Diario perdido •Katsuki Baku...

By Baruta-

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Su timidez y miedo al rechazo le hacían escribir en un pequeño cuaderno lo que sentía por él. Varias hojas en... More

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By Baruta-

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La mañana prometía un día soleado a casi finales del verano, algunas hojas empezaban a desprenderse de las tupidas ramas de los árboles, perdiéndose en el aire y siguiendo un rumbo indefinido hasta un destino final que se desconocía para cada una de ellas. Decidió ir al parque más cercano para realizar su rutina de ejercicios que iniciaba con un ligero trote por veinte minutos aproximadamente, sin contar el trayecto de su casa al parque. Bakugo usaba sus audífonos para mantenerse concentrado y no distraerse con sonidos que no tenían nada de importancia pero que serían molestos a su paso. Vestía cómodamente al usar unos pantalones deportivos oscuros, una musculosa blanca que era resguardada por una sudadera roja de cuello de tortura y su cabello espigado se mantenía bajo la capucha de su pendra superior, no dejando que el aire rozara las hierbas de su cabello rubio.

En su mente creaba una rutina de ejercicios para el día, buscando no ser tan repetitivo y trabajar diferentes partes de su cuerpo dejando descansar otras. Habían sido ya tres días desde que inició con aquella rutina, no había nada inusual que hubiera visto en los anteriores que marcara una diferencia ese día. No fue así hasta que, antes de finalizar su periodo de trote, logró ver una cabellera conocida a la lejanía, en su camino, sentada en una banca de metal oscuro con la vista a su regazo, lo supuso por la posición de su cabeza al estar inclinada al frente. Sobre ésta, salían un par de orejas lobunas que se movían ligeramente al reaccionar a los sonidos de su entorno.

Se preguntaba qué hacía su compañera de clase ahí, sobre todo a esas horas de la mañana. Amaneció hace tan solo unos diez minutos y el sol ya regalaba calor y luminosidad a diferentes partes del parque, sobre todo a ella. No se detuvo en su trote, con suerte descubriría que hacía y no tendría la necesidad de preguntar.

Por su parte (Nombre) se encontraba realizando un pequeño dibujo sobre una libreta que encontró en el escritorio de su habitación y un lápiz cualquiera que estuviera cerca. La razón de su presencia se debía a su falta de sueño, logró dormir desde que se recostó en su cama, pero despertó cerca de las cinco de la mañana y desde entonces no conciliaba el sueño, observó por varios minutos la ventana, notando como el cielo se tornaba cada vez más claro. Optó por salir ese día, por realizar un dibujo de lo que veía, quizá como una forma de despejarse y distraerse por un instante; de ahí que ella se encontrara distraída realizando un dibujo cualquiera de lo que se encontraba a su alrededor.

Bakugo se percató de ello, no tendría necesidad de preguntarle y detenerse, seguiría con su carrera hasta cumplir el tiempo establecido para calentar; no obstante, (Nombre), al frustrarse por no lograr un buen dibujo, se puso de pie rápidamente, deseando lanzar sus pertenencias al aire e irse, pero se controló en esa acción y no previó que un cuerpo más grande chocara contra ella. Katsuki no pudo detenerse, buscó la forma de evitar a la chica, pero solo logró disminuir su fuerza de impacto.

La azabache, logrando reaccionar y confiando en que aquel individuo era más fuerte que ella para mantenerse firme, soltó sus pertenencias para aferrarse a él, siendo de su brazo derecho, sin embargo, eso no fue suficiente y terminó por ensuciar sus prendas y recibir un golpe en el trasero al caer. Oyó gruñir a la persona sin reconocerla y, pese al dolor de su cabeza, se disculpó de inmediato, sin recibir una respuesta.

—¿Qué demonios te pasa? —reclamó Bakugo sobándose la mandíbula tras recibir un duro golpe en ella.

Observó desde su altura a su compañera que realizaba la misma acción sobre su cabeza. La única diferencia entre ellos era que él permaneció de pie y ella cayó sobre su trasero en el frio piso de concreto que conformaba el sendero del parque.

—Lo siento —se disculpó la joven aceptando la culpa de lo sucedido. Levantarse de un salto tras su frustración con los dibujos fallidos de esa mañana le impidieron ver a su alrededor y que él se aproximaba a gran velocidad.

