YO NUNCA |BL|

By CazKorlov

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Un chico que ve espíritus y un fantasma malhumorado deberán trabajar juntos para descubrir al asesino que les... More

|Reparto|
|Nota de autora|
|Epígrafe|
0| Besé al hermano de mí ex
1| Encontré un cadáver en el baño
2| Gusté de los gemelos Florencio
3| Fumé en el colegio
5| Malviajé con Enzo Florencio
6| Me desmayé por ver sangre
7| Quemé la comida por un mensaje
8| Volví con mi ex
9| Discutí con un fantasma
10| Lamenté su muerte
11| Allané propiedad privada
12| Creí en los monstruos
13| Besé a un chico en un antro
14| Provoqué a un criminal
15| Rompí una promesa
16| Infringí la ley
17| Resistí la tentación
18| Fui el reemplazo de alguien más
19| Disfruté el carnaval
20| Tuve respeto por los muertos
21| Sentí celos cuando no éramos nada
22| Fui suficiente para vos
23| Acepté la ayuda de un fantasma
24| Gasté mis ahorros en caramelos
25| Mentí por una causa honesta
26| Lo volvería a intentar
27| Creí en los cuentos de mamá
28| Me metí a un frigorífico
29| Le tuve miedo a los fantasmas
30| Salí del clóset de cristal
31| Salvé a un amigo
32| Quise saber la verdad
33| Observé la oscuridad
[Especial] Festejé año nuevo
34| Visité el limbo

4| Me cagué a trompadas con alguien

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By CazKorlov


¿A quién carajo se le ocurre hacer una juntada un jueves?

Al día siguiente todos nos lo preguntamos, arriba el cielo nublado y la humedad en el ambiente nos aplastaba las energías, abajo nuestros pies quedaban dos centímetros hundidos en el barro, lo suficiente como para volvernos autómatas sin batería que se movían por simple inercia.

Sin embargo, ahí estábamos un viernes en plena tarde, como si no fuera poco aguantarlos a la mañana, esperábamos para entrar al campo de las bestias, es decir, a la clase de gimnasia. Y estaba imposibilitado de soltar mi sarta de quejas diarias, porque desde la juntada de anoche Cielo no se despegaba de la costilla de Bruno, me había dejado tirado por el tarado ese, para variar.

Alanis llegó impecable con su equipo de deportes y un bolso de más que parecía guardar un cadáver, Milagros y Miranda, aparecieron en la esquina mientras compartían un vaso térmico que, decían, tenía café, aunque yo no les creía un carajo porque se reían hasta de las piedras. Estaban más puestas que el pendejo de Enzo materializándose a mi lado por arte de magia.

El espiral venenoso enroscó el brazo pálido alrededor de mis hombros, se bajó los lentes de sol al puente de la nariz, y me enseñó con sus escleróticas coloradas, que se había metido cuanta cosa ilegal le cayó en frente.

—¿Dormiste bien, Dani?

—Como el orto dormí, Florencio.

Sonrió encorvado por la diferencia de altura, y se acercó a decirme una especie de secreto.

—Eso porque no te fuiste conmigo.

Quité su brazo con poca delicadeza, y me burlé al verlo trastabillar.

—¿Para que nos matemos en la moto los dos? No gracias, los suicidios dobles no me van, prefiero hacerlo solo. —Apretó mi hombro en un intento por sostenerse.

—Si tantas ganas tenés, te puedo hacer el favor.

La seriedad mortal en sus ojos verdes no concordaba con el choque que destensó mis músculos en un instante. Fue la brisa helada que comenzó en mi nuca y me recorrió la columna hasta volverse un cálido suspiro. Soltó una carcajada ante mi cara de espanto, y aprovechó mi descuido para pegarse a mi otra vez, como una garrapata.

« Ugh».

—Pero metete el favor en el culo —gruñí, contra su cara.

Me planteé empujarlo a la mierda, pero dudaba de su capacidad para caminar, me dije que aquella sensación era una consecuencia de no haber conciliado el sueño por su culpa, así que solo me limité a empujar sus lentes de vuelta con fuerza, la rojez de sus ojos no era lo único que todavía me resultaba estremecedor.

Escuché un silbido estridente y la voz de uno de nuestros profesores me reventó la única neurona funcional que tenía, venían directo hacia nosotros.

