Amelie Moore y la maldición d...

By siriusblack33

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Hasta sus once años, Amelie fue una chica muy normal... o creyó serlo. Por más asombroso que parezca, ella t... More

Sinopsis
Advertencia
El día en que todo cambio
Más allá de la plataforma 9 ¾
Sexto año
Volar en escoba, por Amelie Moore
Entre cazadores y capitanes
-NotadeAutora-
¡GUERRA!
Vacaciones de mal genio
El enigma de la mujer de la fotografía
Zorras por Francia
La mejor no cita del universo
Programa de infidelidades
Baile de pociones (Parte 1)
Baile de pociones (Parte 2)
Gwenog Hera Moore
Compañeras de cuagto
-NotadeAutora-
Pica-pica
Lily Evans
Séptimo año
Jamelie
Jodidas debilidades
Bufandas para el frío
El plan
La asquerosa mariposa del amor
Otra vez... ¡¿Qué?!
Visitas inesperadas
Los Weasley
Si ella lo dice...
Por ti
La trágica historia de una patética pelirroja friendzoneada
Desde James
Tercera, la vencida
El clásico
Chicles de sandía (Parte 1)
Chicles de sandía (Parte 2)
Epílogo
Albus Potter y la maldición de los Potter
One-Shots
PLAGIO

Las tres D

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By siriusblack33

El saber que no era correspondida no hizo más que empeorarlo. Por lógica, Amelie estuvo en plan de "tratar de odiar a James Potter a toda costa". Pero le era imposible. Principalmente por el hecho en que no podía dejar de pensar en él. Mientras más se proponía odiarlo, más lo amaba. Irónico, ¿no?

Estaba perdida en sus pensamientos mientras caminaba junto a Kyle y Hua a las clases de aparición. Observo como los merodeadores caminaban unos pasos más por delante de ellas y las chicas de su alrededor no disimulaban en lanzarles miradas perversas y risitas tontas.

Con su cabello azabache al viento, James dio media vuelta y les sonrió de medio lado, para luego acercarse a Hua y darle un beso en la mejilla. Se le ocurrían muchas cosas y calificativos despectivos, pero no sabía en qué orden gritar todos ellos. James era quien tenía la culpa, aunque él no lo supiera.

-Oye, Moore. Tal vez... -comenzó a contar James, en el mismo instante que llegaron al Gran Comedor. Habían retirado todas las mesas.

-Después me dices. -lo corto Amelie con brusquedad. Tenían clases, ¿no es así?

Además... ¿A quién engañaba? No quería hablar con él. Con deleite, contemplo como James la miraba contrariado y confuso. Definitivamente, era más guapo sin su ojo morado.

Los alumnos se reunieron alrededor de los jefes de sus casas y de un mago de pequeña estatura. Amelie dedujo que el misterioso hombre debía ser el instructor de Aparición enviado por el ministerio. Era muy pálido, más de lo que cualquier persona normal podría ser y tenía hasta el último pelo de su cabellera de un traslucido color blanco.

-Buenos días -saludo el mago-. Me llamo Wilkie Twycross y seré su instructor de Aparición. Como quizás sepan, en circunstancias normales no es posible aparecerse o desaparecer en Hogwarts. Pero la directora ha levantado el sortilegio por la próxima hora, exclusivamente dentro del Gran Salón. Bien, ahora me gustaría que se ubicaran dejando un espacio de un metro y medio entre cada uno de ustedes y la persona que tengan delante.

Inmediatamente, todos los alumnos comenzaron a dispersarse a lo largo y ancho del Gran Comedor en un ruidoso bullicio. Estiraban sus manos hacia adelante y atrás tratando de pedir espacio. Finalmente, los jefes de las cuatro casas gritaron «¡Silencio!».

-Gracias -volvió a hablar Twycross- Y ahora... -con un simple movimiento de varita, un colorido aro de hule de apareció frente a cada alumno- ¡Cuando uno desaparece, lo que tiene que recordar son las tres D! ¡Destino, decisión, desenvoltura!

»Primer paso: fijen la mente con firmeza en el destino deseado, que en sus casos es el interior del aro. Segundo paso: ¡Centren su decisión en ocupar el espacio visualizado! ¡Dejen que el deseo de entrar en el desborde sus mentes e invada cada una de sus partículas!

