No te enamores de Mia © [LIBR...

By kinomera

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Libro 2 de la bilogía «No te enamores». Es necesario leer «No te enamores de Nika» antes de iniciar esta lect... More

❁ ANTES DE LEER
❁ ADVERTENCIA
Prefacio
00_Googlea suicidio
01_Un gnomo madón
02_Amaia suena mejor
03_Construir paredes
04_ Ya no parece un gnomo
05_Chismes de pueblo
06_El temor al monstruo
07_Mi existencia de mierda
08_Las razones que buscaba
09_El lugar correcto
10_¿Qué siente ella?
11_¿Qué me pasa?
12_No te enamores de Mia
13_Ser un cretino nunca se sintió peor
15_Una promesa
16_Un beso en mi mejilla
17_Ella
18_¿Quieres huir?
19_La fiesta de Adrien
20_La fiesta de Adrien (II)
21_Idiota es poco
22_¿Se puede ser feliz?
23_No sería la primera vez
24_Vidas que no cambian
25_Si ella se queda
26_ Mentiras sobre mentiras
27_Dilo sin llorar
28_Luz y oscuridad
29_Una vida normal
30_Aksel, Sophie y Dax
31_Beber jamás fue bueno
32_Entregarle todo
33_Una oportunidad perdida
34_Sí existe un nosotros
35_Es sábado
36_El comienzo
37_Después del partido
38_Hazlo
39_Tenemos que hablar
40_Te amé antes de saber que te amaba
41_Aprendió sola
42_Me enamoré de Mia
43_ Somos las víctimas
44_Un boleto de salvación
45_Pregúntame
46_Pestañeo
FELIZ DÍA
Epílogo
AGRADECIMIENTOS
EXTRA: 14 de febrero
EXTRA: Cumpleaños (1)
EXTRA: Cumpleaños (2)
EXTRA: Cumpleaños (3)
EXTRA: Una historia de Halloween
EXTRA: Una historia de Halloween (2)
EXTRA: Una historia de Halloween (3)
EXTRA: Halloween
EXTRA: Navidad en Soleil (1)
EXTRA: Navidad en Soleil (2)
❁¡Estaremos en librerías!❁

14_ ¿Lastimarla o salir lastimado?

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By kinomera

Capítulo 14

~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Me dejé caer en uno de los bancos del parque central del pueblo tras salir de otra entrevista de trabajo en la que, amablemente, me explicaron que era posible contratar a alguien que solo podía trabajar después de las cinco de la tarde.

Encendí un cigarrillo sin ganas de subir a la moto y llegar a casa para hundirme en el silencio de mi habitación a pensar en lo único en que ocupaba mi mente desde la semana pasada: Amaia.

—¿Todo bien? —preguntó una voz conocida interrumpiendo mis pensamientos.

Encontré a Chloe con el cabello rizado, recogido en lo alto de su cabeza y la misma sonrisa inocente que le conocía.

>>No sé para qué pregunto si es obvio que no. —Tomó asiento a mi lado.

—¿Qué haces aquí? —pregunté intentando desviar su atención.

—Vine con Tisha a tomar helado —explicó señalando a la rubia en la fila de la heladería que estaba cruzando la calle.

—Me alegra que todo saliera bien. —Le di la última calada a mi cigarrillo.

—Mi padre sigue procesándolo, pero se siente genial poder ser yo misma.

Traté de sonreír sin éxito y lo notó.

—Cuenta qué pasó.

—La denuncia a Alexandre, ¿la pondrás esta semana?

—Para de evadirme, Nika —regañó imitando mi pose y recostando los codos a las rodillas hasta que estuvimos a la misma altura—. No todo puede ser sobre mí. ¿Qué pasó?

Observé sus ojos cafés por un largo rato. Lo único que podía pensar era en la expresión de odio de Amaia cuando malinterpretó todo por culpa de Aksel.

—¿Qué haces cuando sabes que vas a hacerle daño a alguien si estás a su alrededor? —solté como si la pregunta pesara.

Frunció el ceño.

—¿Quieres hacerle daño a esa persona?

—Claro que no.

—Entonces, ¿por qué tendrías miedo a dañar a alguien si no es lo que quieres hacer?

