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By aphorie

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▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ ↝ *.び去🐺ALPHA'S 𝐎WNER. ২⋆ฺ / 𝙜𝙚𝙩 𝙡𝙤𝙨𝙩 𝙞𝙣 𝙢𝙚 ᠉ ▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬▬ ¿Puede un humano ent... More

▬▬▬ OOO
▬▬▬ OO1 ; AROMA
▬▬▬ OO2 ; TEN
▬▬▬ OO3 ; OPORTUNIDAD ACCIDENTAL
▬▬▬ OO4 ; CONVERSACIÓN
▬▬▬ OO5 ; DEPREDADOR
▬▬▬ OO6 ; SUEÑOS
▬▬▬ OO7 ; UN MAL DÍA
▬▬▬ OO8 ; TUTSI
▬▬▬ OO9 ; INTENSIDAD
▬▬▬ O1O ; EL CONSEJO
▬▬▬ O11 ; MANO DERECHA
▬▬▬ O12 ; TENÍA QUE PASAR
▬▬▬ O13 ; EXPLICACIÓN
▬▬▬ O14 ; SOLO TÚ
▬▬▬ O15 ; CONEXIÓN
▬▬▬ O16 ; AMAPOLAS
▬▬▬ O17 ; VEN CONMIGO, CACHORRO
▬▬▬ O18 ; CALOR 1/2
▬▬▬ O2O ; KODA
▬▬▬ O21 ; RECUERDOS
▬▬▬ O22 ; SEÑORA LEE
▬▬▬ O23 ; ¿CREES EN EL DESTINO, TEN?
▬▬▬ O24 ; MARCADO
▬▬▬ O25 ; LA TRAICIÓN
▬▬▬ O26 ; SEPARADOS
▬▬▬ O27 ; ÚLTIMAS HORAS
▬▬▬ O28 ; WYANET
▬▬▬ O29 ; ATRAPADOS
▬▬▬ O3O ; EJECUCIÓN
▬▬▬ O31 ; CON TODAS MIS FUERZAS
▬▬▬ EPÍLOGO

▬▬▬ O19 ; CALOR 2/2

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By aphorie

⚠️

El dulce olor de las tortitas recién hechas subió serpenteando las escaleras de su casa hasta colarse bajo la rendija de la puerta de su habitación. Su cuarto no tardó en llenarse con el acogedor aroma de un desayuno recién hecho y el lejano tarareo de su madre. Ten sonrió levemente, aquella era una grata sorpresa, hacía más de una semana que no veía a su madre por las mañanas. Aunque, ni siquiera la expectativa de una reconfortante sonrisa maternal y un buen vaso de zumo de naranja recién exprimido, podrían alegrarle aquella mañana que parecía no poder ir peor. A las tres de la madrugada exactas se había despertado por primera vez con un intenso dolor de estómago, algo parecido a un fuerte pinchazo en la parte baja de su abdomen. Eso sumado al infernal calor que sentía. Su ropa estaba empapada en sudor y su piel ardía como si estuviera a punto de combustir espontáneamente. Intentó dormir de nuevo, y entonces, empezó el circo de las vueltas. Piernas sobre el cabecero, apoyadas en la pared, dobladas, estiradas... no había manera de encontrar una postura que le resultara cómoda. Nunca se había sentido tan extraño, cada roce con las sábanas se sentía como una intensa descarga eléctrica directa a cada uno de sus nervios. No podía evitar jadear y ya no sabía si era por el calor o por el intenso dolor en su abdomen. Empezaba a plantearse llamar a emergencias cuando por fin consiguió dormir de nuevo. Fue un sueño ligero e intranquilo, y apenas una hora después sonó la alarma.

Se levantó de la cama con pesadez y arrastró los pies hasta la puerta. En algún momento de la noche, entre el calor, se había deshecho de sus viejos pantalones de pijama y lo único que cubría su cuerpo era una camiseta varias tallas más grandes de la necesaria que llegaba justo a tapar su ropa interior. Ten no se preocupó por eso, su madre no iba a asustarse y tampoco era como si alguien más fuera a verle así. Además de que antes debía preocuparse por su aparente fiebre desmesurada.

Bajó tambaleante las escaleras, sentía su cuerpo pesado, como si sus músculos estuvieran retoriciéndose pajo su piel. El dolor en el abdomen no había remitido y, por algún motivo desconocido para él, tenía unas inmensas ganas de llorar.

—Buenos días, cariño.— Su madre parecía especialmente optimista y alegre aquella mañana, y le saludó con energía en cuanto le vió entrar a la cocina. Él habría deseado haber puesto algo más de ánimo en su respuesta.

—Buenos días...

El ceño de su madre se frunció automáticamente en cuanto vio las marcadas ojeras y la frente perlada de sudor de Ten.

—Cariño, ¿estás bien?

