Negando Al Destino ||Soukoku...

By Velary_RS

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(AU escolar/omegaverse) Luego de cinco años, y estando a un año de ingresar a la universidad, Chūya se ve... More

2. Olvídalo y empecemos de nuevo
3. Amigos de nuevo
4. Protegerlo
5. ¿Cuál es la verdad?
6. Pequeños Secretos
7. Yo lo protegeré de ti
8. Inesperado Desenlace
9. Un poco más de tiempo
10. El juego comienza.
11. Cercanía
12. Mala suerte
13. Hace cinco años
14. Destinados
15. Detectives que no son detectives
16. Esto se acaba ahora
17. Sin preguntas
18. Intocable.
19. Todo estará bien
20. Sin vendas en los ojos
21. Un paso atrás
22. Hacer las cosas bien.
23. Monstruos
24. Bajo presión

1. Inminente Reencuentro

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By Velary_RS

Era una extraña sensación la que causaba que su estómago se revolviera, y pese a que el bento que le llevó su amigo el día anterior sabía a comida de perro, estaba seguro que no tenía ningún virus estomacal.

Por ratos lograba tranquilizar aquel inusual cosquilleo en sus palmas, pero cuando volvía a recordar las palabras pronunciadas por su hermana antes de salir de su hogar, otra ola de nervios lo volvía a atacar, perenne hasta hacerlo rabiar en silencio por su incapacidad de aceptar la realidad.

"Mori-san estará llegando en la noche, junto a ya sabes quien"

Golpeó su cabeza con la barra metálica del tren, provocando que la gente a bordo lo viera raro. Simplemente le valió una mierda, incluso cuando un niño le preguntó a su madre por qué ese pequeño chico había hecho eso. De haber sido otro tipo de situación y otro tipo de persona, probablemente hubiera agarrado cualquier cosa a su alcance y se lo hubiera tirado a la cara accidentalmente, diciendo que fue el señor del costado quien lo hizo.

Su primer intento por distraer su mente y apaciguar los latidos de su corazón fue sacar su celular del bolsillo y buscar en la lista de contactos para comprobar si es que podía llamar o escribirle a alguien. Atsushi era una opción ya que hablar con él le podría devolver la paz interna a cualquier ser inmundo que pisara la tierra, pero el problema radicaba en que ya lo había llamado hace unos minutos.

Vale, que no tenía creatividad cuando se trataba de métodos para distraerse, en algún punto consideró que tirarse por la ventana del tren en movimiento era una idea bastante atrayente, y eso solo podía indicar que algo en su cabeza estaba seriamente mal.

Accedió al buscador mientras su pie se movía como el de un conejo, golpeando una y otra vez el suelo. Las cosas que aparecían en las primeras opciones no eran de su mínimo interés ¿quién mierda quería hacer un test de internet para saber cuál era su pareja ideal? ¿Existía gente que se creía eso en primer lugar?

Y aún con ese pensamiento, decidió responder cada una de las preguntas y ahora se hallaba esperando el resultado. En su defensa, estaba desesperado por mantener su mente ocupada en algo, además que el logo era llamativo ¡había un perrito!

Pero cuando el resultado terminó de cargar y lo leyó detenidamente, mandó el perrito al carajo.

—PERO QUE MIER —se tapó la boca para reprimir su rabia y le echó una mirada a su al rededor, sólo para llevarse la grata sorpresa de que ahora había atraído un 80% de las miradas —. Lo siento —dijo mostrando una sonrisa nerviosa y haciendo con su mano una seña para que dejaran de mirarlo.

Luego de escuchar unas cuantas quejas regresó su mirada al resultado de la pantalla y volvió a leer, como si lo que hubiera leído antes fuese una alucinación.

