio no se contuvo de querer devolverle el mismo veneno a su progenitor, pero el teléfono le fue arrebatado por su compañero, de quien creyó que iba a cortar la llamada tras lo herido que se sentía. Pero no, Sal Fisher daba la cara por su familia, y aquellos que tanto habían ayudado para sacarlo del pozo en el que seres desgraciados lo habían metido, no merecían ser siquiera nombrados por aquel ser; el mismo que ahora los trataba como cucarachas.

Y eso no era todo, Sal Fisher tenía ira de sobra para repartir mediante las palabras más duras que a su alcance tuviera, y así lo iba a hacer. No solo por su familia, sino porque alguien estaba tratando de deshacer todo el progreso y el esfuerzo de su novio, y aún más, destrozarlo anímicamente y hacerlo sentir culpable, por algo que en un principio no debería ser un motivo por el cual avergonzarse. Por fin, diría en palabras todo lo que entre charlas con Larry guardó, para el ser que desde un principio, debió escuchar todo lo que pensaba el testigo de sus tantas hazañas rastreras.

─Escúchame bien, imbécil─ con un tono de voz realmente firme, marcó el silencio en la línea, y el rubio atónito quedó; dejando de intentar quitarle el teléfono, pero aún con la curiosidad de saber qué tramaba el peliazul ─Kenneth Phelps, ¿verdad?─.

─¿Y tú quien mierda eres?, niño─.

─El engendro del demonio del cual no te da coraje decirle lo que realmente piensas en la cara, y solo por teléfono o a espaldas, porque realmente intentas denigrarme sin siquiera conocerme─.

─Quizás no te hablo a la cara porque prácticamente no tienes─.

─Mejor que la que tienes está, o al menos, los besos de tu amado hijo dicen lo contrario en mi caso─ de nuevo, el silencio incómodo se marcó del otro lado de la línea, al igual que de parte del rubio joven, que por un momento vio su vida pasar frente a sus ojos ─Cómo se nota que coraje te sobra si se trata de hablar de familia ajena, pero pelotas no tienes si un enfermito afeminado saca a relucir lo que sabe de tu pasado, ¿eh?─.

─¿Qué estás diciendo?, ¿tú eres el mocoso de la prótesis?─.

─Sí, y tú debes ser al que le falta una urgentemente, ¿verdad?─.

─Ve al punto, ¿qué mierda haces con mi hijo?, ya que veo que él no tiene valor para defenderse, veamos si a un desviado con tintes de ramera le da el...─.

─Que te quede claro que a mi me importa una reverenda mierda el palo que se nota traes metido en el culo. Tus problemas de falta de atención paternal y cariño maternal no son mi problema, y el hecho de que juzgues una familia que pasa mil veces por encima de la tuya, dice apenas poco de lo que realmente puedo decir de ti, en cuanto a lo que sé. Lo único rescatable ahora que te queda como familia, es al mismo cobarde que tú dices llamar así, y del que te has aprovechado lo suficiente como para que sea demasiado injusto, el que conserve sus modales y no te diga en la cara las cosas como deben ser, por más que hace rato debió hacerlo. Pero no soy él, no soy mi novio, soy Sal Fisher, y a mi me la pela tu obsesión religiosa de mierda, y el carácter podrido con el que intentas intimidarme. ¿Te quedó claro?, mi rey─.

─...─.

─Muy bien, parece que tan sordo no estás después de todo─.

El joven Phelps solo tapaba su boca intentando no reír y quitarle el aventón de valor, que ahora su novio utilizaba para defenderse como el verdadero luchador que era. Adoraba ver aquella faceta directa que tiraba verdades sin filtros, y que por momentos, dejaba en segundo plano al Sal Fisher dulce y amable, que todos creían conocer. Ese Sal Fisher con carácter y poca paciencia, era uno al que realmente gozaba de admirar, y por el que obviamente, esperaba jamás ser regañado en un mal día.