Bakugo chasqueó la lengua, encontrándose nuevamente con una imagen de (Nombre) en el suelo, sin poder pararse. Y ella, captando el tono irritado y molesto de Katsuki no pudo evitar pensar en sus palabras. De forma casi literal había representado una piedra en su camino esa vez, deteniéndolo de golpe e impidiéndole lograr su objetivo que no era más que correr para calentar el cuerpo. Una sensación extraña invadió el pecho de la joven, sintiéndose molesta consigo misma por dejar que la voz y palabras de Bakugo le hicieran sentir lo peor del mundo por el simple hecho de querer expresar sus sentimientos en un cuaderno; ella no quería que nada de eso pasara, ella solo esperaba resguardar sus sentimientos hasta graduarse, se resignó a ello desde la primera página que escribió, sin embargo, Bakugo terminó por enterarse de todo, aunque no sabía si ya descubrió su otra identidad.

—Siento no poder dormir hoy y buscar una forma de entretenerme fuera de casa para terminar aquí, representando una piedra en tu camino —soltó con molestia desviando la mirada de su figura, observando un árbol a la lejanía que dejaba caer sus hojas lentamente con el paso del viento.

Bakugo le miró confundido, dejando que la sorpresa se asomara ligeramente en sus fracciones. Él en ningún momento le reclamó por meterse en su camino, ni se molestó en pensar en reclamos que llevaran expresamente aquellas palabras que (Nombre) manejó con desagrado. Le observó, su rostro no estaba en su dirección, solo miraba algo que no fuera él, su mandíbula estaba tensa, reprimiendo los quejidos adoloridos por el golpe que se llevó; su diestra sobaba la zona golpeada lentamente y notó en el suelo un pequeño cuaderno con varios garabatos sobre bocetos que no lograba descifrar si no los observaba detenidamente y a una menor distancia. Suspiró.

—Vamos —estiró su mano a ella, recibiendo una mirada recelosa como la primera vez que le ayudó a levantarse.

Sus ojos carmesí, reguardando miles de llamas que podrían quemar a cualquiera que los viera, observaron los zafiros de (Nombre), que contrastaban al albergar un gran océano y una próxima tormenta que no podría imaginar en esos momentos. Parecían en calma, quizá esa que se tiene después de la gran tormenta que pasó al lado de su madre los días posteriores a su llegada a casa. Se veía cansada, pero no como otras veces y eso, sin pensarlo, representó un mínimo alivio para el rubio cenizo.

—¿O quieres quedarte en el suelo? —cuestionó un par de segundos después, capando la atención de su compañera de clase.

Ella simplemente hizo un ligero puchero que no fue visible para Katsuki, sus orejas lobunas se ladearon ligeramente, debatiendo en sus adentros si debía acepar, una vez más, su mano para ponerse de pie.

—No estoy aquí para perder mi tiempo, orejas —Bakugo demandó una rápida decisión y terminó por sentir el tacto cálido de (Nombre) al poco rato.

Tiró de ella poniéndola de pie sin dificultades para agacharse a recoger el cuaderno y dejar que la mínima curiosidad que sentía le permitiera ver los dibujos al aprovechar que estaba abierto. Trató de ocultar su ligera sorpresa al ver la caligrafía de la joven, siendo una completamente reconocible tras leer todas y cada una de las hojas del diario; confirmando algo que ya sabía desde hace unas semanas.

—Gracias —murmuró la joven antes de quitarle el cuaderno con algo de fuerza, evitando que observara sus intentos fallidos de dibujos; ya tenía suficiente con 'permitir' que leyera su diario como para dejar que ahora observara los dibujos que llegaba a realizar—. No te quito más tu tiempo, Bakugo —finalizó lo que pudiera ser una pequeña charla para caminar de regreso a casa.

Inició su caminata con paso medianamente veloz, deseando alejarse cuanto antes de él tras apreciar la vestimenta que utilizaba su compañero de clase '¿Cómo es que todo lo que usa le queda malditamente bien?' se preguntó (Nombre) centrando su vista al frente para no mirar atrás, sobre todo a él. Un ligero bostezo la invadió obligándola a llevar su diestra al rostro para cubrir su boca, no evitó generar una ligera queja por el sueño que ahora llegaba a ella, llamando la atención del rubio que retomaba su paso con un trote más lento.

—Deberías irte a dormir —sugirió Katsuki con su voz áspera sobresaltando a la ojizafiro.