Tu pareja ideal sería alguien extrovertido, bastante alegre y directo con lo que piensa ya que no te gusta andar con rodeos. Alguien con quien bromearías a gusto y sin ningún problema porque los dos tendrían un humor muy similar. Sin embargo, también tendrá un aura de misticismo lo cual le daría su toque seductor. Aún así, sería un buen oyente y querrá saber de ti en todo momento, porque deseas que esa persona sea atenta y perspicaz”

Lo peor no era eso, lo peor era lo que estaba más abajo.

"También podemos asociar a tu pareja con las siguientes letras ¡así que suerte con ellas!

D O"

¡Que se pase su puto resultado por la raja! Cerró el buscador y guardó el celular en su bolsillo mientras sus mejillas se coloraban furiosamente.

«Es un simple test, nadie hackeó tu celular. Es un simple test, nadie hackeó tu celular» se repetía una y otra vez y volvió a golpear su frente con la barra metálica. Iba a cubrir esa cámara, solo por si las dudas.

El universo podía ser jodido si se lo proponía, de eso estaba seguro, y quien sea que moviera los hilos del destino no tenía la aprobación de Chūya, es más, si en algún momento el universo se materializara a la forma de una persona, se lo cargaría a piñas.

Maldición, en serio pensaba estupideces cuando estaba bajo presión.

Cuando el tren hizo una parada, una que otra amable persona antes de bajarse le preguntaba si estaba bien o si quería que llamaran a un oficial —o a un psiquiatra, pero seguramente esto solo lo pensaban. Él negaba con la sonrisa más falsa que tenía porque en realidad estaba hasta la mierda ¿que no era obvio?

Como último, un hombre entrecano le dejó su periódico antes de bajar, diciendo que resuelva el crucigrama de atrás para distraerse.

Le agradeció apenado, y en serio estaba por empezar a hacer el crucigrama en los cortos cinco minutos que quedaban para llegar, pero primero decidió revisar las noticias. Antes de salir de casa, ni siquiera le prestó atención a la radio como para saber qué estaba acaeciendo en su ciudad.

No encontró ninguna novedad además del establecimiento de una nueva banda criminal, de la que ya había escuchado mucho últimamente pero que le restó importancia. No sería ni la primera, ni la segunda que arribaba a su ciudad. Aun teniendo eso en mente, le causaba intriga saber que el estado había centrado su atención en esos criminales, lo cual se reflejaba con los constantes mensajes a la nación y los artículos relativos frecuentes en el periódico o en la TV.

Gracias a ellos, es que su hermana también había mostrado cierta preocupación, y de forma sutil le pedía que se cuidara, además de que aplicara sus habilidades marciales si es que era necesario. Chūya no objetó nada. Siempre asentía y le aseguraba que podía cuidarse solo, y que ella se quedara tranquila. Esperaba algún día que en verdad ella pudiera sentirse en paz dejándolo salir solo a la calle.

Cerró el periódico y miró nuevamente por la ventana. No se sentía precisamente más tranquilo, pero de algo le había ayudado leer las noticias. Incluso encontró el anuncio de un perrito extraviado, que se parecía mucho al que tuvo de niño y que se había encargado de cuidar con...

...

¿Por qué eres así? Se auto-reprendió mentalmente.

Cuando notó que ya estaba llegando a su paradero y que era un reverendo idiota, guardó el periódico en su mochila y se dignó a ir caminando hacia la puerta, pero antes de siquiera poder dar dos pasos, sintió que una manito tomaba el extremo de su camisa y comenzaba a jalar una y otra vez.

—Parecías tener un mal día —dijo el mismo niño que hace unos segundos le dijo chico pequeño —. ¡Y yo tengo dulces! ¿Crees que un dulce te haga tener un buen día? Mi mamá me daba un dulce cuando yo estaba triste.

Sus ojos se abrieron con sorpresa ante aquella pregunta. ¿Tan mal se veía como para que un niño de cinco años se preocupara por él? En serio había caído bajo, pero no era tiempo de pensar en eso. Miró primero a la madre del niño para comprobar si podía conversar con él o si sería acusado por secuestrador de niños. Todo indicaba que la zona era segura.

