LA TIERRA DE LOS RÉPTELS

Da DanielFMuoz

6.6K 517 156

En busca de su padre, Caleb llega a un mundo liderado por seres réptiles antropomórficos de tres metros, en g... Altro

Prefacio: BAJO LA TORMENTA
Capítulo 1: UN DÍA MÁS
Capítulo 2: EL MENSAJE
Capítulo 3: NOVEDADES A LA MAR
Capítulo 4: LIZA
Capítulo 5: LA CIUDAD DE LOS RÉPTELS
Capítulo 6: PRIMER ACERCAMIENTO
Capítulo 7: EL HUMANO Y LAS RÉPTELS
Capítulo 8: SOBREVIVIENTES
Capítulo 9: PASOS EN LA OSCURIDAD
Capítulo 10: ANGUSTIAS
Capítulo 11: LAS PALABRAS DEL REY
Capítulo 12: DECISIONES DIFÍCILES
Capítulo 13: LÁGRIMAS
Ilustración de los Personajes Principales
Capítulo 14: EL VIAJE DE LOS TRES
Capítulo 16: CUESTIÓN DE CONFIANZA
Capítulo 17: EL PUEBLO DE LOS OLVIDADOS
Capítulo 18: LOS HIJOS DEL CAPITÁN
Capítulo 19: UNA CAMINATA NOCTURNA

Capítulo 15: LA BRIGADA

140 16 6
Da DanielFMuoz


Irina no estaba conforme cuando Thalía se ofreció traer a Caleb y el resto de los humanos que escaparon, pues no la veía tan comprometida a la causa. Sin embargo, Liza lo había permitido tras escuchar a su amiga decirle que traerlo sería muestra de su indiscutible lealtad; a lo que Irina resopló una risita burlona. Ella sabía perfectamente las intenciones de Thalía desde el momento que se unió a ellos, pero cuestionarla significaría atraer la atención no deseada de Liza y posiblemente confesar que, en efecto, había marcado a Caleb con su veneno al dejarlo escapar. No podía arriesgarse, las cosas salían como las había planeado.

En ese momento, no se dio cuenta que Kroc se le acercó.

—Sé lo que planeas —dijo con convicción.

A Irina no le sorprendió en lo absoluto esta acusación, pues no se había esforzado para nada en ocultárselo. Después de todo, ¿qué problema habría? Liza estaba tan absorta en su ira que no escucharía cualquier comentario de Kroc hacia ella, así que por ese lado estaba tranquila.

—¿Y qué planeas hacer al respecto? —preguntó Irina con una arqueada sonrisa y clavando la punta de su lanza en el suelo.

Kroc soltó un suspiro.

—¿Por qué las cosas entre tú y ella no pueden ser como antes?

Irina frunció el ceño y desvió la mirada hacia el suelo.

—No quiero pensar en eso —espetó entre dientes.

—Tú y Liza eran inseparables —continuó Kroc, mientras adoptaba una mirada nostálgica—, tanto en las prácticas de combate como en la vida diaria. Ella puede haber olvidado que tuvieron una buena relación amical o tu pudiste borrarla de tu memoria, pero la verdad es que... No siempre se llevaron como se llevan ahora...

Mientras hablaba, una lágrima brotó por la mejilla de Irina, apretó los párpados y suspiró pesadamente.

—Ella lo arruinó cuando trajo a ese Arañón —dijo Irina temblorosamente. Kroc no se dio cuenta de que sus palabras había derrumbado la imagen estoica y agresiva de Irina, y se sorprendió al verla tan vulnerable; sin embargo, ella no había terminado. —Íbamos a ser hermanas de armas —imió y se sonó la nariz—. Pero después de lo que pasó, ya no quería hablar con ella. —Sollozó cabizbaja, luego tomó aire y recuperó la compostura—. Por su culpa perdí a Nysa.

—Nysa no está muerta —dijo Kroc.

—¿No está muerta? —replicó la Réptel más que enojada-. No se mueve, no habla, apenas come... ¿Cómo puedes decir que no está muerta? —Su respiración se aceleraba, y parecía que iba a sucumbir ante el llanto—. Eso no es vida, Kroc, ¿y sabes qué es lo peor? —Kroc transformando su semblante a uno comprensivo y triste, e Irina siguió—. Lo peor es que tampoco está muerta.

—Lo siento, Irina —suspiró Kroc resignado; estaba claro que no midió sus palabras con ese último comentario sobre la hermana pequeña de su compañera—. Lamento decir eso sobre Nysa...

—Ya lo dijiste —espetó Irina entre dientes y secándose las lágrimas de su mejilla con el puño—. Ya no hay vuelta atrás.

Kroc se quedó cabizbajo y en silencio por unos segundos, planeando cómo decir sus siguientes palabras. De algo estaba seguro; la conversación estaba lejos de terminar.

—Lo que haces está mal —carraspeó, y las miradas de Kroc e Irina se cruzaron, y ella frunció el ceño con una sonrisa burlona.

—¿Mal? —rió ella.

—Tienes que aprender a tratar mejor a los humanos —dijo Kroc con un tono preocupado.

Irina frunció el ceño, iba a responderle con una clásica respuesta despectiva, pero sintió que Kroc aún no había terminado.

—El rey me comunicó que es posible que cambiemos nuestro destino de Dérrakov a la Tierra.

En ese momento, Irina se sobresaltó.

—¿Qué?

—Así que por eso deberías ser más cordial, especialmente con el humano de Caleb. Sé lo que hiciste Irina, sé que lo dejaste escapar. Es imposible que te haya vencido en pelea siendo de las guerreras más fuertes. Tal vez Liza lo haya olvidado en su estado de ira, pero yo no.

—Por favor, Kroc —rió Irina cruelmente—. No me hagas reír con esas tonterías. Yo puedo hacer lo que quiera con ellos. ¿Olvidas que somos mucho más grandes y fuerte que ellos? ¿Qué caso tiene ser cordial? Podemos conquistar su mundo si hace lo queremos.

