LA SOBRINA DE SNAPE
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— ¿Apareció? ¿Justo frente a ti?
Inhalé el humo de mi cigarrillo antes de contestar. Gracias a un pequeño encantamiento, podía fumar en uno de los baños abandonados de Hogwarts sin que nadie se diese cuenta.
— Si, bueno, no era ella en realidad, pero si.
— ¿Y cómo estaba? — la chica frente a mí me miraba perpleja y sus grandes ojos azules brillaban con pura curiosidad y un poco de miedo.
— Igual que la última vez que la vi, Liv. ¿Pero sabes qué es lo peor de todo? Las risitas y burlas de parte de los Gryffindors.
Le di una calada al cigarro.
Olivia Lovegood tenía una pequeña expresión triste en su rostro.
— Lo siento mucho, Lilith. No entiendo por qué te tratan así. No te pareces en nada a tu madre.
Y ella tenía razón, tal vez yo era una Slytherin como ella, y Merlín sabe cómo reaccionaría si el amor de mi vida de repente me abandonara con un hijo y yo lo tuviera que criarlo por mi cuenta, pero lo único que había heredado de Circe Snape había sido su cabello castaño oscuro y su tipo de forma corporal.
Mis ojos, rizos, rasgos faciales, además de muchos aspectos de mi personalidad eran genes de mi padre, y tampoco es que estuviera orgullosa de ello...
Le sonreí. — ¿Cómo vas a entender a esos bastardos si eres el ser humano más amable de todos los tiempos, Liv? No te meterías con nadie incluso si te cabrearas.
Le pasé el cigarrillo y ella dio una calada, luego empezó a toser. Me preguntaba si sabía que fumar no la hacía parecer más "dura", solo la hacía parecer más indefensa de lo habitual.
— ¿Siguen molestándote esos estúpidos sabelotodo? — pregunté.
Liv había sido la primera Lovegood en estar en otra casa que no fuera Ravenclaw. Ella era una Hufflepuff, con un hermoso cabello largo y rubio, grandes ojos azules y nariz y mejillas repletas de pecas.
A pesar de que era mayor que su hermana, tenía que soportar las burlas de los compañeros de clase de Luna, quienes estaban absolutamente convencidos de que Liv no era ni la mitad de inteligente que Luna.
Por otro lado, la fama de su familia no la ayudaba en absoluto.
— Mientras los ignore, no existen para mí — dijo con orgullo.
— ¿Sabes qué? A veces me gustaría actuar igual que tú — dije seriamente y Liv comenzó a reír a carcajadas.
De alguna manera extraña, éramos bastante similares. Ambas éramos personas solitarias que tenían que lidiar con las burlas de los demás por algo que no era nuestra culpa. Tal vez, eso era lo que nos había unido tanto, hasta tal punto que la consideraba más de mi familia, que a la de sangre, y lo que había provocado también que nos juntáramos en los baños abandonados y más solitarios de todo Hogwarts (donde ni siquiera molestaba Myrtle) para despotricar sobre nuestras vidas y fumar tranquilamente.
— No podrías hacer eso incluso si lo intentaras, Lilith. Ese mal genio tuyo es lo que les alimenta.
— Espera a que este mal genio les rompa la cara — le respondí terminando el cigarro. — ¿Vas a venir a verme destrozar el trasero de Weasley en el partido de Quidditch?
— ¡Claro! Pero corre anda, que ser la sobrina de Snape no te salvará de llegar tarde a su clase.
Aunque tenía muchas otras cosas mejores que hacer, Liv tenía razón. Le abracé antes de irme y corrí por los pasillos solo para llegar a tiempo a las Mazmorras.
Cuando llegué, Snape aún no había llegado, en cambio, todos los Slytherin estaban frente a la puerta, susurrando entre ellos y mirando mal a los Gryffindors, quienes como de costumbre, estaban haciendo el idiota.
— No deberías ni preocuparte, Angelina, Slytherin va a perder, especialmente con esa débil cobarde de Arambella.
Me di la vuelta ante la mención de mi apellido solo para encontrar a Sienna Plums, una de las Gryffindors más molestas que jamás haya existido.
Estaba hablando con Angelina Johnson, una de las pocas de su casa que se ocupaba de sus propios asuntos, mientras tenía sus manos alrededor del brazo derecho de Fred Weasley.
—¿Qué has dicho, Plums?— la llamé sin cambiar el tono bajo de mi voz y caminando lentamente hacia ella.
Sienna, al escucharme, me lanzó una mirada con sus ojos color avellana en forma de almendra llena de odio. Ella era muy linda; piel aceitunada, cabello lacio castaño claro y mi misma altura - aunque ella siempre se quejaba con de "lo bajita que era".
— Solo digo que si los Dementores van a estar ahí durante el partido y tú reacción es la misma que la de hoy con tú Boggart, no será difícil ganar el partido — rió fingiendo una expresión inocente. — Bueno, no es como si fuera difícil de todos modos porque, ya sabes, Gryffindor tiene mejores jugadores que Slytherin.
— ¿Oh, en serio? ¿Y eso quién lo dice?