Ahora mismo, lo único que se le ocurría a Amelie con D para esta ridícula clase era: "Demanda de dinero". Y para su muy expresivo instructor: "decrepito docente deschavetado". ¡Vaya! Al parecer, el uso de las tres D no solo se le daba a él.

A partir de ahora, no tendría que preocuparse por en qué orden gritaría sus ideas. La D era una muy buena idea para describir todo.

Fijo sus ojos verdes en el aro y trato de concentrarse en los tips que había dado Twycross, pero le era imposible. Se sentía patética, no sólo por el hecho que de parecían disparates, si no, también, es que no podía mantener su seriedad si miraba a sus compañeros. Dean Finnigan miraba su aro con tanta concentración de que Amelie creyó que no respiraba. Y Hua, a su derecha, se estaba poniendo colorada.

-Tercer paso -continuo hablando el instructor-: cuando de la orden... ¡giren sobre ustedes mismos, sientan como se funden en la nada y muévanse con desenvoltura! Atentos a mi orden: ¡uno!

Amelie fijo su vista en el aro y trato de poner la mente en blanco. No esperaba tener que actuar tan pronto, y a juzgar por la cara de sus compañeros, ellos pensaban igual.

-... ¡dos!...

Trato de recordar que significaban las tres D, pero lo único que se le ocurrió fueron tres palabras para el señor Twycross que no eran exactamente cariñosas... Y ninguna de ellas comenzaba precisamente con D.

-... ¡tres!

Amelie giro sobre sus talones y cayo con el trasero al suelo. Dean Finnigan se volteo hacia ella y comenzó a carcajearse ruidosamente, pero su expresión se volvió repentinamente de horror cuando se dio cuenta que estaba parado tan solo en su pie derecho, porque el izquierdo estaba tranquilamente situado en el centro del aro, moviéndose por cuenta propia y dango golpecitos de exasperación.

Mientras Dean se petrificaba en su lugar con su vista fija en su miembro departido, Kyle, a su otro lado, se acercó rápidamente para levantar el pie en su mano derecha y subir y bajar sus medias al ritmo de una canción que ella misma había inventado, graciosamente divertida por la expresión de horror en el rostro del merodeador.

-¿Qué dices Dean? ¿Manicura rosa o purpura? Tú eliges. -se rio Kyle en tono malicioso, disfrutando del momento.

Finalmente, los jefes de las casas acudieron a Dean y separaron a Kyle de su entretenimiento. Se produjo un fuerte estallido, seguido de una gran bocanada de humo morado que cubrió a Dean por completo, para luego volver a mostrarlo entero de pies a cabeza. Así mismo, aun podía leerse el miedo en sus ojos.

-La despartición o separación involuntaria de alguna parte del cuerpo, ocurre cuando la persona no tiene la decisión necesaria. No olviden las tres D -insistió Wilkie Twycross-. Vamos, vuelvan a intentarlo.

Nuevamente, a la cuenta de tres, Amelie pensó en las tres D: Decisión, desenvoltura, destino. ¿O la D de destino era primera? No, alto. ¡La de desenvoltura! Si, seguro que... no. ¡Decisión iba última! ¿Cierto? ¿O no? ¡Dioses!

Cerró los ojos y giro sobre si misma con lentitud. De cualquier forma, sabría que no lo lograría.

Cuando los abrió se encontró a James Potter en el centro de su aro, mirándola con diversión. ¡Alto! ¿Cómo había llegado hasta ahí? La última vez que lo había visto estaba en la otra punta del Gran Comedor junto a Fred.

Parpadeo confusa, pensando que era un juego de su mente o algo así, pero James rio más fuerte y chasqueo los dedos frente a ella.

-¡EH! ¡Que soy yo!

-Pero... pero... si tú estabas allá... -señaló hacia donde Fred saludaba con la mano en alto- y ahora estas aquí...

-No me falta una ceja, ¿O sí? -pregunto el muchacho con preocupación, acercando su rostro hacia Amelie y estirando su ojo con paranoia.

-¡No, Potter! ¡Sal de aquí! -chillo ella, empujándolo para que vuelva a su lugar.

-Arisca. -mascullo.

-¿Qué haces aquí y como es que llegaste?

