Volkacio Valentine 2021

נכתב על ידי empanadanapo

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Escritos basados en temas para cada día de febrero hecho por @lovingvolkacio en twitter! ¿Es una historia lin... עוד

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Primer Beso

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נכתב על ידי empanadanapo

Bajaron al primer piso del hospital, donde los esperaba aún el taxi que había tomado Horacio, terminaría siendo un viaje muy caro, pero ambos subieron a la parte trasera del vehículo y se encaminaron al apartamento del comisario nuevamente para concretar sus planes. Subieron por el ascensor, y tan pronto se abrió la puerta en el piso 7, Horacio se percató de que el pastel que había horneado seguía de pie en su envase frente a la puerta del comisario, no podía creer que por su cabeza se haya pasado la idea de lanzárselo a Volkov a la cara, era mejor que el ruso no se enterara de eso.

- ¿Y esto? - preguntó el comisario levantándolo con cuidado.

- Un pastel, lo hice en la tarde, no preguntes, todo fue un caos - dijo quitándoselo de las manos.

- ¿Lo hiciste tú? - preguntó sorprendido.

- Algo así - contestó dejando de lado el hecho de que todo lo que componía ese pastel había salido de una caja.

El comisario no dejó ir el envase y este descansó entre los brazos de ambos por un momento, tiempo en el que Volkov aprovechó para sostener su mirada, sus ojos seguían algo enrojecidos, pero brillaban hermosos bajo la luz artificial del pasillo. Una vez el ruso dejó ir el pastel para dejárselo al moreno, giró las llaves en la cerradura y abrió la puerta, en los ojos de Volkov, el apartamento estaba hecho un desastre, pero desde la perspectiva de Horacio todo estaba ordenado y limpio. En cuanto el agente se acomodó en el sofá, el mayor caminó con largas zancadas hacia su habitación y se cambió la chaqueta de Horacio por una camiseta cómoda, para luego echar la chaqueta al lavado. Observó al moreno desde el marco de la puerta de su habitación, sus ropas aún debían seguir algo húmedas, pero al momento de ofrecerle ropa para cambiarse, él se negó una y otra vez, solo esperaba que no terminara enfermando.

- ¿Te molesta que pidamos algo? Se que quizás no es muy elegante, pero bueno, las circunstancias son algo especiales... - le comentó el comisario una vez encendió la calefacción.

- Para nada, espero haya algo abierto a esta hora - era verdad, a esa hora estaban cerrados la mayoría de los locales.

Solo tardaron unos minutos en instalarse en la mesa del comedor con un pedido de sushi para dos, al ver como Volkov usaba los palillos a la perfección, Horacio intentó hacerlo también, pero no era tan fácil como el ruso lo hacía ver, el debía tener algo de práctica. En cuanto el comisario se percató de que el menor estaba intentando imitarlo, se inclinó un poco sobre la mesa y le mostró la posición de los dedos, pero por más que lo intentara, sus dedos no le hacían caso.

- Ven acerca tus manos - le pidió Volkov luego de reír suavemente, tomó sus manos entre las suyas y posicionó los palillos entre sus dedos de forma que pudiera moverlos de la forma correcta - Y así los mueves - le señaló.

El rostro de Horacio se ruborizó ligeramente, no porque le avergonzara no saber usar unos simples palillos de madera, sino porque el contacto de su piel le transmitía una electricidad que parecía viajar directo a su estómago, y la cercanía y familiaridad de la situación le ponía algo nervioso. En cuanto el ruso se percató de lo cerca que estaba del agente, volvió a su posición original y siguió comiendo avergonzado, no podía evitar hacer ese tipo de cosas con él, salían de manera natural y espontánea, era algo vergonzoso a veces.

- Entonces, - comenzó Horacio con ánimos de conversar - ¿Qué pasó hoy? ¿Cómo terminó en el hospital? -

- Oh, bueno, nos estaban esperando en el barrio con armas, no se donde las están comprando, pero eran armas largas. Por suerte no hubo ninguna baja, solo a mi me alcanzó una bala en el hombro, pero nos retiramos inmediatamente, me hubiera gustado un final distinto de la historia, pero por lo menos no hubo más heridos - contestó explicando brevemente la historia.

