(En multimedia louise Santoro y Frank ricci.)
Amelia Ricci
La mansión Ricci se encuentra en el área exclusiva «Parioli» es un barrio conocido por su lujosas mansiones.
Una zona muy tranquila, donde las avenidas son amplias, sus vistas panorámicas y todo alrededor es bosque.
Un sitio muy buscado por las familias adineradas y diplomáticos.
La mansión está diseñada exclusivamente, una fachada de estilo clásico con detalles arquitectónicos y balcones de hierro forjado
Mi madre Louisse Santoro es diseñadora de modas, ella fue muy exigente al querer todo muy elegante y sofisticado.
El extenso jardín tiene un poco de todo, desde césped verde, árboles frondosos y un camino de piedra que lleva a diferentes áreas del jardín, fuente de agua y sus peculiares esculturas.
Una imponente entrada con portón de hierro forjado, algo fundamental, da paso a un largo camino de entrada pavimentado que lleva a la casa.
Siempre tenemos seguridad por los periodistas.
Mi lugar preferido siempre será la mansión, es un sitio tan solitario y tranquilo.
Al entrar te recibe un vestíbulo amplio con techos altos, decorado con candelabros de cristal y suelos de mármol, las escaleras con barandillas de hierro conducen a los pisos superiores.
Tenemos 2 salones con salas de estar decorados con muebles de época, alfombras persas y obras de arte junto con grandes ventanales que dejan entrar luz natural.
El área favorita de mi hermana Hope es el comedor, una larga mesa maciza capaz de acomodar a numerosos invitados, de los cuales siempre está vacío con sus candelabros y su fina vajilla.
Un pasatiempo favorito de Hope es la cocina, la decoro con electrodomésticos de alta gama, encímeras de granito y una isla central, según ella una cocina moderna y espaciosa.
Frank mando a construir una biblioteca para la otra gemela Grecia, con estanterías de madera que llegan al techa repleta de libros clásicos y modernos, una chimenea y muebles de cuero creándose un ambiente acogedor.
La suite principal es de mis padres, aunque las 6 habitaciones tienen lo mismo. Un vestidor grande, un baño de mármol con bañera de hidromasaje y solo las tres primeras suites tienen terraza.
Y al final lugares tontos como la sala de vinos y el gimnasio.
Si me preguntan cual es mi lugar favorito diría que el despacho y mi habitación.
En este momento, lamentablemente no estoy en ninguno de esos dos. Me encuentro fingiendo que presto atención sentada en el comedor, la cena aún no la sirven y ahora que recuerdo no he comido nada en el día.
— Cuéntanos, Jullie — menciona mi madre. — ¿Como están tus padres?
Los padres de mi mejor amiga son dueños de una librería, tuvieron momentos muy fuertes donde su única opción fue venderla pero mi madre los apoyó.
— Excelente, la librería al fin está generando numerosas ganancias.
Mis padres la felicitan y observo a las gemelas que están delante mío que también están muy calladas.
Hope y Grecia son una visión casi idéntica de mi madre. Ambas tienen el cabello castaño, que cae en ondas suaves hasta la mitad de la espalda.
Sus rostros son facciones delicadas con ojos tono avellana, de complexión esbelta y tonificada.
Poseen el cuerpo característico de bailarinas de ballet, por ello mi madre las inscribió desde niñas. Sus brazos y piernas son largos y elegantes, perfectos para las extensiones y movimientos fluidos que ejecutan con tanta precisión.
Hope y Grecia comparten una piel clara y tersa, ambas resaltas por el rubor natural de sus mejillas. Sus facciones son suaves y armoniosas, con pómulos altos y una mandíbula delicadamente esculpida.
A sus 18 años de vida, puedo diferenciarlas perfectamente.
— Hijas, porque tan calladas. — nos nombra mi padre y nadie dice nada más que Grecia.
Ella quita la mirada del plato vacío y me sorprende su enojo que frunzo las cejas.
— Por culpa de esta "adolescente" que no puede controlarse.
Un silencio incómodo se forma de pronto y empiezo q reírme. Es increíble que por faltar a la escuela de Ballet tenga ese odio hacia mi.
