YO NUNCA |BL|

By CazKorlov

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Un chico que ve espíritus y un fantasma malhumorado deberán trabajar juntos para descubrir al asesino que les... More

|Reparto|
|Nota de autora|
|Epígrafe|
0| Besé al hermano de mí ex
1| Encontré un cadáver en el baño
2| Gusté de los gemelos Florencio
3| Fumé en el colegio
4| Me cagué a trompadas con alguien
5| Malviajé con Enzo Florencio
6| Me desmayé por ver sangre
8| Volví con mi ex
9| Discutí con un fantasma
10| Lamenté su muerte
11| Allané propiedad privada
12| Creí en los monstruos
13| Besé a un chico en un antro
14| Provoqué a un criminal
15| Rompí una promesa
16| Infringí la ley
17| Resistí la tentación
18| Fui el reemplazo de alguien más
19| Disfruté el carnaval
20| Tuve respeto por los muertos
21| Sentí celos cuando no éramos nada
22| Fui suficiente para vos
23| Acepté la ayuda de un fantasma
24| Gasté mis ahorros en caramelos
25| Mentí por una causa honesta
26| Lo volvería a intentar
27| Creí en los cuentos de mamá
28| Me metí a un frigorífico
29| Le tuve miedo a los fantasmas
30| Salí del clóset de cristal
31| Salvé a un amigo
32| Quise saber la verdad
33| Observé la oscuridad
[Especial] Festejé año nuevo
34| Visité el limbo

7| Quemé la comida por un mensaje

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By CazKorlov


Nunca lamentaba vivir en un lugar del tipo que solo tiene un par de ambientes llenos de humedad, una cocina y un baño a medio construir, no le prestaba atención a esa clase de características, hasta que me topaba con que, de manera inevitable, las delgadas paredes de cemento agrietado dejaban pasar el llanto desconsolado de mi hermana desde la otra habitación.

En esos momentos lo odiaba, tanto o más que a mí mismo, porque mi imprudencia era la culpable de ese dolor contenido contra la ducha abierta a modo de señuelo.

Pasado un tiempo indeterminado abrí la ventana, a pesar del frío, y me prendí un cigarrillo de los que tenía en una caja con doble fondo, llena de dibujos feos y mangas que ya no leía, incluso revistas porno que solo había utilizado para practicar anatomía en la época en la que me interesaba aprender a dibujar. Exhalé una calada, apoyado en el marco metálico, y observé al humo perderse entre las estrellas borrosas del cielo.

La cantidad de cosas en las que tenía que pensar transformaba mi mente en una maraña de frases y rostros sin identidad, conversaciones ensayadas que nunca iba a tener con nadie, y acciones que jamás iban a concretarse. Me habían suspendido en la escuela por andá saber qué mierda, y me habían dicho que al volver iba a tener que colaborar con la restauración de los inmuebles de la institución como castigo. Me preguntaba si a alguien más lo habían obligado a hacer tal cosa, o solo había sido yo el pelotudo que terminó pagando los platos rotos por tener que convivir con animales.

Agarré mi celular, y lo prendí para tontear en Instagram. Revisé el de la promoción, del cual yo tenía la contraseña. Pasé en automático sobre los datos random de cada uno de los chicos, destacadas con encuestas generales que decidían quién tenía mejores tetas, quien la chupaba mejor, o videos "graciosos" de ellos mismos respondiendo preguntas subidas de tono. Me fijé en cada estupidez sin sentido, y me detuve en un video de hace casi un año.

Los gemelos Florencio se habían agarrado a las trompadas, lo grabaron como el orto, pero alguien le había puesto música de Steven Universe de fondo, y se veía el momento exacto en el que Enzo le escupía en la cara a su hermano. Me reí sin querer, porque era absurdo y no me sentía como el dueño de mi propio cuerpo, nada de lo que sucedía en ese instante me parecía real.

No supe bien cómo, pero terminé en el perfil de Enzo, en sus fotos fuera de foco, de animales captados comiendo entre la basura, del tatuaje enrojecido en su mejilla, y de su ojo verde moho con un derrame, con música revienta tímpanos o reggaetón viejo de fondo. Todas contribuían a formar un rompecabezas que hacía tiempo me hubiera encantado descifrar, pero ahora que conocía la historia detrás de cada una, solo lo veía con un amargo sentimiento de nostalgia.

Otra vez, me estaba arrepintiendo.

