Hasta que dejemos de ser Idio...

By OnaSpell

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«Noel, lamento decirte que un buen cerebro vale más que un buen culo». Cuando Noel Martín (un idiota en toda... More

©
EN FÍSICO ❤️‍🩹
Dedicatoria
ᴘᴇʀꜱᴏɴᴀᴊᴇꜱ
Prólogo
1. El arte infravalorado
2. Las tres reglas de Noel
3. Hei-Hei, unas bragas mordidas y un pastel de fragarias
4. El pastel de fragarias
5. Cómo perder la dignidad
6. Un auténtico dolor de cabeza
7. Atrapados sin querer
8. El karma no existe, ¿verdad?
9. Sueña, pero no te duermas
10. No hagas de hoy una noche normal
11. La última oportunidad
12. Dos pares muy dispares
13. Las estrellas fugaces también piden deseos
14. Queda mucho por sentir
15. Dejar ir para encontrar
16. Dos extraños a punto de colisionar
17. Un éxito catastrófico
19. A la muerte emborráchala
20. Si juegas con fuego, terminas en cenizas
21. Que el miedo no te impida seguir soñando
22. Si el amor está en el aire... ¡No respires! (1/2)
22. Si el amor está en el aire... ¡No respires! (2/2)
23. Más voz, menos eco
24. Huye de las personas que apagan tu sonrisa
25. Tiempo de florecer
26. Los ojos besan antes que la boca (1/2)
26. Los ojos besan antes que la boca (2/2)
27. Quién tiene magia, no necesita trucos
28. A veces hay que dejar ir, para poder ser
29. Y es contigo cuando brillo más
30. Busca lo que encienda tu alma
31. Firmarte con un beso
32. Las cicatrices al aire libre se curan mejor (1)
32. Las cicatrices al aire libre se curan mejor (2)
33. Sé la mejor versión de ti mismo
34. Perderse duele una vida
35. Hablemos de los cristales rotos...
36. Eras, eres y serás siempre tu
37. No existen últimas veces... Solo penúltimas
38. Hasta siempre, Lena
Epílogo
Guía para dejar de ser idiota

18. Si el amor aprieta, no es de tu talla

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By OnaSpell

Habían pasado dos semanas desde que Noel me dejó sola en esa terraza.

No se lo tuve en cuenta. No es que yo fuera una tontainas, sino que sabía que las personas eran difíciles de cambiar. Sobre todo, modificar sus pensamientos. Los demonios de Noel lo dominaban tanto que no cabía más posibilidad que se salvara solo.

Yo no podía hacerlo por él.

Los siguientes días en el Instituto volvimos a ser desconocidos, como si nunca nos hubiéramos acercado. Finalmente, yo había desistido seguir intentando decirle buenos días y conseguir que me contestara. En el fondo, lo prefería así. Suena egocéntrico, pero tenía otras preocupaciones que ir haciendo de la madre de un adolescente de 18 años con los sueños rotos.

Marzo estaba a la vuelta de la esquina y eso significaba que la Selectividad también. Dos meses y medio para decidir mi futuro. Estaba sentada en la cama de Oliver, mientras él me enseñaba los nuevos modelitos que se había comprado.

— ¿Qué pasa por este cerebro? — se tiró a mi lado. — Llevas horas desconectada.

— Desconectados solo lo pueden estar los aparatos tecnológicos. — refunfuñé. — Además, llevo media hora aquí, no horas.

Oliver me fulminó con la mirada.

— Pero me están pareciendo años porque no me haces ni puto caso.

— Perdón — abracé la almohada de Doraemon que tenía a un lado. La había ganado en los juegos de la feria del barrio. — No dejo de pensar.

— ¿Tu pensando? Qué extraño, no lo hubiera dicho nunca — exclamó irónico.

Puse los ojos en blanco.

— ¡Mequetrefe!

— Para que tener enemigos, si te tengo a ti. Eres odiosa.

— ¿Odiosa yo? Si soy más dulce que un limón — contesté sarcástica. — Es que llega Selectividad y... ¡estoy hasta el champiñón! No sé aún que estudiar y todo el mundo espera demasiado de mí.