—No importa, igual te daré unos. —indicó ante su silencio y dejó cinco caramelos en su mano. Chūya se quedó con la palabra en la boca —. ¿Te gustan?

—Ah... —pronunció un tanto anonadado aun, viendo los dulces de mora y limón antes de poderle sonreir dulcemente —. Sí... Muchas gracias, creo que esto definitivamente me hará sentir mucho mejor.

El niño sonrió triunfante al haber visto la misma expresión en el mayoe, e hizo una pequeña reverencia a modo de despedida que se le devolvió gustosamente. El pequeño comenzó a caminar hacia su madre y se sentó en sus piernas, pero luego volvió la cabeza como si se hubiera olvidado de algo.

—Oye ¿cuál es tu nombre? —exclamó mirandolo atentamente.

La mujer le regañó diciendo que eso no se debía preguntar. El pelirrojo volvió a sonreír pensando en que aquella mujer era definitivamente una buena madre, así que solo negó y dio a entender que no tenía problemas en responder.

—Nakahara Chūya —pronunció y luego hizo un ademán para despedirse.

El niño respondió de la misma manera viendo cómo Chūya bajaba del tren. Era probable que lo viera de nuevo si es que volvían a tomar el mismo transporte a la misma hora, porque el pequeño estaba yendo a su escuela.

El pelirrojo comenzó a caminar y le echó una mirada a su mano, tomando un dulce de limón para luego meterselo a la boca.

El niño tenía razón, quizá si necesitaba algo dulce.

***

—¡Devuélvemelo!

—¿Y si no quiero?

—¡Entonces te juro que te sacaré una pierna!

—¿Qué demo-? ¿Qué clase de amenaza es esa? ¡Si haces eso, irías a prisión! ¿Y por qué mi pierna?

Chūya entornó los ojos al quedarse parado frente a ese salón de clases, y esperaba que fuese una maldita broma lo que ahora estaba presenciando. En serio esperaba que fuera así o iba a reventar el lugar.

Apenas ayer habían tenido los tres una conversación de que para hacer más ameno el ambiente, los dos menores debían intentar no matarse cada tres segundos, y tanto Atsushi como Akutagawa terminaron diciendo que pondrían de su parte, incluso los vio estrecharse las manos y asegurando que intentaría ser amigos decentes a partir de ahora.

Esos bastardos le mintieron.

Sabía que sus personalidades contrastaban demasiado, por lo que encontraban cualquier cosa para sacar de quicio al otro y a veces era sin querer, sin embargo, creía que pelearse más de tres veces al día, de por sí era un abuso. Pensó que quizá Atsushi sería el primero en tratar de poner el orden como buen omega empatico, amable y de sonrisa radiante con todos que es.

Con todos menos Akutagawa Ryuunosuke, un beta bastante prepotente. Aunque en realidad, el azabache se había ganado el mal trato del albino desde que se conocieron, así que creía que tampoco podía pedir demasiado.

No habían muchas personas en el salón a esa hora, pero escuchó como una chica tosía muy cerca de ese par de energúmenos, que obviamente también la escucharon. Los dos chicos pusieron toda su atención en la puerta, y tal como cuando unos padres encuentran a su hijo en una página prohibida, palidecieron y lentamente volvieron a sus asientos.

Chūya, aún con los brazos cruzados ingresó al aula y se posicionó al lado de la chica.

—Gracias, Kyouka-chan —la aludida asintió, tomó sus cosas y se despidió. Ella estaba en un grado menor pero normalmente venía antes de las clases a esa aula porque decía que se aburría en la suya.

El pelirrojo la siguió con la mirada hasta que salió del aula, y luego vio de reojo a esos dos. En momentos como este, se sentía como una verdadera madre que regañaba a sus hijos cuando comenzaban a discutir.

