—Gracias hijo —agradeció al otro lado de la línea, después de suspirar.
En lo casi vacía de la habitación, informaba a su hijo a cargo lo ocurrido; y el menor, informaba el problema en sus tierras que parecía crecer más de lo que se creía posible, aunque ya estuvieran muy mal. Todos y cada uno de sus hijos estaban haciendo todo lo posible para que la situación se mantenga bajo control en esos momentos llenos de desbarajustes y problemas. Así que, cuando se vio a reconoció a sí en ese lugar, el sentimiento sobrenatural que lo atacó lo obligó a bajar la cabeza: sus hijos estaban solos. Otra vez y a pesar de todo lo que pudo prometer. A pesar de decir que volvería lo más pronto posible, de decir que estaría ahí con ellos, era ahora imposible que dijera lo mismo, y eso era frustrante. Les mentía creyendo que lograría lo que prometía, pero no era suficiente. Y se detestaba cada que ellos bajaban la mirada, aceptando la tristeza solo para comprender a su padre cuando los dejaba solos para «protegerlos» de algún mal que resultaba de sus errores al no cuidar de los humanos como se debía.
Eran niños, en ese mundo, eran seres diminutos con una responsabilidad impuesta en los hombros más grande de la que podían cargar, y se supone que solo un buen padre estaría ahí, dispuesto a sostenerlos hasta en el peor momento.
Un mal padre, forma única con la que se describiría, sentía a su corazón quebrarse más de lo que ya estaba al saber que, a pesar de que él era un mal padre, ellos eran buenos hijos; y recordó, con claridad, todo el tiempo con sus hijos, los momentos perniciosos; los momentos apolíneos, y esperó, que por última vez, sus hijos le den la oportunidad de volver. Sin cambios.
—No te preocupes papá, yo me encargo. Si deseas yo les aviso a mis hermanos.
—No, lo mejor será que yo les diga, los llamaré más tarde para poder hablar, gracias Cuzco. A partir de ahora pásame todo el trabajo por archivar, ahora yo me encargo.
—Me niego, padre. —Comienza con su voz burlona—. Yo aún puedo ayudarte con eso, mis hermanos me ayudarán de igual forma, tienes cosas que tratar allá.
—Y de la misma forma me niego. ¿Deseas ayudarme? Haz lo que te digo, será la mejor ayuda.
—No, yo me encargo.
—Pásame los tres cuartos del trabajo.
—Mitad, mitad y no hay tregua, papá —habló firme y un poco burlón el menor.
Perú sonrió.
—Hecho. Hablamos más tarde. Cusco, cuídate y cuida a tus hermanos —recalcó, el cusqueño respondió afirmativo, y, como a veces hacía, sarcástico.
Cortó la llamada, apagó el aparato y lo lanzó al suelo; lo pisó, lo suficientemente fuerte como para quebrarlo sin retorno; lo levantó y lo desechó en el tacho de la habitación.
Si algo había aprendido de esos cambios en las últimas décadas, era que habían ojos y oídos en todas partes. Que si ser un país o un estado era definitivamente peligroso, también significaba que tenía acceso más fácilmente a los problemas y con ello, a sus soluciones. Sin quitar el hecho de que se jugaba la cabeza, de vez en cuando.
De todo ello, sus hijos aprendieron a saber qué hacer y cómo reaccionar si un problema se les presentaba. Y, aunque quizás sea cruel, malévolo o injusto, saber cuando debían ser... distintos. Y aunque fuera triste, algunos ya sabían jalar de un gatillo. Agradecía profundamente que la situación no se haya presentado.
Si hacía todo lo que hacía era por sus hijos, su familia, los humanos y, a partir de ese entonces, al parecer de los demás countries, pero ahora directamente.
La organización ya sabía que las condiciones que ponía sobre la mesa no solo eran ese par, sería estúpido hasta cierto punto, mas no tuvo que repetirlas porque ya conocía sus términos. Tampoco podían ser demasiado directos contando que aquel "refugio" en donde estaba "toda" la información, se encontraba a la vista de todos, incluyendo a sus aún desconocidos enemigos.
Se sentía demasiado sentimental. Sacudió la cabeza.
Salió de la habitación encontrándose cara a cara con el noruego.
—¿Todo bien?
—Todo bien.
Se dirigieron a la habitación del europeo. Cerraron la puerta tras de si y pidieron comida como si nada estuviera pasando.
Llevaban como una hora conversando, la comida había llegado y casi les brillaron los ojos.
—Nos van a entrenar. Supongo que de ello, significa que van a pulir nuestro entrenamiento.
—¿Y los que no tienen uno? —preguntó Noruega, al terminar su pedazo de pizza.
—Todos han tenido uno, sea o no sea a voluntad, por una guerra o no —Perú tomó un sorbo de la gaseosa, dejándola a un lado al terminar—. Dudo que hayan olvidado su entrenamiento o algo por el estilo, o por lo menos no todo.
El tipo alto era serio, muy cierto. Pero en ese entonces estaba jugando con sus dedos.
—Ay.
—No me jodas, causa.