-Son las ventajas de tener un padre auror, Moore. He aprendido el verano pasado y lo único que he hecho es seguir las tres D -indico con sorna-. Quería hablar contigo y por eso me he aparecido en tu aro.

-Bien. Rápido. Dime ya de lo que quieras hablar. No tengo todo el día. -pidió Amelie colocando los brazos en jarra.

Lo escuchaba solo porque no tenía nada mejor que hacer. Seguir girando sin ningún propósito alguno no tenía gracia. Y, ahora mismo, se le ocurrían tres D para describir perfectamente a James: desesperante depravado desalmado.

-Bien, lo primero es que el entrenamiento de Quidditch se cambiara para el lunes de la semana que viene...

-¿El lunes? No puedo. -Claro que podía. Sólo que necesitaba molestar a James.

-Pues tendrás que poder, porque yo soy el capitán y yo decido que hacer -le recordó firmemente. Amelie rodo los ojos-. El viernes no lo haremos porque habrá excursión a Hogsmade.

-¡Pero si siempre tenemos entrenamiento a la mañana! ¡Y las excursiones son a la tarde! El tiempo nos alcanza perfectamente para hacer ambas cosas.

-Oye, oye... Lo hare así y listo. Muchos lo prefieren de esa forma y yo también.

Amelie bufo, fingiendo descontento. Ella también lo prefería así, era mucho más cómodo y podría dormir más tiempo. Pero una parte de su cuerpo le ordenaba que tenía que estar en desacuerdo con Potter.

-¿Quieres que te diga que tres palabras con D se me ocurren para ti ahora? -James la miro divertido y asintió vigorosamente-. Desvergonzado de-Perogrullo... degenerado.

-Vaya, hacía mucho que no me llamabas así.

Tambien lo recordaba. Antes, siempre solía llamar a James "degenerado", por la razón que una vez lo había descubierto observando atentamente el trasero de Annabeth Ellen.

-¿Y? ¿Eso es todo? ¿Viniste aquí solo para decirme lo de laos entrenamientos de Quidditch?

-Oh, no. Tengo otro mensaje, pero este no es mío. Papá me pidió que te invitara a casa para vacaciones de verano -le conto James, hablando monótonamente y con aburrimiento. Comiéndose su orgullo-. Dice que quisiera esperar un sí por respuesta y que esta vez no te va a dejar escapar.

Se hubiera imaginado cualquier cosa menos esa. No podía fallarle a Harry una vez más, la otra vez rechazo su invitación porque iba a ir de los Wood. Ahora, tendría que aceptar si o si, por más que no sintiera muchas ansias por tener que ver a James Sirius todo el verano también.

Cuando estuvo a punto de responder, el profesor Longbottom llegó hasta ellos.

-James, ¿Qué haces aquí?

-El calamar gigante estaba jugando tiro al blanco conmigo. Yo era su dardo. ¡Tiene una puntería de reyes! ¡Me escupió justo aquí! -exclamo James con fingida emoción a la vez que señalaba el aro de hule. El profesor Longbottom lo miro con una exasperación muy impropia de él.

-Vaya Potter, ¡Entonces de veraz que sabes horrendo! -se burló Amelie.

-¿Tu que sabes? Si ni siquiera me has besado. -James esbozo una sonrisa arrogante que se borró inmediatamente al notar la mueca de la muchacha.

Sin pretenderlo, James Potter había destrozado aún más su corazón. En pequeños pedazos que ni siquiera podían ser divisados por un microscopio. Esa era la exacta conclusión que Amelie había estado tratando de evitar al no querer hablar con él. James siempre hacia aquella clase de comentarios que, aunque antes no le dolían, ahora le perforaban cada centímetro del cuerpo.

-Emm... James, ya vuelve, ¿Si? -pidió el profesor Longbottom con calma, observando como James contemplaba confuso y repentinamente interesando a Amelie, quien se mantenía en silencio con la cabeza gacha y la vista sobre sus mocasines.

Obedientemente, como nunca antes, James dio media vuelta para volver, no sin antes echar una última mirada de curiosidad a la muchacha.

Luego de un par de intentos más, sin resultados emocionantes ni positivos, Twycross se despidió de la clase. No parecía desanimado. Agito la varita para desaparecer los aros y, mientras abrochaba su capa, siguió al profesor Longbottom camino al vestíbulo.