—No es algo que pueda hacer fácilmente en estos momentos —respondió la chica limpiándose una lágrima de su comisura tras bostezar. Bakugo pensó un momento las palabras de la joven. Podría haber dos sentidos en ellas, la primera, quizá, haciendo referencia a los acontecimientos de su vida y lo agobiada que puede estar su mente para conciliar el sueño con facilidad; o bien simplemente no poder dormir después de despertar sino hasta que nuevamente sea de noche. No planeaba hablar de un tema delicado como la muerte de su padre o cómo se encontraban su madre y ella, era un hecho obvio. Y (Nombre) hablaba en ambos sentidos—: Si despierto, no puedo dormir hasta la noche, además —dejó escapar una ligera sonrisa—, lo más seguro es que mamá ya me esté esperando con un delantal, hay mucho que hacer en casa ahora...

Bakugo observó de reojo a su compañera mirando al suelo con un gesto entristecido, resguardando su ligera sonrisa por el hecho gracioso de encontrar a su madre como la describió, imaginándose sus gritos de reproche por salir de casa sin siquiera avisarle a dónde iba.

—Pero... esto no es algo que te interese, no te quito más el tiempo, Bakugo —se despidió la joven tras percatarse de sus palabras.

Inconscientemente soltó cada una de ellas con la confianza de simplemente ser escuchada y no recibir preguntas que tal vez no respondería con naturalidad o sin sentirse incómoda. Y a él si le interesaba, pero no se lo diría, ni le pediría que le contara más; si ella decidía dejar hasta ahí la conversación no insistiría, porque se preocuparía por saber de dónde surgía ese interés. Era un hecho que le ayudaría a practicar, además de servirle a él, pero no se explicaba por qué sentía la necesidad de ir más allá del apoyo en los entrenamientos, pues incluso se olvidó del suyo ese día por prestar atención a la conversación que creó (Nombre) tras su pequeño encuentro.

La miró marcharse lentamente por el lado contrario al que él llegó antes de iniciar su entrenamiento, trastabillando por su necesidad de alejarse de él y no seguir mezclando las diferentes emociones que tenía dentro de su ser. Se suponía que estaba en duelo, sopesando la pérdida de su padre; las fantasías y emociones que generaba Bakugo en ella debería estar a un lado.

Ya no tenía tiempo para ello.

...

—Bien, ahora vas a decirme qué sucedió —demandó saber Sayio parándose detrás de su hija que simplemente lavaba los últimos platos usados esa tarde para comer.

—¿Eh? —la menor la miró confundida al escuchar su petición— ¿De qué hablas?

—No intentes hacerte la tonta conmigo, (Nombre), soy tu madre y te conozco lo suficiente para saber que algo sucedió esta mañana —rebatió la castaña tomando asiento en la mesa del comedor, observando a su hija tan rígida que se detuvo en su labor.

(Nombre) trató de pensar, de recordar qué sucedió por la mañana, hasta que llegó a los hechos del parque ¿su madre habrá descubierto a dónde fue? O mejor dicho ¿Sabrá que se encontró con Katsuki en el parque? No estaba segura de ello, pero tal vez la mujer descubrió que ella salió desde muy temprano. Y era verdad, Saiyo logró oírla salir, por un momento pensó en detenerla, pero le dio su espacio; su puso que, al igual que ella, no pudo dormir en toda la noche al estar pensando o por consecuencia de varios recuerdos que la invadían entre sueños.

La mayor de los (Apellido) pasó por ello todas las noches y lo sigue haciendo, aunque ya se ha acostumbrado a ello y llora solamente por algunos minutos tras el recuerdo que ahora era amargo, lleno de melancolía y añoranza por ver una vez más a Hisashi, aunque sabe que eso ya no pasará más. A la castaña le sorprendió verla llegar esa mañana con una ligera sonrisa, oculta en su tristeza, aunque (Nombre) se negaba a aceptarla tratando de disimularla y durante el día solo estuvo pensativa, algo no muy común en ella, al menos no hasta lo que sucedió con su padre.

—No sé a dónde fuiste esta mañana, pero regresaste un poco extraña ¿Hay algo que debería saber? —preguntó al no oír a su hija. Le preocupaba que algo fuera de sus suposiciones le hubiera ocurrido a su hija, por ello estaba dispuesta a preguntarle qué sucedió; lo que menos quería era que ella se guardara todo.

