LA TIERRA DE LOS RÉPTELS

By DanielFMuoz

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En busca de su padre, Caleb llega a un mundo liderado por seres réptiles antropomórficos de tres metros, en g... More

Prefacio: BAJO LA TORMENTA
Capítulo 1: UN DÍA MÁS
Capítulo 2: EL MENSAJE
Capítulo 3: NOVEDADES A LA MAR
Capítulo 4: LIZA
Capítulo 5: LA CIUDAD DE LOS RÉPTELS
Capítulo 6: PRIMER ACERCAMIENTO
Capítulo 7: EL HUMANO Y LAS RÉPTELS
Capítulo 8: SOBREVIVIENTES
Capítulo 9: PASOS EN LA OSCURIDAD
Capítulo 10: ANGUSTIAS
Capítulo 11: LAS PALABRAS DEL REY
Capítulo 12: DECISIONES DIFÍCILES
Capítulo 13: LÁGRIMAS
Ilustración de los Personajes Principales
Capítulo 14: EL VIAJE DE LOS TRES
Capítulo 15: LA BRIGADA
Capítulo 17: EL PUEBLO DE LOS OLVIDADOS
Capítulo 18: LOS HIJOS DEL CAPITÁN
Capítulo 19: UNA CAMINATA NOCTURNA

Capítulo 16: CUESTIÓN DE CONFIANZA

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By DanielFMuoz


A la medianoche, el suelo retumbó con fuerza. El golpe de sonido y el movimiento terrestre hicieron que Caleb se despertara de un sobresalto, miró en todas direcciones con una mescla de pánico y confusión, buscando indicios de Thalía o de sus nuevos compañeros de viaje. Estaba solo. Caleb olvidó el reciente susto por el temblor y se sumió en la idea de que lo habían abandonado a merced de peligrosos depredadores. Sin embargo, no era lo peor que se encontraría esa noche.

Un temblor más fuerte lo devolvió a la realidad. Entonces notó algo perturbadoramente extraño. A medida que pasaban los segundos, los temblores se hacían cada vez más fuerte y formaban un patrón; un patrón que conocía muy bien. El rostro de Caleb se desfiguró creando una expresión de pánico y terror. Ya sabía lo que era. No eran temblores, eran pasos. Su mirada se disparó al cielo y vio la figura colosal que se cernía sobre él.

Instantáneamente fue devorado por la sombra de esta titánica figura femenina que parecía medir mil pies. Su cuerpo era ligeramente musculoso y llevaba significativas curvas. Toda su piel estaba cubierta de escamas verdes. No cabía duda de que era una Réptel. Era Liza. Caleb simplemente no podía creer que la princesa que lo había encontrado en el bosque tuviera tal tamaño, casi parecía una montaña viviente y él tan solo era un insecto.

"¡No! ¡Tiene que ser otro sueño!"; se dijo a sí mismo en su mente mientras cerraba los ojos y trataba de salir de esta pesadilla. Entonces se dio cuenta de que los temblores habían cesado. Abrió los ojos y se cruzaron con las retinas titánicas de Liza, y ella se puso a cuclillas sin despegarle la vista.

—Liza —gimió Caleb—. ¡Por favor lo siento!

A diferencia del sueño que tuvo en el barco, Liza en esta ocasión no dijo nada. En cambio su rostro se desfiguró en un ceño fruncido, temible y amenazante. De pronto, un poderoso rugido salió de sus labios y una oleada de viento pegó a Caleb en suelo, casi enterrándolo bajo la tierra. El muchacho gritaba. De pronto, todo su mundo se movió violentamente y Caleb se encontró en el medio de la colosal palma de la princesa Réptel rodeado por árboles y trozos de tierra.

Caleb volvió a mirar el rostro de Liza. Lo estaba acercando a una velocidad vertiginosa que casi se desmaya por la conmoción. Cuando se detuvo, se encontraba a la altura de su boca.

—¡Liza! —volvió a gritar Caleb.

Ella abrió la boca y lanzó a Caleb hacia su oscura cueva llena de dientes. Él gritó con desesperación hasta que cerró sus fauces con un fuerte estruendo.