Pronto, todos los estudiantes de sexto año ya se encontraban dispersados por los jardines, hablando de cuan emocionante fue la clase. Pero Amelie solo tenía tres palabras para describirla: decepcionante, desalentadora, descabellada.

-Es la mejor clase que he tenido en toda la vida -conto Kyle, mientras se sentaban bajo una de las tantas hayas junto al Lago Negro-. Ay, no creo que pueda volver a sentirme mal alguna vez en la vida. Y si alguna vez me pasa, asegúrense de recordarme la cara de espanto de Finnigan.

Los merodeadores estaban a unos pocos metros y escucharon perfectamente. Dylan, Fred y James comenzaron a reír en carcajadas, mientras Dean los miraba visiblemente enfadado. Sin invitarlos, los cuatro amigos se sentaron junto a ellas. Hua, obviamente, estaba feliz. Pero a Amelie no le hacía mucha gracia.

-Me voy -Kyle la miro enfadada, pero ella se sentía alegre de encontrar una excusa-. Tengo que hablar con Albus, ¿Si?

No quería parecer odiosa, pero intentaba evitar a James a toda costa. Además, su excusa no era del todo mentira. Necesitaba saber que había hablado Albus con Alice y obligar a Scorpius de contarle detalle por detalle sea lo que sea que había ocurrido con Rose.

No dio más de 10 pasos lejos del árbol de donde descansaban a sus amigos, que sorprendentemente, Liam se dirigió hacia ella.

-Hola Am. ¿Te gustaría ir a dar una vuelta?

-Emm... -volteo su cabeza, para encontrarse a una Kyle y Hua sonrientes y unos merodeadores curiosos-. Sí, no tengo clase hasta la cena.

-Buena esa -sonrió Liam de medio lado, tomando tímidamente la mano de Amelie y guiándola hacia la linde del bosque.

Charlar con Liam era divertido. No era el tipo chico que vivía haciendo bromas para hacer sonreír a su acompañante, pero sin intentarlo lo lograba. Tenía momentos en los que su rostro se volvía serio y firme, como cuando discutían temas maduros o de su futuro trabajo. Era imposible no hacer más de una oración sin que él estuviera hablando de Criaturas Mágicas.

Otro asunto de conversación eran los EXTASIS. Liam rendía los exámenes este mismo año y luego de eso viajara a Rumania para estudiar dragones. Así que podría decirse que Amelie tendría que aprender a disfrutar estos últimos dos meses con él.

¿Tres D para describir a Liam? Dulzón, deportista, deseoso. Oh, sí.

-Yo diría que les hará falta un nuevo capitán -opino Liam, mientras hablaban sobre el equipo de Quidditch-. No es porque yo me lleve mal con Potter, solo que le falta algo de autoridad y seriedad.

No es porque lo amaba, que sentía la necesidad de defenderlo. Es solo que creía que Liam no sabía de lo que hablaba. Si había algo que James Potter se tomara en serio era su trabajo como capitán. Había dado mucho para poseerlo y estaba dando todo para mantenerlo. Amelie sabía muy bien que se lo merecía y que lo que Liam opinaba era por pura envidia.

-No creo que él este mal, digo... Creo que es culpa de todos, porque no somos muy buenos trabajando en equipo. Veras, Potter me ha dicho que el viernes no habrá entrenamiento y que lo correrá para el lunes. Y me parece que eso es excelente, porque otros capitanes tan solo hubieran cancelado para siempre en vez de elegir otro día.

-Ya. Potter no me convence -insistió Liam-. Hablando de eso... emmm, me preguntaba si quisieras, no se tal vez... ¿Salir el viernes en una cita? A la excursión a Hogsmade, ya sabes.

De repente, el muchacho se puso tenso y nervioso. Amelie rio encantada y le dio un beso en la mejilla.

Tal vez, podría olvidarse de James. Tal vez, James fue solo un capricho y Liam debería ser quien le corresponda.

Lo intentaría, intentaría conocer a Liam, saber más de él. Es guapo, inteligente, carismático, no tan liado ni arrogante. Pero si tozudo y testarudo. A final de cuentas, más parecido a ella de lo que lo es James.

-Claro, Liam. Me encantaría.