Miró Atsushi estaba en su lugar detrás de Akutagawa, ambos con la cabeza agachada como si mirarlo a los ojos fuera un delito. Luego vio como Atsushi tiraba un llavero a la nuca del azabache sin cambiar su posición, y cómo éste último lo atrapaba sin rabiar y lo guardaba en su lapicera.

¿Es que eran tan idiotas como para creer que no los estaba viendo?

—Chic-

—¡Él empezó! —dijeron al unísono antes de que pudiera terminar de hablar.

—¡Eso no es cierto! ¡Tú me quitaste mi llavero! —contradijo Akutagawa inmediatamente, girando su cuerpo para enfrentar a Atsushi.

—¡Porque tú me pegaste en la frente!

—¡Apenas fue una palmada!

—¿Ah sí? ¡Pues esa palmada casi me hace atravesar la pared!

—Qué exagerado...

—¿Exagerado yo?

—¡A ver, ya cállense! —exigió el pelirrojo, sujetando ambas cabezas para luego juntarlas con cierta fuerza, haciendo que ambos se peguen en la frente —. ¡Ni siquiera han iniciado las clases y ya están peleando! Además, el que debería estar molesto soy yo, no ustedes ¡me dijeron que tratarían de llevarse bien!

—D-dijimos que trataríamos de no pelear —corrigió Atsushi, con las manos en la frente al igual que su compañero.

Chūya puso los ojos en blanco.

—¿En serio esa es tu defensa?

—Sí, ahora que lo pienso sí fue bastante tonto —rectificó el albino y agachó la cabeza, apenado —
Lo siento mucho, Chūya-san.

Chūya gruñó en voz baja luego de escuchar como Akutagawa también farfullaba unas disculpas. En serio estaban poniendo su paciencia en juego, más aún los demás estudiantes, pues detectó voces a su al rededor de algunos cuantos que murmuraban. La vena en su frente se ensanchó.

—¿No tienen nada mejor que hacer? —inmediatamente todos se callaron al presenciar esa mirada y volvieron a sus actividades.

Pudo haber seguido con su regaño, pero entonces sonó la primera campana que indicaba que faltaban cinco minutos para las clases.

Pero claro que no se le escapó ver cómo el azabache soltaba un suspiro de alivio.

—Ni crean que hasta acá queda el tema.

Luego de su advertencia, dejó el salón de clases a paso apresurado, tenía que subir un piso más y las escaleras se encontraban al otro lado.

Tenía que pensar en una manera de hacerles ver que ellos en realidad no se odiaban. Quizá una presentación con diapositivas vendría bien, o algo similar, pero debía pensar en algo.

Por otra parte, cuando esos dos vieron que su mayor abandonó el aula y se aseguraron que nadie más los veía, se miraron un segundo. Atsushi puso un semblante pensativo, mientras Akutagawa se quedaba en silencio, esperando que el otro dijera lo que sea que quería decir. El hecho de que el albino pensara con tanto ahínco era algo que pasaba únicamente cuando los planetas se alineaban.

—Muy bien, creo que debemos poner de nuestra parte ahora sí y resolver nuestros problemas de forma pacífica —sugirió Atsushi, apoyando sus codos en la carpeta y dejando descansar su menton sobre sus manos.

Akutagawa utilizó una neurona para dar una respuesta.

—¿Osea que sí me dejas arrancarte la pierna?

—¡Eso no es pacífico!

—¡Bien! —dijo resignado el azabache  —. ¿Y si me invitas unos higos?

—¿Y tú un chazuke?

—Ahora sí que hablamos el mismo idioma. —Los dos estrecharon sus manos como si cerraran un contrato importante, aún a sabiendas que dentro de media hora, encontrarían otra manera para fastidiarse el uno al otro.

Por otra parte, el día del pelirrojo pasó sin muchos inconvenientes. Siguió el mismo horario escolar, asistió a la junta de representantes de aula, compartió chismes con los dos menores cuando llegó el receso —y de paso les volvió a regañar—, dibujó garabatos detrás de su cuaderno, y en serio trató de prestarle atención a las clases. Sus ideas en la cabeza se iban atenuando y poco a poco trataba de resignarse a la idea de huir, escapar para nunca volver a su casa esa tarde.

