Cuarentena

By fuckingOT

1M 39.4K 12.2K

Natalia y Alba no se conocen pero acaban pasando la cuarentena juntas. Habrá que buscar algo con lo que entre... More

Estado de alarma I
Estado de alarma II
DÍA 1: Primero de apocalipsis
DÍA 2: Maldito bicho
DÍA 3: Paticorta vs patilarga
DÍA 4: No te tires a un facha
DÍA 5: El juego del gato y el ratón
DÍA 6: Chin-chin
DÍA 7: Aclaremos una cosa
DÍA 8: No todo lo hago tierno
DÍA 9: Mi puerta está abierta
DÍA 10: Tocada y hundida
DÍA 11: Bájalo del todo
DÍA 12: No digas nada
DÍA 13: Hay que ser valiente
DÍA 14: ¿Del 1 al 10?
DÍA 15: Llorando corazones
DÍA 16: Something about you
DÍA 17: La nueva normalidad
DÍA 18: Pintura mural o grafiti ilegal
DÍA 19: Ojalá ganen los buenos
DÍA 20: Va contra las normas
DÍA 21: Primera señal
DÍA 22: Vamos a la ducha
DÍA 23: El freno de mano
DÍA 24: Misión cumplida
DÍA 25: Profe Natalia
DÍA 26: Irresistiblemente apetecible
DÍA 27: Borrar el límite
DÍA 28: No me llames amiga
DÍA 29: Cambió mi suerte
DÍA 30: El estúpido plan
DÍA 31: Entrar en calor
DÍA 32: Por un beso
DÍA 33: Yo no quería
DÍA 34: Fan número uno
DÍA 35: Bendito infierno
DÍA 36: Un beso de cita
DÍA 37: Kilómetro cero
DÍA 38: La burbuja va a explotar
DÍA 39: A través de la pared
DÍA 40: Confío en ti
DÍA 41: ¿Y ahora qué?
DÍA 44: Modo luna de miel
DÍA 52: Debe ser 50/50
DÍA 56: Cámara oculta
DÍA 65: Lucecitas de Navidad
DÍA 73: Mujer florero
DÍA 93: Comedia romántica
DÍA 100: La nube más alta
DÍA 148: No me sueltes
DÍA 173: Casilla de salida
DÍA 239: Los ojos nunca mienten
DÍA 274: Mal presentimiento
DÍA 485: Las historias de amor...
DÍA 486: ...no tienen final
DÍA 518: Mi recuerdo favorito
DÍA 2689: Hoy y siempre
DÍA 2690: Treinta mil días

DÍA 134: Jugar en equipo

20.3K 661 266
By fuckingOT

ALBA POV

Abrir la puerta de casa y arrastrar la maleta hacia dentro hace un ruido que advierte a Queen de que ya he llegado a casa, por lo que viene rápidamente a mi encuentro, enredándose y dando vueltas entre mis piernas para saludarme. Me hace cosquillas en los tobillos, así que me agacho para cogerla en brazos y le lleno la cabeza de besos.

– Hola, mi vida. ¿Me has echado de menos? – ronronea contra mi mejilla a modo de respuesta. – ¿Te ha cuidado bien Nat o tenemos que regañarla? Seguro que has hecho con ella lo que te ha dado la gana...

Le doy unos cuantos mimos más hasta que se aburre y se revuelve para que la deje en paz, por lo que la suelto en el suelo y cojo mi maleta para avanzar hasta el salón. Sonrío en grande al encontrarme a Natalia tirada en el sofá completamente dormida, con el ordenador encima como si se hubiera dormido trabajando.

Me acerco y retiro el ordenador, dejándolo en la mesa para que no corra peligro, y luego le acaricio la mejilla a la morena, que ni se inmuta.

– Menos mal que no tenías que ir a recogerme porque todavía estaría allí esperando – susurro peinándole el flequillito que se le forma.

No sé cuánto tiempo llevará ahí porque sigue sin enterarse de mis caricias, así que por si está muy cansada decido dejarle un ratito más y aprovechar para darme una ducha mientras se despierta.

Dejo la maleta ahí para recogerla luego y voy a la habitación a por ropa limpia antes de meterme en el baño. Sin prisa me relajo bajo el agua, hasta que cuando estoy a punto de terminar, oigo que se abre la puerta e inmediatamente se forma la sonrisa en mi cara al escuchar su voz al otro lado de la mampara de la ducha.

– Espero que denuncias sepas leer – dice cerrando la puerta del baño de nuevo – porque acabo de mandar una que lleva tu nombre.

– ¿Y se puede saber qué delito he cometido? – pregunto divertida a la vez que oigo su camiseta caer al suelo.

– Llegar a casa después de más de dos semanas sin vernos y no avisarme, ¿te parece poco?

Ha sido un pena porque se suponía que Natalia iba a volver de Pamplona antes de que yo me fuera a Elche, pero al final pudo alargar el viaje con su familia y ya no nos dio tiempo a vernos entre medias, lo que han supuesto casi tres semanas sin vernos.

– Es que yo esperaba un recibimiento por todo lo alto, pero lo único que me he encontrado ha sido a mi novia en el quinto sueño babeando sobre el sofá.

– No pongas excusas, vas a la cárcel por no despertarme.

– ¿Por qué no entras aquí conmigo? Seguro que llegamos a un acuerdo.

Antes casi de que termine la frase ya se ha abierto la mampara de la ducha y la morena entra con una sonrisa que le ocupa toda la cara, probablemente igual de grande que la que yo estoy poniendo.