—Creo que tengo algo de fiebre...

Su madre se acercó preocupada y puso su mano sobre la frente de Ten, la diferencia de temperatura le provocó un escalofrío.

—Claro, hijo. Tú tienes "un poco" de fiebre y en la Estepa Siberiana hace "un poco" de frío. Corre a tu cuarto, hoy no vas a clase. Si no se te ha pasado mañana por la mañana, iremos al médico.

Ten no iba a quejarse, realmente se encontraba fatal. Por un momento se planteó hablarle a su madre de sus otros síntomas pero, en aquel momento, una visita al médico no le hacía demasiada ilusión.

—Cómete antes el desayuno, yo tengo que ir a trabajar.— Ten asintió y su madre besó su frente. —Te quiero, hijo. Llámame si te encuentras peor, ¡y ponte unos pantalones!

Eso fue lo último que se escuchó antes del ruido de la puerta al cerrarse. Ten suspiró, su madre era una mujer todoterreno, no paraba ni un segundo. No tenía hambre, y el solo pensar en meter algo en su estómago le dio náuseas, así que optó por regresar a su cuarto e intentar recuperar las horas de sueño perdido. No lo consiguió, cada vez parecía encontrarse peor y el techo había empezado a darle vueltas. Se sentía al borde del desmayo pero, justo en el momento en el que iba a buscar el teléfono para llamar a su madre, sonó el timbre. En otra ocasión, Ten no se habría molestado en abrir, pero antes de que pudiera procesarlo sus pies corrían hacia la puerta, como si su subconsciente ya supiera quién se encontraba al otro lado. Llegó a la entrada y abrió, para encontrarse a un jadeante Johnny con el pelo alborotado y las pupilas dilatadas al otro lado. Quería preguntar, saber qué hacía allí, pero su cuerpo se movió solo y se abalanzó sobre Johnny, hundiendo la cara en su cuello y rodeando su cintura con los brazos. Y entonces, todo el dolor desapareció. Aún sentía su cuerpo arder, pero los pinchazos en el abdomen y la pesadez de sus músculos habían desaparecido, ya no estaba mareado ni sentía ganas de llorar, ahora solo quería... a Johnny.

—Ten-a

Su nombre sonó profundo e intenso en los finos labios del mayor, y unas fuertes manos rodearon su cintura. No pudo evitar frotar su nariz contra el blanco cuello, aspirando el aroma a menta fresca. Aquello fue como un analgésico instantáneo. Una repentina sensación de necesidad se formó en su estómago, sustituyendo los pinchazos. Su capacidad de pensar había sido anulada, él solo quería fundirse con aquel cuerpo que tanto le aliviaba.

Johnny nunca habría esperado esa bienvenida, como si Ten hubiera desconectado su cerebro y solo estuviera dejando actuar a una parte oculta de él. Se había pegado a él aún en la puerta, llevándole a la locura. Su lobo nunca había estado tan excitado. Tampoco le pasó desapercibido el hecho de que Ten no llevaba pantalones, dejando al descubierto unos muslos torneados y firmes. Johnny avanzó un paso, dirigiendo a Ten, y pudo cerrar la puerta.

La voz de Ten diciendo su nombre sonó como un lastimero gemido demandante, y Johnny perdió el control. La bestia dominaba. Llevó sus manos a los glúteos de Ten y apretó, siempre había querido hacer eso. Ten gimió muy cerca de su oreja.

—Sube.

Gruñó y le dio una nalgada. Ten saltó y envolvió la cintura de Johnny con sus piernas. No se dio cuenta de su erección hasta que no chocó con el abdomen contrario. ¿Qué es lo que estaba haciendo? Se había lanzado sobre Johnny como un desesperado, frotándose contra él patéticamente. Aunque no parecía haberle molestado. Johnny sintió el menudo y caliente cuerpo de Ten envolver el suyo propio, catapultándole directo al mayor éxtasis que hubiera sentido jamás. Corrió sin esfuerzo escaleras arriba, haciendo alarde de su fuerza sobrehumana, y entró en la habitación del menor. No pararía por nada del mundo.

