El sexy chico invisible que d...

Per AndreaSmithh

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¿Qué pasaría si descubrieras que hay un chico al que sólo tú puedes ver? Eso es lo que le ocurre a Lauren en... Més

El sexy chico invisible que duerme en mi cama - Andrea Smith
CAPÍTULO 1 (reescrito)
CAPÍTULO 2 (reescrito)
CAPÍTULO 3 (reescrito)
CAPÍTULO 4 (reescrito)
CAPÍTULO 5 (reescrito)
CAPÍTULO 6 (reescrito)
CAPÍTULO 7 (reescrito)
CAPÍTULO 8 (reescrito)
CAPÍTULO 9 (reescrito)
CAPÍTULO 10 (reescrito)
CAPÍTULO 11 (reescrito)
CAPÍTULO 12 (reescrito) + Fechas Ecuador y México
CAPÍTULO 13 (reescrito)
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17 (bien)
CAPÍTULO 19 (reescrito)
Capítulo 20
CAPÍTULO 21 (reescrito)
CAPÍTULO 22 (reescrito). POV KEITH
CAPÍTULO 23 (reescrito)
CAPÍTULO 24 (reescrito)
CAPÍTULO 25 (reescrito)
CAPÍTULO 26 (reescrito)
CAPÍTULO 27 (reescrito)
CAPÍTULO 28 (reescrito)
Capítulo 29 (REESCRITO)
CAPÍTULO 30 (REESCRITO)
Capitulo 31 (REESCRITO)
Capítulo 32 (REESCRITO)
Capítulo 33 (REESCRITO)
Capítulo 34 (REESCRITO)
Capítulo 35 (REESCRITO)
Capítulo 36 (REESCRITO)
Capítulo 37 (REESCRITO) FIN

CAPÍTULO 18 (reescrito)

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Per AndreaSmithh

—¿Quieres que te acompañe hasta casa?

Negué con la cabeza de forma rápida, aunque manteniendo una pequeña sonrisa en los labios. Como siempre que salía con Elijah, yo acababa fastidiando las cosas. En esta ocasión, al irme antes de que acabara la película, al servicio y con un ataque de nervios. Y lo peor de todo, es que aquella sensación agobiante en el estómago no me había abandonado del todo.

—No te preocupes, no pasará nada.

Eli no parecía muy convencido. Seguíamos en los cines, en el recibidor principal donde vendían las entradas. Técnicamente el plan era ir a por algo para cenar después de la película, pero ya se había cancelado. Para él, o según la excusa que le había puesto, las palomitas me habían sentado mal. Poco sabía de la verdad.

Keith esperaba cerca, pero permanecía totalmente callado, aunque solamente yo fuese a escucharle. Intercambié una mirada rápida con él, una que Elijah no notara, y sus ojos se suavizaron. Recordé el abrazo que nos habíamos dado antes y la sensación de su cuerpo cálido contra el mío...

—¿Estás segura? —Continuó Eli—. Porque de verdad que...

No escuché el final de su frase, porque un poco más allá de Keith, saliendo de uno de los pasillos del cine, vi a Danielle. O más bien, lo que parecía ser ella corriendo.

Detrás, también moviéndose a gran velocidad y sin preocuparse de esquivar unas cuantas personas, Marco.

—Perdona —murmuré hacia a Eli, y después me alejé de él para ir en dirección a mi amiga.

Keith y Elijah no tardaron en notar lo que ocurría, y también me siguieron. Marco consiguió alcanzar a Dani y tomarla del brazo para frenar. A medida que nos acercábamos a ella, comencé a escuchar parte de su discusión. Lo hice yo, y el resto de gente que los rodeaba y empezaba a lanzar miradas cargadas de confusión.

—Te he dicho que me dejes —le espetó Danielle, soltándose de él.

—Sabía que no tendría que haber quedado contigo —reprochó Marco, con los ojos entrecerrados y también aspecto de estar bastante molesto—. Solo eres una cría de instituto.

Danielle tragó saliva, y no esperé a que la discusión continuase antes de lanzarme hacia ella e interrumpirla. Y aunque nadie más lo vio, Keith en seguida se puso a un lado de nosotras, con los ojos fijos en Marco.

—Vamos, te acompaño a casa —le dije a mi amiga, tomándola de la mano.

Ella apenas me miró y asintió. Tenía los ojos puestos en el chico. Los dos parecían igual de enfadados.

—Y tú solo eres un cerdo —le espetó antes de apretar mi mano y dejar que la alejara.