— Hasta el champiñón... — repitió Oliver. — Jamás pensé que la misma Lena Rose utilizara esta expresión.

Le lancé la almohada de Doraemon.

— Está bien... Sería mentira si te dijera que te entiendo. Sabes que yo siempre he querido estudiar periodismo para poder escribir sobre la moda. ¿Te imaginas entrevistar a las Kardashian o a Dulceida? ¡¿O a Jon Kortajarena?! — se le iluminó la mirada y yo arrugué la nariz. — Así que ten por seguro que algún día encontrarás algo que te enamore, que te llene y que sientas que está hecho para ti.

— Claro... Pero ese día tiene que llegar antes de mayo y de las preinscripciones a la Universidad. Quedan cincuenta y cuatro días.

— Nadie es como tú, y este es tu poder.

— Pero...

— ¡No me repliques con que los poderes solo los tienen los superhéroes! — añadió.

Reí, me había leído la mente.

— Ahora ayúdame a elegir modelito para mañana: ¿camisa verde pistacho o jersey rosa fresa?

— ¿Cómo que para mañana?

Se tapó la cara como si hubiera dicho algo que no debía. Murmuró varios insultos.

— ¿Qué escondes, Oli? — puse una expresión traviesa.

— Nada, nada. Es que mis padres quieren ir a comer al indio que han abierto en el barrio.

Levanté una ceja. Entre semana la lencería de sus padres nunca cerraba los mediodías.

— Mentiroso.

En el momento que iba a pedirle explicaciones sonó el timbre. Por Thanos, nunca lo había visto huir tan rápido. Salí de la habitación y lo seguí hasta la puerta principal. Tragué saliva cuando Oliver abrió la puerta.

Desde el día después de la fiesta que no habíamos hablado demasiado, pero ahí estaba, con su sonrisa imparable y su aroma cítrico. Y no pude evitar recordar cuando estuvimos juntos; cuando casi baja mis defensas con una mirada cargada de emociones y dos palabras sencillas: ¿sabes bailar?

"Situación actual: intentando reiniciar mis emociones. Idiota, idiota, idiota":

— ¡Primo! Pensaba que vendrías más tarde.

— He terminado antes de currar — sonrió Alek. — Cuánto tiempo, Lena.

Un escalofrío me recorrió la columna cuando dijo mi nombre. ¿Dónde tenía Oliver el alcohol? Para darle solo un par de sorbitos. O llenarme dos vasos enteros.

— Buenas tardes — murmuré formal mientras me rascaba la cabeza. Él levantó una ceja, divertido.

— Pasa, pasa primo. ¡Podríamos pedir comida india! Me apetece. Calabacita, te quedas, ¿no?

Lo que a mí me apetecía era desaparecer un rato.

— ¿Pero no ibas mañana a comer con tus padres al indio? — exigí. Oliver achicó los ojos y negó con la cabeza.

— ¿Un indio te he dicho? Quería decir al italiano.

No forcé más la situación. Ya me lo contaría cuando él quisiera.

☁️ ☁️ ☁️

Estábamos sentados en el sofá, varias cajas de comida india se acomodaban en la mesa. Yo removía el plato con un tenedor mientras escuchaba las conversaciones triviales que tenían ambos chicos.

— Cenicienta nunca pidió un príncipe, ¿sabéis? Ella solo quería una noche libre. ¡Como yo! — protestó Oliver.

— Pero si tienes las noches libres cada fin de semana — contestó Alek.

— Déjame ser dramático, ostias. Ni así se puede.

— Eres más drama que persona — me reí. Oliver me sacó la lengua.

No podía evitar buscar a Alek con la mirada. Lo encontré observándome varias veces con una sonrisa tímida que se acomodaba en sus labios. Era terriblemente atractivo, ante todo mentalmente. Estaba nerviosa sin saber el motivo, y que me desorganizaran la mente era algo que no llevaba bien. Nada bien.

— Dime, Lena, ¿no tienes hambre? — preguntó de repente. Pegué un bote en mi asiento — No dejas de remover los fideos.