— No lo sé... ¿tal vez las dos últimas copas? — dijo irónicamente, haciendo reír a todos sus compañeros. — Escucha, Arambella, digamos que el Quidditch no es lo tuyo, ¿de acuerdo? Estarías mucho mejor practicando tus habilidades en Defensa... Uhm, no, no, esa no es una buena idea. No queremos que termines como tu tío, ¿verdad?
Mis ojos se abrieron ampliamente y de repente todos los estudiantes nos estaban mirando.
— O lo que es peor...— continuó agravando su sonrisa — Como tu madre.
La puta que la parió.
Ella mantuvo esa expresión inocente mientras escuchaba cómo algunas personas a nuestro alrededor jadeaban.
— ¡Sienna! — murmuró Angelina llamándola con el ceño fruncido.
— Dilo de nuevo y haré que te tragues la lengua — le dije con los dientes apretados.
Siempre era lo mismo; mencionaban a mi tío, luego a mi madre, y cuando se cansaban, los mencionan a los dos.
Plums dejó el brazo de Fred, quien estaba sorprendentemente callado solo mirándonos con una cara divertida y las cejas levantadas, y caminó hacia mí.
— Me pregunto qué puede hacer alguien que le tiene miedo a su propia madre — se burló.
Sentí que mis manos temblaban de pura rabia y quise darle un puñetazo o lanzarle el hechizo más perverso que mi mente pudiera pensar. No iba a dejar pasar eso.
Una voz profunda y familiar la interrumpió.
— ¿Que esta pasando aquí?
Miré a mi izquierda y la figura de Snape estaba parada allí, con su rostro serio e inexpresivo. Les estaba preguntando a todos, pero sus ojos negros estaban fijos en mí.
— Nada, profesor — respondí bajando la cabeza mientras pasaba para abrir la puerta de las Mazmorras.
— Eso espero, Sra. Arambella. No me gustaría enviar a mi propia sobrina a la oficina del director.
Suspirando con fuerza, caminé frente al grupo que se había amontonado frente a la puerta, observando la escena, y me senté en la esquina de la tercera línea, más cerca de la única ventana de las Mazmorras.
La clase comenzó rápidamente y pronto todos nos enfocamos en una tarea práctica.
Saqué de mi bolso un viejo libro de pociones que mi tío me había dado hace años -cuando nuestra relación aún era lo suficientemente buena como para no ser tensa- que contenía todas sus notas de Pociones de sus años como estudiante.
De repente, un niño de tercer año llamó a la puerta y la abrió pidiéndole a Snape que fuera a la oficina del director ya que Dumbledore requería de su presencia.
— Gracias, Finnigan, puedes regresar a tu clase — dijo agarrando su varita. — Arambella, asegúrate de que todos sigan las reglas mientras estoy fuera.
— Snape te salva de nuevo, ¿eh? — dijo alguien con un tono irónico detrás de mí una vez que Severus dejó las Mazmorras.
Me di la vuelta y encontré a Fred Weasley mirándome con esa misma sonrisa arrogante y desafiante.
— No necesito que nadie me salve — le respondí imitando su sonrisa.
Se rió en voz baja y puso los codos sobre la mesa para acercarse a mí. — No estaría tan seguro de eso si fuera tú — susurró.
— Bueno, entonces, gracias a Merlín, no eres yo, porque estarías terriblemente equivocado — le dije mirándolo directamente, asegurándome de mantener un fuerte contacto visual. — No me asustas.
— Mmh, debería...— bajó la voz y un brillo travieso apareció en sus ojos marrones, ahora más oscuros de lo habitual.
— Es más, parece que eres tú quien me tiene miedo, Weasley...— siseé, dándole una sonrisa falsa y felina.
Resopló, fingiendo reír. — ¿Tenerte miedo? No eres ni la mitad de mala de lo que finges ser, Arambella. Lo peor que me puede pasar es que tú tío me castigue.
— Eso es lo que piensas, Weasley, pero no voy a ser yo quien haga estallar tu burbuja.
— ¡Silencio! — La voz de Snape nos interrumpió a pesar de que había más gente hablando.
— Comprobaré vuestras pociones. Si no están bien ejecutadas tendréis que repetirlas durante la pausa del almuerzo hasta que obtengas el resultado correcto. La casa que haga la mejor poción ganará 20 puntos.
Se arremangó para comenzar a examinar una de las pociones de los chicos de Slytherin.
Quince minutos después, la mitad de la clase había recibido una nota baja y por lo menos, tres estudiantes tenían que volver a repetirla.
Cuando Snape se acercó a la mía y la probó, le dio una mirada rápida al libro a mi lado y un poco de orgullo brilló en sus ojos negros aunque ni siquiera se molestó en cambiar la expresión amarga de su rostro.
— 20 puntos para Slytherin — informó, haciendo un gesto con la mano que indicaba que la clase había terminado.
Miré por toda la habitación solo para encontrar algunos ojos cómplices y otros que expresaban rencor.
Si supieran lo difícil que era para mí ganarme la aprobación de Snape siendo su sobrina...