Por su parte (Nombre) seguía pensando, quizá debería decirle la verdad a su madre, contarle lo que ha sucedido con Bakugo y su diario; eso podría traer burlas por parte de la mayor, algo que a esas alturas no le importaría con tal de hablar de otro tema que no fuera su padre o algún recuerdo de él, no era algo que necesitaba en esos momentos. Además, de alguna forma, hablarlo como se lo mencionó Momo y el resto de sus amigas le quitaría un peso menos de encima y tal vez le haría sentirse más liberada. También intentaría pedirle un consejo al respecto.

Suspiró y tomó asiento delante de su madre, mirando el mantel de cocina que cubría la madrea de la mesa, pensando bien sus palabras para hablar—: Fui al parque... —dijo cohibiéndose antes de mencionar el posible motivo que le hacía verse pensativa— y me encontré con Bakugo —finalmente la observó.

Las cejas tupidas de la mayor se arquearon por la sorpresa. No se esperaba que su hija se encontrara con un chico de su clase; por el nombre, inmediatamente recordó que él fue el chico que llegó a tiempo antes de recibir el ataque de las villanas el día que realizaron la reunión en la estación de policía.

—Vaya, El chico que me salvó aquella vez —sonrió ligeramente, (Nombre) la miró—. No recuerdo si te lo dije —pensó la mujer—, pero Bakugo-san llegó a tiempo, de no ser por él, quizá ahora tendría más cicatrices de las que ahora tengo.

Ahora que lo recordaba, si se lo mencionó, incluso le hizo burla con él, los emparejó, y el solo recordarlo le puso nerviosa. Sus mejillas se tornaron ligeramente rojizas, siendo visibles para su madre que decidió continuar con aquella conversación.

—¿Y? —preguntó deseando que su hija diera más detalles de aquel encuentro con el chico rubio cenizo.

—¿Q-qué?

—¿Qué sucedió?

—Ah... nada. Solo hablamos un momento y él continuó con su entrenamiento —resumió la azabache. Observó a otro lado para no dejar que su madre notara lo que el solo mencionarlo generaba en ella, así como recordar lo bien que se veía con el atuendo que eligió ese día—. Pero...

(Nombre) se sorprendió con esa palabra. La tenía atrapada en su garganta, luchando por no dejarla salir y dar por terminada la charla, pero algo dentro de ella le decía que debía hablarlo, mencionárselo a aquella mujer delante de ella, quien le conocía de toda la vida, quizá su mejor consejera.

—Mamá... —le llamó en un susurró, recargándose en sus brazos sobre la mesa y ocultando la mitad de su rostro, observando nuevamente el mantel de un color rojo vivo ¿por qué ese color?— ¿Qué puedo hacer...? Yo... simplemente quería expresar mis sentimientos, pero me resigné al aceptar que no serían correspondidos... los escribí. Pensé que nadie más los vería, incluso tú —su madre simuló hacer un gesto ofendido por ello—. Pero todo salió al revés, él los leyó y ahora me cataloga como una piedra en su camino —mencionó con desilusión.

A Saiyo solo le bastaron algunos segundos para procesar la información y buscar las palabras con las cuales hablarle a su hija. No era la primera vez que trataban un tema de amor o que fuera su primer enamoramiento, pero sí que (Nombre) le hablaba de ello sin que se lo exigiera y que, indirectamente, le pidiera un consejo sobre qué hacer. Tal vez ella, además de cargar con la pérdida de su padre, se sentía angustiada y agobiada por solo pensar en ello, en la incertidumbre de lo que el chico pensara de ella y sus sentimientos. A la castaña le alegraba, le llenaba de emoción y quizá un poco de tristeza ayudarle con ese tema. Se puso de pie y se sentó al lado de su hija, poniendo una mano sobre su espalda para darle palmaditas llenas de apoyo y comprensión antes de hablar.

—Ese chico ¿Es Bakugo Katsuki? —preguntó queriendo confirmar sus sospechas, (Nombre), vacilante, asintió. Saiyo suspiró—. No debes sentirte mal por expresar tus sentimientos, creo que esa esa una cualidad de valentía, porque te arriesgas a perderlo todo o ganarlo todo —(Nombre) miró a su madre con curiosidad—. Si, yo también me sentí así en varios momentos de mi vida; no solo con tu padre, aunque él fue quien se confesó. Antes de él me enamoré de otros chicos que me rechazaron, admito que al inicio dolió, pero luego me puse a pensar... —la mayor miró al frente, a un punto indefinido de la cocina— si el primer chico me hubiera correspondido, hubiéramos sido pareja, tal vez nos hubiéramos casado y quizá hubiera tenido un hijo con él, pero no hubiese conocido a tu padre, no me hubiese casado con él y tú no estarías aquí ahora.