Conocía al viejo repetidor de ojos rasgados que salía en una foto agarrándolo de la ropa como si le quisiera pegar, y en la siguiente le daba un beso en la nariz. Me pregunté al pedo si él era ahora su pareja, porque desde el principio había podido sentir más que la tensión sexual que había entre ambos. Un sentimiento de compañerismo extraño, casi instintivo, que me había hecho dudar más de una vez de su fidelidad, sin poder planteárselo no más que con mis malos tratos, ya que me esforzaba por aclarar, a pesar de lo mucho que le molestaba, que no éramos nada, y que podía hacer lo que quisiera.

El calor me calentó los labios y tiré el último cigarrillo del lado de afuera con desgano, dejé el celular sobre el borde de la ventana, apenas consciente de que ya eran las tres de la mañana y había pasado toda la tarde y toda la noche lamentándome por mi existencia con música emo y el llanto de mi hermana de fondo.

Sentí una mano fantasma colarse a través del cuello de mi sudadera, recordándome al sacudirme las cenizas que no me había lavado toda la mierda del día anterior. Esperé como un criminal al borde de la puerta, a que Lorena se fuera al trabajo, y me apresuré al baño, dejé el celular cargando en el lavamanos, y puse alguna canción que no me diera ganas de suicidarme en la ducha.

Bajo las luces amarillentas, la imagen de ese extraño en el espejo era un desastre, su pelo era un nido de pájaros sin peinar, tenía el piercing de la ceja intacto, pero su piel se veía gris, apenas con un poco de color donde el acné hacía de las suyas. Más abajo, estaba la enorme mancha que me había dejado el simio aquel.

—¿No se te podía ocurrir salir del closet en otro momento?

No sabía si se lo decía a él o se lo decía a mi perturbada conciencia, porque en ambos tenía razón. Mi cobardía me avergonzaba, mientras acariciaba con la yema de los dedos la piel violeta ligeramente caliente de la marca, junto al recuerdo de Ezequiel besando mi cuello con capricho, visualicé su expresión de suficiencia mientras me demostraba lo obvio, que ese reflejo demacrado siempre había estado a su disposición, y no era más que un personaje secundario de una historia en la que él siempre era el protagonista.

Envolví mi garganta con la mano, y la otra descendió con lentitud a través de la piel erizada de mi estómago, fue solo cuestión de tiempo antes de que mi cuerpo se pusiera a tono con mis pensamientos.

Me toqué con rudeza prudente, hasta que percibí por el rabillo del ojo una sombra pasar sobre la fina luz que entraba por la puerta apenas abierta, y de repente la música se convirtió en un goteo sin sentido que podía aguardar a un monstruo en cualquier rincón. La cerré con desconfianza y le recordé a mi cabeza lo obvio, no había nadie, porque Lorena se había ido hacía como media hora.

Tenía que relajarme, e intentar perderme un poco más en el proceso.

|✝|✝|✝|

Salí de mejor humor, pero con la misma sensación de que el mundo giraba en un cúmulo de acciones sin sentido que todos, sin excusas, seguían por cansancio. Me senté con mi libreta y un lápiz en la única mesa de la casa a bocetar tonterías en silencio, solo con el ruido del grafito sobre el papel. Como no tenía clases por estar suspendido, ignoré el celular con mi cabeza en modo avión, hasta que me agarró hambre y me planteé hacerme una tortilla.

Lo prendí y todos mis músculos se tensaron con el inocente sonido de las notificaciones que llegaron.

Las cosas que pasaron en el colegio, y el recuerdo de Bruno ensangrentado me cayeron como un bloque de concreto en la nuca, me rasqué la barbilla con violencia, y vi que la mayoría era de Cielo. Me contaba que logró recuperar el celular después de que se lo confiscaron por caer en pedo al colegio.

Había audios en los que me hablaba entre el llanto desconsolado, y me contaba lo que le había pasado a Bruno, como veía que el Dani del pasado no contestaba, ni me llegaban los mensajes empezó a preocuparse por mí, y me preguntó dónde estaba, cómo y si estaba bien. Terminó envuelta en un círculo de paranoia que para mí tuvo mucho sentido, pero seguía sin saber cómo responderle. Terminé mandándole un emoji de un pato, y le expliqué que me había quedado dormido.

A Bruno lo habían atacado la noche anterior, mi nerviosismo aumentó al recordar lo que vi en el baño antes de encontrarme con él.

