C A M B I O S [TodosxPerú]

By -QamWam

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𝑪 | Porque el cambio, radical en algunos, es inevitable, y suele inclinarse hacia el débil solo para asegura... More

Aclaraciones
Proemio
[1] Gran inicio
[2] Releerte
[3] ¡Hey! ¡Amigo!
[4] Todas las llamadas falsas merecen el ahogo
[5] Medio vuelo de despedidas y golpes
[6] Las damas primero, sobrenatural
[7] Teníamos un trato
[8] ¿Tenemos un trato?
[9] Robert B. Banner
[11] El arte de llegar tarde
[13] A pesar de todo
[14] La exigüidad de libertad
[15]
[16]
[17]
[18]
Invitación
[19]
[20]
[21]
[22]
[23]

[12] Doce años y un poco más

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By -QamWam

Ahí estaba, frente a lo que pudo evitar por once... doce años y un poco más. Todo a la basura. Disfrutaría aún más la insignificante suma que iba a cobrar como venganza. 

Buscó con la mirada al noruego, lo encontró, y si las miradas mataran él ya estaría muerto.

Arrugó su cara con desaprobación y todas las personas en la reunión lo notaron. Noruega sudó, nervioso, hundiendo las cejas, como intentando responderle del mismo modo. 

Habían algunos que lo conocían, había otros que lo conocían sin recordarlo, y muchos que no sabían en lo mas mínimo de la debida presencia de este Representante irresponsable y vago de cabello rojizo exagerado. 

Los que lo recordaban estaban atónitos, desconcertados de algún modo. 

Caminó con severidad. Doce años habían sido mucho y, sumado a eso los antecedentes de desapariciones de meses, lo volvía peor. Logró ver donde era su lugar al ver al resto de sudamericanos, que apartaron su mirada de él, con furia y confusión por la suya. 

Tomó su lugar que, literalmente, tenía escrito su nombre. 

Ignoró quien estaba al lado suyo y se sentó, poco exhausto. Sin embargo, en cuanto notó la ubicación de su asiento, previno el hecho de que se cansaría de enojarse. Se sentaba cerca de la organización, con una par de papeles de presentación en la mesa: lo presentarían como niño nuevo en preescolar. 

"Es nuevo y viene de muy lejos, trátenlo bien, ¿sí, niños?". 

«¡Qué estupidez!» Aunque se queja, quiere reírse. 

Abrió el portafolio frente suyo, repleto de información que ya tenía; terminó fingiendo leer un rato. Contó algunos segundos, empezó a escuchar pasos detrás de la puerta de roble y vio entrar a una organización apurada. Le miraron mal, pero para más no había tiempo. 

«¿No que tanto querías que venga?» Piensa Perú. 

Desvió su mirada de la ONU, no le interesaban las llamadas de atención que fueran a tirarle con los ojos. El otro en cambio volvió a erguirse, se acomodó el traje y continuó su camino hasta su asiento al centro de la mesa. Caminó sereno, desplegando su clásica aura elegante al caminar. 

Llegó a su sitio y miró a Perú de reojo. 

Dio por comenzada la reunión al golpear el mallete contra su mesa, como si fuera un tribunal. Todos dejaron su alboroto —que realmente había acabado cuando el pelirrojo entró poco estrepitosamente— y levantaron la mirada hacia la organización.

—Buenos días con todos. Es una alegría que llegaran con bien —comienza él—. Como podrán ver... Un Representante se acaba de reincorporar a nuestras reuniones. Perú, un gusto verte nuevamente. 

La organización alzó su brazo en su dirección, invitándolo a presentarse. Él, en cambio, ignoró ese hecho olímpicamente y ladeó la cabeza educadamente, asintiendo. 

La organización refunfuñó internamente. 

Prosiguió, empezando con su rutina de dar su charla para concientizar a los presentes como solía hacerlo. 

Perú fingió prestarle atención mientras exploraba con la mirada el lugar para cerciorarse de su seguridad. Al final, para eso estaba ahí. 

