Mi Recuerdo Favorito©+18 [MCF...

Від Cinnluna06

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"Y me encontré de repente, sonriendo a la oscuridad con un inmenso sentimiento de euforia que me cosquilleo e... Більше

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Від Cinnluna06

 Evan POV

Los segundos pasaban y yo juraba que corrían a una lentitud excesiva, lo escuchaba, podía sentir la manecilla del segundero hacer ese estruendoso "tik tok" debajo de mí cabeza con demasiada parsimonia y eso era una maldita tortura, levanté la cabeza para encontrarme con ese reloj de plástico amarillento, no podía ver la hora desde ahí, así que me paré y confirmé que solo habían pasado quince minutos.

No estaba solo en la sala de espera, Dave y Meghan estaban ahí, pronto llegarían los demás, los tres estaban esperando en silencio, o hasta ese momento que Dave y su madre comenzaron a hablar en voz baja, quise escuchar pero no pude más que entender palabras al azar. Estudié a Dave cuando dejó de hablar con Meghan, tenía una apariencia abatida, como si un autobús lo hubiera arrollado, tenía la punta de los zapatos salpicados con gotas de sangre, al igual que su pantalón; estaba contando los segundos como yo, solo que él movía el pie, se notaba que no podía estar quieto.

La razón era obvia, no sabía si iba a poder decírselo a Amber o si es que alguien ya se lo había dicho, yo no podía soportarlo todavía, estaba seguro de que jamás podría, era imposible eludir este dolor calcinante, habían arrancado parte de mi ser, ya no me sentía el mismo, me partieron en dos y la otra mitad había quedado destruida, hecha polvo, no iba a recuperarme de esta injustica de la vida, me había pasado otra vez. La cabeza estuvo a punto de estallarme de las tantas veces en que me pregunté con demasiada fuerza, ¿Por qué? ¿Por qué otra vez?

—Ya pueden pasar a verla —una voz grave interrumpió mis pensamientos iracundos. Era el médico.

Me levanté de ramalazo, claro que yo iba a ser el primero que entraría para ver cómo estaba, tenía que darle mi apoyo porque yo debí haber estado ahí cuando ocurrió y no Dave, le fallé. Cuando entré a la habitación, ella miraba hacia la ventana completamente abierta, la luz blanquecina de la recién mañana nublada era toda la fuente de luz que entraba ahí, ella me escuchó entrar y con lentitud se giró para ver quién era.

Tenía los ojos hinchados, había venas enrojecidas dentro de sus ojos, señal de que había llorado recientemente, los labios muy secos, pálidos y cuarteados por la deshidratación, su piel tampoco tenía color, estaba casi del color del gis, incluso la textura parecía de papel; había perdido mucha sangre y apenas se estaba recuperando.

Agarré una silla plegable y la acerqué a su cama, antes de poder sentarme, me sorprendió que me hablara de inmediato.

—¿Qué pasó? —me preguntó con la voz quebrada, muy débil, casi sonó como un silbido.

No supe que decir, a pesar de saber muy bien a que se refería y es que la verdad es que ni yo lo sabía, aún no nos decían la causa de la muerte del bebé, lo más probable es que algo se complicó, algo que no fue culpa de nadie.

—Aún no lo saben, van a realizar algunos estudios para confirmar algunas teorías al respecto —la observé mientras le hablaba, le costaba esfuerzo no romper a llorar delante de mí, su respiración era agitada, los latidos de su corazón aumentaron incluso en el monitor —Amber, discúlpame, debí haber estado ahí.

—Basta —me suplicó de nuevo en un hilo de voz. —Siento que fue culpa mía.

—No. —remarqué con los ojos ligeramente dilatados, negué con la cabeza muchas veces y me incliné más a ella, toándola de la mano pero cuidando de no mover mucho la intravenosa. —No fue culpa tuya en absoluto, no quiero que pienses eso porque no es así, Amber, entiéndelo por favor.

—No debí de sobrecargarme de trabajo —volvió a lamentarse y entonces rompió a llorar, lágrimas gruesas recorrieron su semblante ya crispado en dolor.

Me acerqué para quitar rastro de esas lágrimas pero seguían, traté de limpiarlas sin importar cuanto tiempo me costara.