– Ya estoy notando las ganas de perdonarte – dice recorriendo mi cuerpo con la mirada cargada de deseo.

Estiro el brazo para agarrarla y atraerla hacia mí para poder cerrar la mampara, y cuando la tengo pegadita a mi cuerpo, paso mis brazos por sus hombros y me pongo de puntillas para besarla. Sus manos se colocan en mi cintura, apretándome la piel como respuesta a los paseos que se da mi lengua en busca de la suya, y provocándome más ganas de las que ya tenía de sentirla. Sigo unos minutos deslizando sin prisa mi boca sobre la suya, disfrutando de estar de nuevo con ella y poder saborear sus labios, que es una de las cosas que más me gusta de este mundo.

Quizás sea porque desde que nos conocemos no nos habíamos separado ni un día, pero ahora que he estado tantos sin verla me doy cuenta de los muchísimos sentimientos que un simple beso suyo es capaz de provocarme. Excitación, por supuesto que sí, y más desnudas dentro de la ducha, pero también una extraña tranquilidad, como si besando sus labios pudiera relajarme porque no hay nada de lo que me tenga que preocupar. También seguridad, aunque eso tiene más que ver con sus manos en mi espalda subiendo y bajando con caricias lentas. Siento también nervios, de los buenos, junto a una calma que no entiendo muy bien pero que es agradable.

Con todas esas sensaciones haciendo burbujear mi corazón, me separo de su boca lo justo para poder coger aire, sintiendo cómo nuestros pechos se rozan por subir y bajar con fuerza por culpa del efusivo saludo que nos acabamos de dar.

– Hola, Nat – sonrío mientras rozo su nariz dándole un beso de esquimal.

– Hola, mi amor – echa la cabeza hacia atrás para mirarme con una sonrisa enorme sin separarse de mi cuerpo, hasta que vuelve a inclinarse para abrazarme con tanta fuerza que me levanta y mis pies dejan de rozar el suelo por un momento. Sigue apretando mi cuerpo entre sus brazos, tanto que se me escapa la risa por no poder casi ni respirar, y cuando me vuelve a bajar, coloca sus manos en mi culo mientras me acribilla la mejilla con besos. – Por fin estás en casa.

– Sí, sí, ya he visto las ganas que tenías de que llegara. Casi me caigo para atrás del enorme abrazo que me has dado en cuanto he entrado – bromeo para picarla.

– Estaba durmiendo para que se me pasara más rápido el tiempo que faltaba para verte – se excusa llenándome la cara de besos y haciéndome reír.

– Eres una pelota.

– Pero me quieres.

Llevo mis manos desde sus hombros hasta sus mejillas para que se esté quieta con los besos y poder fijarme en el brillo de sus ojos.

– Resulta que sí.

– Pues resulta que yo a ti también.

Sonrío antes de volver a atacar su boca con mucha más necesidad que antes, llevando una mano su cintura y la otra a su nuca para acercarla aún más y demostrarle con besos húmedos las ganas que le tengo y lo mucho que la he echado de menos estos días.

Después de unos minutos sin hacer nada más que comprobar que nuestros labios se siguen entendiendo a la perfección, como si por un par de semanas algo fuera a cambiar, me doy cuenta de que la ducha que me estaba dando no va a seguir, por lo que a ciegas estiro uno de mis brazos hacia un lado para cerrar el grifo y dejar de gastar, porque esto va para largo. Natalia, que no ha llegado a meterse ni un poquito bajo el agua, suelta mis labios al notar que esta deja de caer.

– No, pero no quites el agua, que yo aún estoy seca. Y me voy a enfriar – elige esas palabras para que le siga el rollo, y yo lo hago encantada.

– ¿Y no quieres eso?

– No, me gusta más estar mojada. Y caliente – me provoca con la mirada.

– ¿Caliente y mojada? Cariño, – digo empujando su abdomen hasta que su espalda se apoya en la pared – tú estás pidiendo a gritos otra cosa.

Una sonrisa de satisfacción es todo lo que obtengo de ella, que lo único que quería era escucharme decir algo así. De pie entre sus piernas, empiezo a llevar mis besos por su mandíbula a la vez que acaricio toda la piel de su cuerpo que puedo abarcar con mis manos. Cuando sigo bajando y beso su cuello después de lamerlo muy despacio, siento que se le escapan unos jadeos, así que me vuelvo a poner de puntillas para susurrarle al oído con la voz ronca que le encanta.

– ¿Te vas notando más húmeda?

– Creo que no lo suficiente.

– Bueno, si me das un par de minutos eso va a dejar de ser un problema – mis labios de nuevo recorren el camino de su hombro hasta su cuello y ella abre más las piernas sin darse cuenta, aunque intenta hacerse la dura.

– ¿Un par de minutos? Por quién me has tomado.

– ¿Vas a aguantar más de eso sin ponerte cachonda? No me lo creo. No después de tantos días sin darle una alegría a tu cuerpo – acompaño mis palabras con un muerdo en su labio para después separarme y mirarla a la cara.

– Tengo unas manos que dan unas alegrías estupendas, mi amor – aprieta mi culo para remarcar su punto, haciendo que mi boca se pegue a la suya otra vez y nos rocemos al hablar. – Tú mejor que nadie deberías saberlo.

– Ahh, así que has estado jugando sola en mi ausencia.

– Atrévete a decir que tú no.

– ¿Eso crees?