—Porque soy el tipo de personas que lastima a todo el mundo.

—A mí me has ayudado mucho.

—Me refiero a cuando estoy demasiado tiempo cerca de alguien —dije con el beso de Halloween atormentando mis recuerdos—, cuando les toca ver otras cosas de mí.

No respondió, solo me detalló.

—¿Es Mia? —preguntó, finalmente.

—¿Importa quién sea? El problema es el mismo.

Sonrió fugazmente antes de asentir.

—Tienes miedo a lastimarla.

—Sé que lo haré.

—¿Por qué?

—Porque no soy capaz de lidiar conmigo mismo, ¿cómo alguien más podría hacerlo?

—Queriendo.

—No sabes de lo que hablas —dije incorporándome hasta recostar la espalda al banco y entrelazando las manos a la nuca—. Tú solo has visto al Nika que yo he querido que veas.

—Puede ser, pero lo único que hace falta para no dañar a alguien, es no querer hacerlo —dijo con calma—. Si algo me ha enseñado esto es que la vida es más sencilla de lo que creemos, somos nosotros los que complicamos todo.

Sus palabras se repitieron en mi cabeza, sentido tenían, pero no si añadías el pasado que arrastraba. No era solo cuestión de ganas, había mucho que se escapa de mi control y no podía contarle a nadie.

Un movimiento a lo lejos desvió mi atención del rostro de Chloe. Tisha, desde la heladería, me saludaba con una sonrisa y le devolví el gesto. Señaló a su novia y luego a la entrada del lugar.

—Creo que ya es su turno —dije apuntando a la rubia.

Chloe se puso de pie y me observó, preocupada.

—¿No quieres pasar un rato con nosotras?

—Odio el helado —mentí.

—Puedes comer otra cosa. —Negué y terminó acercándose para dejar un beso en mi mejilla—. Como quieras.

Dio media vuelta, pero regresó tras dos pasos. Se agachó y me miró directo a los ojos.

—Haz lo que quieras, pero antes de pensar en el daño que puedes o no hacerle a Mia por estar cerca, valora si es esa la verdadera razón por la que quieres alejarla.

—¿A qué te refieres?

—Creo que ahora mismo tienes más miedo por ti que por ella.

—Sigo sin entender –expresé alzando ambas cejas.

—Si fuera miedo a dañarla, no estarías pensándolo tanto, tampoco buscando alternativas. Te alejarías y ya —dijo con gesto de una madre que intenta explicar algo demasiado simple a un pequeño—. Creo que temes más a salir lastimado que a lastimarla.

—Eso no tiene sentido.

—Lo tiene porque lastimarla está en tus manos, pero salir lastimado es algo que no puedes y jamás podrás controlar.

Su sonrisa fue un golpe de realidad y su beso en mi frente como un chasquido para que terminara de despertar.

Después de que Chloe desapareciera necesité subir a la moto y dejarme pensar durante el trayecto. Sus palabras solo me ayudaban a tener una excusa para acercarme a Amaia. Los enfrentamientos con Aksel y su petición de alejarme, me decían que retrocediera. Parecía una batalla conmigo mismo, lo era.

Argumenté pros y contras en el viaje y terminé por entender que, incluso si temía a salir lastimado como decía Chloe o a joderle la vida a Amaia, no era capaz de vivir sabiendo que me odiaba o creía que aquel beso no había sido importante para mí.

Podía demorar dos semanas discutiendo en mi mente, pero sabía que terminaría acercándome a ella e intentando solucionar el desastre en que nos encontrábamos. Algo problemático y mucho más inteligente de enmendar si empezaba lo antes posible.

Ella me evadía. Ya no corría en dirección contraria al verme y resultaba gracioso, sino que evitaba mirarme como si yo no existiera y con razón. Estaba haciendo lo que yo hice por semanas y, con el carácter que cargaba, no era una sorpresa.

Si quería hablar tendría que buscar un lugar donde no estuviera medio instituto mirando y, al llegar a casa, encontré una oportunidad cuando vi dos mochilas desconocidas en el recibidor. Sophie y Amaia debían estar en el segundo piso con Aksel.