Y bien, al caño sus posibilidades de no exagerar con la guardia.
—¿Me estás diciendo que no solo dejaste de entrenar, lo cual te dije que no hagas, sino que también ya lo olvidaste?
—Lo de olvidar no, bueno no sé, hace mucho que no peleo con alguien; pero sí, dejé de hacerlo. Tuve algunos inconvenientes y me centré en el trabajo del gobierno —respondió serio, rascándose la nuca.
¿Tan difícil le era asimilar la situasao?
¡Se lo había explicado hasta con manzanas al tipo ese de -6 grados!
Cuando se volvieron amigos, puso manzanas sobre una mesa, aplastando o cortando por la mitad las manzanas que venían a ser ellos si se descuidaban. Si ese noruego cara de guanábana se había olvidado parcialmente de su entrenamiento, ¿cómo sería con los demás?
Se sobó la cara frustrado, por poco y empezaba a lloriquear.
—Prefería enterarme mañana o mejor, pasado. ¿Porqué me persigu- —No terminó de hablar, pensó que si terminaba de hacerlo probablemente mañana despertaba con problemas lloviendo como hamburguesas—. Ah...
Tomó su gaseosa de un solo trago, como si fuera una cerveza escocesa, de las fuertes que te dejaban ebrio con un sorbo. Lastimosamente, solo tenía gaseosa y gaseosa tomó.
—Mañana nos recogen, probablemente nos venden los ojos y no se lleven a esa "zona protegida" y no podemos dar tregua ante alguna amenaza. —Habían acabado de comer. Se había parado al igual que el escandinavo. Lo miró y retrocedió algunos pasos—. Golpéame.
—¿Qué?
—Intenta golpearme. Si nos vamos a ir mañana, entonces por lo menos calienta.
Hicieron las cajas de cartón a un lado pateándolas débilmente. El cuarto era regularmente pequeño, pero no demasiado, suficiente para comenzar. Se posicionaron, mirándose, esperando al que dé el primer golpe.
—Lento. —Noruega había iniciado, y en vez de intentar devolver el golpe al albino, Perú desvió el puño y le reprochó.
—Gracias.
Intentó nuevamente, esta vez a velocidad, con la intención de sorprender al pelirrojo. Una vez más, el otro desvió el golpe, enroscando el brazo del escandinavo, doblándolo, causándole un ligero dolor, para luego soltarlo y empujarlo cambiando de lugares.
—Intenta.
Escuchaban el sonido que producían sus puños y patadas al avanzar a velocidad. La respiración agitada del noruego al intentar golpearlo. El pelirrojo solo le devolvió el golpe cuando uno de los puños del alto le rozó el brazo causándole un poco de dolor, después de ello, solo desviaba cada golpe que quisiera incrustarse en su cuerpo.
—Ethan, ven, escucha —una mujer llamó preocupada a su esposo—. Creo que los vecinos se están peleando.
—Ay, estás exagerando. —El hombre pegó su oreja a la pared para escuchar mejor, cuando escuchó como un golpe se chocaba con la piel de alguno de sus vecinos—. Oh. Seguro uno de ellos se tomó la cerveza del otro sin querer.
Se aleja, con calma, pero su mujer la mira enfurecida.
—Voy a llamar a seguridad —la mujer anunció, enojada.
Su esposo se tocó el pecho, agachando la mirada, a sabiendas de que su robusta mujer ya no lo engreiría. ¡Ay! ¡Su anciano corazón! Pero pobre el viejo, que casi se le sale el corazón al escuchar un estruendoso sonido de un jarrón romperse.
La mujer chilló, ahora corriendo para poder llamar a seguridad por los teléfonos de su habitación.
—Ahora abrácense. —Aquel guardia de hotel, que mas parecía una profesora de primaria que lo que su verdadero oficio demandaba, ordenó.
Ambos se abrazaron, separándose velozmente; uno, por que los miraba medio mundo; y otro, por lo mismo y por que no le gustaban los abrazos.
Uno de los asistentes del hotel sacó un letrero con unas letras escritas y las personas inmediatamente pronunciaron un: «Aww»
—También deben pagar por el jarrón —y ahí se iban los otros sesenta dólares.
Todo por ese hermoso y extremadamente delicado jarrón de porcelana con aquellos sofisticados decorados de plata. ¡Solo lo había rozado con su súper patada voladora y ya se había hecho añicos!
¿Y si se iban corriendo para no pagarlo? No, no debían hacer escándalo. Además, ¿qué clase de modales les enseñarían a los washingtonianos? Lo último lo pensaron después, solo para limpiar sus conciencias.
Al final, igual los botaron del hotel por el alboroto causado y el viejo señor Ethan fue ignorado por su esposa el resto de lo que restaba del día.
Lograron encontrar otro hotel en el que podrían hospedarse. En la recepción no hubieron problemas, o no de dinero.
—Yo pagué el jarrón —recuerda el de orbes doradas.
Chale.
Y bien, ahora ya todo estaba bien, habían informado a la ONU del cambio de ubicación e ignoraron hábilmente las preguntas de éste del porqué del repentino cambio de hotel.