Dani no se dio cuenta, pero yo sí. Segundos antes de que le diésemos la espalda a Marco, él hizo un ademán de contestar, dando un paso hacia nosotras. Pero entonces Keith le puso la zancadilla y se cayó de morros contra el suelo.

Un par de palabrotas sí que me pareció escuchar, pero Dani y yo ya estábamos mezclándonos entre la gente y alejándonos de él.

Elijah se acercó a nosotras en el camino hacia la salida del cine, mientras mi amiga me contaba lo que había sucedido sin importarle que él escuchara.

—Quería que le tocase el paquete ahí, en medio de la sala de cine. El muy cerdo...

Su voz sonaba chillona y tenía mi mano muy apretada. Sabía que se estaba conteniendo, porque Danielle no era de llorar. Al contrario que yo, que si me dejas te lloraba un río solamente por recibir un insulto.

Pero que una persona no llorase, no significaba que algo no le hiciese daño o no tuviese sentimientos.

—Cuando le dije que no se enfadó, ¡como si tuviera el derecho de exigirme algo solamente porque había comprado las entradas de cine! De verdad, es un capullo integral.

No iba a decir un "te lo dije" porque en nada ayudaría dada la situación. Bastante con el mal trago que había tenido que pasar.

Llegamos hasta la estación de metro donde nos despedimos de Elijah y yo me quedé con ella y con Keith, siguiéndonos a lo lejos. Se colocó unos asientos más alejado, supuse que para darnos intimidad, porque mi amiga seguía echando pestes de su cita y de lo mala idea que fue darle otra oportunidad a Marco.

A veces sabía cuándo necesitaba dejar espacio.

—Oye, siento mucho haber estropeado tu cita —dijo al cabo de un tiempo Danielle, con un tono de voz que indicaba que estaba ya mucho más tranquila—. Tendrías que estar yendo a cenar con Elijah, no acompañándome a casa.

Me encogí de hombros y lancé una mirada perdida hacia donde estaba Keith. En aquellos momentos cotilleaba lo que estaba leyendo en el teléfono móvil una señora que iba sentada cerca de él.

—No es nada. En realidad... estaba por irme a casa.

—¿Y eso?

—Me encontraba algo mal.

Los ojos de Danielle se entrecerraron sobre mí. Ella sabía perfectamente cuando mentía, y cuando ocultaba algo. Justo como en aquellos momentos.

Dejó completamente atrás sus lamentos por Marco y bajó la voz hacia mí con picardía.

—Veamos... Has estado colada por Eli por lo menos durante el último año, soñando con el día en el que tuvieras una oportunidad. Y esta es la segunda vez que tienes una cita con él, y la segunda vez que te vas apresuradamente. Si no te conociera, Lauren, diría que tratabas de escapar de la cita.

—Yo no...

Estaba comenzando a poner excusas, pero lo cierto es que ella tenía razón. Intentaba inventar una excusa para alejarme de la cita, para no seguir con Elijah... pero, ¿por qué?

En realidad, ya sabía la respuesta.

—¿Quién es él? —Prácticamente escupió Danielle.

Volví a lanzar otra mirada más allá en el vagón, donde Keith seguía mirando con curiosidad el teléfono móvil de la señora.

—No lo conoces —suspiré por fin, porque no podía ocultárselo a Dani—. Él es de otra... ciudad.

Una pequeña sonrisa de suficiencia cubrió su rostro.

—Lo sabía. ¿Y cómo se llama?

Apreté los labios. No había vuelta atrás.

—Keith. Se llama Keith. Y creo que estoy enamorándome de él.

Hasta que por fin lo decía en voz alta. Y de alguna forma, eso lo hacía todavía más real.

Danielle asintió, pero algo en su expresión cambió.

—Pero si vive en otra ciudad, ¿cómo lo conociste? Oh, ¿no me digas que es uno de estos noviazgos por internet? Dime por favor que estás segura de que es un chico normal y... no sé, un viejo verde haciéndose pasar por adolescente.

La forma en la que había hilado todas aquellas ideas me hizo reír.

—Sí, Dani. Estoy bastante segura de que es un chico... normal.

Dentro de lo que podía teniendo en cuenta su invisibilidad, y que venía de otra dimensión. Oh, y que podía hacer magia.

La mano de mi amiga volvió a tomar la mía, y noté que su sonrisa se había expandido.

—Pues espero que algún día me lo presentes.

Mis labios temblaron, y no pude más que asentir.

Por mucho que quisiera hacerlo, dudaba que algún día pudiese presentarle a Keith a ella... o a nadie.

