Trabajando

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- Comisario, esto se fue de nuestras manos, pasó a un nivel de inteligencia que va más allá de nosotros, creo que es hora de dejárselo a los superiores - le aconsejó un inspector mientras discutían sobre una mafia en su despacho.

- ¿Superior? Yo soy el supe... - se detuvo antes de terminar la frase.

Había vuelto hace poco al trabajo y aún no se acostumbraba la existencia del FBI en Los Santos, pero lo más nuevo de todo, era tener a Horacio Pérez en un rango mayor al suyo. Presionó el puente de su nariz con el pulgar y el índice, y le pidió a su subordinado que le agendara una reunión con él, después de todo tenía razón, ellos tenían muchos más recursos, y un trabajo conjunto era el camino correcto a seguir.

Horacio no estaba muy ocupado, de hecho a veces su trabajo al infiltrarse era algo aburrido, bromeaba y reía con la gente que confiaba en él, pero al final les estaba mintiendo en la cara, no podía olvidar eso, ellos no eran sus amigos, no tenía amigos. Una parte de él añoraba poder entablar una relación real de una vez por todas, poder mirar a alguien a los ojos y ser capaz de hablar sin filtros, sin mentiras, pero su lado más sensato le recordaba lo que pasaba cada vez que se acercaba a alguien, solo debía hacer su trabajo, no tenía nada más interesante que hacer después de todo. Por un momento en su cerebro se asomó la imagen de los sheriffs, ¿Cómo podía clasificar su relación? A veces podían bromear y reírse de cualquier cosa, y a veces querían sacarse los ojos, quizás eso era amistad después de todo.

"Eh... Agente Pérez, ¿está disponible?" se escuchó una voz llamarlo por la radio.

- 10-4, aquí agente Pérez -

"Se solicita su presencia en comisaría, ¿Cuándo sería posible?"

Horacio miró el reloj en su muñeca, recién eran las cuatro de la tarde, tenía tiempo de sobra.

- Voy ahora mismo -

"10-4"

Salió de la sede del FBI con su máscara puesta y se montó en uno de los vehículos de la institución, tenía algunas opciones pero el que más le gustaba era el Primo, quizás no era muy bonito, pero era rápido y eso le bastaba. Aparcó frente a la comisaría y se preocupó de dejar el vehículo bien cerrado, se colocó bien la chaqueta del FBI y entró al edificio preparándose para recibir algún informe de 50 páginas que seguramente sólo ojearía un poco antes de ir a dormir. Un uniformado llamó su atención desde la recepción, hasta que llegó frente a él no reconoció su voz como el que había solicitado su presencia a través de la radio, pero para su sorpresa el que requería de su asistencia era otro.

Subió por las escaleras en lugar del ascensor para hacer un poco de tiempo, después de todo debía acostumbrarse a la vuelta del comisario todavía. Era curioso, usualmente sentía que podía con todo lo que se le lanzara encima, pero para hablar con él ruso debía darse un tiempo para prepararse primero, de otra forma las cosas podían salir muy incómodas.

Encendió un cigarrillo en su oficina, normalmente no fumaba en lugares cerrados, pero cada vez que veía el memorial de agentes caídos instalado detrás de su escritorio sentía que debía inhalar ese gas tóxico que calmaba sus pensamientos. Iba por la mitad del cigarrillo cuando una voz lo sobresaltó desde atrás, alguien había entrado y no se había percatado al estar enfrascado en sus pensamientos.

- No creí que fuera el tipo de hombre que fumara en la oficina - le sonrió Horacio con las manos en los bolsillos de su chaqueta.

Volkov suspiró y apagó rápidamente el cigarrillo en el cenicero de su escritorio, tenía ya unas cuantas colas de cigarro y la ceniza llenaba el contenedor metálico hasta la mitad, ya era momento de vaciarlo. Sin mirar al agente a los ojos, lo invitó a sentarse en el asiento de enfrente, a lo que él moreno accedió sin hacer un solo ruido, el silencio era algo incómodo, pero para ambos era de esperar que lo fuese.

- Dígame Volkov, que necesita - le apresuró Horacio queriendo huir de esa situación de inmediato.

El comisario carraspeó en respuesta antes de comenzar a hablar. Rápidamente le explicó que estaban teniendo problemas al ubicar a una mafia que traficaba las armas en la ciudad, eran demasiado escurridizos y la policía ya no podía hacerlo sola, y necesitaban el apoyo de FBI. Horacio asintió y pidió más detalles, aunque estos fuesen escasos, el agente federal logró atar algunos cabos en su cabeza, no eran muchos, pero sí los suficientes para armar un plan.

Volkov quedó sorprendido de la rapidez con la que Horacio le intentaba dar soluciones e ideas, esperaba que la reunión fuese más tediosa, pero en cierta forma su ocurrencia le recordaba a Conway, su capacidad de inferir y resolver casos era inigualable, pero Horacio había sido capaz de aprender algo de él a pesar de todo. Una sonrisa se dibujó en su rostro, era grato trabajar con gente que sabía lo que hacía, si bien no tenía muchas esperanzas de que el FBI terminara siendo de ayuda, llegó a la conclusión de que lo había juzgado mal. Verlo usando esa máscara volvía todo un poco más familiar, el día que se enteró de que Dan era en realidad Horacio el alma se le fue a los pies, lo había tratado tan mal y él había permanecido firme en el cuerpo de policía a pesar de todo, siempre terminaba juzgándolo de manera incorrecta.

La reunión iba perfecto, el caso no era tan complicado después de todo, tenía información en su cerebro que había recopilado a lo largo de sus infiltraciones sabía que un día le iba a ser de utilidad. En un momento se sintió algo ahogado, entre el olor a cigarrillo y los nervios acumulados, terminó por quitarse la máscara por un segundo. Trabajar con Volkov era agradable, escuchaba lo que tenía que decir y ponía atención cuando daba sus ideas, incluso de vez en cuando dejaba salir una media sonrisa que le refrescaba el alma, hubiera dado todo por saber en qué pensaba en esos momentos, ¿Qué era eso que lograba hacerlo sonreír? Algún día lo averiguaría, ahora que había vuelto al trabajo, tenía todo el tiempo del mundo para volver a conocerlo, no había ningún obstáculo en el camino. Pero... ¿Realmente podía volver a acercarse a él? ¿Y si después de todo estaba maldito? Al final del día, todo aquel que tenía una relación con él desaparecía, ¿De verdad se atrevía a intentarlo otra vez?

- Espero poder trabajar más seguido a su lado - le sonrió el comisario.

Horacio se le quedó viendo sin saber que expresión poner, pero al final optó por expulsar aire por la nariz y sonreír desde el corazón.

- Espero lo mismo -

¿Qué clase de sonrisa era esa? Era demasiado sincera, le ponía algo nervioso, pero no en el mal sentido, simplemente era algo que no veía hace un buen tiempo, una sonrisa sincera y brillante, solo él podía hacerlo en medio de un despacho hablando de una mafia, quizás por fuera Horacio se veía diferente, duro y serio, casi demasiado, pero mientras siguiera sonriendo de esa manera confiaba en que después de todo el cambio era para mejor. 

Volkacio Valentine 2021Donde viven las historias. Descúbrelo ahora