─Quizás a la horda de viejas con lavado de cerebro por las cuales practicas tus santos oficios, les importe la opinión de un retrógrada que no tiene mejor cosa que hacer que saltearse el cafesito de la mañana, y comerse las santas escrituras por no decir algo más ordinario. Pero te tengo una novedad, a mi me la suda tu opinión, a Travis se la pela tu opinión, y a medio Nockfell no le llega ni a las santas pelotas la idolatría tóxica que tienes por lo que tu papi te inculcó. Coraje te sobró para hacerte el fuerte con un ser que era mucho más débil que tú, y todavía te sobra, pero también te sobra orgullo y descaro si piensas que aquello a lo que maltrataste y no supiste valorar, vendrá a ti cuando su voluntad es mucho más fuerte que cualquier figurita bañada en agua bendita a la que adores. Travis no volverá, y no lo digo yo, lo dice él, y lo respalda la misma familia enferma a la que tanto odias y envidias, y obviamente yo, que te quede claro también eso─.

─¿Y tú quién te crees que eres para decir si...?─.

Te callas. Suficiente parloteaste las trescientas veces que llamaste y me interrumpiste la cogida, así que ahora te callas y me escuchas, porque lo diré una última vez, lo siguiente que te diga no lo diré frente a Travis, te lo diré en persona, y con mucha menos compasión de la que te he tenido hasta ahora, ¿captaste?─.

Sin esperar respuesta, el peliazul continuó, aún ardiendo en rabia pero mucho más calmado que cuando inició su discurso. Por mientras, Travis intentaba disfrazar su sonrojo y su sonrisa, tras ver con orgullo al novio que ahora quería presumir.

─Considera que bastante daño le has hecho a quien desde un principio debiste cuidar, y realmente es una lástima, porque ese hijo que ahora no tendrás por el karma que hace rato debió darte tu puto merecido, y por el esfuerzo que hizo para dejar al monstruo que lo metió en un campamento de mierda; le hizo presenciar horrores y le arrebató una parte de él que no volverá; esa inocencia que hasta ahora ya no lo hace tan ángel como en un principio fue; ese Travis que tanto odias y que ahora está a mi lado mucho mejor que cuando lo dejaste, un día estará frente a ti demostrándote, ¡que por mil putas veces más de lo que vales, será mucho mejor ejemplo de lo que fuiste tú! Ese Travis que un paraíso se ha ganado desde que nació, y del que lo quisiste privar por tu puta envidia y necedad, ¡un día, te estrechará la mano!... y cuando lo haga, no me importa desde donde vea todo yo, sabré que ni bien te suelte, te irás directo a pudrirte en una eterna condena, en el mismo infierno al que iré yo cuando te arrastre conmigo. Te lo aseguro, y donde intentes hacerte el valiente y me entere que le has hecho algo luego de esta conversación, yo mismo me encargaré de llevarte antes de tiempo conmigo, te lo prometo─.

─¿Hablas enserio?─.

─Tenemos una sola cosa en común, señor Phelps: Siempre cumplo lo que prometo, sobretodo si hablo enserio─.

─Bien... bien─.

El rubio joven admiraba ya sin esa sonrisa al peliazul, y colocaba una mano en su hombro, viendo como el chico de coletas parecía estar bastante deprimido ante sus palabras. ¿Realmente se veía en el infierno luego de morir?; ¿realmente haría una locura por el joven Phelps?

─Suponiendo... que no hablas por hablar, y que estoy escuchando la palabra de un joven enfermo, pero que realmente habla enserio, entonces únicamente expresaré admiración por una sola cosa, y esa es tu determinación, muchacho. Determinación que clavará el último clavo en tu ataúd─.

─Mi determinación tendrá que hacer fila entonces─.

─Muy bien... ahora, te recomiendo desactivar el altavoz, y que escuches atentamente lo que te diré, porque será mi única muestra de benevolencia y compasión hacia ti. Mi única advertencia buena─.

─Ajá... eso espero─ el peliazul hizo caso y desactivó el altavoz del teléfono, para luego colocarlo cercano a su oído y escuchar ─Diga─.