—Pásame mi laptop, por favor. —Le pasó la mochila, lanzándosela con cuidado, agradeció y se apresuró en prenderla.
Su parte favorita del día.
—¡Papá!
—Niños, buenas noches. ¿Cómo están?
—¡Papá! ¡Buenas noches! —San martín saludó alegre, para luego cambiar su voz al modo "acusación"— ¡Papá, papá! ¡Ucayali preparó Juanes y al mío le puso-!
—¡No es cierto! ¡Lo que te diga no es cierto! —Ucayali se abalanzó contra su hermano.
—Dejen de pelear. Oh, hola hija. ¡Ucayali, suelta a tu hermano!
—¡Papá! ¡Puno se tragó el jabón diciendo que sabía a fresa!
—¡Traidor!
—¡Puno y Apurímac! ¡Dejen de pelear! ¡Cajamarca! ¡¿Por qué haces eso?! —solo los había llamado a saludar, pero a los menores se les había hecho costumbre querer matarse enfrente de su padre—. ¡Dos meses sin postre!
Y todos dejaron de pelearse como perros rabiosos automáticamente.
Se acomodaron en fila, con la ropa y los cabellos alborotados.
—Bien —procedió—. ¿Ya cenaron? ¿Cumplieron sus trabajos?
—Si papá, yo los verifiqué esta vez —Lima se acercó a la cámara con la cabeza en alto por haber hecho el trabajo más importante de su vida: mirar.
—Muy bien, ahora —miró a sus hijos a través de la cámara, no sacó el valor—... ¿Alimentaron a Yuraq?
—¿Si?
—Me lo preguntaste.
—¿No?
—Yo le di de comer —el mayor alzó una ceja al ver a su hijo, Junín, hablar.
Él se tensó, era mentira.
—No le hagas caso papá, yo sí le di de comer —declara Huánuco.
El mayor frunció el ceño, sabiendo que le estaban mintiendo y los desenmascaró al instante.
—Tú te rascaste la mano —apuntó a Junín— Y tú moviste las orejas —señaló esta vez al huanuqueño—. Y los demás no se hagan que ya los vi.
Y todos bajaron sus manos antes de hablar.
—Pero yo si le di de comer —y como si fuera José de San Martín, con las manos en la cintura y con un aire heroico, Lambayeque les salvó el cuello.
«No le tambaleó el pie» Lo pensó, a un paso de creerle si no fuera porque la menor continuó.
—Lo alimenté ayer.
Un otorongo, sin comer todo un día, en su casa, con sus hijos dentro. Sabía que nunca debió acceder al pedido de los menores de tener mascota.
¡Se suponía que era un gato!
—¡Niños! —gritó, entre preocupado y enojado.
Y ahora, ¿quién alimentara a su hambrienta mascota?
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—Malas noticias. —Perú se tensó—. Sobrevivió.
—Moquegua, ¿qué te dije de desearle el mal a tus hermanos?
Cambió su mirada al ver a Loreto llegar con rasguños.
Se mantuvo conversando durante un tiempo con sus hijos, entre trivialidades y vacilaciones, con el escandinavo entrando a la conversación de vez en cuando para bromear. Aprovechó la tranquilidad en el ambiente para informar lo que, seguramente, enfadaría a sus hijos.
Ya no había marcha atrás, y no pensaba dejar a su familia atrás de ninguna manera.
—Perú, ellos lo entienden.
—Lo sé... —murmuró, de espaldas, el escandinavo no pensaba dejarlo así.
—Los estás cuidando. No te sientas demasiado culpable por algo que no es cierto.
—¿Acaso no los estoy dejando solos? A pesar de que ellos nunca me dejaron —gruñó, encolerizado con sigo mismo.
—Se enojarán si se enteran que sigues pensando así, Perú.
—Aún puedo sacarnos de esto.
El noruego se le acercó, posando su mano en el hombro del latino, haciendo que volteé. Le dedicó una sutil y casi imperceptible sonrisa. No pudo evitar devolverle una sonrisa imperceptible.
Pero perdura poco.
»—Bueno...
—Bien.
—Trujillo te extrañará.
—Cuídate, papá.«
—A este paso...
—¡Hi! My name is Canada. —Un tipo parecido al latino saludó extremadamente animado cuando le abrieron la puerta—. I came to...
No le permitieron terminar, recibió un puñetazo de propina.
16/07/21
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Eternal ha sido publicado.
Mars está por publicarse.
El segundo capítulo de Eternal está avanzado y Dragons está siendo reescrito.
Y tengo otra historia la cual solo me falta hacerle una portada ya que soy mala con eso.
✨Aclaraciones que pongo recién✨
Creo que aquí hay una parte que dice que Perú se hará cargo de las cosas por todos y los Representantes... pero ahora directamente.
¿Qué quería decir?
Él antes tuvo un trabajo... complicado, relacionado con un par de temas internacionales (lo que, claro, incluye a los Representantes).
No era del todo legal y no del todo ilícito.
Pero... cosas.
Es lore fuerte.
En los siguiente capítulos comienza a darse más vistazos a ese pasado, pero eso tiene otro libro en proceso.