Ten era incapaz de mantener sus manos tranquilas, acariciando el cuello de Johnny, deslizándolas por su pecho, deleitándose con su piel pálida y tersa. Su cuerpo cayó pesadamente sobre el colchón con el otro aún pegado, no podían separarse. Sus labios se unieron en un beso desenfrenado, voraz y lleno de pasión. Sus lenguas se probaron como la última vez, pero ahora sabían que vendría algo mejor. Las manos de Johnny se deslizaron bajo la camiseta de Ten, sintiendo en sus palmas la suavidad de la piel canela. Poco a poco, deslizó la prenda desvelando centímetros de torso marcado y caderas estrechas. Cuando Ten estuvo bajo él, cubierto solo con unos apretados bóxers negros y jadeando con desesperación, supo que no había vuelta atrás. Se había ganado un viaje al delirio y el billete era solo de ida. Descendió sus besos desde la perfilada mandíbula hasta la sobresaliente clavícula, trazando el hueso con la punta de su lengua. Ten era ambrosía y Johnny respiraba excitación. Dibujó con sus labios un sendero hasta el pezón derecho, lo acarició con delicadeza con su lengua y se deleitó escuchando el suave gemido de Ten. Música para sus oídos. Le habría encantado seguir jugando con él, bebiendo de sus reacciones, pero no aguantaría mucho más. En ese momento, podría correrse con apenas una sutil caricia. Continuó su descenso hasta llegar a la marcada "v", mordió suavemente el hueso de la cadera y lo perfiló con sus labios.

—Johnny...

Aquella era una súplica no dicha, un ruego desesperado por alivio. Johnny decidió no torturar a su pequeño y se deshizo rápidamente de su ropa interior. Ten cubrió su rostro con los brazos, sintiéndose expuesto, ocultando su vergüenza. Johnny frunció el ceño.

—Ey, Ten... mírame...

Aquella voz como un ronco susurro acarició sus tímpanos. Poco a poco, Ten descubrió su rostro. Sus mejillas estaban sonrojadas y sus labios hinchados, pupilas dilatadas y ojos vidriosos. La viva imagen del deseo.

—Eres hermoso. — Dijo Johnny con la voz cargada de amor y sinceridad, como un pintor que observa su obra maestra.

Ten no tuvo tiempo de avergonzarse, una larga lamida en su miembro cortó sus palabras volviéndolas un gemido agudo y descontrolado. Johnny degustó a Ten, sintiéndose tremendamente satisfecho cada vez que gemía de placer. Lamió y succionó y, mientras se retorcía en medio de su éxtasis, condujo el índice a su entrada. Nunca se habría esperado que estuviera lubricada. El dígito entró con facilidad, haciéndole sentir a Ten un placer desconocido. Johnny frunció el ceño, ¿los humanos lubricaban? No le dio demasiada importancia. Rápidamente incluyó un dedo más, moviéndolos con velocidad, lanzando a Ten al borde del abismo mientras aún atendía su miembro con la boca. Cuando el tercer dígito entró con facilidad, se detuvo. Ten jadeó desesperado, añorando el contacto, y Johnny deshizo su camino de besos hasta volver a parar a sus labios enrojecidos de tanto morderlos.

—¿Listo?

El raciocinio de Ten solo de dio para asentir.

Johnny se posicionó, alineando su miembro con la dilatada entrada de su pareja.

—Dime si te hago daño y me detendré.

Poco a poco, se fue hundiendo en el cuerpo de Ten. Su visión se nubló, aquella estrechez era la mejor sensación que había sentido nunca. Ten gimió y abrió senderos rojizos en su espalda con las uñas cuando por fin estuvo todo dentro. Johnny gruñó gravemente y estrechó el pequeño cuerpo entre sus brazos.

—John... ah... muévete...

Él obedeció, embistiendo con fuerza una primera vez. Ten gimió y arqueó la espalda, dejando su cuello a total disposición. Johnny no tardó en llevar sus labios a la superficie de piel canela, sintiendo el acelerado pulso contra su boca. El ritmo comenzó lento y pausado, Johnny hacía acopio de toda su fuerza de voluntad para no descontrolarse. Pero Ten no estaba conforme.

—Dios, Johnny... más fuerte...

Gruñó, aquello se saldría de control. Sus movimientos se convirtieron en un desenfrenado bombeo, el sonido de las pelvis chocando y de la mezcla de gemidos invadía toda la habitación. La sensación de las uñas de Ten contra sus hombros, los gruesos muslos apretando sus caderas, los suaves labios derramando gemidos en su boca... Johnny solo quería hundir sus colmillos en el cuello ajeno y convertirlo en suyo para siempre.

El primero en correrse fue Ten, aquel ataque contínuo a su punto dulce había sido demasiado para él y se vino sobre su pecho con un sonoro gemido, arqueando la espalda y apretando los bíceps de Johnny hasta dejar marcadas sus manos. Las paredes internas apresaron a Johnny, apretando el detonador de su placer y haciéndole disparar éxtasis en rápidas ráfagas a su interior. Nada había sido tan duro como reprimir las ansias de su lobo por marcar el cuello de su predestinado. Se corrió con un gemido gutural, más similar a un gruñido que a un sonido humano. Johnny se desplomó sobre Ten y estrechó su cuerpo de manera posesiva entre sus brazos. Dos débiles sonrisas y cuerpos sudorosos de agitadas respiraciones.

—Ten, te amo.

Ensanchó su sonrisa.

—Te amo.

Y no dudó.

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