Caleb se despertó agitado y con la mano al pecho, se secó las lágrimas y miró a su alrededor. Aún era de noche, y se encontraba rodeado por los sobrevivientes que lo habían encontrado hace unas horas. A unos metros más allá, encadenada a un árbol, Thalía se encontraba sentada y aún inconsciente; Caleb sabía perfectamente que esas cadenas no eran capaces de retenerla.

—¿Pesadillas? —la voz de Connor rompió el silencio y Caleb se sobresaltó.

A unos metros de él, Connor se encontraba recostado dándole la espalda, pero su rostro se elevó y se volteó hacia Caleb con una arqueada sonrisa.

—Sí —asintió Caleb con un suspiro.

Connor se acomodó sobre el pasto fresco, sentándose con las manos cruzadas adelante y lanzándole a Caleb una mirada profunda que el chico sintió como si le escarbasen el alma.

—Es lo normal en este mundo —comentó Connor finalmente, luego de varios segundos de incomodo silencio. Luego su vista se desvió hacia el acantilado a su lado y al valle que tenía delante. En ese momento su voz adquirió un tono pesado y triste. —No importa de dónde vengas, la edad que tengas o los sueños que tuviste, este planeta se encarga de destruirte... —Temblorosamente señaló hacia su frente—. Tanto aquí —Y luego hacia su corazón—... y aquí. —Dio un suspiro antes de continuar—. Las pesadillas son lo menos que te podrían pasar...

A todo esto, Caleb solo pudo responder con un suspiro, su cabeza colgó sobre sus hombros y luego se volvió hacia Thalía.

—¿Qué harán con ella? —preguntó. Su voz sonó como un gemido y lamentó no haber hablado con más fuerza.

Connor frunció el ceño ante esa interrogante y dio una mirada rápida a la Réptel aún dormida en el árbol.

—Ya será decisión del consejo —respondió volviéndose hacia él y encogiéndose de hombros.

La respuesta le causó una gran inquietud, no solo por el temor a la seguridad de su amiga Reptiliana sino por la indiferencia en las palabras de su acompañante, pero de alguna manera lo entendía. Viendo las facciones toscas de su rostro y las múltiples cicatrices en su piel sabía que había tenido varias peleas, tal vez contra la especie de Thalía, quizá contra los Arañones o con alguna criatura horrible que hasta no había tenido la fortuna de conocer; sea lo que sea, este hombre había sufrido por bastante tiempo.

—Ya vuelve a dormir —dijo tras unos segundos, y se volvió a recostar de espaldas hacia Caleb.

Caleb se quedó allí en silencio, mirando el cuerpo de su compañero dormido por varios segundos, finalmente dio un suspiro y se echó, esperando que al cerrar los ojos no se enfrentara a otra pesadilla.

El fuerte y raro graznido de los pájaros lo sacaron de su sueño; aunque no era nada placentero, pero al menos no fue una horrenda pesadilla en la que Liza lo mataba de una forma horrible. Al abrir los ojos, lo primero que vio fue el rostro de Connor a unos centímetros del suyo. Su rostro mostraba una expresión de angustia y temor, algo raro en él, ya que siempre le pareció alguien un tanto estoico y temerario.

—Hay que salir de aquí —dijo.

—¿Qué sucede?

—No preguntes, chico —gruñó Connor jalando a Caleb y él terminó sobre sus pies—. Es tiempo de irnos.

Por mientras, los otros compañeros de Connor fueron a desencadenar a Thalía; nadie de allí tuvo la más mínima idea de lo que estaba por pasar. En cuanto estuvo suelta, Thalía abrió los ojos de golpe y se levantó de un salto, lanzando a uno de ellos por los aires y azotando a otro contra el suelo. Los otros se sobresaltaron hacia atrás, viendo como la enorme criatura usaba su tamaño y fuerza contra ellos en un intento de aplastarlos, al mismo tiempo que salían estruendosos rugidos de sus fauces.

Caleb sabía que solo se estaba defendiendo y que bajo esa actitud agresiva aún estaba la Thalía dulce y gentil que conoció en Camaria y que lo había salvado de esos mosquitos gigantes, pero a los ojos de camaradería de Connor, y el mismísimo Connor, ella era un monstruo que debían de matar. Tenía que hacer algo.