—Pero él ya no está... —susurró la azabache.

—Lo sé mejor que nadie... —Saiyo entristeció por un momento—. Pero a lo que quiero llegar, es que todo sucede por algo, (Nombre). Perdiste ese cuaderno con tus sentimientos ahí escritos y él lo encontró ¿no? Dices que te cataloga como una piedra en su camino ¿pero de qué forma? Lo detienes o lo pones en duda sobre lo que desea hacer ¿lo has pensado?

—Yo... no lo sé, lo dijo molesto —respondió recordando el momento en que lo oyó decirlo.

—Dime una cosa, cuando te enteraste que él lo tenía ¿Qué hizo?

La azabache recordó todo lo sucedido desde que descubrió que Bakugo tenía su cuaderno—. Creo que... trató de descubrir quién era —respondió. Alzó el mentón mirando a su madre con un ligero brillo en los ojos—. Incluso traté de evitar que se diera cuenta... Mina habló con Kirishima, su mejor amigo, y dijo algo semejante.

—¿Lo ves? Tal vez estás pensando demasiado.

—Pero yo lo escuché decir que la chica del diario era una piedra en su camino... —(Nombre) se desanimó nuevamente.

Por supuesto que no lo eres —regañó la castaña—. Y si ese jovencito lo piensa es su problema. Tu misma dijiste que no pretendías decirle nada y lo escribiste todo, sin embargo, se enteró —Sayio elevó su tono de voz—. Llámalo casualidad, destino o mera curiosidad de su parte, pero él se creó ese problema al continuar leyéndote, bien pudo dejar al abandono el cuaderno y no seguir viendo su contenido, pero lo hizo. Y no voy a permitir que ningún chico te haga sentir insegura por expresar tus sentimientos.

(Nombre) la miró perpleja por el repentino cambio en su humor. Podría ser preocupación por las emociones y estado de ánimo de su hija, pero la azabache no la había visto de esa manera antes—. Mamá...

—Ese tal Bakugo Katsuki me va a oír —la castaña se puso de pie golpeando ligeramente la mesa con su dedo índice, dejando en claro que lo haría cuando tuviera la oportunidad; a eso, le sumaba el gesto iracundo y su mirada llena de ira hacia la mesa, donde se imaginaba el rostro del rubio cenizo.

—¡Mamá tranquila! —gritó la azabache tomándola por los hombros, recibiendo su mirada cacao llena de sorpresa por la reacción de su hija.

—Lo siento —dijo volviendo a tomar asiento mientras (Nombre) permanecía de pie, con las manos apoyadas en la mesa, debatiendo en su interior el preguntar sobre otro tema que le era importante y necesitaba aclarar cuanto antes.

La menor suspiró, encontrando la motivación y fuerza para adentrarse a un terreno que cambiaría por completo el ambiente, sin saber qué sucedería tras pedir la información que necesitaba desde hacía tiempo, aquella que el mismo Hisashi debió decirle pese a saber que su particularidad no era como la suya.

—Quisiera saber algo más y no puedes evadir el tema por más tiempo, mamá... —habló la joven formando ligeros puños con sus manos. Sabía que era un tema delicado, el mismo que las llevó a distanciarse desde que le dieron de alta en el hospital— ¿Cómo funcionaba el kosei de papá?



...

Frio, así se sentía su cuerpo; adolorido, herido... sus ojos apenas podían ver el desastre creado a su alrededor. Tan solo en segundos todo cambió, todo se desvaneció. El ambiente cálido de su hogar ya no existía, las luces que iluminaban la sala principal, donde pronto cenaría al lado de sus padres, fueron destruidas, dejando solamente los cables de energía expuestos a la intemperie, sobresaliendo de los grandes pedazos de concreto que antes eran paredes resguardando el calor que generaba su familia dentro de casa, lejos del aire frío que le abrazaba. Su espalda le dolía, producto de un pequeño muro, por suerte, que cayó encima de ella. No podría moverse y su respiración poco a poco se volvía dificultosa.

—Mamá... Papá... —susurró mirando a todos lados, encontrándose con gran parte del edificio destruido gracias a una explosión que tomó a todos por sorpresa.