Cuando escuchó las campanas que indicaban la salida, se demoró más de lo usual en guardar sus cosas. Si no podía escapar, al menos quería no llegar a casa temprano. Necesitaba tiempo para terminar de asimilar la situación, aunque fue gracias a su decisión que había sido pillado por un alfa antes de salir.

—¿Puedes ir hacia la parte trasera del instituto? Tengo que decirte algo —dijo en un voz baja cuando ambos se encontraban en la puerta.

Chūya en ese momento solo asintió. Lo hizo de forma inconsciente en realidad. Pensar tanto le dejaba ausente de la realidad y la verdad es que simplemente lo tomó como otra manera de hacer su día más largo. Aunque no tenía idea de que podría pedirle o decirle ese chico que apenas conocía, ni su nombre recordaba, solo sabía que hace una semana ya se le había confesado a una de sus amigas y que había sido rechazado.

Grata —en realidad, no— fue su sorpresa cuando terminó por escuchar una confesión de "amor". Y se encargaría de resaltar esas comillas, porque el papel que estaba cumpliendo ahora era el de reemplazo. Eso le sacó de quicio.

En primer lugar ¿Por qué lo eligió a él? ¿Qué tenía de bonito? Debían haber mejores personas par elegir de segunda opción.

—¿Quieres salir conmigo?

Chūya reaccionó ante la última pregunta, dándose cuenta que se perdió la mitad de lo que dijo. Igual no era relevante.

—Cómo decirlo... —susurró más para sí mismo, mientras pensaba en qué decir. Al final, decidió que lo mejor era no dar tantas vueltas y responder sinceramente con un —: No.

El chico lo miró extrañado ante el silencio y luego soltó una risa incrédula.

—¿No?

—Escucha —indicó con una tanto de irritación al ver esa mirada altiva, juntando sus manos y mirándolo atentamente —. No seas cínico. Ni siquiera me conoces, apenas cruzamos palabras y fue porque te habías colado a la fila de la cafetería, así que prácticamente te mandé a la mierda en nuestra primera "plática"

—Ya veo... —siguió el chico —. ¿Entonces no quieres un alfa ahora?

—No te quiero a ti. Hay diferencia —sentenció, esperando que con eso el alfa se rindiera. Pero se equivocó.

—¿Has tenido pareja alguna vez, Chūya?

El susodicho puso una expresión sombría.

—Nakahara para ti —corrigió señalandolo con un dedo, y se quedó inmóvil mientras el otro avanzaba hacia él, tratando de dar una presencia más imponente.

—Pero dime ¿has tenido pareja? ¿O acaso sigues siendo virgen?

Vale, quería golpearlo.

—Jodete. Eso a ti no te incumbe.

—Esa boca... ¿no crees que eres muy agresivo? Así no muchos alfas van a querer estar contigo, siéntete afortunado que yo haya puesto mis ojos en ti —dijo y se detuvo cuando quedó a centímetros del pelirrojo, quien apretó la mandibula, conteniendo las ganas de lanzarle un puñetazo que le reinicie la vida —. ¿Y qué hay de tu celo? Estoy seguro que no lo has pasado con nadie hasta ahora, pero ¿sabías que los supresores pueden ser dañinos en algún punto?

Le había prometido a Kouyou que no se metería en más problemas, pero si lo hacía esta vez, tendría un buen motivo.

—Dime, Chūya ¿no te gustaría estar con un alfa aunque sea por una noche? Creo que de verdad podría hacerte sentir bien ¿Qué dices?

—Si tuviera que elegir, definitivamente serías la última opción de mi lista. No... Tú, bastardo, ni siquiera entras en ella —rectificó y ahora tuvo que empezar a retroceder unos pasos, cuando el otro avanzó nuevamente hacia él.