─Te estás sacrificando en vano─ con la voz calmada y profunda; casi tan ronca y a la vez con tono ególatra, como desde hace pocos minutos lograba destacar el hombre, continuó su advertencia ─El muchacho por el que te la juegas, lo crié yo─.

─Lo sé, eso no afecta en casi nada lo que es hoy─.

─Pero sí lo que será, porque él no apostará por ti mucho tiempo, niño; él se irá al nido del que vino, porque no conoce mayor sensación de pertenencia, que la del hogar del cual llegó al tuyo─.

─Eso no era un hogar, era una condena─.

─Dile como quieras, conozco a quien crié, y sé que en su persona, hay una extraña tendencia a envenenarse y auto-despreciarse; tendencia de la que no lo salvarás, porque ni bien el nido donde está ahora lo aburra; cuando la cantidad de colores y sensaciones nuevas, dejen de ser algo desconocido y extravagante para él, volverá a la simpleza; volverá a casa, mi casa... y no lo podrás salvar─.

─No estás en derecho de decirlo─.

─Tú no lo salvaste. Apostaste por él e intentaste corregirlo, y aún lo intentas, pero aquel que alimentó al perro una vez, por más daño que haya hecho después, en su mente se queda. El perro tarde o temprano volverá a probar suerte si puede─.

─¿Comparas una persona con un animal?, qué patético, ¿no tienes más argumentos?─ una risa sarcástica y algo arrogante, escapó del peliazul, y una mirada segura le dirigió al rubio, tratando de hacerle ver que tenía todo bajo control, aunque la forma en la que el moreno lo observaba, más bien demostraba que era todo lo contrario. Y lo comprobó, cuando el tipo con el que hablaba, en el blanco dio.

─No lo salvarás─ aquellas tres palabras llegaron hasta lo más profundo del orgullo del menor, por no decir que también a su corazón. Instantáneamente, se grabaron en su cabeza para posteriores noches de tormento que recordar.

─Sí lo haré─.

─Quien no se salva a sí mismo, a nadie podrá salvar─.

─No puedo tomarte enserio si usas tu biblia como argumento para decir que no soy alguien salvable─.

─No uso ninguna biblia ahora, veo tu destino; sé que lo que hay al final, y entre la miseria y dolor en la que tus cicatrices se han formado, entre las mismas tú te irás─.

Ten cuidado con lo que dices─ el tono de voz en el chico comenzó a temblar. Ya comenzaba a entender porqué tanto miedo de parte del rubio, respecto a escuchar a su progenitor hablar. No le gustaba para nada, que tocaran el tema de sus cicatrices.

─No lo salvarás; él volverá, y cuando eso pase, yo te estrecharé mi mano con todo gusto, y por cuanto más quieras llorar, más indiferente serás para...─.

¿Para ti?─.

─Para Travis, muchacho... para Travis─ un suspiro se escuchó del otro lado de la línea, y el peliazul enseguida colgó.

Silencio; eso era lo que había en la habitación, y cuanto lograba desesperar al rubio joven, quien ya no tenía esa sonrisa orgullosa en su rostro, y solo demostraba preocupación. Guardándose sus comentarios de ánimo, y las bromas que pensaba hacer respecto a como encasilló a su padre con el carácter que le demostró, el moreno se abstuvo a colocar los brazos ligeramente alrededor del menor; poco a poco viendo como este se inclinaba y cedía ante el abrazo, para luego comenzar a sollozar.

─Lo sé...─ lo único que decía el moreno, mientras el peliazul sollozaba ─Siempre sabe como terminar una charla y con sus palabras hacerte doler─.

─¿C-cómo mierda haces para...?─.

─¿Estar tranquilo?... ah, tiempo. Con tiempo uno se acostumbra─ el rubio pasaba con cuidado una mano sobre el cabello del menor, acariciándolo ─Eso dicen. Yo aún no me acostumbré─.


. . .

[Por favor, antes de mandar a Kenneth a la re concha de su madre, recuerden que esto es apenas un leve punto de vista ajeno a la situación, no un capítulo de profundización en el personaje. Eso lo tendrán más adelante]

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