No sabía nada, estaba perdida, confundida y cada vez más sentía que sus ojos se cerraban ¿Dónde estaban sus padres? ¿Siquiera estaban bien? No lo sabía. El bullicio del exterior logró llegar a sus oídos, los gritos desesperados de las personas ocupaban gran parte de sus pensamientos, aumentando su ansiedad por temer lo peor.

Sus pulmones ardían, el humo la alcanzó a los minutos robándole el aliento hasta hacerle creer que el próximo sería el último; a eso le añadía el polvo que inhalaba en busca de más aire.

—Ayuda... —pidió en un susurro a una sombra que pasó a su lado.

El individuo simplemente le miró desde su altura, sin poder distinguir sus fracciones o alguna característica de su físico dada la poca luminosidad del lugar, pues era de noche; ni las pequeñas flamas de fuego restantes de la explosión ayudaban a distinguirlo, además de tener su vista borrosa. No obstante, su mirada fue lo único que pudo rescatar, un tono ambarino tan llamativo y brillante le observó por unos segundos, con indiferencia, con poca empatía por verla suplicando por ayuda.

Y simplemente se fue, dejándola a su suerte y huyendo de los héroes que habían llegado al lugar para actuar. Su vista se nubló, estaba llorando. No sabía dónde estaban sus padres, mucho menos si ella sobreviviría; el peso en su espalda le impedía respirar, el humo le robaba el aliento y el polvo secaba su garganta en cada respiración. Estaba asustada, pero no podía demostrarlo abiertamente, ya no podía.

"¿Así es morir?"

Se preguntó mentalmente, no queriendo desperdiciar su posible último aliento en ello, aunque los sollozos la obligaban a usarlo.

—¡La encontré! —oyó a lo lejos. Una voz grave, cálida y preocupada la llamó.

Divisó a lo lejos una gran figura acercándose a ella, cuidando no mover los escombros. Logró apreciar la forma del sujeto que se acercaba a ella, quizá un héroe que logró hallarla, pero ¿habrá sido a tiempo? Ella cada vez más se sentía desconectada de todo. Le dio forma a la gran sombra que se acercaba a ella, catalogándolo como un animal cuadrúpedo de gran tamaño; en un inicio pensó que se trataba de un héroe que podría adoptar la forma de un perro para rastrear a las personas y solo esperar a que otro llegara a auxiliarle, pero cuando logró ver sus orbes brillantes quedó asombrada.

Un celeste tan claro, quizá llegando al banco le miraba preocupado, pero asegurándole que pronto saldría de ahí. Ella quedó embelesada por la figura delante de ella; era como estar en un cuento de fantasía, donde podía interactuar con un hombre lobo, porque eso era aquel héroe.

—Tranquila, ya estás a salvo —dijo él acariciándole el rostro con sus grandes, cálidas y suaves manos, llevándola a cerrar sus ojos por sentir calor después de tanto frío...

Pero la escena cambiaba. Ahora era ella quien miraba por encima del hombro al mismo par de orbes celestes que trataban de reconocerla. No era la misma niña inocente y frágil que salvó años atrás. Parecía ser más fuerte, más hábil y con la mente llena de ideas tan erróneas que el individuo delante de él se encargó de crear.

Reaccionó tarde, ella reconoció esos orbes celestes y no pudo hacer nada para evitar lo que tiempo antes deseaba. Frente a sus ojos se repetía la escena donde el héroe GrandAlpha era sentenciado a muerte, el momento en que Kohaku hacía uso de su particularidad para intercambiar sus dones y descubrir los grandes beneficios que traía el del héroe para el villano.

¿Cómo no pudo darse cuenta antes? ¿Cómo es que permitió que jugara con su mente?

—Detente —habló, pero solo escuchó la risa estruendosa de Kohaku, mirándolo a un lado del cuerpo inerte de GrandAlpha, para luego observar cómo se ponía de pie y a la vez cambiaba de forma a la de un gran lobo gris. Ella detuvo sus pasos, asustada por lo que veía, y solo sintió la frialdad de una gran mano alrededor de su cuello, completamente diferente a aquella que le salvó siendo solo una niña.

Un par de orbes ambarinos la miraron con gran frialdad, con intimidación, haciendo que sus poros se erizaran por el miedo que le generaba, así como la verdad.

Quien mató a sus padres no fue el héroe lobo.

•◊•



Nota de la Autora. Solo quiero decir que esta vida no está llena de mensajes subliminales...



MAR012021

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