Levanto la ceja y sonrío provocativamente, pero es ella la que consigue dejarme al borde de la deshidratación por pérdida excesiva de fluidos cuando agarra con una mano mi cuello y me empuja un par de pasos hacia atrás para ser yo la que está contra la pared de la ducha, pegando su boca a mi oído para susurrar.

– Sí, eso creo, y justo en eso pensaba cuando quería jugar y no estabas.

Tiro de su pelo y le como la boca como si lo fueran a prohibir para intentar calmar el calor que la imagen de Natalia masturbándose mientras piensa en mí haciendo lo mismo me provoca, pero no funciona porque ese calor solo va a más.

– Explícame cómo era en tu mente – le pido buscando excitarme aún más. – Cómo me tocaba.

Las manos de Natalia se apoyan en la pared a los lados de mi cabeza para estabilizarse cuando me agacho un poco para besarle las tetas. Rodeo su cintura con un brazo para no caerme yo, y con mi mano libre juego con el pecho que no tengo metido en mi boca.

– Cuén... cuéntame tú que te hacías... a ver... a ver si es lo mismo.

Sonrío con su pezón entre los dientes al darme cuenta de que casi no puede hablar de lo mucho que está gimiendo ya.

– Luego te hago una demostración, que ahora voy a tener un poco ocupada la boca.

Lamiendo su abdomen me deslizo hacia abajo hasta que estoy de rodillas entre sus piernas, y empiezo a salivar solo de ver lo mojada que está.

– Joder con la que no se iba a poner cachonda.

Acaricio sus fuertes muslos y aprovecho para separar aún más sus piernas, llenando de besos húmedos sus ingles buscando torturarla, pero solo un poquito porque a la primera súplica le concedo lo que quiere.

– Alba... cómeme ya... que me muero de ganas...

Coloco mis manos en su culo y aprieto fuerte a la vez que saco la lengua todo lo que puedo y la paso lentamente por todo su coño.

– Uff... Más, quiero más.

Lo repito un par de veces a pesar de que no sé cómo estoy manteniendo la calma, pero no me resisto más y empiezo a devorárselo con tanto ímpetu que, junto con sus gemidos, mi saliva mezclándose con sus fluidos es lo único que se escucha. Cuanto más gime, más rápido muevo mi lengua contra su clítoris.

– Joder Alba... sí... así... Me encanta cuando me follas así.

Sus palabras me incitan a hacérselo con más ganas, y queriendo dejar salir toda esa pasión, acabo apretando y arañando su culo con fuerza mientras que los labios de mi boca se mimetizan con los de su coño.

– Mírame – pide entre gemidos.

No me lo pienso y abro los ojos a la vez que inclino la cabeza para poder mirar hacia arriba sin separarme de su centro, viéndola con las dos manos apoyadas en la pared y su frente sobre una de ellas, desecha de placer. En cuanto nuestros ojos conectan, su cadera empieza a moverse sutilmente hacia delante y hacia atrás marcando unos suaves golpes contra mi cara.

– Así, Nat... fóllame la cara – la provoco.

Unos segundos después me separo de su entrepierna y, aún sin separar mis ojos de los suyos, llevo una de mis manos de su culo hasta su centro. Paseo mis dedos entre sus pliegues para lubricarlos bien con intención de metérselos, y en cuanto lo hago Natalia baja una de sus manos a mi cabeza para pegarme a su coño, dejándola enredarla en mi pelo para asegurarse de que sigo usando mi boca. Lo quiere todo.

Sin dejar de meter y sacar mis dedos, respondo a su petición volviendo a usar mi lengua para aumentar su placer, y no tarda mucho en surtir efecto la combinación de ambas cosas. Noto sus piernas temblar a mis lados y mis dedos encontrar más resistencia al moverse dentro de ella, y apenas unos segundos después, tras un tirón en mi pelo, un grito de placer y un temblor de todo su cuerpo, siento cómo se corre sobre mí.

Sujeto sus piernas con miedo a que se desplome encima de mi cabeza, pero no lo hace, por lo que cuando veo que recupera la estabilidad me hago hueco entre la pared y su cuerpo para poner de pie otra vez.

En cuanto recupero mi altura sus manos van a mi cuerpo para acercarse y abrazarme, y con su cabeza apoyada en mi hombro, siento su pecho subir y bajar con fuerza contra el mío.

– Madre mía, Alba...

Su murmuro me hace sonreír y yo acaricio su pelo por unos segundos mientras coge aire, provocándome escalofríos de anticipación al sentir su respiración en mi cuello. Al notar sus labios sobre mi piel, inconscientemente me paso la lengua por los míos, encontrándomelos totalmente impregnados de su sabor.

– ¿Quieres probarte, mi amor? – susurro con la boca pegada a su oreja para luego lamerla de abajo arriba.

A pesar del apretón que da en mi cadera al escucharme y sentir mi lengua, se queda como está, aún jadeando ligeramente contra mi piel.

– Mmmm – gimo directamente en su oído, sin dejar de chupar el lóbulo de su oreja. – Sabes increíble.

Se incorpora de mi hombro y me dedica una de las miradas con más deseo que le he visto nunca, lo que hace que me ponga nerviosa al pensar en todo lo que va a hacerme.

Sujetándome del cuello para que no me mueva, pero sin apretarme demasiado porque sabe que no me gusta, se inclina y sin cerrar los ojos ni apartar la vista lame sensualmente desde mi barbilla hacia arriba, pasando su lengua por mis labios entreabiertos.

– Guarra.