Observó, poco había cambiado desde que se fue, con respecto a las costumbres, claro: Aquella sala de reuniones era completamente diferente, la habían remodelado hasta el último centímetro. 

Miró por el rabillo del ojo una cámara de seguridad. Abrió el portafolio al frente suyo, tomó el lapicero a su lado y disimuló tomar apuntes. Había contado cinco cámaras en el lugar, cuatro en los rincones del salón y una en el techo, exactamente encima de la inmensa mesa en la que se encontraba. Había contado más cámaras camufladas en el resto del salón. 

Qué exagerados. 

Respiró y se detuvo cuando las miradas puestas en él comenzaron a picarle el cuello. 

«Pueden mirar todo lo que quieren, menos a mí». 

Levantó la cabeza y pasó su mirada por todos los presentes en el lugar en busca de culpables. Cuando encontró su respuesta —algunos de los representantes que conocía, en especial sudamericanos—, dejó caer sus ojos en los contrarios y todos tuvieron que darse la vuelta y disimular. 

Buen resultado, se dijo, y continuó con lo suyo.

Miró el ventanal del salón, estaban en un piso considerablemente alto, todos los edificios cercanos eran más bajos y el vidrio del ventanal era templado. Tachó, entonces, a la posibilidad de un francotirador. 

Se encontró, por fin, a las representaciones de las potencias y no se extrañó como lo habría hecho si esa fuera una reunión normal. Porque los administradores de las reuniones ya se habían dejado mandar por las clases sociales y la presión inconmensurable del dinero. 

Escuchó a la organización terminar su discurso y Perú cerró el portafolio. 

—He de comentarles la verdadera razón de esta reunión... ¡Necesito su completa atención! —La gran organización grita al final, llamando la atención de varios grupos. 

ONU aún no acepta que nadie escucha por completo su discurso de paz —carente en este siglo al igual que en muchos otros— a pesar de que éste tenga importancia en algún punto.

Muy pocos tomaron atención completa a su discurso, entre ellos el pelirrojo que, por respeto o pena, escuchaba mientras tomaba sus apuntes. 

Todos se tensaron y voltearon en dirección a la organización. Hasta los europeos mas estrictos, por así decirlo, también habían caído en los encantos del aburrimiento. 

—Rayos, nos atraparon —Italia habló, asustado, sacudiendo el brazo de su amigo y colocándose en un pose dramática como si fueran a matarlos. Sacudió más fuerte el brazo del contrario al notar que no continuaba con su frase.

—¡Espera! —Dio el último sorbo a su taza, se limpió delicadamente con su servilleta que llevaba a todos lados y continuó—. ¡Todos! ¡A cubierta! —Inglaterra dio la orden de retirada, algunos cerraron los ojos; otros, se taparon las caras con sus portafolios y otros se resignaron a morir ahí, sacando el pecho y cerrando los ojos fuertemente para lo que venía.

Cierto norteamericano se estaba sumiendo en la desesperación, no sabía donde esconder aquella hamburguesa que había comprado momentos antes de entrar a la reunión. ¡Las cremas se estaban derramando!

Reino Unido ocultó lentamente su taza bajo la mesa, al mismo tiempo que Irlanda escondía su Coddle, que aún se encontraba humeante.

—¡Pero no te lo lleves! —Albania se quejó, al ver como el irlandés alejaba el plato que tanto le había costado que le invitaran.

Por otro lado, los latinos estaban aún más dramáticos que las novelas que Televisa llegara a presentar. Se habían escondido bajo las mesas y habían firmado la versión final de sus testamentos. Le dejarían a sus hijos la herencia que no tenían. 

—¡Oh! ¡Ahora quién podrá ayudarme! —dramatizó Guyana.

—¡Yo no! —respondió—. ¡Estoy en mi lecho de muerte, lo lamento tanto, amigo mío! —México se retorcía de dolor fingido en el suelo—. ¡Hasta aquí llegué! —México falleció en medio del salón a a la vista de todos.