Me mordí los labios y bebí de mi vaso.

— Es que no sabe que estudiar el año que viene — soltó Oliver con la boca llena de arroz.

Casi escupo el agua en su rostro. Lo fulminé con la mirada. ¡Chivato! Alek se me quedó mirando, prudente.

— Ya, ya sé que no lo parece. ¿Lena Rose sin saber que hacer cuándo tiene toda su vida planeada milímetro a milímetro? ¡Qué me estás contando! — comencé a hablar enfadada con Oliver, era un traidor. — Parece una distopía, pero es la verdad. ¡Rayos y centellas! No sé qué estudiar. No sé dónde ir. No sé nada.

— Ya le he dicho antes que debe estudiar algo que la llene — dijo Oliver, haciéndose el inocente.

— ¡Por las barbas de Merlín! ¿Algo que me llene y que sienta que está hecho para mí? Como no sea construir diccionarios o hacer la carrera de ingeniería para mejorar la adherencia de las sartenes... La verdad es que estoy hasta la coliflor que las tortillas siempre se enganchen. Termino haciendo revuelto de huevo, con trozos de cáscara de adorno.

— Oye, pues no sería una mala idea... — le lancé una mirada de advertencia a Oliver. Por ese camino no.

Nos quedamos los tres callados. Mi corazón latía a mil por hora, intenté respirar tranquila. No ganaba para espantos.

— ¿Y si apuntas todo aquello que te gusta e investigas todos aquellos grados universitarios que traten esos temas? Además, también existen los ciclos formativos y otras alternativas. No es necesario ir a la universidad para formarte. Pensar que la universidad es la única salida es un error.

Oliver y yo nos quedamos mirando a Alek con la boca abierta. Tenía razón. Sin embargo, yo debía seguir luchando con uñas y dientes para ganar esa matrícula de honor. Quería que mi madre estuviera orgullosa de mí, devolverle todo el amor que me había dado durante años.

La noche empezaba a abarcar la ciudad cuando nos despedimos en el portal de Oliver. Me abrigué bien y coloqué mis manos, siempre frías, dentro de la chaqueta. Alguien me acarició el hombro cuándo estuve a punto de empezar a caminar hacia mi casa.

— He venido con mi coche, ¿quieres que te lleve? — me sonrió.

¿Cómo se respiraba? Sí. Cierto. Inhalar y exhalar. No era tan difícil, ¿no? Mentira. Era complicadísimo.

— ¿Tienes coche? — conseguí pronunciar.

Alek asintió.

— Cumplí 18 años en enero. Me saqué el carnet justo en febrero para poder llevar a mi padre al médico cuando mi madre trabaja.

No pregunté, no quería husmear en su vida. No obstante, él siguió hablando.

— Cuando yo era pequeño tuvimos un accidente de coche y él se quedó en silla de ruedas. Cada miércoles, cuándo acabo de trabajar, vamos a la montaña a ver las estrellas, aunque con la contaminación lumínica es complicado. Le prometí que nunca dejaría de hacerlo. Dice que las estrellas le ayudan a olvidar la oscuridad.

— Lo siento tanto...

— No lo sientas — sonrió nostálgico. — Mejor vivir con un te acuerdas de lo que hemos vivido, que con un te imaginas si estuviera aquí.

Me quedé ensimismada observándole. Su mirada se oscureció. Podía sentir su pánico y su dolor; se palpaba en el aire. Estuve tentada de abrazarlo y decirle que todo estaría bien. Qué yo estaría a su lado siempre que lo necesitara, a pesar que terminó siendo una verdad a medias. Se mordió el labio nervioso.

— ¿Quieres venir un día? A mi padre le gustaría conocerte.

— Yo...

— Solo di que sí.

— Sí... — dije insegura.

Subimos a su coche, un Ford Fiesta verde oliva de segunda mano. Le dije la dirección de mi casa y la escribió en el GPS. Comenzó a conducir. Eran las diez de la noche y el frío calaba en los huesos, así que Alek encendió la calefacción y subió un poco la radio. Drivers license comenzó a vibrar por los altavoces.