Sus pupilas no dan más de sí de lo dilatadas que están, y su mirada oscura brilla al oírme llamarle así. Joder, cómo me gusta ponerla así de cachonda. Se vuelve a inclinar para lamerme de la misma manera, dejando que sus dientes entren en juego tirando de mi labio inferior con la agresividad justa para ponerme a mil sin hacerme daño.

– ¿Qué has dicho? – pregunta en un tono amenazante que manda un latigazo de calor por todo mi cuerpo.

Me pongo de puntillas apoyándome en sus hombros y me acerco a su boca como si fuera a hacer lo mismo que ella, pero me quedo a milímetros de sus labios y solo los rozo mínimamente provocando que ella los abra a la espera de recibir mi lengua que no llega a tocarla.

– Que eres una puta guarra.

Me separo justo para ver cómo aprieta la mandíbula por mis palabras y clava su vista en mi boca. No dice nada, simplemente aparta mis manos de sus hombros y las entrelaza con las suyas mientras las sujeta contra la pared a los lados de mi cabeza. Sin esperar más tiempo se lanza a comerme la boca con desesperación.

– Mmm – no puedo evitar gemir ante su ansia por devorarme. – Mmmmm.

Con su cuerpo presionando el mío contra la pared y provocando que nos rocemos por todas partes, se pasa unos minutos avasallando mi boca de la forma más placentera posible, invadiéndola con su lengua y arrancando jadeos y gemidos ahogados de mi garganta que mueren en su boca.

– Natalia... uff... Natalia... – es lo único que soy capaz de decir cuando sus besos bajan con el mismo ímpetu a mi cuello.

Mi cadera va por libre y se echa hacia delante buscando aumentar el roce, por lo que Natalia suelta una de mis manos para agarrar mi muslo y subirlo a su cadera, concediéndome lo que quería al separar más mis piernas.

Muerde mi hombro, besa la línea de mi clavícula, baja lamiendo hasta mi pecho y vuelve a subir para repetirlo en el otro lado.

– Uff... cómo me estás poniendo... – dice de repente.

– ¿Y-yo a ti? – jadeo.

– Sí, me vuelve loca follarte así.

Sabe perfectamente que teclas tocar para llevarme al límite, y hablarme así es una de ellas.

– Pues si-sigue. Haz que me corra.

Gruñe al escucharme y suelta mi otra mano para llevarla directa a una de mis tetas, y como eso me hace gemir más fuerte, sube la otra desde mi pierna para agarrar la otra y apretarlas las dos.

– Joder, mi amor...

Su lengua no da tregua a mi cuello.

– Ahhh... sigue...

Sus manos juegan con mis tetas.

– Más... más rápido... – pido llevando mis manos a su culo.

Aumenta el roce frotándose todavía más contra mí.

– Muerde... muérdeme los pezones.

Lo hace con cuidado, pero fuerte.

– Mierda Nat... sí...

Los suelta y vuelve a comerme la boca.

– Ummm...

Me abrazo a su cuello para disfrutar de la profundidad del beso y cuando abandona mi boca de nuevo, coloco la frente en su hombro al sentir que mueve su mano hacia donde más la quiero ahora mismo.

– Mírame – me exige por segunda vez en el día de hoy antes de que sus dedos lleguen a su destino.

– Te gusta mucho mirarme – digo haciendo lo que me pide.

– Me encanta mirarte, estás muy guapa cuando hacemos el amor.

– T-tú más – jadeo cuando toquetea mi clítoris sin llegar a presionarlo del todo.

– Imposible. Tu cara es de otro mundo, deberías verla. Debería follarte delante del espejo para que la veas.

Agarro su muñeca para detener la mano que por fin iba con los dedos preparados hacia mi coño, y pego mi frente a la suya mientras intento coger algo de aire y calmarme para aguantar un poco más.

– Hazlo. Ahora. Fóllame en el espejo.

Por la mirada lobuna que pone sé que no hace falta que se lo repita dos veces. Rodea mi cintura y mientras me besa de nuevo nos mueve a las dos, abriendo la mampara. Yo, que tengo el cerebro fundido y las piernas temblando, me dejo arrastrar por ella confiando en el agarre de sus brazos para que no nos matemos por resbalarnos.

En cuanto salimos de la ducha da la vuelta a mi cuerpo y me abraza desde atrás, empujándome para que ande hasta colocarme frente al gran espejo del baño. Su boca se ceba con mi cuello cuando echo la cabeza hacia atrás para apoyarme en su hombro, y sus manos acarician mi abdomen por unos segundos para acabar atrapando mis tetas.

– Pon el pie en el bidé – dice para que sea más fácil.

Lo hago, dejando mis piernas abiertas todo lo que puedo, y su mano no tarda en bajar hasta colocarse entre ellas y explorar la humedad de mis pliegues. El hecho de que esté usando la mano del tatuaje hace que me ponga aún más cachonda al verlo.

– Nat... – gimo cuando sus dedos tantean mi entrada.

– Tienes que mirar, mi amor.

Hago el esfuerzo de abrir los ojos y levantar la cabeza de su hombro para enfocar el espejo, donde me encuentro con un reflejo que bien podría hacer que me corriese de lo erótico que me resulta.

Sus dedos se mueven un poco más por mi humedad antes de separarse para subir hasta mi boca y, en el momento en el que tocan mis labios, aparto mis ojos de ellos para clavar mi mirada en los de Natalia a través del espejo. Despacio los mete en mi boca y yo los chupo sin quitar mi mirada de la suya, viendo claramente lo mucho que le está excitando la imagen. Se queda unos segundos metiéndolos y sacándolos de mi boca lentamente mientras yo los chupo.