— Amelia, guarda silencio y tú Grecia mide tu comportamiento. — el regaño de mi padre provoca más mi risa.
Es increíble como quieren aparentar una familia feliz y Perfecta, cuando estamos lejos de serlo.
— Pueden decirme el motivo de esta cena — cuestiono — tengo un compromiso y la verdad no quisiera quedarme tanto tiempo aquí.
Observó a mis padres que lucen enojados y tristes, Hope ni siquiera me mira, Grecia está furiosa y Jullie está sorprendida por mi repentino cambio.
— Como te atreves a hablarnos así, después de la pendejada de ayer.
Frank Ricci es un hombre de presencia imponente y carácter indomable. Su figura alta y musculosa refleja años de trabajo físico, tiene el cabello oscuro, corto y algo despeinado, y sus ojos, de un intenso color avellanada.
Su mandíbula cuadrada está tensa, y los músculos de su cuello y hombros se marcan visiblemente cuando su enojo se intensifica.
Frank es conocido por su carácter fuerte.
— ¡Estoy harto de tu maldito comportamiento!
No teme expresar su descontento y lo hace con una voz profunda y resonante que no admite réplica.
— Tu serás la única que arruinará su vida, ya sea de una sobredosis o expuesta a que te violen. — exclama y al escuchar lo siguiente me congelo en la silla — aunque parece que en la segunda no puedo decir mucho, ya te sucedió.
Sus palabras, a menudo cortantes y directas, pueden resultar intimidantes, incluso para aquellos que lo conocen bien. La firmeza en su tono y la determinación en su mirada dejan claro que no tolera la mediocridad ni las excusas.
Los presentes me miran con tristeza, lo cual me genera un asco terrible. Jullie trata de agarrar mi mano pero me levanto bruscamente que mi padre imita mi movimiento.
— ¡Respóndeme maldita sea! — grita — Da la puta cara y di que vas a cambiar y volverás a ser mi Amelia.
Mi madre trata de tranquilizarlo pero él la empuja haciendo que las gemelas también se pongan de pie.
— Tú no te metas, Louisse. — mi corazón late tan rápido que solamente observo a mi madre morir de angustia y susurrar un «no lo provoques»
— Que quieres que te diga — le respondo — Anda dime.
Frank se acerca hacia mi con el rostro endurecido por la furia, me toma del brazo con un agarre firme y autoritario.
Su mano se cierra alrededor de mi delgado antebrazo y sus dedos me lastiman, el miedo y la sorpresa me invaden dejando mi mente en blanco apenas tengo tiempo de procesar lo que provoque cuando soy arrastrada hacia el despacho.
Cada paso que da está marcado por la determinación implacable de Frank, la voz de mi madre pidiéndole que me suelte resuenan en el pasillo
— ¡Mírala por Dios! Esta pálida y sus labios tiemblan.
Él ignora las súplicas de mi madre mientras sus pasos son rápidos. La desesperación y angustia no dejan de atormentarme mientras que no me atrevo a pronunciar palabra alguna soy consciente de que cualquier intento de protesta sería inútil.
Al llegar al despacho, Frank abre la puerta de un tirón y, sin soltar mi brazo, la empuja suavemente pero con firmeza hacia el interior.
— Papá, porfavor suéltame. — al fin puedo pedirle y accede.
Observo por un segundo mi brazo y sus dedos están marcados en ella, él me ignora y se sirve un vaso de whisky.
— Cierra tu boca, toma asiento y escucha lo que dire — exige — si después de esta plática, tú decides continuar con ese estilo de vida, olvídate de nosotros y estarás por tu propia cuenta sin tener un hogar donde vivir.
Me quedo callada como él me lo pidió, y tomó asiento en la silla quedando frente a frente. Se quita la corbata de su traje y se termina el vaso de whisky para fijar su mirada en mi.
— Crecí en una casa donde el amor parecía estar siempre fuera de alcance. — empieza — Mi padre era un hombre duro y autoritario, cuya ira explotaba con la misma rapidez que una tormenta de verano sin mencionar los insultos y golpes.