Al resto del día lo vivió en una nube. Trato de no preocuparse por el tema de James y se obligó a estar más interesada a Liam. Le contó a Kyle todo lo que había ocurrido, mientras su amiga daba saltitos histéricos alrededor de la habitación. Lo único que llego a bajarle los ánimos, era el saber que tendría que bajar a la biblioteca a devolver sus libros. No tenía ganas por dos razones: estaba muy lejos y ya estaba muy cómoda leyendo "El Alquimista" en la Sala Común frente a la chimenea. Pero si no los entregaba hoy se llevaría una multa.

Así que, a mala gana, señalo el libro con su marcapáginas y subió a la habitación a buscar los que debía devolver de Historia de la Magia.

Generalmente, a estas horas de la tarde, muy poca gente va a la biblioteca. Los alumnos suelen elegir las horas de la mañana para estudiar y hacer sus deberes. Pero cuando llego se encontró a Albus sobre una mesa del fondo, con sus lentes de marco redondo y pasta negra. Estaba leyendo un gordo libro y de vez en cuando anotaba un par de cosas al margen. Estudiaba muy concentradamente, tan serio como lo era.

Le devolvió a Madame Pince los libros, firmo el registro y se encamino hasta su amigo, solo por curiosidad.

-Hola, Am. -saludo Albus, sin levantar la vista del libro.

-Hola. ¿Qué haces aquí? Digo, a estas horas...

-Tengo una cita de estudio con Paris.

-¿Cita? -pregunto Amelie impresionada- ¿Con Paris?

-¡Vaya, Am! ¡No escupiste su nombre! Un gran avance. -exclamo con sorna.

-No me da gracia, Al. ¿No es que estas perdidamente enamorado de Alice? ¿Cómo es que tienes una cita con Paris?

-No seas idiota. No cita de esa forma. Cuando tienes que ir al médico, ¿Tu qué pides? Una cita.

-Una consulta, un turno -pensó Amelie, odiaba que los demás tuvieran la razón.

-Bueno, pero yo pido citas. Y no es que salga con mi doctor. Es solo una forma de decir.

-Cuando me dices cita, yo pienso en cita. Y Paris, que yo sepa, no es tu doctora.

-Bueno, está bien -accedió Albus con irritación-. Digámosle que nos juntamos para estudiar, ¿contenta?

En parte le alegraba que solo se juntaran a estudiar, pero tal vez por el hecho de que ella no era Alice. Y por otra parte, le molestaba que Albus pasara tiempo con Peyton. No quería que Paris consiguiera ser más amiga de Albus que lo que ella era.

-Bien, ¿Y qué harán?

-Yo le enseñare Pociones a cambio de que ella me enseñe francés.

-¿Francés? ¿Por qué francés?

Albus la miro fijamente, con los ojos entrecerrados, mientras Amelie se preguntaba que había de ridículo en lo que preguntaba.

-Porque es el idioma del amor, daaaaaah.

-¿Y eso? -pregunto Amelie riendo.

-Para conquistar a Alice.

¡Merlín! ¡Que alguien lo ilumine! ¡¿En serio se piensa que hablando francés Alice va a caer a sus pies?! ¡Golpéenlo para ver si abandona su idiotez!

-Momentos como estos me hacen recordar que eres hermano de James -confeso Amelie, con sinceridad y una mirada de compasión. Albus no parecía entender que había de malo-. ¿Y porque le pides a Paris que te enseñe? Louis y Dominique también saben hablarlo.

Claro, Louis y Dominique eran hijos de una francesa y Bill Weasley. Y este último es hermano de Ginny Potter, madre de Albus. ¿Por qué Albus elegiría a Paris teniendo familiares que podrían ayudarlo, de seguro, en su ridículo plan?

-Paris me debe una... además, es guapa.

-¡¿Es que eres idiota?! ¡Cabe la posibilidad de que este saliendo con tu hermano! ¡¿Y Alice?! ¡¿Qué no piensas en Alice?!

-¡SILENCIO MOORE! -chillo Madame Pince.

-Vamos, Am -insistió Albus, mientras rodaba los ojos-. He dicho que es guapa, no que este enamorado de ella. Dudo que alguna vez pueda amar a alguien que no sea Alice.

-Puedes ser muy tierno -dijo Amelie, arrepintiéndose de sospechar de Albus-, aunque no te lo propongas.

-Gracias... creo.