—¡A ver se me separan los novios! ¿Qué es esa ropa Florencio? ¿Estamos en un desfile de modas o qué?

Se refería a su camisa violeta llena de plantas de marihuana.

Las risas de todos me distrajeron lo suficiente para hacerme tropezar mientras entrabamos al predio descampado, y Enzo reaccionó antes que yo, me sostuvo con fuerza para que no me fuera de jeta al suelo. La tranquilidad que introdujo en mí ese fenómeno de la naturaleza valió que no lo empujara, aunque no me creía del todo su falso teatro de pendejo drogado.

Todavía no había rastro de la presencia impecable de Ezequiel, y yo sólo podía traer a mis recuerdos la imagen de su cabello rojizo bajo las luces trémulas de la fiesta, su rostro alcoholizado, mientras enterraba la mano en el pelo rubio de Milagros, y obligaba a sus labios a tocarse con la expresión resignada de quien espera tener a alguien más.

No agradecí que Enzo supiera aprovechar los silencios mientras entrabamos. Él había pasado toda la noche vaya a saber el diablo dónde, y su capacidad para fingir naturalidad artificial ante todo era bastante molesta, en especial porque no tenía idea de lo que había hecho, y no parecía que el pendejo fuera a sincerarse de la nada conmigo, pues no éramos tan cercanos aún.

Se comportaba superficialmente, como si fuera mi amigo de toda la vida, pero la noche anterior había aparecido ese chino de la cara tatuada, y él me había dejado solo sin sentirse ni un poco culpable por mi estado de ebriedad.

Y lo que era peor, yo no podía con mi curiosidad.

Se decía que Lihuén era la ciudad de las luces, no solo por el significado mapuche que traía su nombre, sino porque en las noches sin luna el contraste creaba una oscuridad abismal, entre las casas solitarias se extendía el vacío, y la niebla tenía la capacidad de tragarse a un hombre entero, para masticar sus huesos. También porque existía cierto grupo de enfermos mentales que se dedicaban a esparcir esa clase de rumores, y prendían fuego las construcciones ubicadas en los límites de la ciudad para honrar a su líder, uno del que nadie quería enterarse, por su existencia relegada a cumplir con su sentencia en la cárcel.

Lo cierto era, que anoche la lluvia se había ido antes de que me pusiera a contar con interés de borracho los piercings de Enzo, fue mejor para mí, porque su cercanía y el alcohol lo volvían peligrosamente atrayente. Ellos aparecieron de repente, tres personas montadas en dos motos, lo recuerdo porque, al ver a uno acercarse caminando con el casco puesto me entró la desesperación, miré hacia el interior del local, cagado en las patas, esperando impotente que me pusieran el fierro en la nuca para robarnos.

Sin embargo, la emoción de Enzo al levantarse y atrapar las llaves que el otro le lanzó me dejó estático durante un horrible instante, pensaba si estar mal de la cabeza era razón suficiente para emocionarse porque te roben.

Entonces lo vi, una vez que la niebla dejó claros los bordes de su figura.

La ropa oscura cubría cada fracción de piel que no llenaban los tatuajes, y su ligereza al caminar no me habrían permitido escucharlo en otra situación, de no ser porque con un tintineo se quitó el casco frente al chico de pelo blanco, y lo saludó con una sonrisa de oreja a oreja, la misma fue acompañada de unos oscuros ojos rasgados que parecían no tener pupila, entre el desastre del cabello negro a la altura de su barbilla.

Enzo le respondió al extraño, esbozó un saludo demasiado cercano para resultar cordial. Le acomodó un mechón azabache detrás de la oreja llena de piercings, lo que me permitió ver la víbora de tinta negra que atravesaba el ojo derecho de ese alegre personaje. Era el estigma de los únicos enfermos capaces de tatuarse el rostro para diferenciar a los de su calaña, el peligro fue como una patada en la costilla.

La verdad habría preferido que fuera un chorro.

—Gracias por el préstamo, estuvo genial —había dicho y, por si fuera poco, un cuervo envolvía las alas alrededor de la garganta que Enzo acarició con los dedos.

No me pareció normal el olor a quemado que cargaba ese muchacho, tampoco las ideas que logró evocar con aquellos símbolos tatuados en la piel, y mucho menos la cercanía que parecía tener con el chico nuevo de la ciudad. La blancura del cabello de Enzo era tan solo una metáfora que representaba la pureza de su presencia en contraste con ese criminal, del que después me enteré, su nombre era Jonathan.