Nuevamente empieza mi corazón a latir al escuchar por primera vez, la historia de mi padre.
— Desde muy pequeño, aprendí a caminar con cautela, como si pisara huevos, siempre temeroso de provocar su ira. Cada día era una batalla por evitar su desaprobación y, peor aún, su violencia.
Mis ojos se llenan de lagrimas al imaginarlo.
— Por otro lado, mi madre era una figura ausente. Ya fuera por la presión de su propio sufrimiento o por la incapacidad de enfrentar la realidad, se desvanecía en el fondo, como un fantasma. Pasaba más tiempo fuera de casa que dentro, buscando refugio en el trabajo o en cualquier otro lugar que no fuera nuestro hogar.
Papá siempre evitó mencionar sobre su infancia, decía que no tenía mucho que contar cada que las gemelas le preguntaban sobre ello.
— Desde muy joven, supe que era diferente. Mi mente funcionaba a una velocidad que a menudo sorprendía a los adultos a mi alrededor. Mis profesores notaron rápidamente mi capacidad para absorber y procesar información, resolviendo problemas complejos con una facilidad que a veces me parecía natural. — suspira — Me refugié en los libros, encontrando consuelo en mundos imaginarios y conocimiento que me permitía escapar, aunque solo fuera por un rato, de la realidad de mi hogar.
Permito que las lágrimas dejen caer y mis labios tiemblen estoy congelada en esa silla, mientras él vuelve a servirse whisky.
— La escuela se convirtió en mi santuario. Me sumergí en mis estudios con una pasión casi desesperada, acumulando logros académicos que parecían contradecir la tumultuosa vida que llevaba en casa.
Mientras más habla las lágrimas más aumentan y lo que dice a continuación me quiebra por completo.
— Sin embargo, a pesar de mis éxitos, la sombra de mi hogar siempre estaba presente. Aprendí a esconder mis sentimientos, a construir muros alrededor de mi corazón, y a confiar en mi mente más que en cualquier otra cosa.
Papá no muestra ningún sentimiento de tristeza y eso me sorprende.
— Los años de dedicación académica me abrieron puertas que me llevaron lejos de la casa donde el abuso y la ausencia eran la norma. Sin embargo, las cicatrices de mi infancia permanecen, recordándome siempre de dónde vengo y motivándome a nunca volver.
Quita la mirada del vaso de whisky que tiene su mano y me mira con una sonrisa.
— Hoy, miro hacia atrás con una mezcla de dolor y orgullo. — Habla — Dolor por el niño que soportó tanto y orgullo por el adulto que he llegado a ser, a pesar de todo.
Un silencio se forma en el despacho, el nudo en mi garganta me impide hablar y cierro los ojos tomando un respiro antes de decirle.
— Gracias Papá por compartir una parte tan íntima y dolorosa de tu vida conmigo...— antes de que pueda seguir él me interrumpió.
— Te platico esto por qué a pesar de las circunstancias más obscuras pude guiarme hacia un futuro mejor. — explica — Amelia, eres una niña privilegiada con unos padres que te aman, no se cual es tu problema y el motivo de por qué eres así.
Limpio mis lágrimas lo cual es inútil, porque no dejo de llorar.
— Me preocupa que algo malo te suceda, que termines casada con un hombre como mi padre, solo quiero tu estabilidad y lo mejor para ti.
Quisiera poder decirle que no soy feliz pero lo siguiente que dice me hace callarme.
— Eres mi hija favorita, mi pequeña estrella cuando fallezca tu vas a heredar todo lo mío — menciona — a las gemelas no les interesa, en cambio me iré tranquilo al saber que la empresa estará a tu cargo.
Esa confesión me congela por completo, quiero rechazar decirle que no me interesa, me gusta mi trabajo de finanzas pero no quisiera tener una responsabilidad tan grande y fracasar.
— Pero papá... — él me interrumpe.
— El sueño de tu madre es verte vestida de blanco, que te cases con un millonario y tengas hijos. — suspira sonriendo — Aunque siempre le digo que está loca, también es mi sueño.