—No has estado prestando atención, ¿verdad? —reprendió Kroc dándose una palmada en la frente, luego recuperar la postura, suspiró y continuó—. Sí, somos más grandes y más fuertes que ellos pero... ¿has visto la clase de barcos que caen con ellos? El material es fuerte y posee muchas cosas raras. Serán débiles pero apuesto todas mis escamas a que sus armas son más avanzadas. Por esa razón, Irina, hay que ser precavidos.

En ese momento, Irina se resignó a poner los ojos en blanco y soltar un gruñido de rendición.

—Como digas —masculló.

Hubo un momento de silencio entre ambos. Kroc no quería que la conversación terminara así, pero la Réptel de escamas amarillas, alta y musculosa ya no le dirigió la mirada. Allí supo que cualquier cosa que diría pasaría por los oídos sordos de Irina.

Ya había pasado media hora y Thalía aún no volvía. No supo cuál fue la razón, tal vez los gruñidos ocasionales de Liza, pero de un momento para otro se encontró mirando hacia su princesa, quien caminaba de un lado a otro pisando fuerte el suelo y completamente frustrada. Irina no pudo evitar que una sonrisa maliciosa se le dibujara en el rostro, después de todo, amaba verla de esa manera. Sin embargo, algo se iluminó en su mente y sintió como su estómago se revolvía. Había muchas razones por las cuales Thalía podría estar demorando, pero su mente paranoica la dirigió a un escenario en el que ella estaba escuchando la versión de la historia de Caleb, él le diría sobre que ella lo marcó y Thalía se lo contaría a Liza. Las consecuencias detrás de eso serían catastróficas y, a pesar de que le gustaba la actitud agresiva y salvaje de Liza, no quería ver como todo eso se iba contra ella.

Irina se sobresaltó. Se dio cuenta de lo peligroso que había sido someterse en sus pensamientos, pues Liza estaba a un metro de ella con una mirada hacia ella fija y penetrante. Irina arqueó las cejas y notó como la respiración de la princesa de Camaria estaba acelerada, se levantó y fue hacia ella inclinando la cabeza hacia un lado.

—¿Todo está bien, mi princesa? —preguntó Irina, esperando que la voz que saliera de sus labios sea la de una guerrera iracunda.

—Estoy preocupada por Thalía —jadeó Liza en un suspiro.

Irina se decepcionó, pero sabía que tan solo era temporal, tenía que hacerle recordar por qué estaban en ese bosque, tenía que recordarle su enojo.

—No te preocupes por ella, princesa mía —dijo encogiéndose de hombros—. De seguro el humano resultó ser más difícil de atrapar de lo que pensábamos.

A unos metros de ellas, Kroc se encontraba mirando hacia la espesura del bosque y escuchando lo que decían las Réptels. Él también estaba preocupado por Thalía, a pesar de que ella y él no se llevaban bien, pero sabía que era la Réptel indicada para mantener a Liza en sus cabales; esperaba que llegara pronto.

—Caleb —Liza soltó un gruñido, pero nostálgico y esperanzador, en vez del vengativo y cruel que esperaba Irina.

—Él te abandonó, Liza —dijo Irina, dando un paso hacia ella con lentitud, como un depredador acechando a su presa—. Ya sabes lo que tienes que hacer cuando lo veas, ¿cierto?

—Castigarlo —vaciló Liza con un jadeo.

—¿Cómo? —incitó Irina mirando fijamente a Liza, mostrando una sonrisa sádica que fue ignorada por Liza en cuanto bajo la mirada a sus pies.

—Le demostraré quién manda —dijo Liza, aún cabizbaja, luego alzó la vista hacia Irina con determinación—. Le haré pagar por abandonarme así.

—Así se habla —exclamó Irina cerrando el puño delante de él—. Él tiene que saber su lugar, mi princesa. Él tiene que saber que solo es una mascota. Una mascota que está para satisfacer tus demandas.

Al escuchar eso, Kroc quedó cabizbajo, dio un suspiro y divisó al cielo rojizo. El anochecer estaba cerca, era increíble darse cuenta de que habían pasado casi dos días buscando a los humanos fugitivos, pero era cierto, lo estaban haciendo.

De pronto, escuchó un golpe seco y crujiente.

—Hay movimiento —dijo y las Réptels voltearon hacia él.

Cuando se le acercaron, los tres Réptels mantuvieron sus miradas en el bosque con sus armas preparadas en sus manos. De algo estaban seguros, no era Thalía; ella al menos daría una señal de que se acercara.

De pronto, Irina deslumbró una sombra deslizarse entre los árboles. —¡Allí! —gritó y tiró su lanza hacia la oscuridad. Le debe de haber caído a lo que sea que hubiera pasado por su campamento. "Error de ellos"; pensó Irina mientras corría hacia de donde provenían los aullidos con Liza y Kroc detrás.

Lo que vio en el suelo no la sorprendió, era Nicole, quien tenía un leve rasguño —bajo la perspectiva de la Réptel— en la rodilla; Irina río al ver que una simple herida paralizaba a los frágiles humanos. A su lado estaba Andrés, arrodillado junto a su amiga y tratando de levantarla. Cuando sus miradas se cruzaron, Irina no pudo evitar mostrar una sonrisa traviesa.

—Hola —arrulló, acariciándose la parte de su seno más cercana al cuello en señal de burla—. ¿Creyeron que podrían escapar de mí? —En ese momento llegaron Kroc y Liza—. ¿O de nosotros?

Kroc se dejó caer a unos centímetros de Nicole, lo que hizo que ella se estremeciera.

—Por el amor de todos los Dioses, Irina —exclamó el Réptel no muy contento—. ¿Cómo se te ocurre? ¡Ayúdalos!