—¡Esperen! ¡Esperen! —gritó Caleb corriendo hacia Thalía mientras que el grupo de hombres la seguían atacando.

—¡No te metas en esto! –rugió uno.

El chico hizo caso omiso a las advertencias despectivas de sus compañeros y se acercó a Thalía. Ella lo notó y dejó de atacar, centrando su mirada en él dedicándole una expresión de alivio, pero frunciendo el ceño y gruñendo cada vez que veía a los otros humanos acercarse.

—Thalía —jadeó y ella lo miró fijamente—. Por favor no sigas atacando. Vas a empeorarlo todo.

Thalía luchó consigo misma para expresar las siguientes palabras, frunciendo ligeramente el ceño y sacudiendo su cabeza en señal de desconcierto.

—Pero... ¿no viste lo que hicieron conmigo? —chilló en señal de protesta.

El resto de los humanos quedaron totalmente sorprendidos al ver como Caleb calmaba a la mujer réptil con solo hablarle, aunque ellos ignoraban completamente que los rugidos de la enorme bestia escamosa eran palabras. Caleb los miró por un segundo, dio un suspiro y se volvió hacia su amiga para continuar la conversación.

—Sí, lo sé —dijo—. Y a mí tampoco me gustó. –Entonces dio unos pasos para acercarse, extiende la mano hacia adelante y hacia ella –Pero ellos no entienden... —Sus pequeños y delgados dedos se entrecruzaron los gigantescos y escamosos y sus miradas se volvieron a cruzar—. Tus acciones no nos están favoreciendo. Por favor, cálmate.

Alrededor, el resto de los humanos quedaron atónitos en como Caleb apaciguaba a esta enorme mujer réptil que hasta hace unos momentos estaba dispuesta a borrarlos del mapa. Nadie en su sano juicio se hubiera atrevido a acercarse a la enorme criatura, por lo que ver a Caleb realizar esa proeza era algo impensable. Estaban expectantes, asustados y listo para atacar si la criatura intentaba algo con Caleb. Ella podría hacerlo perfectamente, medía más del doble que la altura promedio de un humano. Con ese tamaño podría aplastarlo de un solo golpe o tomarlo en sus brazos y huir. ¿Quién la clase de cosas que le haría? Estaba claro que era una hembra, ¿Acaso lo violaría? ¿Se lo comería? ¿Haría ambas cosas? La pobre mente paranoica del grupo de maquinó varias posibilidades.

Caleb estaba al tanto de que las miradas estaban sobre ambos, le dedicó una sonrisa amistosa a su enorme compañera y le hizo un gesto con la mano para que se agachara. Ella accedió. A pesar de que ya estaba acostumbrado a este tipo de encuentros cuando vivió con Liza, Caleb aún se sorprendía de ver como apenas le llegaba a los hombros, aunque Thalía estuviera de rodillas. Caleb no pudo evitar sonrojarse al notar el enorme par de pechos frente a él, que sin lugar a dudas eran del doble de su cabeza. Sintió un nudo en la garganta y levantó la vista hacia Thalía esperando a que ella no lo notara o, si fuese caso contrario, que no lo tomara a mal. Sin embargo, para su sorpresa, ella lo miró con una sonrisa.

El humano y la Réptel pasaron un buen rato mirándose entre sí, haciendo que los humanos a su alrededor se preguntaran cuando iba a pasar algo. Caleb decidió que era momento de actuar, en su mente sabía que tenía que demostrar que la raza de los Réptels no era violenta y que se podía razonar con ellos; a pesar de que no compartieran el mismo idioma. Entonces se acercó a la Réptel muy lentamente, cortando en un instante el poco espacio que los separaba, la rodeó con sus brazos hasta donde pudo en un conmovedor abrazo y apoyó la mejilla sobre uno de sus pechos. Thalía no pudo evitar ensanchar su sonrisa en respuesta a las acciones de su compañero humano. No podía desaprovechar la oportunidad, entonces lo envolvió entre sus enormes brazos y cubrió su cabeza con la suya cerrando los ojos y emitiendo un ronroneo de placer.