Sonaba exactamente como un jefe debía sonar, era asertivo y se preocupaba por sus subordinados, nadie podía reemplazarlo como jefe de la policía, era realmente una persona muy talentosa. Horacio no podía evitar verlo con ojos de admiración cada vez que hablaba, se había mantenido tan firme a pesar de todo lo que había vivido, había superado un coma y despertado completamente solo, se había mantenido a la cabeza de la LSPD y lo había hecho de maravilla, si así era a una edad madura, y con un corazón y pulmones dañados hace algunos años, Horacio no podía evitar cuestionarse como habían sido sus años de juventud, pero tampoco se atrevía a preguntarle.

- ¿Horacio? - le llamó la atención el ruso - ¿Está todo bien? - le preguntó ladeando levemente la cabeza.

No se había percatado de ello, pero lentamente se había introducido en el mundo de su cabeza, donde sus dudas sobre la vida del comisario lo invadían.

- Si, si, perdón, supongo que me desconcentré - se excusó rápidamente.

- ¿En qué pensabas? -

No estaba seguro si decir la verdad o no, pero después de todo, ¿No eran para eso las citas? ¿Para aprender más del otro?

- Me preguntaba cómo habrán sido tus años de juventud, se que estuvo en la milicia de Rusia, pero no se nada más - confesó finalmente.

A Volkov le sorprendió que el agente presentará curiosidad por su vida, nadie nunca le había preguntado por su pasado, solo le había contado su vida trágica a Conway una vez, y él lo había transformado en una competencia de quién lo había pasado peor, pero dentro de todo, también guardaba buenos recuerdos de situaciones o de gente, y realmente no había tenido la oportunidad de rememorarlos.

Inmediatamente Volkov sonrió y se acomodó en el asiento, se demoró unos segundos en escoger una historia que contar y comenzó a hablar con libertad. Había escogido una simple historia de su vida dentro de la milicia, eran tiempos duros y exigentes, pero también había hecho locuras y se había saltado un par de reglas para pasarla bien. Mientras el ruso hablaba, Horacio se acomodaba en la silla y sonreía automáticamente al ver la luz en los ojos del comisario, no solía escucharlo hablar mucho, pero amaba hacerlo, podía escucharlo todo el día si era necesario.

- ¿Viktor Volkov saltándose reglas? Terrible, terrible - bromeó Horacio al término de la historia.

- No me va a decir que usted era devoto a las reglas Horacio - le recordó risueño.

Era cierto, se había metido en muchos problemas, si no fuera por el gobierno obligándolo a trabajar para ellos, no estaba seguro si hubiera estado del lado de la justicia en ese momento, había días en los que simplemente pensaba en abandonarlo todo y huir para nunca volver, pero ya no podía, y la razón se sentaba frente a él con una sonrisa despreocupada en sus rosados labios. Mientras el ruso hablaba, Horacio no podía evitar observar sus labios, la forma en la que transmitía sus emociones a través de ellos era algo que no solía ver, siempre estaba serio, casi glacial, amaba poder verlo de una forma tan casual, tan solo le hubiera gustado estar más cerca, aún más cerca, pues nunca era suficiente.

- Me ha estado observando mucho hoy, ¿Seguro que está bien? - le preguntó al atraparlo observando su rostro atentamente.

En vez de acobardarse, Horacio aprovechó esa oportunidad para dejar caer un cumplido inesperado, lo había visto calmado toda la noche, y quería suscitar alguna reacción.

- ¿Cómo no hacerlo? - dijo descansando su mejilla en la palma de su mano - Soy su mayor fan - terminó con una sonrisa orgullosa.

El color invadió la pálida piel del ruso de inmediato, intentó decir algo, pero solo logró carraspear para luego levantarse a buscar el pastel que había guardado en el congelador. Horacio solo rio silenciosamente, mientras él recolectaba los platos y utensilios para comer lo que había resultado de la incursión repostera del agente. Con el rubor aún en sus orejas, colocó todo sobre la mesa, sacó el pastel del envase y se volvió a sentar, después de los viajes y el abandono en el edificio, el pastel se veía algo ladeado, pero dentro de todo mantenía su integridad. Sirvió un pedazo de tamaño moderado en cada plato, y le entregó el suyo al agente aún incapaz de mirarlo a los ojos, mientras Horacio analizaba su obra de arte, el ruso probó un bocado.