El idiota quería acorralarlo, y supo que la cosa se había puesto más seria cuando pudo oler las feromonas alfa que el chico estaba soltando. Ese desgraciado...

—¿En serio? —cuestionó con una sonrisa cargada de soberbia —. ¿Y crees que  ahora te puedo hacer cambiar de opinión?

El pelirrojo se estaba empezando a sentir un tanto mareado por el nuevo olor, y fue cuando supo que era momento de dejar de hablar. Si algo había aprendido durante toda su vida, es que habían ciertas personas que tendían a pensar con la cabeza de abajo, y a veces podía sacarle provecho.

—¿Me harás cambiar de opinión? —le siguió el juego, acariciandole la mejilla y haciendo que el alfa se volviera más dócil con la calidez de su mano. Chuuya sonrió y habló en un susurro —: No me interesa.

Con esa sentencia y una buena patada en las partes bajas, Nakahara salió airoso de allí. Ni siquiera se detuvo al escuchar como el idiota urgido de atención comenzaba a lanzar injurias, llamándolo de mil manera diferentes, y aunque lo normal era devolver el insulto o dislocarle la mandíbula —algo peor que una simple y aburrida patada— la verdad es que su ánimo estaba variando mucho ese día.

Por otra parte, si decidía prestarle atención a lo que dijo ese tipo acerca de su celo, puede que terminara cometiendo homicidio de segundo grado. Y no, era muy joven para ir a prisión.

Pasó por un arbusto y detuvo su andar.

—Ya sal de allí.

De repente, la hojas comenzaron a sacudirse y algunas ramitas a caerse.

—¡¿Cómo sabías que estaba ahí?! —exigió saber aquel chico parándose de golpe, señalandolo como si lo estuviera acusando de algún crimen.

—¡Ja! yo lo sé todo, Tachihara —afirmó fingiendo altivez —: Además que el arbusto se movía cada cinco segundos, y tú zapatilla sobresalía.

Cuando Tachihara logró salir de entre las hojas, se quedó en silencio unos segundos y luego hizo una reverencia exagerada a modo de disculpas —. ¡Lo siento mucho, Chūya-san! Yo no quería...

—Ya déjalo, he escuchado muchas disculpas hoy —dijo haciendo un gesto con la mano para restarle importancia y comenzó a caminar, el otro lo siguió por instinto—. La próxima escondete mejor aunque sea, porque sé que no me harás caso si te digo que dejes de hacerlo.

—Pero lo hago porque me preocupo... por ti —completó un tanto dudoso —. Sé que eres capaz de hacerle frente a muchas personas, pero a veces me preocupa que algo se salga de tus manos —siguió, llevándose una mano a la nuca —, por eso me gusta estar ahí en momentos como estos... para ser algo así como... como... ¡Una llave maestra!

—¿Y eso lo dices por...? —Chūya insistió en que acabara la frase, porque con que alguien más le recuerde que es un omega, le arranca las bolas.

—Porque somos amigos.

Bueno, eso bastaba.

—Y no lo hago siempre —afirmó, lo que causó una risa sutil de Chūya.

—Estoy seguro que te he visto muchas más veces espiandome, y eso es raro, si hasta ahora solo te he reprendido tres veces es porque disfruto de la poca creatividad de tus escondites.

—Oh, lo notaste —dijo apenado.

—¿Qué esperabas? ¿Crees que no te reconocería por estar detrás de un poste? ¿O un árbol?

—Tuve mejores escondites que esos —dijo y el pelirrojo entornó los ojos.

—Iniciaste hace un par de meses, Tachihara ¿Te gusto o qué? —Chūya luego se dio cuenta que su pregunta era la típica destruye amistades, y volteó a ver a su amigo con cierto terror —. Ay no.

Tachihara reaccionó de inmediato.

—¡No es así! ¡No me gustas, en serio! —se defendió inmediatamente, luego volvió a pensar en sus palabras —. C-con esto tampoco digo que seas mal partido, en realidad me sorprenderé el día que aceptes a alguien ¡Pero ese no es el punto! En serio, solo te veo como un amigo.