– Joder, Alba... – gime con sus labios pegados a mi oreja para después lamerla.

Sabiendo que no puedo más, vuelve a bajar sus dedos y sin hacerme esperar me los mete con fuerza.

– Ahhh... Nat... no pares – pido desesperada por correrme ya.

Ver en el espejo cómo sus largos dedos desaparecen dentro de mí no hace más que multiplicar por mil la sensación que me recorre el cuerpo cuando acelera sus movimientos, que se junta con la sensación de su pecho sudoroso contra mi espalda y su pelvis contra mi culo cuando aprieta más su abrazo.

– Sí... joder Natalia... más... ¡sí!

Ya está, no aguanto más. Mi cuerpo se tensa desde la cabeza a los pies mientras me recorre una sensación de placer que deja mis músculos hechos flan. Un grito se escapa de mi garganta a la vez que mi mano baja como acto reflejo a su muñeca para que no salga de mí hasta que se me pase la agitación.

Deja pasar unos segundos para que pueda calmarme un poco y después retira su mano, lo que hace que yo suspire y me eche hacia delante para apoyarme en el lavabo. Mientras hago que el aire vuelva a llegar a mis pulmones, noto que ella se inclina sobre mi cuerpo, dejando por mis hombros y mi espalda besos y caricias extremadamente suaves en comparación a cómo me estaba tocando hace unos minutos.

Coloca su cara a la altura de la mía para besar mi mejilla con la misma delicadeza y yo subo mi mano hasta acariciar la suya, levantando también la vista para poder ver su tierna sonrisa.

– Tenía yo razón, ¿ves? Eres guapísima – dice cuando nuestros ojos se reencuentran en el espejo.

– No era precisamente mi cara lo que estaba mirando – respondo en un suspiro, haciendo que se ría y vuelva a dejar un montón de besitos en mi moflete.

– Bueno pues ya te digo yo que sí, que no he perdido detalle.

Me doy la vuelta entre sus brazos para volver a mirarla de frente y no aguanto la tentación de su boca tan cerca de la mía de nuevo, por lo que me pongo de puntillas y le demuestro con ganas cuánto la he echado de menos estos días.

– Te quiero – murmuro contra sus labios casi sin cortar el beso.

Según el beso va subiendo de nuevo la temperatura de nuestros cuerpos, voy bajando más las manos por su cuerpo, hasta que llego a notar la humedad acumulada entre sus piernas.

– Vaya, no soy la única que se lo ha pasado bien con el espejo.

– Quita la mano de ahí, que no he acabado contigo.

– ¿Y te crees que yo contigo sí? – muerdo su labio cuando me aprieta el culo. – Vamos a la cama.

A trompicones avanzamos por el pasillo, recuperando esa desesperación por tocarnos y besarnos a la que hemos dado rienda suelta en la ducha, y tras un par de paradas en las que alguna de las dos acaba empotrada en la pared del pasillo o la puerta de la habitación, llegamos a la cama.

De primeras se tumba sobre mí, pero sé que tiene tantas ganas de comerme que no me va a dejar tocarla hasta que lo haga, por lo que aún bajo su cuerpo, me doy la vuelta para colocarme bocabajo y elevo mi cadera hasta que choco con la suya.

– Joder, cómo te quiero.

– ¿Porque sé lo que te apetece en cada momento sin que tengas que decírmelo? – pregunto empezando a mover el culo contra ella.

– Sí, entre otras muchísimas cosas – dice antes de bajar a besos por mi espalda en busca de su destino.

Un buen rato después, sin ser capaz de saber cuánto porque estar en la cama con Natalia realmente me hace perder la perspectiva del tiempo, nos quedamos sin fuerzas para seguir haciendo a la otra gritar nuestro nombre.

– Definitivamente jugar en equipo es mucho más divertido.

Miro hacia abajo al escucharla y veo a la morena con la barbilla apoyada en mi abdomen tras acabar de provocarme el último orgasmo. No le falta razón, por lo que sonrío mientras mi respiración deja de consistir en jadeos ahogados y el aire vuelve a circular por mi interior con normalidad.

– Sí, sobre todo si el equipo somos tú y yo.

Se ríe, trepa a besos por mi torso hasta dejar un par de picos en mi boca y se separa lo justo para subir en el espacio entre nuestros cuerpos casi pegados su mano cerrada en un puño.

– Somos el mejor equipo.

Sonrío en grande al ver la ilusión de su mirada y subo también mi puño cerrado para chocarlo con el suyo.

– Somos el mejor equipo – repito.

Con la cabeza apoyada en mi hombro, se tumba sobre mi costado para relajarnos un rato mientras yo dejo besos sobre su frente y paseo mis dedos por su espalda desnuda y su pelo desordenado. Su respiración calmada chocando con mi cuello junto con las caricias suaves que deja por mi abdomen me hacen pensar en la paz que siempre me produce estar entre sus brazos, y aprieto momentáneamente mi agarre en su cuerpo molesta porque sea físicamente imposible juntarnos más. Quiero fundirme con su cuerpo, quiero sentirme en casa.

– ¿Sabes que me ha dicho mi hermana cuando me he despedido de ella esta mañana? – rompo el silencio unos minutos después, sin moverme ni dejar de acariciarla.

– A ver, qué se cuenta mi cuñi.