Oh por Dios, no quiero saber lo que dirá a continuación..
— Por el camino que vas, Amelia jamás formarás un matrimonio — dice — aléjate de todo lo malo, no digo que la felicidad es casarte y todo color de rosa, pero sería lo mejor para ti.
Agradezco de todo corazon sus consejos, pero no es el futuro que anhelo. Quiero ser feliz, triunfar en la vida y ser reconocida por mis propios méritos y no por el apellido de mi familia.
— Gracias papá por tus consejos — me pongo de pie — Lo pensaré pero, tengo que irme Jullie necesita de mi ayuda.
Antes de darme la vuelta y salir, solamente escucho el suspiro de mi padre y diciendo «anda, vete».
Muerdo mi labio inferior sintiendo un vació en mi pecho, al salir me encuentro con mi mamá preocupada que se levanta al verme junto con mi mejor amiga.
— ¡Te dije que no lo provocaras! — me regaña mientras camina hacia el despacho.
Después del terrible momento con mi padre, salí de la mansión buscando desesperadamente un respiro de tantos problemas. El aire fresco de la noche me golpeó el rostro mientras avanzaba por el camino de grava, intentando dejar atrás la tensión y la tristeza que llenaban cada rincón de mi mente.
Quería despejarme y encontrar un poco de paz, aunque solo fuera por unas horas. Para eso, no había mejor compañía que mi mejor amiga, Jullie. Esta noche, sería solo para nosotras, una oportunidad para reconectar y encontrar consuelo en nuestra amistad.
Jullie me esperaba en su coche frente a la entrada. Nos sonreímos al vernos, y sin necesidad de palabras, supe que ella entendía todo lo que estaba pasando.
Subí al coche y nos dirigimos a un lugar tranquilo, decidido a que esta noche nos apartaríamos de las preocupaciones, buscando en nuestra compañía el alivio que tanto necesitábamos.
Brian Davilson
Salí de mi lujoso penthouse en Seattle, dejando atrás la ciudad que había conquistado con mi ingenio y determinación. El futuro de la empresa dependía de mí, y no pensaba dejar que nada se interpusiera en mi camino.
Mi avión privado esperaba en el aeropuerto, una máquina perfecta que simbolizaba mi éxito y estatus. Subí a bordo, con la certeza de que cada detalle de este viaje estaba bajo mi control.
Me acompañaban dos personas esenciales en esta travesía. Mi asistente, cuya devoción y eficiencia eran incomparables, estaba siempre a mi disposición.
Aunque nunca lo admitiría, sabía que sus sentimientos hacia mí van más allá de lo profesional. Su admiración era evidente en cada mirada, en cada gesto. Luego estaba Greggory, mi mejor amigo y confidente, alguien que comprendía mis ambiciones y compartía mi visión sin cuestionarla.
Mientras el avión despegaba, la familiar vista de Seattle se desvanecía bajo nosotros. Me recosté en el asiento de cuero, observando cómo mi asistente organizaba meticulosamente los documentos y la agenda de reuniones en Roma.
Cada movimiento suyo demostraba una lealtad que sabía aprovechar al máximo. Greggory, con su característica relajada, me lanzó una sonrisa, listo para enfrentar los desafíos que nos esperaban.
Durante el vuelo, repasé mentalmente los problemas que amenazaban a la empresa y las estrategias que había diseñado para superarlos. Roma no era solo un destino; era un campo de batalla donde demostraría una vez más por qué nadie podía igualarme.
Mis rivales caerían, y mi imperio saldría reforzado.
La atmósfera en el avión era una mezcla de expectación y confianza. Mi asistente, con su inquebrantable dedicación, se aseguró de que todo estuviera en orden, anticipando mis necesidades antes de que las expresara. Greggory, con su mente aguda y su lealtad indiscutible, discutía conmigo los planes, añadiendo sus perspectivas sin dudar de mi liderazgo.
Finalmente, las luces de Roma aparecieron a lo lejos, y una sensación de determinación me invadió. Roma sería testigo de mi grandeza, y mi empresa resurgiría más poderosa que nunca