—El doctor cree que fue una complicación de sus pulmones —le confesé indeciso, todavía no era algo muy seguro —Pero todavía no entienden lo de tu abundante sangrado y el parto prematuro. Todo estaba bien, estabas cuidándote, tenías citas con el médico y nunca se vio nada fuera de lo normal, por eso no lo entienden.

Suspiró con el rostro cargado de confusión, ella tampoco lo entendía pero eso no impedía que dejara de llorar, claro que el sentimiento de culpa predominaría hasta que alguien pudiera darle una respuesta a todas sus dudas.

—La sostuve entre mis brazos unos segundos, la vi a los ojos y entonces lo primero que hice fue sonreír y pronunciar su nombre, ¿Recuerdas que todavía no habíamos elegido un nombre? Pues en ese momento lo pronuncié como si lo hubiéramos elegido desde hace meses.

Traté de sonreír pero no pude, mis labios temblaron, aguantándome las ganas de llorar también, ella debió haber sabido antes que todos si era niño o niña, yo no lo sabía hasta ahora que lo dijo, fue una sorpresa que cuando derramé una lágrima, fue más por el hecho de descubrir que íbamos a tener una niña, mezclado con el sentimiento de también haberla perdido.

—¿Qué nombre era?

—Ivy

Le apreté ligeramente la mano, tratando de consolarla pero ni eso pudo consolarla, ni a ella, ni a mí, volvió a llenarse de lágrimas que bañaron todo su rostro, estaba seguro de que no me veía entre esas gruesas lágrimas que debían impedirle verme tan cerca de ella.

—Es un bello nombre —le contesté después con voz calmada, esperando que eso no delatara lo roto que estaba por dentro, mi compostura era de hierro porque si bien no podía permitirme perder esa tranquilidad por el bien de ambos. —Al menos lo tuvo, ella lo sabe, es nuestra hija, es Ivy Ross.

Me sorprendió tanto el hecho de ver un atisbo de sonrisa curvándose en su rostro pero no era una sonrisa de felicidad, reflejaba un dolor, le costaba sonreír, era casi como un esfuerzo y eso la hacía llorar más.

—Sí, es nuestra hija, es Ivy, pero hubiera deseado tanto que estuviera aquí y que no se hubiera ido, yo quería que se quedara, incluso que tu pudieras conocerla, ¿Lo hiciste, Evan? ¿La conociste?

Me apreté los labios para controlar el sentimiento de nostalgia que me aplastó el corazón, empecé a llenarme la cabeza con esos recuerdos de hace unas horas, dónde conocí por primera vez a Ivy, conectada a un montón de aparatos que monitoreaban su respiración y los latidos de su corazón; era tan pequeña, frágil, podía jurar que cada vez que respiraba creía que su cuerpecito pequeño se rompería, que un toque apenas de las yemas de mis dedos la podría aplastar. Ella no me veía, estaba con los ojos cerrados, dormía plácidamente y eso me hizo sentir con esperanzas aún cuando todo el mundo me las arrebataba, toqué el cristal tibio con la mano, deseando con todas las fuerzas de mi ser que ella pudiera sentirme porque no quería invadir su espacio, ni dañar su delgada piel translucida con mi tacto.

Ella era hermosa, era todo lo que pude haber deseado, estuve con ella en su último aliento, a ella no le fallé y eso al menos me consoló, Amber merecía haberle dado la bienvenida al mundo y lo hizo pero yo no pude más que quedarme en su último respiro, en el último latido de ese corazón puro, dejando este mundo, dejándome a mí. 

—Sí, la conocí —me detuve para ir eligiendo con cuidado mis palabras —Pudimos conocerla, ella nos conoce también.

—¿Te despediste de ella? ¿Y porque yo no pude? —ahora sus lágrimas en lugar de ser de tristeza, fueron de impotencia, lo pude ver en sus ojos que ahora ardían en completa violencia y rabia, el tono de su piel se fue poniendo de un color rojo debajo de todo ese disgusto.

Tuve que levantarme porque ella empezó a revolcarse en la cama, con la intención de pararse de esa cama, la tuve que sostener de los hombros y la obligué a mirarme pero ella no parecía darse cuenta de que yo estaba ahí, mis intentos por calmarla eran en vano.