– Le da algo si te escucha llamarla así – me río dándole un beso en la cabeza. – Me ha dicho que como la próxima vez que pise Elche o Valencia no vengas conmigo, se planta aquí y nos jode el nidito de amor. Sus palabras, no las mías – explico cuando noto y oigo su risa.

– No sé que me da más miedo, si ir a tu casa a enfrentarme con tu madre o que venga mini Reche y enfrentarme aquí con ella. No salgo viva de ninguna.

– ¿No eras tú la que decía que encajaba a la perfección en mi familia, chulita?

– Y lo hago, pero tampoco hace falta forzar la situación.

– Vaya excusa – me río porque es una cagada. – Tienes suerte de que no se lo haya contado a mi madre todavía, aunque con mi hermana vacilándome las dos semanas que he estado allí no ha sido fácil. Con mi padre fue más llevadero lo de disimular.

– Gracias arroba pandemia por no dejarnos viajar con facilidad y darme tiempo para mentalizarme.

– Qué idiota – me río dándole un golpecito en el hombro. – Pues que sepas que mi hermana viene a Madrid en septiembre, y cuando digo viene me refiero a que viene para quedarse.

– ¿Septiembre? ¡Pero si eso es en mes y medio! – sin verle la carita sé que está abriendo mucho los ojos.

– Te aviso con tiempo porque ni siquiera yo voy a poder salvarte de ella.

– Bueno que no cunda el pánico, seguro que me adora. Keep calm. No pasa nada, todo bien. Estoy tranquila.

– Sí, tranquilísima.

Cuando cede la pequeña risa que me provoca su reacción me pongo más seria al volver a hablar unos minutos después.

– Oye, Nat.

– Dime.

– Que es broma lo de mi familia, no tienes que hacer nada que no quieras. No hay ninguna prisa, sin agobios – explico con cierta preocupación.

– Albi que yo también estoy de broma, no tengo ningún problema con conocer en persona a tu hermana o a tus padres – sube la mano a mi mejilla para acariciarme a ciegas porque seguimos tumbadas igual, yo bocarriba y ella aplastada contra mi costado y enterrada en mi cuello. – No te estoy diciendo que me apetezca ir al siguiente evento familiar a conocer hasta tus primos terceros, pero creo que una cervecita con mini Reche no le va a hacer daño a nadie.

– Vale – le doy otro beso para dejar claro que me convence su explicación.

– Además, que si estuviera agobiada por algo yo no se lo habría contado a mis padres cuando fui a casa.

Sonrío en grande al recordar el momento en el que me lo contó.

– Pues ahora que dices eso, me acabo de acordar de que yo te tenía que regañar.

–¿A mí por qué?

– ¿Cómo que por qué? ¿A ti te parece bonito decirme que estás enamorada de mí por teléfono? Cuando estás lejos y no puede comerte la carita a besos – le doy un puñado de esos besos por toda la piel que alcanzo tumbadas así.

– Ay... es que fue sin querer – se esconde más en mi cuello. – Fue culpa de mi hermano, que como él ya lo sabía porque me sigue en insta y tonto no es, pues no dejaba de picarme y en una de esas mi madre nos oyó... y me preguntó por ti... y... y... yo que sé. Si es que me hablaba dándolo por hecho, casi no lo tuve ni que decir.

– No, si a mí me parece muy bien que se lo contaras, pero que luego me dijeras a mí lo que me dijiste cuando no te puedo ni dar un abrazo, eso ya está feo.

– Se me escapó – se ríe contra mi cuello como si fuera una travesura.

"Nat, me parece perfecto pero, ¿cómo es que se lo has contado si me dijiste que ibas a esperar?" "No lo sé Albi, es que mi madre es muy lista" "¿Te lo ha sonsacado?" "No le ha hecho falta, es que resulta que se me da mal fingir que no estoy enamorada de ti" – reproduzco la conversación que tuvimos por la noche aquel día.

– Te quedaste tanto tiempo en silencio que pensaba que la había cagado al decirlo así, o que me habías colgado – se ríe otra vez la muy pava, contagiándome.

– Estaba procesando.

– Ya podrías haber procesado un poquito más rápido, que casi me da algo.

– No es tan fácil ¿sabes? No todos los días la persona de la que estás enamorada te confiesa que es recíproco.

– Sí bueno, como que era mucho secreto que lo estoy. Seguro que no tenías ni idea – dice con ironía haciéndome sonreír en grande.

– Pues la misma idea que tú, que me dijiste que casi te pones a llorar cuando te respondí que yo también lo estoy de ti.

– Buah, pero era la emoción del momento. Eso a mí ni me va ni me viene – se encoge de hombros fingiendo indiferencia, pero noto su sonrisa en mi piel cuando la arrechucho contra mí.

– Eres la chulita menos chulita de la historia – susurro en su oído.

De nuevo nos envuelve el silencio por unos largos minutos en los que sus manos se pasean con tranquilidad por mi piel, provocando que cierre los ojos para poder sentir aún más sus caricias que yo devuelvo con un pequeño masaje en su cabeza, enredando mis dedos en su pelo para relajarla.

– Albi – es ahora ella quien se encarga de romper el silencio.

– Dime.

– Que conste que a mí me encanta, pero ¿no te da pena tenerlo ahora que ya lo tienes superado? – se incorpora sobre su codo para mirarme desde arriba y al abrir los ojos de nuevo yo me doy cuenta de que se refiere al tatuaje del corazón roto, sobre el que lleva centrando sus caricias un rato. – Quiero decir, si significa eso que me contaste sobre que perdiste la confianza en ti misma y... bueno, todas esas cosas feas que no voy a repetir porque me pongo triste, ¿no te da rabia que siempre esté ahí, recordándotelo?

Sonrío y subo mi mano para acariciar su mejilla, enternecida por el matiz apenado de su mirada solo por pensar en algo que me hacía daño.

– ¿Sabes qué pasa? – digo con el mismo tono calmado que ha usado ella. – Que para mí es como la cicatriz de una herida cerrada. Un corazón roto que me recuerda que el mío ya no lo está, pero que lo estuvo y no pasa nada, no se acabó el mundo. Los golpes emocionales no dejan marcas en el cuerpo, y yo quería una para acordarme siempre de lo fuerte que fui para superarlo, para que no se me olvide por si algún día lo necesito ser de nuevo.

Sonríe, gira la cara para dejar un beso en la palma de mi mano y después se inclina para dejar otro en mis labios, con tanto amor que me cuesta separarme de su boca.

– Cada día estoy más enamorada de tu forma de pensar, mi amor.

– Ah, ¿solo de mi forma de pensar? – bromeo para aligerar el ambiente y ella se sonríe divertida llenándome la cara de besos cortos mientras habla.

– Y de tu forma de ser, y de tu forma de reír, y de tu forma de hablar. Y de esta caraza, por supuesto – añade agarrando mis mofletes.

– Quita tonta – me río mientras la empujo para que se tumbe a mi lado y deje de apretarme la cara. – ¿Desde hace cuánto estás enamorada de mí? – le pregunto dejando al margen el tono de broma.

– ¿Yo? Desde que te vi por primera vez.

– No, en serio. No seas pelota – le pido.

Me tumbo yo también de lado para mirarnos de frente y ella se apoya en su codo mientras lleva su otra mano a mi espalda para acariciarme y mantenerme cerca.

– No sé Alba, eso es algo que no se puede saber porque no ocurre en un momento concreto. Simplemente es algo de lo que un día te das cuenta.

– ¿Y cómo te diste cuenta? – pregunto, y ella suspira antes de responder con una tímida sonrisa.

– El día antes de que Ici y yo nos fuéramos a Pamplona, ella estaba en la ducha mientras tú y yo preparábamos la cena. Estábamos las dos en la cocina y tú no parabas de reírte porque me estabas contando algo que te hacía mucha gracia y yo no estaba entendiendo nada de lo que decías, así que solo te miraba intentando descifrar alguna palabra, pero era imposible porque habías entrado en bucle – sonríe como si estuviera imaginándose el momento y a mí se me contagia el gesto. – Entonces te miré, ahí, en medio de la cocina, en pijama, descojonada de la risa casi sin poder respirar por estar intentando hablar a la vez, y pensé "cómo no voy a estar enamorada de ella". Y me asusté, no te creas, porque lo siguiente que pensé fue "joder, ¿estoy enamorada de ella?" Entonces te volví a mirar y pensé "sí, por supuesto que lo estoy". No sé, simplemente era algo que sabía que sentía.

No tengo nada que responder que esté a la altura del brillo de sus ojos mientras habla, así que cuando acaba no puedo hacer más que acercarme a ella y besarla con todo el amor que soy capaz de transmitirle a través de mis labios.

– Te quiero.

– Yo también te quiero, Albi.

Vuelvo a besarla, pero en seguida ella pone fin a ese beso para poder volver a hablar.

– Y tú qué. ¿Cuándo te diste cuenta de que estás loquita por mis huesos? – pregunta a su manera rozando su nariz con la mía.

Me separo un poco para poder ver sus reacciones cuando le responda y comienzo a hacerlo.

– Un día que estábamos haciendo el amor, tú... – su risa escandalosa detiene mi relato.

– ¿En serio? – pregunta riéndose más.

– ¿Qué pasa?

– Mi amor, ya sé que lo hago bien y que te vuelvo loca, pero me esperaba una confesión más romántica.

– Calla, idiota. Y escucha – le pido dándole un pico rápido. – Un día cuando lo estábamos haciendo, le diste dos besos a mi tatuaje del corazón roto y me di cuenta de que no había una sola vez que no lo hicieras, desde el principio, antes de que hubiera sentimientos entre nosotras y antes incluso de que te contara lo que significaba – se deja de reír al escucharme y con delicadeza lleva un dedo a dicho tatuaje para tocarlo con cuidado. – Y así, con tus labios posándose con el mismo cariño de siempre en mi pecho, tuve claro que estoy enamorada de ti.

– Me acuerdo que al verlo solo quería arreglarlo a besos, ¿sabes? No tenía ni idea de lo que significaba, pero sabía que era algo triste y quería arreglarlo para ti – dice levantando la vista de él para mirarme.

– Por eso nunca me voy a arrepentir de tenerlo, porque ahora ya no me da pena. Ahora este corazón roto solo me recuerda a ti, a tu amor y a tus ganas de cuidarme. Es como llevar tatuados tus besos.

– De eso tengo mucho – dice acercándose de nuevo para juntar nuestros cuerpos. – De amor y ganas de cuidarte, digo.

– ¿Y besos? – sonrío.

– También. Muchos.

La tumbo bocarriba y me coloco sobre ella rozando sus labios.

– Pues dame unos pocos, no se te vayan a caducar.

Y con esos besos empieza de nuevo la vorágine que habíamos detenido para descansar, pero esta vez con menos prisas, con menos angustia por tenernos. Esta vez lo hacemos con mucha más calma para poder saborear el amor que se nos escapa del cuerpo en busca del contrario.



NATALIA POV

A pesar de lo concentrada que estoy con el ordenador, no me pasa desapercibido el ruido de la puerta de la otra habitación abriéndose ni el sonido de los pasos de Alba acercándose al que era mi cuarto antes de que su cama empezara a ser nuestra cama.

Como no me doy la vuelta, lo primero que noto cuando llega hasta mí son sus brazos posándose sobre mis hombros y rodeando mi cuello, y lo segundo es su respiración en mi piel cuando pega su mejilla a la mía.

– ¿A ti quién te ha dado permiso para levantarte de la cama? – sonrío tras el suave mordisco que deja en mi moflete.

– Los ronquidos de mi novia han sido el pistoletazo de salida.

– ¡Qué mentirosa! – se pica a la primera. – Falsa, falsa, falsa – aparta un brazo para poder alternar sus palabras con besos en mi cuello, haciendo que tenga que encogerlo por las cosquillas.

– Vaaaaaale, era mentira. Tú no roncas, mi amor – confieso para que se detenga.

– Eso está mejor.

Rodea mi silla para venir al frente y sentarse de lado sobre mi regazo, manteniendo un brazo alrededor de mis hombros y llevando la otra mano a mi colgante para juguetear con él. Mis manos rodean su cintura para sujetarla, a la vez que la junto un poco más a mi cuerpo.

– Entonces dices que no tienes justificación para haberme dejado sola y abandonada a la intemperie – empieza a dejar otra vez besos por mi cuello, pero ahora su lengua saliendo a pasear por mi piel demuestra una intención distinta a las cosquillas.

– Creo que no sabes lo que significa intemperie – me río.

– Pero sí sola y abandonada, y no me gusta.

– Eres la reina de la exageración.

– Y tú del escapismo – sigue lamiendo mi piel lentamente.

Con mi mano giro su cara para que suelte mi cuello y darle un beso, pero cuando intento bajarle la intensidad ella no hace más que aumentarla, hasta que se cansa de que no la siga y vuelve a separarse y esconderse donde antes.

– Albi...

– Mmm... ¿no te apetece? – ronronea en mi cuello antes de darme un último beso y apartarse. – Vale, pero entonces tenemos que declarar que soy oficialmente la parte de la pareja que más aguanta en la cama.

Suelto una carcajada por la forma en que lo dice, poniendo una sonrisa sin dientes adorable que evidencia su dualidad: hace dos segundos comiéndome el cuello y ahora un bebé que quiere ganar nuestra absurda pelea. Va a acabar conmigo.

– No vale porque ya habíamos parado – me quejo. – Habría que volver a empezar a contar.

– Si no te hubieras levantado de la cama eso no sería un problema.

– Es que como sabía que tu siesta iba para largo, cuando me he despertado he preferido venir aquí para no molestarte.

– ¿Y qué haces? – pregunta curiosa girando la cabeza hacia la pantalla del ordenador.

– Cosas del trabajo.

– ¿En serio? – pone una cara mustia. – Ya te vale, Nat.

– ¿Qué pasa?

– Que ya que me abandonas podría ser por algo más interesante. Qué bajón que me cambies por trabajo.

– Oye que yo no te he cambiado por nada – dejo un besito en su cuello.

– Sí que lo has hecho. De lo contrario tu mano estaría aquí.

Ella misma agarra mi mano para colocarla en la parte interna de su muslo, muy cerca del límite de la camiseta larga que lleva y que se le ha subido más de la cuenta.

– Albi, luego porfa. Que lo del trabajo va a ser solo un rato.

Retiro mi mano para no caer en la tentación que supone su piel caliente porque prefiero acabar lo que estoy haciendo y luego tener tiempo libre para hacer lo que quiera.

– ¿Te apetece más trabajar que hacer guarrerías conmigo? Me voy a empezar a preocupar – dice divertida.

– No, pero prefiero no dejar esto a medias.

– Oye, Nat – dice ahora algo más seria. – Que es broma lo de seguir para ver quién aguanta más. Por mí como si nos tiramos en el sofá a ver una peli o vamos a dar una vuelta, lo que tú quieras.

– Si no es eso, es por dejarlo ya acabado. No tardo, te lo prometo.

– Eso dices siempre y luego terminas a las mil – suena algo más molesta.

– No es verdad, ya verás que es un momentito de nada.

– Joe Nat, ¿tan importante es que no puedes dejarlo para mañana? – se queja.

– Que no es eso Alba, es que no quiero empezar la semana a tope de trabajo.

– Pero para eso está la semana, para trabajar. Hoy es domingo.

– No me cuesta nada.

– No sé para qué tienes un horario si luego no lo cumples.

– ¿Y qué vas a saber tú de horarios? – intentaba ser una broma para restarle seriedad a una conversación que me da la sensación de que se está torciendo, pero no me sale demasiado bien y provoca lo contrario.

– ¿Qué pasa? ¿Que yo no trabajo? – frunce el ceño.

– Sí, pero no es lo mismo. Tú pintas cuando quieres y yo no te digo nada. Tu trabajo es tu hobby, no cuenta.

– Mi trabajo es mi hobby y no cuenta – repite levantando la ceja y al escucharlo me doy cuenta de lo mal que ha sonado.

– A ver, digo que no cuenta en el sentido de que no es algo regular – no lo estoy arreglando.

– ