𝕱𝖔𝖗𝖊𝖛𝖊𝖗 𝖆𝖓𝖉 𝖆𝖑𝖜�...

By MaraxGrindelwald

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ғᴏʀᴇᴠᴇʀ ᴀɴᴅ ᴀʟᴡᴀʏs | Blair Maddison Granger, es una chica muy hermosa e inteligente, a quien lastimaron y le... More

‒ ᴘʀᴏʟᴏɢᴏ
[ EL CÁLIZ DE FUEGO ]
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[ LA ORDEN DEL FÉNIX ]
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By MaraxGrindelwald

Blair se dirigía hacia la biblioteca en busca de un libro que necesitaba para una tarea de Encantamientos, al entrar divisó a su hermana en una mesa rodeada de libros y pergaminos.

-¿Tanta tarea te mandaron?.. Es el primer día - habló sentándose frente a ella.

-Estoy repasando y adelantando algunas cosas-dijo esta sin despegar la mirada del pergamino.

Blair sacó la carta de Bill y un pergamino para responder está pero antes fue en busca del libro que necesitaba.

-Her, ¿Sabes donde está el libro de "La búsqueda de la quintaesencia"?- preguntó luego de haberlo buscado y no encontrarlo.

-Si.. ¡Ten!-le extendió un libro, que saco de la montaña apilada que tenía a su lado.

-¿Es de sexto por que lo tienes?

-Ya te dije, trato de adelantarme - hablo restándole importancia.

Blair volvió a tomar asiento frente a Hermione y se dispuso a responder la carta del pelirrojo.

Bill:

Sinceramente pensé que escribiría primero yo y que te olvidarás pero me alegra que no haya sido así.
Si que fue una sorpresa lo del torneo, tus hermanos quieren entrar, aunque
no creo que lo logren. No pueden engañar al juez con una Poción...
Yo también te extraño Bill, y mucho...
Todavía no hicimos ninguna broma, los gemelos están pendientes al torneo y yo con las tareas, me mandaron de encantamientos ahora estoy en la biblioteca haciéndolos...
Bueno, no te quiero aburrir con eso... Espero verte pronto..

Con cariño Blair ♡

-Hay que linda, enserio te gusta.. -hablo Hermione asustando a su hermana.

-Hey, no se leen las cartas que no son tuyas - hablo divertida enrollando el pergamino -Ya me voy, ¿vienes?

-Si, ¿me ayudas con esto?- Blair tomo varios libros de su hermana mientras ella llevaba algunos pergaminos.

-¡Hola! -saludaron al entrar a la sala común de Gryffindor. 

-Acabo de terminar -habló Hermione, mirando a sus amigos.

-¡Yo también! -contestó Ron con una sonrisa de triunfo, soltando la pluma.

Hermione se sentó, dejó en una butaca vacía las cosas que llevaba, y agarro las predicciones de Ron. Blair se despidió del trío de oro y se dirigió a su habitación.

-Hola Oreo -Blair saludo a su gato, quien estaba sobre su cama echado.

-Acaba de despertar -habló una vos detrás de ella.

-Eso parece, Hola Angie- saludo a su amiga y se acercó hasta Oreo para cargarlo, vio al búho en la ventana y se acercó para darle algo de comer y entregarle la carta para el pelirrojo-Ten come. - el ave se fue con la carta y Blair entró al baño para colocarse su pijama.

(...)

TORNEO DE LOS TRES MAGOS

Los representantes de Beauxbatons y Durmstrang llegarán a las seis en punto del viernes 30 de octubre. Las clases se interrumpirán media hora antes. Los estudiantes deberán llevar sus libros y mochilas a los dormitorios y reunirse a la salida del castillo para recibir a nuestros huéspedes antes del banquete de bienvenida.

El cartel del vestíbulo causó un gran revuelo entre los habitantes del castillo. Durante la semana siguiente, y fueran donde fueran, no había más que un tema de conversación: el Torneo de los tres magos. Los rumores pasaban de un alumno a otro como gérmenes altamente contagiosos: quién se iba a proponer para campeón de Hogwarts, en qué consistiría el Torneo, en qué se diferenciaban de ellos los alumnos de Beauxbatons y Durmstrang...

Blair notó, además, que el castillo parecía estar sometido a una limpieza especialmente concienzuda. Habían restregado algunos retratos mugrientos, para irritación de los retratados, que se acurrucaban dentro del marco murmurando cosas y muriéndose de vergüenza por el color sonrosado de su cara. Las armaduras aparecían de repente brillantes y se movían sin chirriar, y Filch, el conserje, se mostraba tan feroz con cualquier estudiante que olvidara limpiarse los zapatos que aterrorizó a dos alumnas de primero hasta la histeria. Los profesores también parecían algo nerviosos.

(...)

Cuando bajaron a desayunar la mañana del 30 de octubre, descubrieron que durante la noche habían engalanado el Gran Comedor. De los muros colgaban unos enormes estandartes de seda que representaban las diferentes casas de Hogwarts: rojos con un león dorado los de Gryffindor, azules con un águila de color bronce los de Ravenclaw, amarillos con un tejón negro los de Hufflepuff, y verdes con una serpiente plateada los de Slytherin. Detrás de la mesa de los profesores, un estandarte más grande que los demás mostraba el escudo de Hogwarts: el león, el águila, el tejón y la serpiente se unían en torno a una enorme hache.

El trio de Oro vio a Blair, Fred y George en la mesa de Gryffindor. Una vez más, y contra lo que había sido siempre su costumbre, estaban apartados y conversaban en voz baja. Ron fue hacia ellos, seguido de los demás.

-Es una mierda pero la verdad -le decía George a Fred con tristeza- Pero si no nos habla personalmente, tendremos que enviarle la carta. O metérsela en la mano. No nos puede evitar eternamente.

-¿Quién los evita? -quiso saber Ron, sentándose a su lado.

-Me gustaría que fueras tú -contestó Fred, molesto por la interrupción.

-¿Qué te parece una mierda? -preguntó Ron a George.

-Tener de hermano a un imbécil entrometido como tú -respondió George.

-¡Chicos!- Regaño su amiga y ambos la miraron - No se desquiten con Ron.

-Perdón -hablaron a la par.

-¿Ya se les ha ocurrido algo para participar en el Torneo de los tres magos? -inquirió Harry-¿Han pensado alguna otra cosa para entrar?

-Le pregunté a McGonagall cómo escogían a los campeones, pero no me lo dijo -repuso George con amargura-Me mandó callar y seguir con la transformación del mapache.

-Me gustaría saber cuáles serán las pruebas -comentó Ron pensativo-Porque yo creo que nosotros podríamos hacerlo, Harry. Hemos hecho antes cosas muy peligrosas.

-No delante de un tribunal -replicó Fred - McGonagall dice que puntuarán a los campeones según cómo lleven a cabo las pruebas.

-¿Quiénes son los jueces? -preguntó Harry.

-Bueno, los directores de los colegios participantes deben de formar parte del tribunal -declaró Blair, y todos se volvieron hacia ella, bastante sorprendidos - porque los tres resultaron heridos durante el torneo de mil setecientos noventa y dos, cuando se soltó un basilisco que tenían que atrapar los campeones.

Ella advirtió mirando a sus amigo y Hermione con su acostumbrado aire de impaciencia cuando veía que nadie había leído los libros que ella conocía, explicó:

-Está todo en Historia de Hogwarts. Aunque, desde luego, ese libro no es muy de fiar. Un título más adecuado sería «Historia censurada de Hogwarts», o bien «Historia tendenciosa y selectiva de Hogwarts, que pasa por alto los aspectos menos favorecedores del colegio».

-¿De qué hablas? -preguntó Ron, aunque Harry creyó saber a qué se refería.

-¡De los elfos domésticos! -dijo Hermione en voz alta, lo que le confirmó a Harry que no se había equivocado- ¡Ni una sola vez, en más de mil páginas, hace la Historia de Hogwarts una sola mención a que somos cómplices de la opresión de un centenar de esclavos! ¿Son conscientes de que son criaturas mágicas que no perciben sueldo y trabajan en condiciones de esclavitud las que nos cambian las sábanas, encienden el fuego, limpian las aulas y les preparan la comida? -les decía furiosa.

Algunos, como su hermana o Neville, habían pagado sólo para que Hermione dejara de mirarlos con el entrecejo fruncido. Había quien parecía moderadamente interesado en lo que ella decía pero se negaba a asumir un papel más activo en la campaña. A muchos todo aquello les parecía una broma. Ron alzó los ojos al techo, donde brillaba la luz de un sol otoñal, y Fred se mostró enormemente interesado en su trozo de tocino (los gemelos se habían negado a adquirir su insignia de la P.E.D.D.O.). George, sin embargo, se aproximó a Hermione un poco.

-Escucha, Hermione, ¿has estado alguna vez en las cocinas?

-No, claro que no -dijo Hermione de manera cortante-. Se supone que los alumnos no...

-Bueno, pues nosotros sí - la interrumpió George, señalando a Fred y Blair, esta última recibió una mirada de su hermana -un montón de veces, para mangar comida. Y los conocemos, y sabemos que son felices. Piensan que tienen el mejor trabajo del mundo.

-¡Eso es porque no están educados! Les han lavado el cerebro y... -comenzó a decir Hermione acaloradamente pero las siguientes palabras quedaron ahogadas por el ruido de batir de alas encima de sus cabezas que anunciaba la llegada de las lechuzas mensajeras.

Blair vio como el trío de oro susurraba al tomar la carta de Hedwig la lechuza de Harry, y volvió a la conversación con los gemelos, sobre el torneo.

(...)

Aquel día había en el ambiente una agradable impaciencia. Nadie estuvo muy atento a las clases, porque estaban mucho más interesados en la llegada aquella noche de la gente de Beauxbatons y Durmstrang. Hasta la clase de Pociones fue más llevadera de lo usual, porque duró media hora menos. Cuando, antes de lo acostumbrado, sonó la campana, los gemelos, junto a Lee salieron a toda prisa hacia la torre de Gryffindor, mientras Alicia, Angelina y Blair iban Tranquilas, dejaron allí las mochilas y los libros tal como les habían indicado, se pusieron las capas y volvieron al vestíbulo. Los jefes de las casas colocaban a sus alumnos en filas.

-Weasley, ponte bien el sombrero -le ordenó la profesora McGonagall a Ron-Patil, quítate esa cosa ridícula del pelo.

Parvati frunció el entrecejo y se quitó una enorme mariposa de adorno del extremo de la trenza.

-Síganme, por favor -dijo la profesora McGonagall-Los de primero delante. Sin empujar...

Bajaron en fila por la escalinata de la entrada y se alinearon delante del castillo. Era una noche fría y clara. Oscurecía, y una luna pálida brillaba ya sobre el bosque prohibido.

-Son casi las seis -anunció Lee, consultando el reloj y mirando el camino que iba a la verja de entrada-¿Cómo piensan que llegarán? ¿En el tren?

-No creo -contestó Alicia.

-¿Entonces cómo? ¿En escoba? -hablaron los gemelos, levantando la vista al cielo estrellado.

-No creo tampoco... no desde tan lejos...

-¿En traslador? -sugirió Fred-¿Pueden aparecerse? A lo mejor en sus países está permitido aparecerse antes de los diecisiete años.

-Nadie puede aparecerse dentro de los terrenos de Hogwarts. ¿Cuántas veces se los tengo que decir? -exclamó Hermione perdiendo la paciencia.

Escudriñaron nerviosos los terrenos del colegio, que se oscurecían cada vez más. No se movía nada por allí. Todo estaba en calma, silencioso y exactamente igual que siempre. Blair y empezaba a tener un poco de frío, y confió en que se dieran prisa. Quizá los extranjeros preparaban una llegada espectacular... Recordó lo que había dicho el señor Weasley en el camping, antes de los Mundiales: «Siempre es igual. No podemos resistirnos a la ostentación cada vez que nos juntamos...» Y entonces, desde la última fila, en la que estaban todos los profesores,

Dumbledore gritó:

-¡Ajá! ¡Si no me equivoco, se acercan los representantes de Beauxbatons!

-¿Por dónde? -preguntaron muchos con impaciencia, mirando en diferentes direcciones.

-¡Por allí! -gritó uno de sexto, señalando hacia el bosque.

Una cosa larga, mucho más larga que una escoba (y, de hecho, que cien escobas), se acercaba al castillo por el cielo azul oscuro, haciéndose cada vez más grande.

-¡Es un dragón! -gritó uno de los de primero, perdiendo los estribos por completo.

-No seas idiota... ¡es una casa volante! -le dijo Dennis Creevey.

La suposición de Dennis estaba más cerca de la realidad. Cuando la gigantesca forma negra pasó por encima de las copas de los árboles del bosque prohibido casi rozándolas, y la luz que provenía del castillo la iluminó, vieron que se trataba de un carruaje colosal, de color azul pálido y del tamaño de una casa grande, que volaba hacia ellos tirado por una docena de caballos alados de color tostado pero con la crin y la cola blancas, cada uno del tamaño
de un elefante.

Las tres filas delanteras de alumnos se echaron para atrás cuando el carruaje descendió precipitadamente y aterrizó a tremenda velocidad. Entonces golpearon el suelo los cascos de los caballos, que eran más grandes que platos, metiendo tal ruido que Neville dio un salto y pisó a un alumno de Slytherin de quinto curso. Un segundo más tarde el carruaje se posó en tierra, rebotando sobre las enormes ruedas, mientras los caballos sacudían su enorme cabeza y movían unos grandes ojos rojos. Antes de que la puerta del carruaje se abriera, Blair vio que llevaba un escudo: dos varitas mágicas doradas cruzadas, con tres estrellas que surgían de cada una.

Un muchacho vestido con túnica de color azul pálido saltó del carruaje al suelo, hizo una inclinación, buscó con las manos durante un momento algo en el suelo del carruaje y desplegó una escalerilla dorada. Respetuosamente, retrocedió un paso. Entonces se vio un zapato negro brillante, con tacón alto, que salía del interior del carruaje. Era un zapato del mismo tamaño que un trineo infantil. Al zapato le siguió, casi inmediatamente, la mujer más grande
que habían visto nunca. Las dimensiones del carruaje y de los caballos quedaron inmediatamente explicadas. Algunos ahogaron un grito.

En toda su vida, Blair sólo había visto una persona tan gigantesca como aquella mujer, y ése era Hagrid. Le parecía que eran exactamente igual de altos, pero aun así (y tal vez porque estaba habituado a Hagrid) aquella mujer-que ahora observaba desde el pie de la escalerilla a la multitud, que a su vez la miraba atónita a ella- parecía aún más grande. Al dar unos pasos entró de lleno en la zona iluminada por la luz del vestíbulo, y ésta reveló un hermoso rostro de piel morena, unos ojos cristalinos grandes y negros, y una nariz afilada. Llevaba el pelo recogido por detrás, en la base del cuello, en un moño reluciente. Sus ropas eran de satén negro, y una multitud de cuentas de ópalo brillaban alrededor de la garganta y en sus gruesos dedos.
Dumbledore comenzó a aplaudir. Los estudiantes, imitando a su director,
aplaudieron también, muchos de ellos de puntillas para ver mejor a la mujer.
Sonriendo graciosamente, ella avanzó hacia Dumbledore y extendió una mano reluciente. Aunque Dumbledore era alto, apenas tuvo que inclinarse para besársela.

-Mi querida Madame Maxime -dijo-bienvenida a Hogwarts.

-«Dumbledog» -repuso Madame Maxime, con una voz profunda-«espego» que esté bien.

-En excelente forma, gracias -respondió Dumbledore.

-Mis alumnos -dijo Madame Máxime, señalando tras ella con gesto lánguido.

Blair, que no se había fijado en otra cosa que en Madame Maxime, notó que unos doce alumnos, chicos y chicas, todos los cuales parecían hallarse cerca de los veinte años, habían salido del carruaje y se encontraban detrás de ella. Estaban tiritando, lo que no era nada extraño dado que las túnicas que llevaban parecían de seda fina, y ninguno de ellos tenía capa.

Un ruido misterioso, fuerte y extraño llegaba a ellos desde las tinieblas. Era un rumor amortiguado y un sonido de succión, como si una inmensa aspiradora pasara por el lecho de un río...

-¡El lago! -gritó Lee Jordan, señalando hacia él- ¡Miren el lago!

Desde su posición en lo alto de la ladera, desde la que se divisaban los terrenos del colegio, tenían una buena perspectiva de la lisa superficie negra del agua. Y en aquellos momentos esta superficie no era lisa en absoluto. Algo se agitaba bajo el centro del lago. Aparecieron grandes burbujas, y luego se formaron unas olas que iban a morir a las embarradas orillas. Por último surgió en medio del lago un remolino, como si al fondo le hubieran quitado un tapón gigante...
Del centro del remolino comenzó a salir muy despacio lo que parecía un asta negra...

-¡Es un mástil! -exclamó Harry.

Lenta, majestuosamente, el barco fue surgiendo del agua, brillando a la luz de la luna. Producía una extraña impresión de cadáver, como si fuera un barco hundido y resucitado, y las pálidas luces que relucían en las portillas daban la impresión de ojos fantasmales. Finalmente, con un sonoro chapoteo, el barco emergió en su totalidad, balanceándose en las aguas turbulentas, y comenzó a surcar el lago hacia tierra.

Un momento después oyeron la caída de un ancla arrojada al bajío y el sordo ruido de una tabla tendida hasta la orilla. A la luz de las portillas del barco, vieron las siluetas de la gente que desembarcaba.

-¡Dumbledore! -gritó efusivamente mientras subía la ladera-. ¿Cómo estás, mi viejo compañero, cómo estás?

-¡Estupendamente, gracias, profesor Karkarov! -respondió Dumbledore.
Karkarov tenía una voz pastosa y afectada. Cuando llegó a una zona bien iluminada, vieron que era alto y delgado como Dumbledore, pero llevaba corto el blanco cabello, y la perilla (que terminaba en un pequeño rizo) no ocultaba del todo el mentón poco pronunciado. Al llegar ante Dumbledore, le estrechó la mano.

-El viejo Hogwarts -dijo, levantando la vista hacia el castillo y sonriendo.

Tenía los dientes bastante amarillos, y Blair observó que la sonrisa no incluía los ojos, que mantenían su expresión de astucia y frialdad-Es estupendo estar aquí, es estupendo... Viktor, ve para allá, al calor... ¿No te importa, Dumbledore? Es que Viktor tiene un leve resfriado...

Karkarov indicó por señas a uno de sus estudiantes que se adelantara.
Cuando el muchacho pasó, Blair vio su nariz, prominente y curva, y las espesas cejas negras.
No tardo mucho en reconocer ese perfil, y en ese momento alguien grito.

-¡Es Krum!... ¡Viktor Krum!.

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