—¡Noooo! —gritan al unísono.

Los sudamericanos luchaban por acercarse al cuerpo del norteamericano, mas una fuerza invisible se los impedía, por lo que forcejeaban sin éxito alguno.

La organización levantó su mano derecha, llevándola a su frente, sobándose las sienes estresado. ¿Qué había hecho para merecerse esto?

Existir, quizás. 

Golpeó fuertemente el mallete contra su mesa. Todos dejaron su drama y se reincorporaron en sus sitios. 

El pelirrojo enarcó una ceja. Primero, ¿desde cuando ONU daba miedo? Segundo, si era ese el caso, ¿seguían haciendo el ridículo cada que ONU se enojaba? 

Habían pasado doce años, poco recordaba de las escasas reuniones a las que solía asistir. Decidió que no era necesario tomar apuntes de lo último.

—¡Tenemos una amenaza a nivel mundial de rango 3C! —Golpeó fuertemente el mallete contra su mesa, otra vez, expulsando su furia contra la mesa—. ¿¡Ahora tengo su completa atención?! 

Todos voltearon. Si aquello involucraba algún tipo de daño severo a sus territorios, entonces les interesaba, debían ser cuidadosos. 

Estaban en sus manos las vidas de muchos, a pesar de todo. 

»"3C". Si escuchan esto, acatarán, el trabajo es suyo. Serían malos protectores si no lo hicieran, ¿verdad? 

Las amenazas seguían bastante frescas. 

—Son ustedes, los seleccionados para resolver este problema. Quizás ahora sí empiecen a tomar atención.

Desavenencias. Descontentos. Disputas.

Todo era un alboroto que se desbordaba del vaso de control de la organización.

Esto produjo la entrada de varios guardias de seguridad, a medida que la situación se explicaba y las dudas no se aclaraban. 

Los gritos de la organización mezclados con el enojo de los presentes aumentaba la tensión y furia en los demás, pasando de mal en peor.

El descontento era notorio, algunos se pararon de sus asientos y golpearon las mesas furiosos. La organización estaba lejos de calmar a los presentes, irritando más sus ahora escasas corduras.

Los Estados Unidos habían explotado de ira, golpeando su mesa furioso y quebrándola de un lado. 

Se alzó de su asiento, poco contento y con amargura en el estómago, pero aunque la intención era clara la organización no se movió. 

Los guardias acercaron sus manos a las fundas de sus armas. 

Oh. 

Estados Unidos de América le habría propinado un buen golpe a la ONU si no se hubieran metido en su camino.

Get out of my way. / Fuera de mi camino. 

—Esto sería muy impertinente de tu parte. —Con su palma señaló indirectamente a los guardias de seguridad. 

Él entendió, con aquel poco raciocinio que aún guardaba.

Maldijo por lo bajo antes de darse la vuelta y volver a su lugar, tal como el ser porfiado y pernicioso que llegara a ser. Aunque, esta vez, fue diferente.

Los agentes no descansaron de sus posiciones tan rápido pero la situación era mejor que escuchar el agudo sonido de un balazo. 

Cuando el otro estuvo en su asiento dio media vuelta en dirección a la organización. Estaba enojado. 

—Termina la reunión. 

—No voy a hacer eso. 

ONU iba a agradecer y ordenarle sentarse, pero cierto enojo creció cuando le pidieron eso: Simplemente no debía hacerlo. 

—Te dije que termines la reunión. 

Perú choca sus dientes y señala a los Representantes con la cabeza. Él mira, con cuidado, e incluso eso es peligroso. 

—Si la termino, no podré informar a fondo el asunto.

—Entonces será mejor que empieces a escribir lo que quieren y un buen sermón al lado si no quieres salir sin un ojo. Estaré afuera.

Se retiró del lugar, empujando a algunos agentes en el transcurso, quienes le negaban la salida.

—Y yo que creí que ya te habían matado. —Ni siquiera lo miró, y ya había puesto sarcasmo en su voz.