Tenía que aprovechar para hablar con Albus. Al parecer, el había olvidado cuan enojada se había marchado el otro día. Así mismo, sabía que tenía que empezar a juntarse más con él, para que la idiota de Paris no se lo arrebatase.

Se dio cuenta, que eso mismo era una de las tantas razones para aceptar la propuesta de Harry de pasar unas vacaciones de verano en su casa.

-¿Qué tal te va con Fred? ¿Ya sales con él? -inquirió Albus con voz burlona-. Dominique ha querido hacerme una entrevista, ¿Sabes? Se la da de reportera, y me ha dicho que como era uno de tus mejores amigos debía de saber lo que ocurría entre ustedes. Claro que, ella no sabía que ni siquiera me habías contado. -Aclaro con voz amenazante, dejando de un lado el juego.

Con Fred no había pasado nada. Lo único raro que había ocurrido fue lo de aquella vez en que Roxanne los encontró en "una muy comprometedora situación" en el pasillo contra la pared. Pero Amelie sabía muy bien que solo había sido por esa maldita fotografía, de la cual aún no sabía ni palabra.

Otra de las razones para ir de vacaciones de los Potter. De seguro que tendrían miles de álbumes familiares y que Albus o Lily la podrían ayudar.

Pero más allá de eso, ahora tendría que ordenar sus prioridades. Estaba segura de que si pasaba mucho tiempo con James, eso podría afianzar sus sentimientos hacia él. Tanto como también podría romperlos.

Las vacaciones eran una oportunidad para saber si realmente estaba enamorada de las actitudes de James Potter. Puede que sienta irremediables ganas de besarlo y celarlo, como también puede que sea un irremediable juego de hormonas...

¿Por qué ser adolescente es tan complicado?

-No salgo con Fred, Al -aclaro Amelie, recordando su tarde por la linde del bosque-. Pero... Adivina quién me ha invitado a salir -el muchacho encarno una ceja y se encogió de hombros-. Liam Wood.

-¡¿WOOD?! ¡¿ESE IDIOTA?!

-¡Señor Potter, silencio por favor!

-Lo siento, Madame Pince. Solo que... -Albus se agarró de los pelos, como si quisiera arrancárselos. Pero no termino de realizar su acción al fijar la vista en la puerta.

Amelie, quien estaba de espaldas a la entrada, se pensó que había llegado Paris, por eso no le complacía dar media vuelta para verificarlo. Vio como Albus, enojado, llamaba con el dedo índice, estirándolo y contrayéndolo.

Al segundo, la persona que había llegado se paró junto a Amelie. Y su inconfundible olor a chicle de sandía, aseguro a Amelie que no se trataba de la ridícula francesita.

-¿Puedes creer eso? -Pregunto Albus, aun enojado, mirando fijamente a su hermano- ¡Con Wood! ¡Amelie saldrá con Wood!

-¡¿Con Wood, Moore?! ¿Tan bajo caíste? -inquirió James con sorna, observando a Amelie quien mantenía su vista en el piso, conteniéndose de no gritar groserías a los dos Potter.

-Puedo salir con quien quiero, ¿Si?

-Pero Wood es un idiota -aclaro James, visiblemente disgustado.

-¿Y cuándo saldrán?

-El viernes, a la excursión de Hogsmade.

-¿El viernes? A la tarde, ¿No es así? No quiero imaginar que faltaras al entrenamiento del equipo. -dijo James severamente, adoptando su típica voz de jefe en cuanto al Quidditch.

-En la clase de aparición me has dicho que cancelabas la clase para el lunes. -le recordó Amelie.

-¿Fred no te lo ha dicho? Al final no la cambiamos nada. Sera el viernes a la mañana, como siempre. Si quieren ir a Hogsmade, tendrán que ir a la tarde.

-Bien -acepto Amelie a regañadientes.

¿Por qué Potter tenía que fastidiarlo todo? Tenía todos los horarios acomodados y ahora venía el muy idiota a avisarle que el entrenamiento seria el mismo día que su cita. Esperaba que Liam aceptara salir de todas formas.

Antes de que Amelie pudiera seguir quejándose, una Paris muy sorprendida se paró a su lado.

-Quoi? Nous venons tous d'apprendre le français?

No tenía ni una mínima idea de que había dicho. Pero así mismo la odiaba. Seguramente había aprovechado esa oportunidad para burlarse de Amelie sin que ella entendiera.