El silencio entre nosotros no era incomodo, pero tenía la necesidad de hablar. Quería que nos olvidáramos de lo que nos rodeaba. Quería soltarme y que fuéramos nosotros mismos, así que decidí sincerarme.

— ¿Qué vas a estudiar, Alek? — pregunté, rompiendo el silencio.

— Enfermería — sonrió.

No hizo falta preguntarle por qué quería estudiar esa carrera, lo entendí.

— ¿Vas a intentar conseguir la matrícula de honor?

Asintió. Algo se quebró dentro de mí.

— Yo también.

Sus ojos se desviaron dos segundos hacia mí. Me ruboricé cuando dibujó una sonrisa ladina.

— Así que la misma Lena Rose es mi rival. Interesante.

— ¿Interesante por qué? — contrataqué. — Si sabes que la voy a ganar yo.

— Eso está por ver.

— ¿Te quieres apostar algo? — dije haciéndome la bravucona. Justo aparcó delante de mi casa.

Sus ojos me taladraron. Alargó la mano y me colocó un mechón rebelde detrás de la oreja. Tan delicado, tan suave... El hormigueo de mi barriga se intensificó. Eran los nervios, seguro. O que la comida india me había sentado mal.

— No deberías apostar tan a la ligera, Lena Rose — susurró acercándose a mí. El aliento de su boca acarició la mía. — Sabes que vas a perder.

Estábamos tan cerca... ¡Cielos! El control. Debía recuperar el control de mí misma y de mi vida. Me separé de inmediato como un resorte.

— Una cena — pronuncié atropelladamente. — Quién pierda invita al otro.

— Perfecto. Pues nos apostamos una cita.

— ¡Yo no he dicho esto! — repliqué mientras salía del coche.

Alek gritó mi nombre y me giré.

— Avísame cuándo hayas entrado en tu casa, por favor. Dile a Oliver que te pase mi número de móvil.

— Gracias... ¡Nos vemos! Y nada de citas — procuré decir antes de cerrar la puerta del coche, ver cómo se reía y yo me ruborizaba por segunda vez. Me encaminé hacia el portal.

Cuando abrí la puerta las bisagras gruñeron por el desgaste del metal. Yo estaba algo desanimada, aunque no podía negar que Oliver y Alek habían conseguido sonsacarme una sonrisa. Una sonrisa real que desapareció cuando llegué a las escaleras que daban al patio de vecinos y la vi sentada, fumándose un cigarrillo.

Mierda, mierda, mierda.

Imposible. No podía ser ella. Cerré los ojos con la esperanza de abrirlos y que su fantasma desapareciera. Siguió allí.

— ¿Ronnie?

Se levantó corriendo y me abrazó. Tenía los ojos apagados y su pelo, antes brillante, caía en una mata sin gracia encima de los hombros. Los pómulos hundidos, la piel tan blanca que parecía papel... No quedaba rastro de la chica de los labios rojos, la sonrisa sincera y las carcajadas que te invitaban a unirte a ella. Era un cuerpo sin vida, gobernado por monstruos y fantasmas que vivían dentro de ella. Se había adentrado en una tormenta eterna.

— Se ha ido... — lloró encima de mi hombro.

La ira comenzó a embriagarme. ¿Siempre iba a ser así? Solo volvía cuando quería, cuándo se derrumbaba. Lo que nos había separado no había sido la distancia, lo había provocado ella misma; sus malditas inseguridades y miedos. Me aparté.

— ¿Cómo que se ha ido?

— Se ha ido...

— Ronnie... Tu no la necesitas — dije mientras intentaba calmarme, respiré hondo. Fue en vano.

— Sí... Necesito que vuelva, no sé qué hacer...

— ¿Solo has venido para que te diga mentiras, Verónica? — una risa histérica salió de mi garganta.

Verónica había sido mi mejor amiga y la de Oliver durante muchos años. Hasta que conoció a Lidia, una universitaria tres años mayor que la arrastró al infierno. El amor no debía doler, era la primera lección del enamoramiento. Pero Ronnie se prendió tanto de ella que se dejó de querer a ella misma. Un terrible error. Si el amor aprieta, no es de tu talla decía siempre mi abuela.