Quizás, si estaba atento, podría pedirle un minuto para hablar sin que los otros se enteraran.

Me dirigí a la cocina pensando qué decirle cuando, evidentemente, no quería ni verme a la cara y, en el camino, escuché voces provenientes de la habitación antes sellada. Me acerqué y reconocí la voz de Amaia, aunque no entendí lo que decía, supe que estaba acompañada.

—¿Cuánto crees que cueste arreglar este lugar? —preguntó Sophie en voz baja.

—Depende de hasta qué punto quieras arreglar.

—Para arreglar y que luzca decente.

—Mucho dinero —aseguró Amaia y recosté mi espalda a la pared para seguir escuchando.

—¿Crees que les alcance? —cuestionó Sophie con tono preocupado—. Si no tienen dónde vivir tendrían que hacerlo aquí de todas formas.

—Este juego de té es bueno —habló mi vecina—. La vajilla en la que comimos el día de la cena es aún mejor. Pueden haberle dado miles de dólares por esa, estoy segura.

Entendí que debía estar hablando de la vajilla que mamá decidió vender para costear los arreglos básicos que faltaban por hacer, pero no entendía por qué hablaban del tema o sabían de su venta.

—¿Crees que alcance para arreglar el lugar y vivir? Solo tienen un sueldo de asistente. Si Aksel y Nika son los que reparan y estudian, no tendrán tiempo para un trabajo extra —supuso, acertadamente, Sophie—. Quizás podemos ayudar en algo.

—No tenemos dinero.

—Lo que hicimos hoy cuenta como ayudar.

Tuve que sonreír por el tono en que hablaban. No me gustaba pedir ayuda, no soportaba saber que la necesitábamos y aceptarla era casi imposible. Sin embargo, que Aksel tuviera amigas que se preocupaban por él, era bonito.

—Podemos decirle a Aksel que cuente con nosotras —dijo Amaia y, por un instante, quise ser yo la razón de que quisiera ayudar y no mi hermano.

Quedaron en silencio con el sonido de la loza rozando una con otra. Estaban investigando la caja que contenía el juego de té.

—Es hermosa. ¿Viste los detalles a mano? —preguntó Sophie.

—Lo sé —susurró Amaia con lo que percibí como anhelo—. Mataría por tener algo así.

—Para no usarlo.

—Para tenerlo en una vitrina de exposición en mi habitación, así lo miraría antes de dormir y al levantar —confesó ignorando la burla de su amiga y soltando un largo suspiro—. Sería tan hermoso.

—Tienes problemas serios.

Tapé mi boca para no reír, habría dicho lo mismo que Sophie. Era extraña la obsesión que tenía Amaia con los objetos antiguos.

—Genial, llegaste antes —dijo mi hermano sorprendiéndome al llegar desde el comedor—. Así puedo ponerme a estudiar con las chicas. Te toca limpiar.

Ambas salieron al pasillo tras escuchar a Aksel y, aunque Sophie me saludó con una amplia sonrisa, Amaia ni alzó la vista y los tres se fueron al segundo piso.

Me quedé en la sucia habitación con el juego de té que dejaran desorganizado y la extraña sensación en el estómago. Seguía sin tener idea de cómo acortar la distancia que yo mismo había marcado.

Volví a guardar todo en su lugar y, por un momento, imaginé poder regalarle la vajilla. Su cumpleaños estaba cerca y se dibujaba como una bonita oportunidad. Habría sido posible si tuviera un trabajo y pudiera cubrir lo aquel juego de té nos proporcionaría.

Me sentí mal por estar planificando darle algo material para compensar mi error.

Necesitaba que me perdonara antes de inventar un plan para conseguir dinero y darle un regalo decente. A fin de cuentas, no tenía permiso de mi madre para regalar algo que no me pertenecía, ni el perdón de Amaia o el supuesto trabajo para cubrir el costo de la vajilla.

Tenía que ir paso a paso y en lo que dejaba la habitación limpia solo hacía mirar el reloj para saber cuándo bajaría Amaia para intentar interceptarla.

Fue tan larga la espera que terminé sentado al pie de la escalera.

Sophie fue la primera en irse. La despedí como si no estuviera vigilando a su amiga y, cuando supe que la pelinegra bajaría, me escondí para que pareciera una coincidencia que la abordara en el recibidor.

Recogió su mochila sin percatarse de que estaba a su espalda. Tarareaba una canción que no reconocí y tuve que llenarme de valor para pronunciar su nombre antes de que abriera la puerta.

Se congeló con la mano sobre la manija y esperé a que mirara atrás, no sucedió.

—¿Crees que podamos hablar un momento? —insistí, consciente de que seguía sin conocer las palabras correctas para disculparme.

Abrió la puerta y creí que se iría sin mirarme. En vez de eso, giró con una sonrisa artificial marcando sus suaves rasgos e hizo lo único que no esperaba. Me mostró el dedo corazón en gesto obsceno, como si eso le hiciera realmente feliz.

—No tengo nada que hablar contigo.

Me dio la espalda y desapareció dejándome con la réplica en los labios.

Arreglar mi metida de pata sería más difícil de lo que había creído.

~❁ ✦ ❁~

Amaia ignoraba mis mensajes desde el sábado en que me animé a escribirle cuando la vi leyendo a mitad de la noche.

La mañana del miércoles, cuando estuvimos en la entrada del instituto esperando por el inicio de sesión, le miré desde mi posición entre los chicos del equipo. En respuesta, cambió de lugar con Sophie y terminó dándome la espalda.

Tenía que hablarle, pero no tendría la oportunidad a menos que la creara. No sería una misión bonita el acorralarla y podía terminar con desastrosas consecuencias.

Lo único que me tranquilizaba era saber que no podía odiarme más de lo que yo lo hacía y no iba a perder mucho por intentar solucionar el problema en que me había metido.

Al acabar la sesión matutina, salí a comer con tal de alejarme del permanente murmullo que caracterizaba al instituto. Estaba atravesando el parque para llegar a la panadería cuando vi algo que, en un principio, me costó entender.

Primero, localicé a Victoria hablando con un chico de cabello rizado y piel morena. Estaban en uno de los caminos de la derecha y algo alejados.

Lo curioso fue que, por el mismo camino de piedra por donde yo iba, encontré a una chica de cabello castaño y lacio que llegaba hasta la cintura: Rosie. Permanecía en cuclillas y detrás de un arbusto que la ocultaba de la vista de los otros dos.

Me acerqué sigilosamente a saludar y darle un susto. Cuando estuve a dos pasos, traté de poner mi voz más aterradora para murmurar:

—¿Tu mejor amiga sabe que la vigilas?

—¡No estoy vigilando a nadie! —chilló dando un brinco y cayéndose de culo al ver que estaba tan cerca.

—¿De verdad la estás vigilando? —cuestioné sin poder creerlo, lo había dicho en broma.

—¡Cállate, chismoso! —espetó, negándose a aceptar mi ayuda para ponerse de pie y pateando mi rodilla antes de mirar a su espalda para comprobar si nos habían visto—. No estoy vigilando a nadie.

—Tú misma dijiste que lo estabas haciendo.

—Pues es mentira —aseguró agachándose y tirando de mi brazo para que hiciera lo mismo.

Quedamos igual de ridículos y ocultos detrás del arbusto.

—Si es mentira que la espías —murmuré viendo que Victoria y el chico seguían ajenos a lo que hacíamos a escasos metros—, ¿por qué estamos escondidos y hablando en voz baja?

Rosie abrió y cerró la boca varias veces.

—Está bien —aceptó—, estoy espiándolos.

—¿Por?

De nuevo lució nerviosa y sin idea de qué responder.

—No me gusta el chico —dijo frunciendo el ceño—. La conoció el sábado en la fiesta de Paul y ya la invitó a salir.

—Te molesta que invitaran a salir a tu amiga

—No me molesta que ella salga con alguien, para nada, qué tontería. —Rio nerviosa respondiendo algo que no había preguntado—. Es solo que resulta apresurado.

—¿Apresurado que un chico invite a salir a una chica días después de haberle conocido en una fiesta? —ironicé.

Miró a los lados luciendo fuera de lugar.

—Sí, es sospechoso —reafirmó.

—Que un chico invite a salir a tu amiga.

—¡No!

—Que invite a salir a una chica que le gusta —me burlé ante su cara de susto.

—Tú no entiendes nada —soltó de mala gana y se puso de pie cediendo a la presión—. ¡Vete a la mierda!

Me pateó el trasero antes de irse en dirección contraria y perderse al instituto. Tuve que reír sin entender nada. Estaba claro que ocultaba algo, pero no tenía idea de a qué se debía el misterio.

Volví al parque e incluso saludé a Victoria y al chico en el camino.

Mi teléfono vibró y vi que tenía un mensaje de mi madre. Iba a abrirlo cuando alguien llamó por mi apellido. Era el profesor Lyon y pensé que me regañaría por salir del instituto, sin embargo, me abordó con la que debía ser una expresión amable.

—Me alegra verte —dijo palmeando mi hombro.

—Iba a regresar al...

—Tranquilo —aseguró rebuscando en su bolsillo—. Hay algo que quería comentarte.

Extendió una tarjeta y la identifiqué como la del propietario de la carpintería, el padre de Sophie.

>>Es un buen amigo y está buscando un chico que trabaje en el horario de la tarde, sería un empleo a medio tiempo y creo que te vendría bien.

—Pe-pero el instituto no termina hasta...

—Puedo mover tus horarios y hablar con el director para que salgas un poco antes —explicó, sorprendiéndome.

Miré de la tarjeta al profesor con su bigote perfecto y aquellos rasgos duros que jamás me habrían dejado pensar que se acordaría de mi problema con los horarios y el trabajo.

—¿Es en serio? —pregunté, incapaz de agradecer.

—Dije que me dejaras ayudarte —habló con seriedad—. No dejes que pase de mañana presentarte con mi amigo —sugirió antes de palmear mi hombro— y no faltes a las clases de la tarde.

Quise dar las gracias o, al menos, asegurar que regresaría a tiempo, pero no pude. Simplemente lo dejé ir sin poder creer que tuviera la oportunidad de conseguir un trabajo. Si sucedía, podría pedirle a mamá que le regalara a Amaia el juego de té y yo repondría el dinero.

Recordé que tenía un mensaje suyo en el chat familiar y lo leí:

"La hija menor de la doctora
está enferma y saldremos
antes del trabajo".

"Estaré en casa".

"Los amo".

Leí más de diez veces el primer mensaje en lo que dejaba mi imaginación volar. Recordé a la señora Favreau y la conversación que tuvimos donde quedé en ayudar a su esposo a reemplazar las lunas de su negocio.

La idea perfecta para orquestar el plan que me daría la oportunidad de hablar con Amaia acababa de aparecer. Si jugaba bien mis cartas aquel día terminaría perdonándome u odiándome a muerte.




~❁ ❁ ✦ ❁ ❁~

Hola...

¿Cómo están? ¿Sobrevivieron la semana?

Ya sabemos que Rosie y Vicky tendrán chismecito. Les interesa saber qué pasó con ellas?

¿Qué les pareció el capítulo?

¿Ya no odian tanto al profesor Lyon? No sé de cuántas maneras les explicaré que la gente puede caer mal o ser estricta, pero eso no los hace malas personas.

¿Qué se siente leer desde la perspectiva de Nika cuando desde la de Mia la mayoría no quería que lo perdonara?

🤭😂

El próximo capítulo solo puedo decir esto...

Es un regalo que me hizo Isi, hace mucho, no sé su usuario por aquí. Igual es hermoso y lo llevo guardando para el próximo capítulo que, desde el punto de vista de Nika, tendrá otras connotaciones...

¿Saben de qué escena hablo? Sin saben, ya tienen un adelanto del próximo cap...

Si quieren ver todos los fanarts, fondos y mil cosas hermosas que hacen las lectoras, Instagram es el mejor lugar. Chillo cada vez que me enseñan algo. No saben lo feliz que me hacen solo con decirme que algo les recordó a la novela...

De momento, cuídense mucho.

Las quiero tanto que si les cuento no me creen. Gracias por preocuparse por mí esta semana, por apoyarme tanto... Se han ganado mi corazón.

🥺

Besito con sabor al café que no me puedo tomar porque me lo prohibieron...

💋

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