Cuando bajamos del metro, Keith se acercó por fin a nosotras y exclamó:

—La señora que había a mi lado estaba leyendo porno. ¡Alucinas! Pero no cualquier tipo de porno. ¡En ese libro se estaban montando una orgía en público!

✩ ✩ ✩ ✩ ✩

Me acerqué con Dani hasta su casa y le di un abrazo de despedida antes de irme y asegurarme con cincuenta preguntas de que estaba bien. Después paré en un restaurante de comida china para comprar unos cuantos rollitos de primavera y arroz tres delicias para llevar a casa y así alimentar a Keith... y a mí, ¡que me había prometido dejarme la mayoría de rollitos! Esa noche le pondría a prueba.

Mis padres estaban tomando una copa de vino en la sala, o más bien una botella, mientras veían una película en blanco y negro. Les saludé distraídamente, escondiendo la comida, y me dirigí a la habitación con Keith.

Esa noche lo haríamos.

Robaríamos la llave del escritorio y conseguiría la firma para poder ir a la exposición. Ya le había asegurado al profesor de arte que contase conmigo.

De hecho, su persistencia en no dejarme ir al museo me había molestado tanto, que en parte me hizo abrir los ojos.

Sabía que ellos se preocupaban de mi futuro y querían lo mejor para mí, pero eso no les daba derecho a decir sobre qué debía estudiar. Ellos eran de ciencias, y pensaban que era lo mejor del mundo, por lo que su hijita debía hacer lo mismo.

Ni estudiaría una ingeniería, ni sacaría sobresalientes como tanto deseaban. Esa vida, ese futuro... no me hacía feliz.

En realidad, ni siquiera sabía qué quería estudiar, pero sí lo que me gustaba. Intentaría cambiarme a la clase de arte, trazar mi propio camino, y ser feliz.

—¿Y no piensas que es mejor si lo hablas con ellos? —Comentó Keith—. Son tus padres, te escucharán.

Estábamos sentados en la cama, con los restos de comida china en el suelo. Al final dejé que se comiera la mitad de los rollitos de primavera porque llenaban mucho, y Keith había terminado con casi todo el arroz tres delicias en menos de un minuto. Ni siquiera entendía cómo no se había atragantado.

—Claro que lo harán... y después me dirán que como soy menor, ellos deciden. Que mientras viva bajo su techo, serán sus normas. Que es lo que hay, y punto.

Esperaba que en el futuro, si tenía hijos, no los tratase así.

—Mira Keith, quiero mucho a mis padres y sé que ellos a mí —continué, suspirando—. Sé que hacen lo que creen que es mejor, pero también pueden estar equivocados.

Estiró la mano por encima de la colcha, hasta alcanzar la mía, y sus ojos me sostuvieron con la misma firmeza.

—Perdona, tienes razón.

—¿La tengo? —Repetí, tragando saliva.

Alejó la mirada tan solo unos segundos, mientras suspiraba, hasta que por fin continuó.

—Sí, y te entiendo. Yo también... Soy el hijo mayor, y mis padres han puesto muchas responsabilidades sobre mí por eso mismo, estuviese yo de acuerdo con ellas o no.

—¿Como la de venir a la Tierra? —Me atreví a preguntar.

Keith asintió. En realidad, jamás me había preguntado si él quería hacer aquel viaje. Siempre que hablaba de su misión me recordaba a un soldado, y lo cierto era que, ahora que lo pensaba, me recordaba a un soldado al que no le gustaba su misión.

Jamás me había planteado que, en realidad, había llegado a la Tierra obligado. Y pensándolo bien tenía sentido, ya que apenas había vuelto a su misión después de encontrarse conmigo, la primera persona que podía verlo. Al principio de conocerlos sí que seguía buscando a aquel hombre, y tenía una actitud más fría. Pero con el paso del tiempo lo fue olvidando, y de hecho comenzó a aflorar otra forma de ser, la que debía ser su forma real de ser: bromista, extrovertido, tranquilo...

El Keith que me gustaba... y del que me estaba enamorando.

—Me educaron para ser un solado, para seguir la tradición familiar. Por suerte eso salvó a mi hermano de tener que seguir mis pasos.

Nunca hablaba de su familia, o de Valletale. Por eso me sorprendí cuando nombró a un hermano. Sin soltar su mano, pregunté:

—¿Tienes un hermano?

Asintió, también sin soltarme.

—Sí, solo uno. Se llama Darren.

—¿Es pequeño?