—Ellos tuvieron la culpa por venir por acá —replicó Irina encogiéndose de hombros—. No es mi culpa que los creyera enemigos. —Apoyó las manos en la cintura—. Además, que lo tomen como el inicio de su castigo.

—Eso no es necesario, señora Irina —dijo Andrés temblorosamente—. Volveremos.

—¡¿Qué?! —saltó Nicole eufórica—. Ni loca volveremos con ellos.

—¡Suficiente! —bramó Liza golpeando el suelo con fuerza. Su voz sonó como un trueno, causando en sus compañeros Réptels una pequeña molestia y golpeando fuertemente el tímpano de los jóvenes humanos.

Andrés y Nicole estuvieron tan ocupados tapándose los oídos que no notaron a Liza acercárseles a grandes zancadas. Cuando se dieron cuenta, allí estaban, completamente vulnerables ante la sombra de la imponente mujer réptil de casi once pies de alto. Ciertamente no pudieron ocultar el miedo que les infundía, y esto aumentó cuando ella se inclinó sobre ellos.

—¿En dónde está Caleb?

Esa simple pregunta fue la primera de una serie de inquisiciones agresivas por parte de la princesa de Camaria; sin embargo, solo Nicole estaba a merced de estas preguntas, pues Andrés había sido reservado especialmente para Irina.

Durante varias horas, y observando a su compañera siendo interrogante por los dos enormes Réptels —aunque solo Liza era la agresiva, mientras que Kroc mantenía una actitud seria y calmada—, Andrés permaneció allí atado de espaldas contra el tronco de un árbol. Irina había ido a cazar y prometió con mucho énfasis que cuando volviera se encargaría de él, y finalmente volvió. Irina emergió de la maleza, cargando un animal raro y muerto sobre sus hombros. Andrés se quedó impresionado ante la peligrosa sensualidad del cuerpo antropomórfico de la Réptel, aunque no olvidaba lo dura que podía ser pese a que nunca, en el tiempo en el que se conocían, lo había sido con él.

Irina dejó el cadáver a sus pies con delicadeza —algo extraño en ella— y recuperó la postura mirando a Andrés con una sonrisa altamente maliciosa.

—Bueno, hora de ajustar cuentas.

Andrés tragó saliva.

—Yo no quise irme...

Irina chitó abalanzándose sobre él y tapando su boca con un solo dedo.

—Tus excusas no me interesan, pequeño –dijo ella con un tono seductor—. Ahora lo único que me importa es que vuelvas conmigo. –En ese momento dio un suspiro, lo que iba a decir a continuación no era fácil; de hecho, su orgullo le impedía siquiera libera una de las palabras—. Te necesito. Mi hermana te necesita.

Los ojos de Andrés se dilataron al oír esa confesión. La sorpresa venció al miedo que tenía al tener a la enorme Réptil sobre su cuerpo; quien podría dejarse caer y aplastarlo si así lo deseaba.

—En el tiempo que has estado con nosotras —Irina continuó, con el rostro cabizbajo y entre suspiros—, mi hermana ya reacciona a mis palabras, la he visto sonreír. No sé por qué, pero creo que, si sigues con ella, mi hermana recuperará su salud.

Irina terminó la frase con una suave sonrisa, que al instante borró, pues algo en ella no quería permitir que alguien la viera sonreír; pero Andrés ya lo había visto y deseaba ondear bajo la capa estoica y malcriada y tal vez encontrar a la verdadera Irina.

—Irina —habló Andrés entrecortado—, ¿te puedo hacer una pregunta?

Repentinamente, Irina alzó la cabeza y posó sus ojos de serpiente en los del humano. A Andrés se le hizo un nudo, empezaba a lamentar lo último que había dicho.

Por otro lado, Irina sintió un poco de admiración por la forma en la que el humano le había hablado. Ella podría fácilmente aplastarle la cabeza con un fuerte o golpe y descuartizarle con el mínimo esfuerzo, pero una curiosidad se apoderó de ella y decidió ver hasta dónde llegaba la conversación; ya si no le gustaba lo que escuchaba ella tendría las de ganar.

—Dila.

Esperar a que acabase el silencio fue una eternidad, Andrés pudo jurar que vio su vida pasar, pero la sorpresa llegó cuando la palabra que dijo Irina fue en aliento a su petición. De inmediato recuperó la compostura y recordó su duda.

—¿Qué les pasó a tus padres?

La pregunta tomó por sorpresa a Irina, inclinó su cabeza hacia atrás mientras sus labios temblaban y sus ojos se enrojecieron por la sal de las lágrimas. Andrés volvió a estremecerse entre sus ataduras, y vio como Irina inclinaba toda su cabeza hacia él.

—¡No, no, por favor! ¡Lo siento, lo siento! —decía Andrés retorciéndose y tratando, inútilmente, de escapar.

—No te voy a hacer daño —dijo Irina y resopló dando una mirada hacia el resto del grupo que seguía en sus asuntos—. Andrés, no sé exactamente por qué te diré esto; pienso que es porque haces que mi hermana tenga vida de nuevo pero puede que haya algo más. —Carraspeó antes de continuar—, pero quiero que me prometas que no le dirás nada de esto a nadie. —Dio énfasis a esas últimas palabras entrecerrando sus ojos y despidiendo una ligera línea de vapor por sus fosas nasales.

—Prometo que no le diré a nadie —respondió Andrés, tembloroso y al instante.

—Bien —suspiró Irina, y miró al cielo como si buscara las palabras correctas para empezar.

Cuando bajó la mirada, Andrés supo que una historia reveladora estaba a punto de salir de los labios de Irina y, a juzgar por su expresión, era algo que nunca había comentado.

—Yo no soy de Camaria —comenzó—. Mis padres y yo vivíamos en Támajahi, un pequeño pueblo al Norte de la capital, y hasta hace casi una década, el último asentamiento Réptel aparte de Camaria...

—¿El último asentamiento? —interrumpió Andrés de un sobresalto, olvidándose completamente de su posición—. Lo siento —tragó saliva al notar una mirada fruncida y un gruñido por parte de Irina.

—Sí —asintió la Réptel volteando los ojos—. Era el último. Los maestros cuentan que hace milenios Réptel era sumamente poblado por nuestra especie, hasta el día en que los Arañones llegaron por esas grietas y empezaron a diezmar nuestra raza. Nuestro pueblo resistió durante años las invasiones de estos seres demoniacos, creímos que los vencimos, pero estábamos demasiado equivocados.

Hizo una pausa.

Andrés se quedó mirándola durante todo el tiempo que se quedó en silencio. Ella tenía la mirada pérdida, absorta en sus pensamientos mientras una lágrima rodaba por su escamosa mejilla.

—Aquel día... —continuó al fin y su voz sonó temblorosa—... debió ser el más feliz de la comunidad. Mi madre Sorna acababa de dar a luz a mi hermana Nysa y yo, junto con todo el pueblo, fuimos a recibirla. Mi padre Kenlan era el líder del pueblo y decidió celebrar. —Irina hizo un esfuerzo para contener el llanto—. Claramente no teníamos idea. Bajamos la guardia. Debimos ser más precavidos. —Su voz era entrecortada, y a menudo se detenía para secarse las lágrimas—. Los Arañones aprovecharon la penumbra para entrar a hurtadillas y convertir nuestro jolgorio en una masacre. Quería pelear, pero qué podría hacer a mis nueve años. ¡Nada! Sin embargo, mi madre tenía una misión para mí. Me entregó a mi hermana y me dijo que corriera a Camaria, que dé la alarma. Pero yo no quería dejarla. ¡No quería! —Su llanto se hizo evidente e hizo una pausa para recuperar la compostura con un suspiro—. Al igual que yo, mi mamá sabía que ya no nos volveríamos. "Corre"; esas fueron sus últimas palabras. Y lo hice.

Evidentemente, todo lo contado había causado un impacto en Andrés; él se había imaginado todo lo ocurrido y no pudo evitar sentir empatía por la Réptel que, hasta hace unos minutos, creía que era la más sanguinaria y cruel que había en este misterioso planeta. Por otro lado, Irina dejó de hablar y permaneció cabizbaja, buscando la manera en como continuar su historia, sin darse cuenta que sostenía la mano atada de Andrés.

—Corrí y corrí —dijo Irina, permaneciendo la mirada hacia abajo—. Notifiqué al Rey Ghorag y cuando él fue hacia mi pueblo... —carraspeó para contener las lágrimas—. Me notificó que ya era demasiado tarde. —Suspiró temblorosamente—. Mis padres, mis amigos... mi pueblo. Todos murieron por esos Arañones.

Irina no pudo contenerlo más. Rápidamente, se aferró a Andrés en un delicado abrazo y lloró sobre él. A Andrés le hubiera gustado corresponderle el abrazo y sintió la tentación de pedirle que lo soltara, pero eso significaría sacarla de ese estado y posiblemente volvería ser la Réptel estoica que hasta ahora había conocido. Se sentía cómodo con ella y no le afectaba el enorme peso que ejercía sobre él; era cálido.

—No se lo digas a nadie —dijo Irina después de un buen rato en esa posición.

—No lo haré.

La Réptel levantó la cabeza y se mantuvo a pocos centímetros del rostro de Andrés, posando los ojos en los suyos y sonriéndole.

—Gracias por escuchar.

—Fue un placer.

En ese momento, Irina pareció preocuparse por su reputación y se volvió en dirección al resto de los individuos, viendo que todavía seguían en sus asuntos con la humana. Sin embargo, Liza volteó hacia ella como si sintiera su mirada. De inmediato, Irina se levantó de un salto como un resorte y se mantuvo al lado de Andrés mientras Liza se le acercaba.

Los Réptels no necesitaban encender fuego por las noches, su sangre fría les ayudaba a mantenerse calientes y su vista era tan buena en la oscuridad como lo era en el día. Fue así como Irina se dio cuenta, mientras Liza se acercaba, que la princesa tenía un semblante inquieto y entristecido.

—¿Pasa algo, mi princesa? —gimió Irina, aunque después de un nanosegundo se dio cuenta de su tono de voz y repitió la pregunta de una manera más neutral.

—Thalía no ha llegado —dijo Liza agitada—. Ya ha pasado mucho tiempo y me preocupada.

Irina se acercó a ella y puso la mano sobre su hombro. La propia Réptel se sorprendió de sus acciones y estuvo tentada a apartar la mano, pero por alguna razón, permaneció en su lugar.

—La encontraremos —le dijo.

Liza se quedó cabizbaja, agitaba su cuerpo mientras lloraba, luego levantó la mirada con los labios temblorosos.

—¿Estás bien?

—¿A qué te refieres? —preguntó Irina frunciendo el ceño.

La princesa inclinó su cabeza hacia un lado.

—Normalmente eres más despectiva cuando hablas, o no te preocuparía encontrar a mi amiga. ¿Está todo bien?

—Sí, todo está bien —dijo Irina, casi al instante que Liza dejó de hablar. Luego se arrodilló junto a Andrés y lo empezó a desatar.

—¿Qué haces? —inquirió Liza con el ceño fruncido.

—Bueno —empezó Irina encogiéndose de hombros—, si vamos a ir a buscar a Thalía no lo podemos dejar aquí, tiene que venir con nosotros.

—Sí, es cierto —rió Liza, temblorosamente; como si cada leve carcajada fuera un sollozo tratando de salir.

Cuando terminó de desatarlo, las miradas de Irina y Andrés se volvieron a cruzar. Ambos parecían haber sentido lo mismo, algo había nacido entre ellos cuando ella empezó a contar su historia.

—Andando —dijo suavemente Irina antes levantarlo con delicadeza y sujetarlo al nivel de sus pechos como si fuera un bebé.

La gigantesca Réptel se reunió con sus amigos y emprendieron el camino para buscar a Thalía. La guerrera Réptel tenía un torbellino en su cabeza, veía a sus padres morir por los Arañones, a su pequeña hermana y ahora al humano Andrés. No sabía que le estaba pasando, y esperó que la confusión desapareciera con la cacería.Irina no estaba conforme cuando Thalía se ofreció traer a Caleb y el resto de los humanos que escaparon, pues no la veía tan comprometida a la causa. Sin embargo, Liza lo había permitido tras escuchar a su amiga decirle que traerlo sería muestra de su indiscutible lealtad; a lo que Irina resopló una risita burlona. Ella sabía perfectamente las intenciones de Thalía desde el momento que se unió a ellos, pero cuestionarla significaría atraer la atención no deseada de Liza y posiblemente confesar que, en efecto, había marcado a Caleb con su veneno al dejarlo escapar. No podía arriesgarse, las cosas salían como las había planeado.

En ese momento, no se dio cuenta que Kroc se le acercó.

—Sé lo que planeas —dijo con convicción.

A Irina no le sorprendió en lo absoluto esta acusación, pues no se había esforzado para nada en ocultárselo. Después de todo, ¿qué problema habría? Liza estaba tan absorta en su ira que no escucharía cualquier comentario de Kroc hacia ella, así que por ese lado estaba tranquila.

—¿Y qué planeas hacer al respecto? —preguntó Irina con una arqueada sonrisa y clavando la punta de su lanza en el suelo.

Kroc soltó un suspiro.

—¿Por qué las cosas entre tú y ella no pueden ser como antes?

Irina frunció el ceño y desvió la mirada hacia el suelo.

—No quiero pensar en eso —espetó entre dientes.

—Tú y Liza eran inseparables —continuó Kroc, mientras adoptaba una mirada nostálgica—, tanto en las prácticas de combate como en la vida diaria. Ella puede haber olvidado que tuvieron una buena relación amical o tu pudiste borrarla de tu memoria, pero la verdad es que... No siempre se llevaron como se llevan ahora...

Mientras hablaba, una lágrima brotó por la mejilla de Irina, apretó los párpados y suspiró pesadamente.

—Ella lo arruinó cuando trajo a ese Arañón —dijo Irina temblorosamente. Kroc no se dio cuenta de que sus palabras había derrumbado la imagen estoica y agresiva de Irina, y se sorprendió al verla tan vulnerable; sin embargo, ella no había terminado. —Íbamos a ser hermanas de armas —imió y se sonó la nariz—. Pero después de lo que pasó, ya no quería hablar con ella. —Sollozó cabizbaja, luego tomó aire y recuperó la compostura—. Por su culpa perdí a Nysa.

—Nysa no está muerta —dijo Kroc.

—¿No está muerta? —replicó la Réptel más que enojada-. No se mueve, no habla, apenas come... ¿Cómo puedes decir que no está muerta? —Su respiración se aceleraba, y parecía que iba a sucumbir ante el llanto—. Eso no es vida, Kroc, ¿y sabes qué es lo peor? —Kroc transformando su semblante a uno comprensivo y triste, e Irina siguió—. Lo peor es que tampoco está muerta.

—Lo siento, Irina —suspiró Kroc resignado; estaba claro que no midió sus palabras con ese último comentario sobre la hermana pequeña de su compañera—. Lamento decir eso sobre Nysa...

—Ya lo dijiste —espetó Irina entre dientes y secándose las lágrimas de su mejilla con el puño—. Ya no hay vuelta atrás.

Kroc se quedó cabizbajo y en silencio por unos segundos, planeando cómo decir sus siguientes palabras. De algo estaba seguro; la conversación estaba lejos de terminar.

—Lo que haces está mal —carraspeó, y las miradas de Kroc e Irina se cruzaron, y ella frunció el ceño con una sonrisa burlona.

—¿Mal? —rió ella.

—Tienes que aprender a tratar mejor a los humanos —dijo Kroc con un tono preocupado.

Irina frunció el ceño, iba a responderle con una clásica respuesta despectiva, pero sintió que Kroc aún no había terminado.

—El rey me comunicó que es posible que cambiemos nuestro destino de Dérrakov a la Tierra.

En ese momento, Irina se sobresaltó.

—¿Qué?

—Así que por eso deberías ser más cordial, especialmente con el humano de Caleb. Sé lo que hiciste Irina, sé que lo dejaste escapar. Es imposible que te haya vencido en pelea siendo de las guerreras más fuertes. Tal vez Liza lo haya olvidado en su estado de ira, pero yo no.

—Por favor, Kroc —rió Irina cruelmente—. No me hagas reír con esas tonterías. Yo puedo hacer lo que quiera con ellos. ¿Olvidas que somos mucho más grandes y fuerte que ellos? ¿Qué caso tiene ser cordial? Podemos conquistar su mundo si hace lo queremos.

—No has estado prestando atención, ¿verdad? —reprendió Kroc dándose una palmada en la frente, luego recuperar la postura, suspiró y continuó—. Sí, somos más grandes y más fuertes que ellos pero... ¿has visto la clase de barcos que caen con ellos? El material es fuerte y posee muchas cosas raras. Serán débiles pero apuesto todas mis escamas a que sus armas son más avanzadas. Por esa razón, Irina, hay que ser precavidos.

En ese momento, Irina se resignó a poner los ojos en blanco y soltar un gruñido de rendición.

—Como digas —masculló.

Hubo un momento de silencio entre ambos. Kroc no quería que la conversación terminara así, pero la Réptel de escamas amarillas, alta y musculosa ya no le dirigió la mirada. Allí supo que cualquier cosa que diría pasaría por los oídos sordos de Irina.

Ya había pasado media hora y Thalía aún no volvía. No supo cuál fue la razón, tal vez los gruñidos ocasionales de Liza, pero de un momento para otro se encontró mirando hacia su princesa, quien caminaba de un lado a otro pisando fuerte el suelo y completamente frustrada. Irina no pudo evitar que una sonrisa maliciosa se le dibujara en el rostro, después de todo, amaba verla de esa manera. Sin embargo, algo se iluminó en su mente y sintió como su estómago se revolvía. Había muchas razones por las cuales Thalía podría estar demorando, pero su mente paranoica la dirigió a un escenario en el que ella estaba escuchando la versión de la historia de Caleb, él le diría sobre que ella lo marcó y Thalía se lo contaría a Liza. Las consecuencias detrás de eso serían catastróficas y, a pesar de que le gustaba la actitud agresiva y salvaje de Liza, no quería ver como todo eso se iba contra ella.

Irina se sobresaltó. Se dio cuenta de lo peligroso que había sido someterse en sus pensamientos, pues Liza estaba a un metro de ella con una mirada hacia ella fija y penetrante. Irina arqueó las cejas y notó como la respiración de la princesa de Camaria estaba acelerada, se levantó y fue hacia ella inclinando la cabeza hacia un lado.

—¿Todo está bien, mi princesa? —preguntó Irina, esperando que la voz que saliera de sus labios sea la de una guerrera iracunda.

—Estoy preocupada por Thalía —jadeó Liza en un suspiro.

Irina se decepcionó, pero sabía que tan solo era temporal, tenía que hacerle recordar por qué estaban en ese bosque, tenía que recordarle su enojo.

—No te preocupes por ella, princesa mía —dijo encogiéndose de hombros—. De seguro el humano resultó ser más difícil de atrapar de lo que pensábamos.

A unos metros de ellas, Kroc se encontraba mirando hacia la espesura del bosque y escuchando lo que decían las Réptels. Él también estaba preocupado por Thalía, a pesar de que ella y él no se llevaban bien, pero sabía que era la Réptel indicada para mantener a Liza en sus cabales; esperaba que llegara pronto.

—Caleb —Liza soltó un gruñido, pero nostálgico y esperanzador, en vez del vengativo y cruel que esperaba Irina.

—Él te abandonó, Liza —dijo Irina, dando un paso hacia ella con lentitud, como un depredador acechando a su presa—. Ya sabes lo que tienes que hacer cuando lo veas, ¿cierto?

—Castigarlo —vaciló Liza con un jadeo.

—¿Cómo? —incitó Irina mirando fijamente a Liza, mostrando una sonrisa sádica que fue ignorada por Liza en cuanto bajo la mirada a sus pies.

—Le demostraré quién manda —dijo Liza, aún cabizbaja, luego alzó la vista hacia Irina con determinación—. Le haré pagar por abandonarme así.

—Así se habla —exclamó Irina cerrando el puño delante de él—. Él tiene que saber su lugar, mi princesa. Él tiene que saber que solo es una mascota. Una mascota que está para satisfacer tus demandas.

Al escuchar eso, Kroc quedó cabizbajo, dio un suspiro y divisó al cielo rojizo. El anochecer estaba cerca, era increíble darse cuenta de que habían pasado casi dos días buscando a los humanos fugitivos, pero era cierto, lo estaban haciendo.

De pronto, escuchó un golpe seco y crujiente.

—Hay movimiento —dijo y las Réptels voltearon hacia él.

Cuando se le acercaron, los tres Réptels mantuvieron sus miradas en el bosque con sus armas preparadas en sus manos. De algo estaban seguros, no era Thalía; ella al menos daría una señal de que se acercara.

De pronto, Irina deslumbró una sombra deslizarse entre los árboles. —¡Allí! —gritó y tiró su lanza hacia la oscuridad. Le debe de haber caído a lo que sea que hubiera pasado por su campamento. "Error de ellos"; pensó Irina mientras corría hacia de donde provenían los aullidos con Liza y Kroc detrás.

Lo que vio en el suelo no la sorprendió, era Nicole, quien tenía un leve rasguño —bajo la perspectiva de la Réptel— en la rodilla; Irina río al ver que una simple herida paralizaba a los frágiles humanos. A su lado estaba Andrés, arrodillado junto a su amiga y tratando de levantarla. Cuando sus miradas se cruzaron, Irina no pudo evitar mostrar una sonrisa traviesa.

—Hola —arrulló, acariciándose la parte de su seno más cercana al cuello en señal de burla—. ¿Creyeron que podrían escapar de mí? —En ese momento llegaron Kroc y Liza—. ¿O de nosotros?

Kroc se dejó caer a unos centímetros de Nicole, lo que hizo que ella se estremeciera.

—Por el amor de todos los Dioses, Irina —exclamó el Réptel no muy contento—. ¿Cómo se te ocurre? ¡Ayúdalos!

—Ellos tuvieron la culpa por venir por acá —replicó Irina encogiéndose de hombros—. No es mi culpa que los creyera enemigos. —Apoyó las manos en la cintura—. Además, que lo tomen como el inicio de su castigo.

—Eso no es necesario, señora Irina —dijo Andrés temblorosamente—. Volveremos.

—¡¿Qué?! —saltó Nicole eufórica—. Ni loca volveremos con ellos.

—¡Suficiente! —bramó Liza golpeando el suelo con fuerza. Su voz sonó como un trueno, causando en sus compañeros Réptels una pequeña molestia y golpeando fuertemente el tímpano de los jóvenes humanos.

Andrés y Nicole estuvieron tan ocupados tapándose los oídos que no notaron a Liza acercárseles a grandes zancadas. Cuando se dieron cuenta, allí estaban, completamente vulnerables ante la sombra de la imponente mujer réptil de casi once pies de alto. Ciertamente no pudieron ocultar el miedo que les infundía, y esto aumentó cuando ella se inclinó sobre ellos.

—¿En dónde está Caleb?

Esa simple pregunta fue la primera de una serie de inquisiciones agresivas por parte de la princesa de Camaria; sin embargo, solo Nicole estaba a merced de estas preguntas, pues Andrés había sido reservado especialmente para Irina.

Durante varias horas, y observando a su compañera siendo interrogante por los dos enormes Réptels —aunque solo Liza era la agresiva, mientras que Kroc mantenía una actitud seria y calmada—, Andrés permaneció allí atado de espaldas contra el tronco de un árbol. Irina había ido a cazar y prometió con mucho énfasis que cuando volviera se encargaría de él, y finalmente volvió. Irina emergió de la maleza, cargando un animal raro y muerto sobre sus hombros. Andrés se quedó impresionado ante la peligrosa sensualidad del cuerpo antropomórfico de la Réptel, aunque no olvidaba lo dura que podía ser pese a que nunca, en el tiempo en el que se conocían, lo había sido con él.

Irina dejó el cadáver a sus pies con delicadeza —algo extraño en ella— y recuperó la postura mirando a Andrés con una sonrisa altamente maliciosa.

—Bueno, hora de ajustar cuentas.

Andrés tragó saliva.

—Yo no quise irme...

Irina chitó abalanzándose sobre él y tapando su boca con un solo dedo.

—Tus excusas no me interesan, pequeño –dijo ella con un tono seductor—. Ahora lo único que me importa es que vuelvas conmigo. –En ese momento dio un suspiro, lo que iba a decir a continuación no era fácil; de hecho, su orgullo le impedía siquiera libera una de las palabras—. Te necesito. Mi hermana te necesita.

Los ojos de Andrés se dilataron al oír esa confesión. La sorpresa venció al miedo que tenía al tener a la enorme Réptil sobre su cuerpo; quien podría dejarse caer y aplastarlo si así lo deseaba.

—En el tiempo que has estado con nosotras —Irina continuó, con el rostro cabizbajo y entre suspiros—, mi hermana ya reacciona a mis palabras, la he visto sonreír. No sé por qué, pero creo que, si sigues con ella, mi hermana recuperará su salud.

Irina terminó la frase con una suave sonrisa, que al instante borró, pues algo en ella no quería permitir que alguien la viera sonreír; pero Andrés ya lo había visto y deseaba ondear bajo la capa estoica y malcriada y tal vez encontrar a la verdadera Irina.

—Irina —habló Andrés entrecortado—, ¿te puedo hacer una pregunta?

Repentinamente, Irina alzó la cabeza y posó sus ojos de serpiente en los del humano. A Andrés se le hizo un nudo, empezaba a lamentar lo último que había dicho.

Por otro lado, Irina sintió un poco de admiración por la forma en la que el humano le había hablado. Ella podría fácilmente aplastarle la cabeza con un fuerte o golpe y descuartizarle con el mínimo esfuerzo, pero una curiosidad se apoderó de ella y decidió ver hasta dónde llegaba la conversación; ya si no le gustaba lo que escuchaba ella tendría las de ganar.

—Dila.

Esperar a que acabase el silencio fue una eternidad, Andrés pudo jurar que vio su vida pasar, pero la sorpresa llegó cuando la palabra que dijo Irina fue en aliento a su petición. De inmediato recuperó la compostura y recordó su duda.

—¿Qué les pasó a tus padres?

La pregunta tomó por sorpresa a Irina, inclinó su cabeza hacia atrás mientras sus labios temblaban y sus ojos se enrojecieron por la sal de las lágrimas. Andrés volvió a estremecerse entre sus ataduras, y vio como Irina inclinaba toda su cabeza hacia él.

—¡No, no, por favor! ¡Lo siento, lo siento! —decía Andrés retorciéndose y tratando, inútilmente, de escapar.

—No te voy a hacer daño —dijo Irina y resopló dando una mirada hacia el resto del grupo que seguía en sus asuntos—. Andrés, no sé exactamente por qué te diré esto; pienso que es porque haces que mi hermana tenga vida de nuevo pero puede que haya algo más. —Carraspeó antes de continuar—, pero quiero que me prometas que no le dirás nada de esto a nadie. —Dio énfasis a esas últimas palabras entrecerrando sus ojos y despidiendo una ligera línea de vapor por sus fosas nasales.

—Prometo que no le diré a nadie —respondió Andrés, tembloroso y al instante.

—Bien —suspiró Irina, y miró al cielo como si buscara las palabras correctas para empezar.

Cuando bajó la mirada, Andrés supo que una historia reveladora estaba a punto de salir de los labios de Irina y, a juzgar por su expresión, era algo que nunca había comentado.

—Yo no soy de Camaria —comenzó—. Mis padres y yo vivíamos en Támajahi, un pequeño pueblo al Norte de la capital, y hasta hace casi una década, el último asentamiento Réptel aparte de Camaria...

—¿El último asentamiento? —interrumpió Andrés de un sobresalto, olvidándose completamente de su posición—. Lo siento —tragó saliva al notar una mirada fruncida y un gruñido por parte de Irina.

—Sí —asintió la Réptel volteando los ojos—. Era el último. Los maestros cuentan que hace milenios Réptel era sumamente poblado por nuestra especie, hasta el día en que los Arañones llegaron por esas grietas y empezaron a diezmar nuestra raza. Nuestro pueblo resistió durante años las invasiones de estos seres demoniacos, creímos que los vencimos, pero estábamos demasiado equivocados.

Hizo una pausa.

Andrés se quedó mirándola durante todo el tiempo que se quedó en silencio. Ella tenía la mirada pérdida, absorta en sus pensamientos mientras una lágrima rodaba por su escamosa mejilla.

—Aquel día... —continuó al fin y su voz sonó temblorosa—... debió ser el más feliz de la comunidad. Mi madre Sorna acababa de dar a luz a mi hermana Nysa y yo, junto con todo el pueblo, fuimos a recibirla. Mi padre Kenlan era el líder del pueblo y decidió celebrar. —Irina hizo un esfuerzo para contener el llanto—. Claramente no teníamos idea. Bajamos la guardia. Debimos ser más precavidos. —Su voz era entrecortada, y a menudo se detenía para secarse las lágrimas—. Los Arañones aprovecharon la penumbra para entrar a hurtadillas y convertir nuestro jolgorio en una masacre. Quería pelear, pero qué podría hacer a mis nueve años. ¡Nada! Sin embargo, mi madre tenía una misión para mí. Me entregó a mi hermana y me dijo que corriera a Camaria, que dé la alarma. Pero yo no quería dejarla. ¡No quería! —Su llanto se hizo evidente e hizo una pausa para recuperar la compostura con un suspiro—. Al igual que yo, mi mamá sabía que ya no nos volveríamos. "Corre"; esas fueron sus últimas palabras. Y lo hice.

Evidentemente, todo lo contado había causado un impacto en Andrés; él se había imaginado todo lo ocurrido y no pudo evitar sentir empatía por la Réptel que, hasta hace unos minutos, creía que era la más sanguinaria y cruel que había en este misterioso planeta. Por otro lado, Irina dejó de hablar y permaneció cabizbaja, buscando la manera en como continuar su historia, sin darse cuenta que sostenía la mano atada de Andrés.

—Corrí y corrí —dijo Irina, permaneciendo la mirada hacia abajo—. Notifiqué al Rey Ghorag y cuando él fue hacia mi pueblo... —carraspeó para contener las lágrimas—. Me notificó que ya era demasiado tarde. —Suspiró temblorosamente—. Mis padres, mis amigos... mi pueblo. Todos murieron por esos Arañones.

Irina no pudo contenerlo más. Rápidamente, se aferró a Andrés en un delicado abrazo y lloró sobre él. A Andrés le hubiera gustado corresponderle el abrazo y sintió la tentación de pedirle que lo soltara, pero eso significaría sacarla de ese estado y posiblemente volvería ser la Réptel estoica que hasta ahora había conocido. Se sentía cómodo con ella y no le afectaba el enorme peso que ejercía sobre él; era cálido.

—No se lo digas a nadie —dijo Irina después de un buen rato en esa posición.

—No lo haré.

La Réptel levantó la cabeza y se mantuvo a pocos centímetros del rostro de Andrés, posando los ojos en los suyos y sonriéndole.

—Gracias por escuchar.

—Fue un placer.

En ese momento, Irina pareció preocuparse por su reputación y se volvió en dirección al resto de los individuos, viendo que todavía seguían en sus asuntos con la humana. Sin embargo, Liza volteó hacia ella como si sintiera su mirada. De inmediato, Irina se levantó de un salto como un resorte y se mantuvo al lado de Andrés mientras Liza se le acercaba.

Los Réptels no necesitaban encender fuego por las noches, su sangre fría les ayudaba a mantenerse calientes y su vista era tan buena en la oscuridad como lo era en el día. Fue así como Irina se dio cuenta, mientras Liza se acercaba, que la princesa tenía un semblante inquieto y entristecido.

—¿Pasa algo, mi princesa? —gimió Irina, aunque después de un nanosegundo se dio cuenta de su tono de voz y repitió la pregunta de una manera más neutral.

—Thalía no ha llegado —dijo Liza agitada—. Ya ha pasado mucho tiempo y me preocupada.

Irina se acercó a ella y puso la mano sobre su hombro. La propia Réptel se sorprendió de sus acciones y estuvo tentada a apartar la mano, pero por alguna razón, permaneció en su lugar.

—La encontraremos —le dijo.

Liza se quedó cabizbaja, agitaba su cuerpo mientras lloraba, luego levantó la mirada con los labios temblorosos.

—¿Estás bien?

—¿A qué te refieres? —preguntó Irina frunciendo el ceño.

La princesa inclinó su cabeza hacia un lado.

—Normalmente eres más despectiva cuando hablas, o no te preocuparía encontrar a mi amiga. ¿Está todo bien?

—Sí, todo está bien —dijo Irina, casi al instante que Liza dejó de hablar. Luego se arrodilló junto a Andrés y lo empezó a desatar.

—¿Qué haces? —inquirió Liza con el ceño fruncido.

—Bueno —empezó Irina encogiéndose de hombros—, si vamos a ir a buscar a Thalía no lo podemos dejar aquí, tiene que venir con nosotros.

—Sí, es cierto —rió Liza, temblorosamente; como si cada leve carcajada fuera un sollozo tratando de salir.

Cuando terminó de desatarlo, las miradas de Irina y Andrés se volvieron a cruzar. Ambos parecían haber sentido lo mismo, algo había nacido entre ellos cuando ella empezó a contar su historia.

—Andando —dijo suavemente Irina antes levantarlo con delicadeza y sujetarlo al nivel de sus pechos como si fuera un bebé.

La gigantesca Réptel se reunió con sus amigos y emprendieron el camino para buscar a Thalía. La guerrera Réptel tenía un torbellino en su cabeza, veía a sus padres morir por los Arañones, a su pequeña hermana y ahora al humano Andrés. No sabía que le estaba pasando, y esperó que la confusión desapareciera con la cacería. 

Continua a leggere

Ti piacerà anche

43.8K 5K 34
ᴹᴱᴿᴸᴱ ᴰᴵˣᴼᴺ + ᴬᴸᴱˢˢᴬᴺᴰᴿᴼ ᴮᴱᴸᴸᵞ = 𝘳𝘦𝘭𝘢𝘵𝘪𝘰𝘯sʜɪᴛ ✧ ♡
64.3M 6.1M 115
¿Qué harías si una noche encuentras a un chico semi desnudo y cubierto de sangre en tu patio? ¿Qué harías si es atractivo, pero también es perturbad...
43K 4.1K 46
Harry James Potter, tras la trágica muerte de sus padres, es entregado a su despiadada familia materna por razones de seguridad, ya que una oscura pr...
52.7K 5.2K 50
One Shots de Lookism. Tal vez uno de que otro de Hit viral.