—Puedo cuidarme solo. 

—Claro —responde, mientras veía el cabello desarreglado de la organización. 

Ya se imaginaba los gritos de la organización —había escuchado los gritos de la organización—: «¡Estúpida! ¡Mi pelo, idiota!». 

—Querías conversar de algo. Si deseas podemos ir- 

—Sé que somos sospechosos pero no tenían que ser tan evidentes. ¿Sabes? —interrumpe con rapidez. 

Una salida era la opción que tomaría después de estar muerto. No gracias. 

La organización no entendía del todo. 

—No sé de que hablas. 

Lo miró neutral. El pelirrojo mostró un portafolio con documentos dentro. 

—¿Cuál de todos es este? —No habían dado ningún otro artículo durante la reunión. 

—Lo tomé prestado la vez anterior. 

—Nos vamos a dirigir a tu habitación de hotel, ahora. —Sospechaba ya, que esos no eran los únicos documentos que pudo llegar a tomar.

—No te molestes, ya lo leí todo. —Aquellos documentos prestados fueron colocados poco dolorosamente en la cara del peliazul—. ¿Qué tan tonto crees que soy? Tenemos que ser sospechosos como para que nos quieran monitorear las 24/7. 

—No me permitieron entregarte esa información. 

—Lo sé, pero yo también tomo precauciones. 

—Dentro de unos días todos serán escoltados a una zona segura en los Estados Unidos. Todos, sin excepción. 

—Bien. Ahora debo hacer una llamada. 

—Ten cuidado. 

—Dile eso a los Líderes. 

—¿Era él? 

—¿Eres ciego? 

—¡Por supuesto que era él, ineptos! —El insulto de parte de Argentina había roto sus corazones en pedazos. 

—Qué necesidad de insultarnos wey, eso dolió. —Se colocó la mano en el pecho, de verdad le había dolido en su imaginación. 

Guatemala ignoró el comportamiento de su hermano, se golpeó el rostro al ver que el ecuatoriano reaccionaba igual. Venezuela tenía ganas de indignarse también, razones no tenía; ganas, de sobra. 

—Apúrense, quizás alcancemos a saludarlo. 

—¡Ahí está! —Bolivia señaló al pelirrojo, que conversaba por celular con su antebrazo apoyado en el ventanal—. ¡Yo primero! 

Bolivia miente, solo para que el resto se desespere. 

—¡Hazte a un lado enano, yo lo vi primero! —Y ahí iban, otra vez. 

—¡Quítese a la verga! —México había tomado la delantera, empujando a Chile en el proceso.

Brasil se tapó los ojos, no quería ver lo que pasaría.

Cortó la llamada después de despedirse de su hijo. Ya conversarían más a fondo después. 

Se volteó.

Al frente suyo estaba una de las masacres más atroces... ¿Atroces? Perdón, una de las masacres más estúpidas que llegó a ver en su vida.

Era como ver fideos jugar Twister y que estos, por el hecho de ser fideos deformes, no comprendían las reglas y se tiraban puñetes al azar. Todo mientras peleaban por quien llegaba primero a la ventana, quien rompía primero la ventana, y al final quien se lanzaba primero de unos 15 pisos de altura.

Se dirigían directamente al abismo.

En fin, cosas de fideos.

Rodeó aquel alboroto. Supuso que el brasileño los detendría.

Al salir vio al albino esperándolo en la puerta. Se iba a quejar, casi seguro.

—Me dejaste a morir. 

—Ahora estamos a mano. 

—Te la voy a pasar solo por esta vez —molestó el albino, el noruego era malo para fingir indignación; era malo para fingir en general. 

Esta era la parte en la que caminaban en paz, con la luz alumbrando y el viento pasando por sus rostros épicamente, desconociendo los problemas que se aproximaban. 

En paz no estaban, tenían que alistarse para viajar una vez más. Tristemente. 




¡Gracias por las 1K vistas!ツ


Atte. Hamilton

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