Chūya suspiró aliviado, parecía que su amigo era sincero al menos con eso. En serio no quería tener que rechazar a dos personas en un día.

—¿Entonces por qué?

—¿Por que qué?

—Que por qué me sigues, idiota.

—¡Ah, eso! —se rio por su propio despiste y luego comenzó a pensar en lo que diría —. No es nada malo, solo que... en serio me preocupas un poco... más con lo peligrosa que se ha vuelto la ciudad este año.

—¿Lo dices por la nueva banda criminal?

—Sí, podría decir que sí.

No sabía si decir que eso era tierno, o enojarse porque otra vez otra persona cuestionaba su seguridad en la calle.

Aún así, la explicación no le terminaba de cuadrar del todo.

—Tienes que dejar de hacerlo —ordenó Chūya —. Dejar de pensar de esa manera. Ya sabes que somos amigos, pero no tienes que estar detrás mío cada segundo.

—Lo siento, pero... —hizo una pausa, y resignandose a hablar, simplemente tragó saliva y dibujo una sonrisa en su rostro —... de alguna manera me sigo sintiendo en deuda contigo.

Nakahara miró al suelo, recordando la situación de su amigo hace dos años, y cómo los dos pasaron sus días en esa época.

Eso era... comprensible.

—Eres demasiado para esta inmunda sociedad, Tachihara.

—¿Eh?

—Me recuerdas un poco a Atsushi, él también es una masita.

—¿Dijiste que soy una masa?

—Menos cuando habla con Akutagawa, ahí se vuelve un tigre —siguió hablando, tratando de cambiar el tema y aligerar el ambiente.

—¿Siguen peleando como antes?

—¿Qué día no pelearon? Te digo que incluso cuando yo los conocí de pequeños, Akutagawa ya se dedicaba agarrar lo primero que encontraba y se lo tiraba a la cara a Atsushi —contó con gracia.

—Suena propio de él.

—¿A que sí? —los dos rieron, siguiendo su camino con pasos lentos para que su charla fuera más larga. El pelirrojo más bajo puso los labios en una línea recta y luego lo miró, sonriendo —. Tachihara, el único pago que quiero ahora es un vino caro. Ten por seguro que cuando me traigas una botella así, tu deuda estará cubierta, nada que hagas fuera de eso te ayudará.

—Chūya-san... —lo miró un tanto pasmado —. Pero tengo que esperar a que seas mayor de edad.

—Malditos números en la ID —se quejó, deteniéndose para patear una piedra al otro lado de la calle cuando llegaron al frente del instituto.

—Pero cuando tengas dieciocho ¡Te compraré el vino más caro que encuentre en la tienda! Lo prometo —anunció elevando los brazos. La sonrisa del omega se extendió —, aunque creo que necesito tiempo para perder la costumbre...

—¿Se volvió costumbre seguirme? Que miedo.

—Sí, ahora que lo dices hasta a mí me daría miedo.

Nakahara se quedó mirando y luego se partió de la risa. Tachihara no supo que hacer más que quedarse quieto para recibir un golpe en el hombro por parte del más bajo. Los dos se despidieron porque ahora les tocaba tomar caminos contrarios, y Chūya esperaba no verlo detrás de un poste durante su camino a casa.

Tachihara era un buen amigo, nunca podría desconfiar de él.

Chūya estaba por empezar su camino con más tranquilidad hacia su hogar cuando vio a lo lejos como Akutagawa le tiraba el chazuke al piso a Atsushi, y cómo este último agarraba el higo del azabache para estamparlo en su cara.

Luego lo típico, discuten mientras Kyouka sigue presenciando la escena como si fuera una telenovela y terminando su helado de menta.

Parecían pareja tóxica de diez años que terminaban y volvían cada semana.

No lo pensó más y decidió ignorarlo. Mañana ya les golpearía con algo.