—Estabas en recuperación, Amber, debías descansar, habías perdido mucha sangre, pudiste correr el riesgo de entrar en coma —le dije con el intento de mis manos por retenerla ahí más fuerte que antes, se descontroló, por un momento la desconocí, su semblante estaba más rojo, casi purpura, el llorar con tanto dolor la estaba dejando sin respirar.

—¡Eso no importa! ¡Porque no me despertaste! Tú si te despediste de ella, ¿Y yo porque no? ¡Soy su madre! —sus ojos inyectados en dolor se clavaron en los míos, salvajes y acusantes, quiso quitarse mis manos de encima pero no pudo, la miré sin expresión alguna, esperando que me maldijera o me golpeara, cualquier cosa que la hiciera desahogarse pero no lo hizo. Sus ojos poco a poco se apagaron y su rostro volvió a la confusión que la iba desbaratando debajo de mis manos que la sostenían —¿Por qué? Soy su madre, fui su madre.

Me abrazó tan fuerte que no me importó que me quitara el aire de los pulmones, sabía que en realidad el que estaba débil y casi moribundo era yo, Amber todavía estaba recuperándose así que asumí que esa fuerza era porque ella también quería levantarme, no sé que podía estar reflejando m rostro pero la desconsoló.

—Perdóname por no haber estado ahí —susurré cerca de su oído, enterrando mi rostro en su cabello.

Sentí como se había puesto rígida, se estremeció solo un segundo y después inhaló aire para recuperarse.

—No tienes por qué disculparte, estás aquí ahora, eso es lo que me importa. —me soltó y yo aproveché para incorporarme y verla a la cara, todo el estrago de su enojo y melancolía solo eran lágrimas secas en sus mejillas, por primera vez sus ojos fueron cálidos, tranquilos, acercó una mano a mi cara y me acarició la mejilla, suspiré al sentir su tacto después de tanto tiempo.

No quería dejar de mirarla, ni de tenerla entre mis brazos, pensé que si me iba en cualquier momento desaparecería y yo no quería eso, la necesitaba ahora más que nunca.

—No voy a ir a ninguna parte —le prometí, le deposité un delicado beso en la frente, su piel seguía siendo suave, eso me hizo sentir aún mejor, ella no se iría a ninguna parte, no la perdería —Estaré contigo, cuanto me necesites, no importa que.

—Lo sé, confío en eso, ahora que más te necesito no puedes irte.

—Yo también te necesito, Amber, justo ahora si no tuvieras tu mano en mi mejilla, puedo asegurarte que hubiera creído que no estabas aquí —apreté más fuerte su mano en mi mejilla para asegurarme que ella estaba ahí.

—No me voy a ir a ningún lado. Te lo prometo.

Sonreí, realmente complacido de que ella no rompería esa promesa, ella si era noble, leal, nada comparado a lo que yo podía representar a pesar de demostrarle lo mejor de mi nuevo yo.

—¿Cuánto tiempo he estado inconsciente?

—Poco más de dos días —le respondí, sin permitir que quitara la mano de mi mejilla —Meghan y Dave están afuera, ¿Quieres que pasen o prefieres descansar?

Torció un poco el gesto, creo que la simple idea de tener que recibir visitas y escuchar todo lo que ellos tenían por decir no le parecía buena idea, tal vez porque no estaba preparada para eso y es que tampoco yo lo estaba.

Asentí, estando seguro de cuál era su respuesta, le sonreí a medias y volví a darle un beso en la mejilla, tenía que seguir manteniéndome en contacto con ella, si la dejaba estaba seguro de que me volvería loco.

—No tienes que decir nada, descansa que yo me voy a quedar aquí que despiertes.

Dormir era lo que ella iba a necesitar más que otra cosa en el mundo, primero; porque su cuerpo necesitaba reponerse de todo lo que sufrió, segundo; porque solo así era como ella huía de esta realidad, de la que todavía no daba crédito, iba a costarle mucho trabajo pero me orgullecía saber que yo estaba aquí y que nada me haría irme, ¿Por qué tendría que ser lo contrario? La amaba demasiado que era capaz de tomar su dolor, acumulándolo con el mío solo por el simple hecho de liberarla de todo esto que también la mataba en vida. ¿Cuántas veces desee hacer eso? Eso era sencillo de adivinar, desde que me conoció y descubrió lo que era sufrir de muchas maneras posibles.

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