Por desgracia, los Cuervos del edén siempre buscaban extender su influencia, más desde que su líder cayó preso.

Que Enzo no se viera atraído a ellos era como esperar que una mosca no se pose sobre la miel, los cuervos eran la cara visible de una espesa red de narcotráfico, se dedicaban a corromper la paz desde siempre bajo la ociosa mirada del gobernador que no hacía más que dejarlos jugar con las adicciones de la gente. Lo de siempre, para variar.

Verlo meterse con esas personas me ponía nervioso, al punto de que casi olvidé mi propia presencia en el lugar, y ellos también. Enzo se había ido en su moto después de que me negué a acompañarlo por el bloqueo mental que me autoimpuse. Gracias a eso, apenas si había logrado dormir un par de horas al llegar a mi casa, ya que las ensoñaciones sobre ese par de gemelos también habían llegado a joderme la existencia.

Me ataba el pelo con la mirada desenfocada mientras lo recordaba. Hasta que las dos figuras rubias de los entrenadores me arrastraron a la realidad, se paraban frente al grupo mientras dictaban los ejercicios del día, tal como dos titanes listos para hacer sufrir a un pueblo entero.

—¿Quién está de humor para correr durante media hora? Y pobre del desgraciado que aparezca fuera de horario.

Me quería suicidar antes de hacerlo, pero no podía. La entrenadora Adriena y el coordinador Catriel regían el departamento de deportes de la escuela. Ambos estaban en sus veintitantos, y tenían un estado físico que los convertía en la promesa deportiva de la ciudad. Había pocas cosas que ese par no fuera capaz de obtener con la institución que los había visto crecer. Ambos eran la virtud personificada, aunque llamarlos la "fuerza" y la "violencia" se acercaba más al significado, ya que tenían un problema para lidiar con la ira, y lo descargaban maltratando estudiantes.

Ah sí, y ambos tenían la misma cara. ¿Coincidencia? Demasiadas a mí parecer.

El coordinador hizo sonar su megáfono de una forma poco ortodoxa que bien pudo explotar nuestros tímpanos, y lo que sea que los mortales fuéramos a decir se desvaneció en el estruendo.

—¿Eso es una puta sirena? —preguntó Miranda, la única que alcanzó a hablar antes de que nos hicieran iniciar con el calentamiento.

Me dediqué a soportar las ganas que tenía de escupir mis pulmones mientras notaba como Enzo jamás se acercaba al resto del grupo esta vez, y nadie había tenido la gracia de integrarlo. Parecía cavilar alguna cuestión en su cabeza decolorada. Empecé a formular la teoría de que cuando el tipo estaba lejos de ellos nadie lo quería cerca, pero si interrumpía con su gracia de payaso todos reaccionaban como si lo hubieran extrañado, era un interruptor que él accionaba si se le daba la regalada gana.

Incluso conmigo.

Caminó todo el calentamiento, pero llegó un punto insoportable en el que los entrenadores no pudieron ignorarlo, y le empezaron a gritar que se moviera de formas muy humillantes, los ignoró por completo, se apoyó en una de las columnas que sostenían el alambrado, y tomó un poco de aire, tenía los labios descoloridos, no parecía estar fingiendo.

Le estaba dando la pálida.

Apuré el paso solo para ver si se iba a desmayar o qué, había que avisarle a alguien. No era raro que un pendejo fuera sin comer, y terminara sentado con la cabeza entre las rodillas por culpa de esos animales exigentes que teníamos por profesores. Sin embargo, toda la atención se desvió con la llegada de Ezequiel, atravesó el portón hacia el campo con la misma ropa de la noche anterior, y el rostro despejado por el cabello húmedo. Al verlo, los entrenadores se mostraron interesados, cuando empezó a atravesar el descampado directo hacia su hermano con una mueca de enfado pararon el entrenamiento, y lo llamaron.

Por supuesto que Ezequiel los ignoró, su educación siempre exigía el límite que no colmaba su ira, muy presente en ese caso.

Tras sus pasos furiosos se alzó una cadena de murmullos. Enzo se encorvaba desganado y ahuecaba la mano en su rostro para que el mísero rayo de sol que se colaba entre las nubes no le diera directo en los ojos, tenía un pequeño apósito en la mejilla que no había visto antes, y me sorprendió.