Las horas en el instituto habían logrado distraerlo, y los minutos con Akutagawa, Atsushi y Tachihara fueron amenos y entretenidos. Pero ahora que no tenía a nadie más a su lado, la preocupación de la mañana volvió a instalarse en su cabeza. Detestaba que siempre que tenía algo que le inquietaba rondando en su mente, los momentos de sosiego eran casi nulos y apenas podía centrar su atención en otra cosa hasta resolver esa inquietud.

Volvió a revisar su reloj de muñeca y así estuvo todo el trayecto a su casa, intercalando su mirada entre el reloj y el frente del camino, temiendo por cada minuto que pasaba y avanzando cada vez más lento. Su hermana le había dicho que ellos llegaban en la noche, pero tanto padre como "hijo" siempre fueron tan impredecibles, que fácilmente podrían llegar tres horas antes, o puede que incluso ya estuvieran en su casa, esperando que él se presentara para concretar la "reunión familiar".

Siempre creyó que se sentiría listo para su regreso, pero ahora que el momento era tan cercano, su corazón galopaba hasta hacerlo perder el aire. Definitivamente no estaba listo, quizá ni siquiera hubiera estado listo si le hubieran dicho que llegarían el próximo año, o quizá diez años después.

No lo aguantaría, no podría hacerlo.

Cuando su reloj marcaba casi las cinco y treinta, es cuando decidió avanzar más rápido. Tampoco podía exagerar con su tiempo o le haría pensar a su hermana que lo habían secuestrado, y para asegurarse, cuando comenzó a caminar por una calle que tenía unos cuantos callejones, le escribió un mensaje diciendo que ya estaba llegando.

Desaceleró su paso cuando obtuvo una respuesta positiva de su hermana y con una sonrisa se dispuso a guardar su celular en el bolsillo, pero cuando menos se lo esperó sintió una mano aferrarse a su brazo derecho, jalandolo con brusquedad para obligarlo a entrar al callejón.

—QUE DEMON-

Quiso maldecir, pero quien sea que fuese su captor cubrió su boca con una mano, mientras que con la otra sujetó sus muñecas sobre su estómago. En algún punto llegó a quitarle la mochila y tirarla al piso, para que el tipo pudiera posicionarse detrás suyo, pegando su torso con la espalda de Chūya.

Los gritos de Nakahara se ahogaban en la mano de su agresor, mientras se movía como gusano tirando su cuerpo de atrás hacia adelante, pero nada parecía resultar. Tampoco lograba atinarle ningun pisoton porque el idiota movía sus pies como si supiera a dónde apuntaba Chuuya, y así la situación se volvía más y más frustrante.

¡Y el desgraciado no hablaba siquiera para decir qué quería! ¿Qué iba a hacerle? ¿Secuestrarlo? ¿Asesinarlo? ¿Robarle? ¿Viol...? No, eso era lo peor. No quería imaginarlo, y ahora de verdad tenía miedo.

Tanto pensar que él podría salir impune de cualquier situación lo hizo terminar llamando al destino, poniéndole a sus espaldas a un alfa que contaba con una fuerza estúpidamente grande.

Y lo peor era que podía escuchar la voz de su hermana en la cabeza:

"Todo por usar el celular"

Y maldición, sí que tenía razón.

—No me temas, Chuuya.

Fue una frase, una sola frase la que le hizo quedar inmóvil.

* * *

Ya sabrán quién es ¿o no?

Muy bien... este es mi primer fic acerca de esta pareja, así que espero poder hacer un trabajo decente para mi primera historia :'D
Para los que empiecen a leer esto, espero de verdad que pueda ser de su agrado.

Tampoco sé qué tantos capítulos me lleve esta historia, pero no creo que sean tantos —aunque sí tengo muchas ideas— En fin, trataré de publicar semanalmente y bueno... no tengo nada más que decir.

¡Hasta el siguiente capítulo, espero les guste!

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