- Está muy bueno - afirmó el comisario levantando las cejas.

- ¿De verdad? - preguntó con una radiante sonrisa - No sabía qué le gustaba, me preocupaba equivocarme -

- El chocolate está bien, me gusta - le tranquilizó mientras probaba otro bocado.

El tiempo pasó entre conversaciones sobre pasteles y sabores diversos, a Horacio le alegraba aprender de sus gustos, y disfrutaba exponiendo los suyos también, cada día aprendían un poco más del otro, aunque fueran cosas pequeñas ambos las guardaban en su cerebro para recordarlo más adelante.

Entre tanto y tanto, el tiempo había pasado rápidamente, tomando en consideración que los planes se tuvieron que aplazar inesperadamente, el tiempo que pudieron estar juntos se acortó considerablemente, al final no tuvieron tiempo de beber nada, pero Volkov ya había afirmado que podrían tener una cita en cualquier otro momento, y Horacio se lo tomaría a pecho, se lo iba a cobrar cuando menos lo esperase. El moreno tomó su teléfono y pidió un taxi, a insistencia del más alto, ambos bajaron para esperar el vehículo juntos, pero antes de salir por la puerta, Volkov procuró poner su chaqueta recién salida de la secadora sobre los hombros de Horacio, tanto el calor como el gesto provocaron que un escalofrío recorriera su columna de manera inesperada.

- Gracias - susurró con una pequeña sonrisa.

- Vamos - le contestó abriendo la puerta del apartamento.

Bajaron por el ascensor, con sus brazos rozándose a través de la ropa como si sus cuerpos quisieran sentir esa electricidad que los recorría cuando sus pieles se tocaban, incluso si era solo por un segundo. Para cuando salieron del edificio se dieron cuenta de que había dejado de llover, pero el cielo seguía cubierto por espesas nubes grises, caminaron hasta llegar a la orilla del camino y se sentaron en una banqueta que había en el lugar.

- Gracias por lo de hoy, - susurró Volkov - a pesar de toda la locura de antes, fue una gran noche -

Horacio sonrió y jugó expulsando vaho por la boca.

- Gracias a ti, por hacerme feliz - en cuanto esas palabras abandonaron su boca, ambos se giraron para mirarse a los ojos.

El corazón del ruso comenzó a palpitar fuertemente en su pecho, Horacio no sabía si el rubor de su tez se debía al calor del momento o a la acción del frío sobre su piel, pero podía notar perfectamente como los ojos de Volkov viajaban de sus ojos a su boca una y otra vez, ya no lo soportaba, la distancia era corta, pero se sentía kilométrica, todo era tan perfecto, el momento estaba en bandeja, pero sabía que si ninguno decía nada, se separarán una vez más despidiéndose con la mano desde la puerta del vehículo.

- ¿No me vas a besar? - le animó con una sonrisa juguetona en los labios y ojos brillantes.

Sin ser capaz de decir nada, Volkov puso su mano bajo la mandíbula del menor para levantar su rostro, y se inclinó para unir sus labios con los ojos cerrados y el corazón en la mano. El frío desapareció a su alrededor y una nube imaginaria tomó su lugar, aislándolos del mundo exterior, ¿Cuánto tiempo había pasado para que ese momento ocurriera? Muchos años, eso era seguro. Horacio rodeó con sus manos el cuello del más alto para hacer pequeños círculos en su nuca con la yema de los dedos, entre ese contacto y la unión de sus labios, electricidad recorrió la columna del comisario y se mantuvo en su estómago, jamás se habría imaginado en esa situación, ¿Qué diría Conway si lo viera cada día más embelesado por ese hombre? ¿Estaría orgulloso por su felicidad, por haber encontrado a alguien que hacía latir su herido corazón? Daba igual, el hombre que estaba en ese momento entre sus brazos era lo único que importaba.

Se separaron lentamente, incapaces de decir una sola palabra más, dejaron que sus corazones hablaran en su lugar y se acurrucaron uno junto al otro, entrelazando sus meñiques mientras esperaban a que el taxi llegara.

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