Los humanos alrededor jadearon de sorpresa, menos Connor, que se mantenía de brazos cruzados y mirando a Caleb y a la Réptel antropomórfica con el ceño fruncido y determinación. Tras un momento vio la oportunidad de acercarse cuando se separaron del abrazo, tenía miedo de la enorme criatura, pero si no lastimaba a Caleb quería decir que se podían domesticar.

—¿Qué tan cercana es tu relación con ella? —preguntó en cuanto estuvo a unos pasos de Caleb; sentía la mirada de la Réptel sobre él pero decidió ignorarla.

—Somos amigos —respondió Caleb volteando la cabeza hacia él.

Connor entrecerró los ojos y emitió un largo y severo tarareo; aún no confiaba en ella.

—¿En serio?

—¡Sí! Su nombre es Thalía, y no la ha agradado como la han atacado —comunicó el chico logrando que esta vez Connor reaccionara asombrado ante la revelación, al igual que toda la compañía a sus espaldas.

—Así que se llama Thalía —comentó Connor mirando directamente a los ojos de Thalía por primera vez en estos dos días. Entonces pudo ver los ojos inocentes de la gigantesca mujer réptil, se veían apacibles y sin ninguna pizca de maldad; casi podía jurar que eran suplicantes, lo que le sorprendió. Por el tamaño de estas criaturas era raro que estaban intentando suplicar, ellos fácilmente podrían destrozarlos de un pisotón, pero allí estaba ella siendo dócil ante él y el humano que presumía ser su amigo. Las preguntas en su mente se hicieron infinitas, había mucho más de estas criaturas que deseaba saber.

—No le agradó la forma en como le atacaron —continuó Caleb, a lo que Connor volteó—. Ella no me estaba lastimando, me estaba sacando un veneno que deliberadamente alguien puso para rastrearme.

—¿Alguien de su especie? —señaló arqueando las cejas.

Caleb se mantuvo en silencio por un rato, estaba al tanto de que si respondía a esa pregunta podría perjudicar a Thalía y al progreso que hasta ahora había conseguido con este grupo de humanos. Sin embargo, llegó a la conclusión de que lo tenían que saber. A pesar de que apenas los llevaba conociendo unos dos días, sabía que eran su mejor opción de supervivencia y de encontrar a sus familiares perdidos.

—Sí —asintió.

—Oh, ya entiendo —dijo Connor con una sonrisa maliciosa, y se volvió hacia Thalía—. Entonces así es como marcan a sus presas, ¿verdad? De seguro te introdujo algo para que estés bajo su control y así engañarnos. ¡Putos animales!

—No, no es así —se apresuró Caleb; sabía perfectamente que este americano llegaría a esa conclusión—. Fue una de sus compañeras, sí, pero ni siquiera se agradan. Ella tan solo me estaba ayudando... Por favor... —Las miradas entre Caleb y Connor se volvieron a cruzar, mientras que el resto de los humanos ya estaban vacilando si confiar en la mujer réptil o no—. No son animales. Son criaturas pensantes y se llaman Réptels... Tienen una ciudad a unos kilómetros. —Miró al resto de los acompañantes de Connor—. Por favor, tienen que creerme.

El silencio se cernió sobre el ambiente. Caleb fue testigo de cómo la incomodidad y la incertidumbre aumentaba con cada segundo que los humanos se mantenían callados. Él deseaba que dijera algo, cualquier cosa, solo que hablen. Pero poco a poco sus esperanzas de que no tomaran a Thalía como enemiga se hacían más escasas. De pronto, un pequeño individuo se abrió paso entre la compañía. Era un niño. A Caleb le pareció extraño, pues no recordaba haberlo visto cuando fue emboscaron a Thalía. Entonces pensó que tal vez estaba tan absorto en los acontecimientos que ni siquiera pensó en cada uno de los nuevos humanos. Al verlo detenidamente el chico no parecía ser mayor de quince años, era delgado —casi escuálido— y de baja estatura, su piel era pálida y su rostro alargado. Caleb se detuvo en sus ojos, eran negros y enrojecidos, producto de las pocas horas de sueño; recordaba tener esa cara las veces que se desvelaba por el trabajo.