-¿Cómo dices que dijiste? -pregunto James, boquiabierto.

-Les pregunte si es que todos venían a aprender francés.

Pfff, claro, eso les quiere hacer creer.

Al minuto, James saco a Amelie de la biblioteca por el codo, antes de que la muchacha iniciara otra de sus tan escandalosas discusiones con Paris.

El tan solo verla, incentivaba el instinto asesino de Amelie, algo que, según Albus, no era bueno para su salud mental.

-Si sigues así, tendré que enviarte cartas a Azkaban. -la regaño James, tratando de no reírse de los intentos de huida de Amelie. El tenia, definitivamente, más fuerza de lo que pudieran pensar.

Finalmente, Amelie se dio por vencida y dejo que James la llevara con tranquilidad por el brazo a la Sala Común de Gryffindor.

Su agarre no le molestaba en lo absoluto. Tal vez era el que ambos estuvieran solos lo que la volvía nerviosa. Temía que se le escapara algo de lo que había escuchado la noche anterior o que uno de sus tantos impulsos la traicionaran.

-Hay tantas cosas que me gustaría decirle a esa zorra. -reconoció Amelie, mientras James le daba una sonrisilla de lado.

-Ya se. Dime tres D para describir a Paris. -pidió James, recordando su clase de Aparición, cuando Amelie lo había descrito: desvergonzado de-Perogrullo degenerado.

Amelie sonrió con sinceridad. Al fin y al cabo eso es lo que se había propuesto: cuando no sabía por dónde empezar, la D siempre era un buen inicio.

-Diva de pacotilla -enumero Amelie con sus dedos.

-Pacotilla comienza con P, Moore -puntualizo James, con el ceño fruncido.

-Oh, créeme que se me ocurren muchas otras cosas que también comienzan con P... -declaro con voz maliciosa, mientras su compañero soltaba una estruendosa carcajada.

Apoyado sobre la pared donde colgaba el retrato de la dama Gorda, estaba Fred Weasley. Parado con tranquilidad, en una pose galante-rebelde, con millones de chicas rodeándolo. Tenía su cabello pelirrojo despeinado y sus ojos almendrados brillaban con malicia, como si recién volviera de hacer una broma. Un par de chicas le susurraron algo al oído y cuando él estaba a punto de responder, vio a James y Amelie llegando hasta ellos mientras subían las escaleras.

Se despidió de sus admiradoras amablemente y corrió con alegría hasta su primo.

-¡James, te lo has perdido! -reclamo.

-Perdona, solo que estuve evitando una nueva pelea entre Moore y Paris. Ya se les está haciendo costumbre. -contesto James mientras soltaba el codo de Amelie y le echaba una mirada de culpa, que ella no paso por alto.

-¡Yo no tengo la culpa de nada! ¡Si tú me hubieras dejado ahí, no hubiera intervenido en tus planes!

-¡No iba a dejar que se mataran en la biblioteca! Lo único que te hubieras ganado era una buena prohibición.

-Puedo cuidarme sola, Potter. Conozco los límites.

-Pues a mí no me parece, Moore. ¿Acaso no recuerdas que hasta hace unos días tenía el ojo morado por tu supuesto conocimiento de límites?

¡Rayos! James le había ganado la discusión. De primeras.

Pero claro que no le iba a dar la razón, era preferible evadir.

-Agh -se quejó-. Solo... déjame en paz -volvió su vista hasta Fred, quien tenía una sonrisa de oreja a oreja, igual a la de aquella vez en casa de los Wood. Parecía querer ver otro nuevo golpe en el ojo. - ¿Por qué no me has dicho que el entrenamiento será el viernes? Por tu culpa he tenido que mudar todos mis planes.

Si había días de mal humor, este le ganaba a todos. El pobre Fred había ganado una demanda solo porque Amelie necesitaba tener la razón en algo. Estaba segura de que si James y Paris no la hicieran enojar tanto, nunca hubiera regañado a Fred.

-¿Viernes? -pregunto el pelirrojo con el entrecejo fruncido.

Pero Amelie lo ignoro. Le dio la contraseña a la Dama Gorda y entro a la Sala Común de Gryffindor, rogando que no hubiera olvidado unos libros que devolver.

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