En el grupo del colegio la preceptora había mandado un comunicado especial informando sobre la situación de Bruno, al mismo tiempo que pedía que se mantuviera el asunto en discreción, porque al parecer así lo había pedido el director.

Nada de Ezequiel.

Paseaba los ojos por la pantalla, en lo que intentaba pensar por qué un ser humano obsesivo como él todavía no se había puesto a mandar indicaciones. Salí del chat con rapidez, y empecé a pasear por la lista de integrantes del grupo, del que el dueño de mis pesadillas también era administrador.

Saqué su número, y abrí su chat, no tenía foto, probablemente era privada, solo para sus contactos, y a mí no me tenía agendado. La imagen del cuerpo tirado en el baño del colegio era un velo imposible de alcanzar que reemplazaba la poca cordura que me quedaba frente a la estupidez que estaba a punto de hacer.

«¿Iba a quedar como un desquiciado hablándole de la nada? ¿Y qué carajo le iba a preguntar?»

La clase de humillación que el forro de Ezequiel Florencio tuviera para mí no era nada comparada a la paz mental que me iba a dar saber que estaba en una pieza, traté de convencerme.

Le escribí rápido.

¿Estas?

Al instante agregué.

Soy Dani.

Ambos mensajes le habían llegado, suspiré al ver las dos tildes iluminarse azul en el chat.

En línea.

Escribiendo...

El pánico me venció, gruñí y tiré el celular sobre el pequeño sofá en la esquina de la sala. Un instante después el timbre de la casa empezó a sonar como si lo estuvieran apuñalando.

—¡La puta madre!

Cielo se me abalanzó apenas abrí la puerta, me abrazó tan fuerte que pensé que se me iban a salir los pulmones por la boca.

—Dios santo, Dani. ¿Dónde mierda estabas?

Su hermano me miró desde el umbral un instante, aún enfundado en su ropa tan oscura como los pecados del antro del diablo en el que trabajaba.

—Eh, me quedé dormido ayer, después de la terrible cagada a pedos que me dio el director. ¿Vos dónde estabas?

—Ayer fui al hospital, pero no me dejaron verlo.

Se separó de mí, y me miró mientras se mordía el labio en su intento por contener el llanto, solo entonces noté que no la abrazaba, me había puesto en modo potus, otra vez. Hice el esfuerzo de rodearla por la cintura, y acariciarle el pelo mientras esperaba a que terminara de llorar.

—¿No sabés cómo está? —pregunté, una vez me lo permitió.

—Tiene una contusión cerebral —murmuró Cielo, contra mi hombro, me lo llenó de mocos—. Pero todavía está inconsciente, los médicos dijeron que es fuerte.

«En realidad solo tuvo suerte».

Fernando se había autoinvitado a mi casa con su pinta de sicario a domicilio, pelo húmedo y ceño arrugado. Cielo despegó el rostro de mi ropa y también me miró raro, su hermano aprovechó el momento para hablar.

—Como que hay olor a quemado ¿no?

Entonces, al ver el humo que salía de la sartén me acordé de que había dejado la comida en el fuego.

|✝|✝|✝|

La tarea de tener que quitarle la parte quemada a la tortilla para que fuera comestible, no fue comparable a lo pesado que me resultó volver a tocar el celular después de la cagada que me acababa de mandar. El mensaje del número, que no me había molestado en agendar, centelleó en la pantalla.

Ezequiel:¿Te quedaste con ganas después de lo de anoche?

Fue increíble cómo pasé de la preocupación asfixiante, a querer acariciarle la cabeza con una silla. Y a pesar de que habían pasado ya varias horas desde que vi el mensaje, todavía me parecía injusto recordar con adictiva fijación mi episodio de inestabilidad mental protagonizado por el simio y sus manos, en el baño de la casa de Miranda.

Lo único que logró sacarme esa idea de la cabeza fue tener que acompañar a Cielo al hospital. Ella había mandado a la mierda a los chicos en el grupo del colegio cuando se negaron a ir a verlo poniendo excusas estúpidas, y prácticamente me había empujado fuera de mi propia casa hacia el auto de su hermano.

Le dije que no había ido al colegio porque el viejo de mierda del director me había suspendido, y de forma inevitable tuve que contarle sobre la pelea con mi hermana. Me había obligado a meter la tortilla que quedaba en un tupper para llevársela de almuerzo en son de paz.