—Yo sí te creo —dijo el niño.

—¡Steven, no te metas en esto! —rugió Connor volteando la mirada rápidamente hacia él.

—Si hubiera querido lastimarnos ya lo hubiese hecho, Connor, incluso el chico ya estaría muerto —afirmó Steven, enfatizando "el chico" al señalar a Caleb.

Caleb se quedó sorprendido, dándose cuenta de que la presunta edad de Steven podría ser solo una fachada y que en realidad ocultaba una gran madurez emocional. Esto al mismo tiempo le entristeció, dándose cuenta de que en este planeta los niños sacrificaban su infancia para sobrevivir.

—Tal vez nos lastime luego —espetó Connor dando un gruñido y luego se volvió hacia Caleb—. Escúchame atentamente —dijo sosteniendo bruscamente el hombro del muchacho—. No confundas al chico. Si tu amiga se atreve a lastimarnos será mejor que te despidas de este mundo.

No era necesario saber el idioma de los humanos para que Thalía entendiera lo que estaba pasando. Ese humano estaba amenazando la vida de su amigo y no lo iba a permitir. Sin previo aviso, la Réptel tomó al pequeño agresor de la cintura con su enorme mano y lo alzó al nivel de sus ojos. Él gritó y se retorció violentamente en su agarre, sin pensar en la caída que fácilmente le rompería una pierna o peor.

Thalía lo acercó a su rostro y emitió un leve pero poderoso rugido que estremeció a su víctima. Sus miradas se cruzaron y la Réptel pudo ver en el humano el horror que sentía. Pero no cedió, él se lo había buscado.

—¡Espera, Thalía! ¡No! —gritó Caleb desde abajo.

Thalía volvió la mirada hacia abajo, viendo a Caleb dando ligeros golpecitos en su muslo en un intento desesperado de llamar su atención.

—¡No hagas esto, por favor no! —siguió gritando con lágrimas en los ojos.

En ese momento se dio cuenta de que los humanos alrededor, incluido el niño, la miraban con una mescla de pánico y desconcierto. La miraban como si fuera un monstruo. Thalía soltó un suspiro de frustración y volvió a mirar al humano que tenía agarrado, bajándolo lentamente al suelo.

—Lo siento —gimió ella, aunque sabía que no la entendería.

Connor se tambaleó por unos momentos sin prestar atención al leve rugido –gracias- de la enorme mujer réptil. Apretó los dientes y señaló hacia ella.

—¡Es un monstruo! ¡Casi me mata!

—¡No, no lo hizo! ¡Te soltó! —intervino Caleb—. Ella es inteligente y civilizada. Solo... no habla nuestro mismo idioma... Pero yo estoy aquí. Puedo decirles lo que ella dice y a ella decirle lo que ustedes dicen.

El pecho de Connor subía y bajaba rápidamente.

—Bien —carraspeó Connor—. Entonces dile a tu amiga que no nos pierda el paso, que no intente nada estúpido y lo más importante... —Dio un paso a Caleb, pero se detuvo al escuchar el gruñido amenazante de Thalía—. Que se mantenga alejada de mí.

—Eso no será un problema —contestó.

Connor puso los ojos en blanco, luego se alejó de él haciendo un gesto a sus compañeros para que retomaran la marcha.

Fucking idiot —maldijo en su lengua natal.

Durante las siguientes horas, Caleb se mantuvo caminando junto a Thalía mientras la mitad de hombres se mantenía al frente y la otra a sus espaldas; casi como prisioneros siendo escoltados a la cárcel. De pronto, Steven se adelantó rápidamente y jaloneó ligeramente el brazo de Caleb.

—¿Sí? —preguntó Caleb desconcertado. Thalía frenó un poco su andar, pendiente de las siguientes acciones del niño, de quien no pudo evitar sentir encanto.

—Connor puede ser algo bipolar a veces —dijo, y los tres retomaron la marcha-. A veces puede ser dulce con la gente y otras veces es un hijo de puta...

Caleb echó a reír por las últimas palabras, doblando ligeramente su espalda hacia adelante, pero al instante recuperó la compostura. No quería causar mala impresión, pero escuchar a un niño hablar así a su edad era algo que le recordaba a los amigos de su barrio, aunque él nunca se expresaba de esa manera.