Me imaginé a Keith haciendo de niñero de un niño clavadito a él pero más pequeño. ¿Tendría paciencia? No parecía ser de los que tenía paciencia. Sin embargo, respondió:

—No realmente... tiene diecisiete. Nos sacamos dos años, y no nos parecemos en nada.

Aquello último lo dijo como si pudiese leerme la mente. De hecho, ahora que lo decía, su hermano pequeño debía ser mayor que yo. Todavía me quedaba un poco para cumplir los diecisiete.

—¿Los echas de menos? A tu familia, quiero decir...

No tardó en asentir con la cabeza.

—Claro, todos los días.

Por supuesto, qué preguntas tenía. Aparté un poco la mirada, centrándome en los dibujos de la colcha.

—Supongo que estarás deseando terminar tu misión y volver...

Fui a alejar mi mano de la suya, pero él la retuvo.

—No creas —replicó.

—Ah, ¿no?

Volví a buscar mi mirada con la suya, sintiendo de pronto como la yema de sus dedos comenzaba a trazar círculos sobre mi palma. Contuve la respiración al encontrarme con sus ojos azules sonriéndome con suavidad.

—Porque si vuelvo, tendría que alejarme de ti, y eso no me gustaría nada.

Me dio un vuelco el estómago.

—¿No te gustaría nada?

Me sentía como una tonta repitiendo sus palabras.

—Claro. Eres mi mejor amiga.

Y ahí estaban de nuevo. Esas palabras. Su mejor amiga.

Y él seguía allí mirándome, con esa pequeña sonrisa, esperando que yo la correspondiera y dijera también algo como "por supuesto, tu mejor amiga". Justo como esa misma tarde en los cines.

Justo como el día en el Top Of The Rock.

—¿Sabes? —Exclamé, soltando se mano de pronto y girándome para levantarme de la cama—. Creo que mis padres ya se habrán ido a dormir.

Me puse de pies en el suelo, al lado de los restos de comida. Hacía ya más de una hora que nos habíamos encerrado en mi habitación para cenar. Seguro que la botella de vino de mis padres ya se había acabado y estaban durmiendo plácidamente en la habitación.

Keith también se incorporó. Rodeó la cama hacia donde yo estaba, del lado de la puerta del dormitorio, y se acercó a mí con el ceño arrugado.

—¿Estás bien? —Preguntó en un susurro—. ¿He dicho algo malo?

Tragué saliva y me apresuré hasta colocar una mano en el pomo. Por mucho que una parte de mí quisiera gritarle lo que sucedía, no podía hacerlo. No iba a estropear lo que teníamos porque empezase a desarrollar sentimientos hacia él.

Y, especialmente, porque no debía hacerlo. No debía enamorarme de él. Si ya era bastante difícil pensar en que se iría siendo mi amigo, era peor si se convertía en algo más.

Tomé aire y me volví hacia él, pero lo encontré más cerca de lo que imaginaba. Había roto toda la distancia, hasta quedar frente a mí. Tragué saliva y deslicé las manos fuera del pomo.

Él ladeo la cabeza sin ocultar su confusión y bajó el rostro unos centímetros hacia el mío. Acabé apoyando la espalda contra la puerta, sintiendo el latido del corazón con fuerza.

—No, claro que no —respondí finalmente, tratando de buscar las mejores palabras—. Has dicho que somos amigos. Eso no es nada malo. Es la verdad.

Su ceño se frunció un poco más, pero con una extraña suavidad en él. De alguna forma, yo fui incapaz de apartar la mirada. Hasta que su mano se posó en mi rostro, acariciándola.

—Lauren, ¿qué...? —Comenzó a preguntar, pero no terminó la frase.

Su voz se perdió en el aire, apagándose, mientras él se acercaba un poco más. Y por unos segundos, pensé, "¿sería que él sentía lo mismo?".

Y si era así, ¿dónde nos dejaba todo aquello?

Pero no me hizo falta darle más vueltas, porque el rostro de Keith se paró a unos centímetros de los míos y, sin apartar la mano cálida, ni alejar la mirada, susurró:

—Eres muy importante para mí. Lo sabes, ¿verdad?

Tardé unos segundos en reaccionar mientras la sangre corría veloz por todo mi cuerpo, pero finalmente lo hice y asentí.

Era importante para él.

Era su amiga.

Y siempre sería eso, su amiga.