— Pensaba que...

— ¡¿Pensabas que lo entendería?! ¡¿Pensabas que volvería a protegerte después de la última vez?! Recibí yo, joder. Recibí toda tu mierda en la cara. ¡Lloré semanas por ti!

— No...

— ¡Deja de autoengañarte! — grité desesperada, cortando su patético discurso. — ¡Deja de ser una cobarde! Joder, Lidia no cambiará. ¡Jamás lo hará!

— Eso no es cierto... — susurró mientras se abrazaba a ella misma. Temblaba de tristeza, yo de rabia. — Ella me quiere, volverá...

— ¡Volverá para destruirte! — las lágrimas comenzaron a brotar de mis ojos por la cólera. — ¡Te destruirá hasta que no quede nada de ti! Date cuenta, caray. Juega contigo mientras tú te la juegas siempre por ella. ¡Mírate! ¡Mírate Verónica! ¡Estás muerta por dentro!

— Sabes... no debería haber venido — resolló mientras aspiraba los mocos por la nariz. — Tú no sabes nada. No entiendes que es el amor.

— ¡Pues no, no deberías haber venido! — chillé. — ¡No puedes buscarme cada vez que te salga de los ovarios para después olvidarme! Y el amor... — reí sarcástica —. El amor no duele.

Y antes que pudiera contestarme corrí escaleras arriba, llorando de la impotencia y de la rabia que sentía. ¿Cómo podía ser que Verónica se hubiera consumido así? Estaba dolorida. Le había fallado a ella, pero sobre todo me había fallado a mí misma por haber intentado hacer lo correcto y recibir todo lo contrario.

Estaba cansada de procurar que las cosas fueran bien para que al final se rebosara todo de mierda. Nunca debería haber esperado nada de nadie, ni encariñarme de ninguna persona. Ya no necesitaba más decepciones, con ella había tenido suficientes.

Llegué a mi puerta, la abrí y cuando estaba a punto de cerrar alguien me sujetó de la muñeca. El corazón aún se me rompió más.

Noel me observaba con el pelo revuelto y el ceño fruncido. Solté mi brazo de su agarre, el corazón me martilleaba en el pecho y recé para que él no lo notara. Deseé volar lejos de él, de cualquiera. Me quedé quieta cuando acercó uno de sus dedos a mi mejilla; me limpió una lágrima y dejó un rastro de calidez allí dónde me había tocado. Me sujetó de la barbilla, obligándome a mirarle. Me encontré con sus ojos café, brillando en la oscuridad.

— ¿Estás bien?

— Sí.

— No está bien mentir.

— Fingir que te importo tampoco.

Di un paso atrás y le cerré la puerta en la cara, a pesar que él comenzó a susurrar mi nombre a través de ella, preocupado. Arrastré mi espalda por la puerta y me desvanecí en el suelo, ahogando varios sollozos.

Esta vez fui yo quién lo dejó solo. Tenía razón, no podíamos seguir fingiendo... No se podía fingir una relación que siempre había sido una mentira.  

¡GRACIAS POR LAS 25K LECTURAS! 😭😭❤️❤️❤️❤️

Ay dios, en este capítulo he sentido tantas emociones que no sé ni que decir... OMG ♥

→ ¿Cómo estáis? ¿Qué os ha parecido el capítulo? ¿Qué tal la semana?

🥰 Le dedico este capítulo a nahomicastillo601 y a vivithegreat183 por haberme apoyado tanto en el último capítulo. ¡Adoro vuestros comentarios! (Ahora pasaré a contestarlos).

PREGUNTA COTILLA

→ ¿Con quién pensáis que ha quedado Oliver? 😏

→ ¿Qué pensáis de la apuesta entre Alek y Lena? 😇

Me pedisteis drama y salseo... así que doble ración:

→ ¿Entendéis a Verónica? ¿Qué haríais si fuerais Lena? 😭

→ Uff, la tensión está en el aire entre Noel y Lena. ¿Teorías? 🧐


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