—... Tienen que entenderlo —continuó Steven, totalmente ajeno a la respuesta jocosa de Caleb—. Es un hombre que ha pasado por mucho —Dio un suspiro antes de continuar—. A nadie le gustaría estar en sus zapatos.

Esas palabras llamaron la atención de Caleb, quien se volvió a la Réptel arqueando las cejas.

—¿A qué te refieres?

—La gente en el pueblo cuenta... —comenzó a explicar.

"¡El pueblo!"; exclamó para sus adentros en un vitoreo y soltó una sonrisa de satisfacción. Estaba gratamente sorprendido de que, a pesar de que este era un mundo lleno de peligrosos monstruos, se hubiera levantado un asentamiento humano. No obstante, controló sus emociones y dirigió la atención al adolescente a su lado.

—... Dicen que Connor llegó aquí con su mujer y dos hijas, acompañado por otros sobrevivientes de un crucero —De allí comenzó a balbucear—. O... eso entendí yo, no tengo ni idea de lo que es un crucero —se aclaró la garganta y recuperó la compostura—. Eso fue hace casi veinte años. Fueron ellos los que construyeron el pueblo de "Humanity", llamado así para recordarnos quiénes somos y que aún debemos de tener la esperanza de que regresaremos. —Nuevamente divagó tras ese comentario—. Aunque no espero que eso pase.

—¿Y qué es lo que la gente cuenta de Connor?

Steven se volteó a él arqueando las cejas.

—¿Cómo? —dijo Steven totalmente desorientado, y se hizo en evidencia que el chico había perdido el hilo de la conversación, a lo que Caleb correspondió con una leve sonrisa.

—Sobre Connor, ¿qué dice la gente sobre Connor? —dijo, tratando de no sonar tal alterado, pero con el tono correcto para ser chistoso.

Eso funcionó.

Steven se rió y se dio una palmada en la frente, mientras ladeaba la cabeza de lado a lado.

—Unos meses después —suspiró dando a apertura a la continuación de la historia—, y algunas semanas antes de que yo naciera, Connor decidió explorar con su familia y unos cuantos conocidos los bosques cercanos para tratar de encontrar un punto de referencia y volver. Aún no sabíamos que estábamos en otro mundo, por lo que nuestro pueblo tan solo era un campamento en aquella época.

El andar del chico se ralentizó a medida que su cabeza colgó de sus hombros. Al ver eso, Caleb se detuvo y Thalía hizo lo mismo.

A pesar de que la Réptel no entendía ninguna de las palabras que salían de la boca del infante y de que solo comprendía parcialmente debido a las intervenciones de Caleb, Thalía podía deducir gracias a las expresiones faciales del niño lo que estaba ocurriendo. Connor había sufrido un trauma severo en el pasado y en este momento Caleb estaba recibiendo toda esta revelación. La Réptel amarilla no pudo evitar sentir empatía por el humano que lideraba al grupo, y que ella misma había intentado matar cuando casi atacó a Caleb; en ese momento, tan solo sintió vergüenza.

Por otro lado, Connor se encontraba al frente mirando con cautela y el ceño fruncido el camino que tenía delante; sin embargo, en todos estos años había desarrollado un fuerte sentido de la audición, y podía escuchar lo que Steven hablaba con Caleb. No le molestó en absoluto, cualquiera era libre de contar las aventuras y pesares de otros; pero prefería que se contara mientras él no esté escuchando.

Se llevó la cabeza a la frente, perdiendo el sentido del tiempo y del espacio, sus pasos tambalearon mientras andaba por el pasto. Entonces su visión se volvió borrosa y estuvo solo en la oscuridad a medida que Steven seguía con su historia.

Connor recordaba ese momento con perfección, lo perseguía en sus pesadillas obligándolo a revivir todo de nuevo. Nadie en el pueblo lo sabía, ya que él había procurado mantener una expresión tranquila cuando hablaba con la gente, pero si uno prestaba atención, podía distinguir el dolor y la tristeza en el iris de sus ojos.

De pronto, alguien le tocó el hombro.