Después de lo que parecieron eternos segundos Keith se alejó, y sentí frío ahí donde su mano me había estado tocando. Dio un paso lejos de mí, como si quisiera poner distancia, sin darse cuenta de cómo pinchó mi interior, y dijo:

—Y ahora, ¿lista para robar a tus padres?

Tomé aire y me di la vuelta antes de susurrar:

—Por supuesto.

✩ ✩ ✩ ✩ ✩

Robar la llave del bolso de mi madre fue mucho más fácil de lo que esperaba y, en realidad, probablemente ni siquiera me hubiese hecho falta pedir ayuda a Keith. Pero él fue más silencioso de lo que yo hubiera sido. Probablemente me hubiese puesto a sacudir todo el contenido hasta encontrar las dichosas llaves.

Después fuimos al estudio de mis padres, con los dedos cruzados para que no se levantaran de la cama y prácticamente de puntillas, y abrimos el cajón.

En realidad era normal que hubiese resultado sencillo. En los casi diecisiete años que llevaba viviendo en aquella casa, jamás había intentado robar a mis padres, o incluso intentado leer su correspondencia. Confiaban en mí, y ese pensamiento hacía que tuviese sentimientos encontrados al traicionarlos.

—¿Esta eres tú de pequeña?

Me volví hacia Keith. Sostenía una foto mía, en la que debía de tener unos tres años. Tenía el pelo muy corto, pero mis padres me habían puesto una horquilla horrible con una lazo verde gigante para decorarlo.

Asentí, y él volvió a mirar la imagen.

—Tenías unos mofletes enormes.

Gruñí hacia él y le arrebate la imagen para guardarla en el cajón y seguir rebuscando por los papeles de mis padres.

—Los niños pequeños con mofletes son muy guapos.

—No he dicho lo contrario —replicó.

Continué sacando más cosas, cartas, recibos... pero ni rastro de los documentos de identidad. ¡Y yo necesitaba el número de alguno de ellos dos!

Hasta que encontré casi al fondo del cajón, metido en una funda de plástico, lo que parecía mi certificado de nacimiento.

De hecho, era mi certificado.

No entendía por qué mis padres lo guardarían allí, pero quizás así encontraría el número de identidad de uno de ellos. Me daba igual de quien fuera.

—¿Te llamas Lauren Olivia Gier? —Preguntó Keith por detrás de mí—. Es bonito.

Como siempre, cotilleando detrás de las personas, al igual que hizo con la mujer del metro y su lectura. Pero no le hice mucho caso, porque aunque sí me llamaba Lauren Olivia...

—¿Dónde has leído eso? —Pregunté, paseando los ojos un poco más detenidamente por el documento—. No me apellido Gier, me apelli...

Pero mis palabras se perdieron en el silencio de la noche cuando leí el apellido que aparecía allí. Y efectivamente, era Gier. Solamente que yo no me apellida así. ¿Sería un error?

Así que seguí leyendo los demás datos.

¿Lugar de nacimiento? Correcto.

¿Fecha de nacimiento? Correcta.

¿Nombre de la madre? Correcto.

¿Nombre del padre? Co...

—¿Lauren?

La voz de Keith sonó muy lejos en mis oídos, mientras me llevaba una manos a los labios y el documento se deslizaba entre mis dedos, cayendo de nuevo dentro del cajón.

El nombre del padre no era correcto. Tenía que ser un error.

Pero si el resto de datos estaban bien...

¿Quién era Garrik Gier? ¿Y por qué aparecía como mi padre biológico?

¡YO LO SABÍA!

Sabía esto desde el principio pero no podía decir, era para meterle más emoción a la trama xD aunque lectoras de la historia viejilla probablemente lo imaginaban :)

En fin, me encanta como va evolucionando y las cosillas que tengo en mente que van a pasar. ¡Aiinnnns!

Aprovecho este huequito para daros las gracias al amor que le estáis dando a la historia T-T Cuando comencé hace tiempo a escribir de nuevo los capítulos apenas se estaban leyendo y pensé que es que no gustaban nada e igual no merecía la pena, entonces me ha tomado mucho por sorpresa que ahora los leáis T-T

Mil gracias, no os imagináis lo mucho que significa este apoyo ❤️❤️

No tengo idea de si esta historia algún día una editorial quiera publicarla, pero sí me gustaría si no intentarlo con autopublicación, más allá en el futuro. Porque lleva muchísimo trabajo la edición de una novela (de hecho quiero subir unos tiktok este mes explicando como es el proceso con mi último libro), y si lo hago con autopublicación necesitaría muuuucho tiempo xD

Besitos invisibles,

Andrea :)

Continua llegint

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