—Tiene razón —dijo ella, una vez bajamos del auto. Tenía el pelo descuidado, era evidente que apenas había dormido—. Tenés que dejar esa porquería, Dani.

—Tiini rizín —gruñí—. Ayer en la fiesta no decías lo mismo.

Me gané un golpe en la nuca, y que tirara de mí para que su hermano no nos escuchara, pero eso no era físicamente posible, porque él se había quedado en el estacionamiento, fumaba apoyado contra la puerta del auto. Voltee sobre mi hombro antes de cruzar la puerta del hospital y él agitó la mano con desgano. Era su manera de decir "ya, váyanse a la mierda que quiero dormir". Fernando era una criatura más bien nocturna.

La pared espejada de la recepción, el olor a antiséptico y los pisos blancos de la pequeña clínica privada nos señalaron el camino hacia el alto mostrador, donde un hombre joven con traje de enfermero tecleaba atrás de una computadora.

—Buen día, vengo a visitar a Bruno Massone, un paciente que ingresó ayer —dijo Cielo.

—¿No tendrías que estar en la escuela vos? —gruñó él sin mirarla, me di cuenta de que era más joven de lo que parecía, y la cola tatuada de una serpiente se escapaba por debajo de la manga de su blanca camiseta de trabajo.

También que la clínica estaba extrañamente vacía.

—Uh, voy al colegio a la mañana... —comenzó ella.

Me molesté por su estúpida actitud, y Cielo no alcanzó a detenerme con su educada prudencia. Levanté el tupper que tenía en la bolsa y lo golpeé adrede sobre el mostrador.

—¿Dónde está Lorena Rodríguez? Necesito darle algo importante, soy su hermano.

El muchacho apenas había reaccionado frente a mi pregunta, levantó la mirada hastiado, como si estuviera acostumbrado a tratar con adolescentes violentos todo el tiempo, y abrió la boca con desdén, pero las puertas de vidrio del hospital se movieron y entró un grupo de tres policías. El joven reaccionó al instante, se levantó para hablar con uno de los uniformados.

Era el hermano mayor de Miranda.

Naín tenía el cansancio presente en sus ojos azules, y el de cabello negro, lleno de canas grises por el estrés. Ambos lo vimos hablar con el recepcionista y enfilar hacia el pasillo izquierdo con paso apurado, escuchando su conversación nos enteramos que Bruno al parecer había despertado, y necesitaban hacerle algunas preguntas.

Cielo me miró, y asentimos casi al unísono para empezar nuestro improvisado plan de infiltrarnos en ese raro hospital, seguimos al grupo de policías en silencio, aprovechando la distracción del recepcionista, una vez que doblamos el primer pasillo nos asomamos como dos delincuentes para comprobar que nadie nos había notado, o en su defensa, fingía no hacerlo.

—¿Sabés en qué habitación está? —pregunté un poco más nervioso de lo que debería, Cielo tiró del suéter de su uniforme escolar con incomodidad, y yo di media vuelta.

No iba a dejar que me encontraran haciendo tonterías, más cuando no tenía un historial precisamente limpio con la policía.

—¡Pará, pará! No puede estar muy lejos, y necesito hablar con él, por favor. —Me agarró de la muñeca, e intentó darse la vuelta, antes de chocarse con una columna humana salida de la nada.

O en realidad, había salido de alguna habitación cercana.

Apreté la bolsa, y Enzo Florencio se revolvió el cabello blanquecino con los dedos, antes de dedicarnos la sonrisa más inocente que su rostro pecoso lleno de piercings y tatuajes le pudo permitir, aunque en realidad fuera todo lo contrario. 

|✝|✝|✝|

Hola estrellitas, disculpen la espera. No encontré palabras para aclarar, pero recuerden que siempre me pueden preguntar, y yo las voy a responder

En este capítulo apareció el lagarto preferido, y pasan cosas raras con el estado de Bruno ¿Qué creen que haga Dani ahora?

¿Teorías sobre lo que le pasó a Bruno?

¿Les gusta cocinar?

¿Alguna vez se les quemó la comida por andar en las nubes?

¿Qué le responderían al último mensaje que recibió Dani de "Ezequiel"?

camilanraven Me bendijo con unos memes que tranquilamente me podrían dar de comer, te amo, GRACIAS. 

Ahora sí, muchísimas gracias por leer. 

Hasta el próximo miercoles ❤ 

—Caz

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