Connor se dio la vuelta, con una mirada neutra pero agradecida con el hombre que lo había liberado de su miseria. No era otro que Paco, de ascendencia latina y uno de sus más cercanos amigos.

—¿Está todo bien? —preguntó.

Haciendo caso omiso a la pregunta de su amigo, Connor apartó la mirada de él a espalda de sus hombros, observando con detenimiento a Caleb y Steven que seguía hablando sin percatarse de su reacción. Este le hizo tranquilizarse, lo que menos quería era todo el mundo, especialmente el nuevo, se enteraran de que algo le entristecía. Sin embargo, su alivio fue enterrado por una inquietud casi aterradora al levantar la vista y encontrarse con esos ojos réptiles de Thalía. Se estremeció y por un momento estuvieron solo los dos, en otra dimensión, ajenos a cualquier conflicto o audiencia. Pero algo raro en su mirada. No era una mirada hambrienta y aterradora que estaba esperando. Al salir de su trance, pudo notar que la Réptel lo miraba con una expresión comprensiva y triste.

Sacudió la cabeza y volvió hacia Paco.

—Sí, todo bien —dijo y siguieron caminando.

Mientras tanto, Steven seguía con su historia.

—El pobre Connor no tenía ni idea de que se dirigían hacia una trampa —continuó—. Después de caminar varios kilómetros lograron encontrar un arroyo, el cual Connor decretó que podría servir como fuente principal de agua. Sin embargo, en cuestión de segundos fueron rodeados por cuatro centauros arácnidos. Los enredaron en sus telarañas y se los llevaron, incluido a Connor.

—¿A Connor? —se sobresaltó Caleb. Aunque ahora entendía su desconfianza con respecto a Thalía, todavía le resultaba confuso que haya estado tan calmado considerando la experiencia que había tenido.

—Sí, a Connor —confirmó Steven.

—¿Y... y cómo sobrevivió? —preguntó entrecortado.

—Nunca lo mencionó —respondió el chico—. El único en regresar fue Paco y tras unos días apareció Connor en el campamento. Estaba catatónico y cubierto de telarañas. No habló en días. El líder del campamento sugirió que era mejor irnos. Y así lo hicieron. —Dio un suspiró para finalizar—. Eso es todo.

De allí, quedaron en silencio y solo se escuchaban los pasos de la compañía y suyos. Tras mirarlo detenidamente, Caleb notó que Steven estaba llorando.

—¿Estás bien?

—Sí —jadeó, y se secó las lágrimas con el antebrazo—. Es solo que... recordé algo... —Hiperventiló ligeramente—. Pero solo fue un sueño...

Steven, con la cabeza agacha, mantuvo una mirada perdida al suelo.

Caleb levantó la vista hacia Thalía y ella le devolvió la mirada al mismo tiempo. En ambos se veía la misma expresión vacía, triste y desconsolada. Luego, el humano dio un suspiro y se volteó a Steven.

—¿Cuántos años tienes? –preguntó.

—Doce —respondió con un gemido.

—¿Qué les pasó a tus padres? —preguntó. Se había dado cuenta, por lo solo que estaba este niño y porque nadie se acercó a él cuando habló para defenderlo, que Steven era un huérfano. Tanía que saberlo, pero sabía que era mejor ignorar eso y dejar que el niño superara el recuerdo que ahora lo entristecía, pero quería entender por qué estaba solo.

—El viaje hacia un nuevo pueblo no fue fácil —respondió el niño tratando de controlar sus sollozos—. Yo ya había nacido y el grupo daba vueltas y vueltas tratando de encontrar un punto de referencia. Supongo que ya lo sabían, pero querían evitar lo obvio. No estábamos en el planeta Tierra... —Hizo una larga pausa y continuó—. Fue solo cuestión de tiempo antes de que otra cosa nos emboscara. Enormes escorpiones, Caleb, surgieron de la nada y arrastraron a una gran fracción de nuestro pueblo, incluyendo a mis padres. Hasta ahora escucho sus agónicos gritos...

Fue como si una larga hoja de acero se clavase en su corazón y, por un momento, Caleb casi pierde el equilibrio mientras caminaba.

—Hasta hace un tiempo me habían enseñado que todas las criaturas en este mundo eran peligrosas —continuó y luego levantó la vista hacia él, pero más específicamente, hacia Thalía—. Hasta que vi cómo te comportabas con esa hembra réptil. —Entonces un entusiasmo infantil se apoderó de él y, dando un brinco, se acercó a un más a la gigantesca Réptel apartando a Caleb de un ligero empujón—. ¿Cómo la conociste? ¿Cómo se hicieron amigos?

A Caleb se le dibujó una sonrisa y miró a Thalía que estaba igualmente contenta. Entonces supo lo que tenía que hacer.

—Te la puedo presentar...

Los ojos del niño resplandecieron y su boca se extendiendo en una sonrisa.

—Steven, te presento a Thalía.

El niño sonrió hacia la giganta.

Los ojos de Thalía se posaron en los de Steven. De inmediato, le pareció la cosa más adorable del mundo. Su rostro denotaba tanta inocencia en su ser, y le dolió darse cuenta de las cosas horribles que había visto a tan corta edad.

—Steven —pronunció dulcemente ella cuando escuchó el nombre salir de los labios de Caleb.

—Thalía —habló Caleb y ella lo miró con una sonrisa—. Te presento a Steven.

Escuchar de nuevo su nombre le llenó de gozo y se detuvo de caminar para arrodillarse ante él. Quería estar a su altura, pero, aunque estaba sentada sobre las rodillas, el pequeño Steven le llegaba a su prominente busto. No obstante, pudo ver sus lindos ojos con más detenimiento.

No le importaba si el resto de los humanos, incluido Connor, la miraban con una mescla de terror y asombro, tan solo quería estar así con él la cantidad de tiempo que sea necesario. Entonces extendió las manos hacia él. Al principio, Steven se estremeció y Thalía sintió una punzada de tristeza al no poder decirle que no le haría daño, pero tras unos segundos él se acercó a ella. Thalía se llenó de gozo y al instante lo rodeó en un abrazo para levantarse con él a toda su altura. Allí, mientras poseía el pequeño cuerpecito del humano entre su cuerpo, Thalía notó como un sentimiento maternal se apoderaba de ella, prometiéndose a sí misma que siempre estaría allí para él dispuesta a protegerlo.

Tras unos segundos, Thalía se dio cuenta de que todos los humanos a su alrededor la estaban mirando desconcertados y apuntándole sus armas hacia ella. Los instintos protectores de la Réptel se manifestaron en un gruñido de advertencia. Mala idea. Con esa acción, Steven pasó de estar tranquilo y a gusto, a temblar de completo terror. Thalía se dio cuenta de esto y volvió a enfocar su mirada en él y le acarició lentamente el cabello.

—Es hora de bajarte, pequeño —le dijo con dulzura, a lo que él seguro entendió como leves ronroneos.

Si dependiera de ella podría haberlo mantenido en su abrazo todo el tiempo del mundo, pero lo terminó bajando regañándose para sus adentros. En ese momento, Steven le sonrío y retrocedió unos pasos reuniéndose con sus compañeros.

Las miradas de Caleb y Thalía se cruzaron. En ella pudo ver un regocijo como ningún otro que antes hubiera visto. Por otro lado, Caleb estaba con la boca totalmente abierta en respuesta a las acciones de la Réptel. No se había esperado esto para nada, y agradeció que ella se haya mostrado tan apacible y que, sobretodo, los otros humanos no hayan mostrado actitudes hostiles ante semejante acto.

Entonces un recuerdo le vino a la mente. Caleb se dio una palmada en la frente, lo que desconcertó a Thalía, pero él no se dio cuenta de ello ya que estaba ocupado reflexionando en lo idiota que había sido. Andrés y Nicole aún estaban a merced de Liza y los otros Réptels. Tenía que volver a buscarlos; tal como era el plan original. Entonces se adelantó al frente de la fila en donde se encontraba Connor, que nuevamente se había detenido tras dar unos pasos.

—¡Tenemos que volver! —exclamó Caleb, mientras forcejeaba con Paco que no lo dejaba avanzar.

—No podemos —dijo Connor sin siquiera voltear a mirarlo—. Ya hemos llegado a Humanity. 

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