«¿Cómo no lo había visto antes...?»

—¿Dónde mierda estabas?

Apenas entró en su rango de audición la voz enojada de Ezequiel, y Enzo rompió a reír como si le hubieran contado un chiste graciosísimo.

—En lo de tu vieja muerta, ah pará, tenemos la misma vieja, ja.

Estaba lo suficientemente cerca para escucharlos, y notar lo desfasado que Enzo estaba de la realidad. Presencié de primera mano la fuerza desmedida con la que Ezequiel aferró su nuca para chocar sus frentes en un burdo intento por despejar la nube narcótica que lo regía.

—No te hagas el pelotudo ¿Por qué te fuiste con ellos? ¿Qué mierda tenés en la cabeza? —Lo tomó de la barbilla y sus ojos recorrieron el rostro ojeroso—. ¿Qué tenés ahí?

Se detuvo en su mejilla el tiempo que le tomó a Enzo reunir la fuerza para empujarlo lejos. No tenía idea de que esperaba que le dijera, pero no estaba preparado para esa violenta revelación de su parte, lo había hecho retroceder un paso.

—Ocupate de tu culo, Ezequiel, ese sí que necesita los cuidados.

Enzo se despegó de la pared, y lo rodeó sin voluntad, dispuesto a burlarse de su hermano como lo hacía en el pasado. Sin embargo, el porte de Ezequiel estaba muy lejos de aceptar las manías de un adicto demacrado, impactó los brazos contra su cuerpo, lo empujó contra el alambrado en una demostración de fuerza excesiva, y ambos empezaron forcejear en lo que él intentaba quitarle el apósito. Un empujón después, y el golpe que el pelirrojo le encajó en la mejilla se lo arrancó, vibró en su piel enrojecida el inicio de unas escamas tatuadas, contrastaba con su blanco cabello regado en todas direcciones.

Al ver el tatuaje fresco, que seguro le habían hecho la noche anterior, Ezequiel lo sostuvo del cuello con una mano, y los gritos de los entrenadores se hicieron oír entre los susurros furiosos. Lo único que buscaban era lastimarse mutuamente, sus dos pares de ojos hipnóticos se habían vuelto rendijas de veneno rebosante, no podía dejar de observarlos.

—Drogadicto de mierda.

Enzo ahogó una risa.

—Homosexual reprimido.

Al escucharlo Ezequiel alzó el labio con asco y le clavó los dedos en la herida.

—Por esto papá se empecina en fingir que soy hijo único.

Enzo enderezó la cabeza a pesar de la fuerza ajena, lo miró a la cara con una sonrisa impresa en la palidez reinante, y la sangre que manaba de su nariz le tiñó los dientes de rojo. Sin embargo, su máscara de falso divertimento se había agrietado lo suficiente como para mostrar lo amargo que le resultaba el veneno de su hermano, junto a la mención de su padre.

Le escupió en la cara como respuesta.

|✝|✝|✝|

Buenas buenas, seguimos en los recuerdos de Dani, terrible viajesote se pegó en el baño del colegio. ¿Cómo van?

Me interesa empezar con el interrogatorio.

¿Alguna vez se olvidaron de algún amigo en una fiesta? Yo nunca, mi instinto mom friend no me lo permite.

¿Creen que hay más gemelos malignos ocultos por la ciudad de Lihuén? Teorías de Dani, juguemos a encontrarlos. 

¿Presenciaron alguna vez una pelea en la escuela?

¿Qué habrá hecho Enzo con los cuervos? A parte de tatuarse la jeta.

¿Quién se va a animar a separar la pelea de los gemelos Florencio?

A parte de eso quería mostrarles el Wattflix que hizo Clown de la historia (MIL GRACIAS DIOSA), lo amé y me hizo imaginarla como una serie ¿Se imaginan? 

Edit PRECIOSO de Enzo también hecho por sadclown_ 

Dejo un pequeño edit que hice de canciones que representan a Enzo por si quieren buscarlas uwu:

Y otro edit de la ciudad de Lihuén uwu:

Y hasta acá con la lista del supermercado. 

¿Dudas? ¿Amenazas? Respondo todo.

Gracias por leer, nos vemos la próxima.

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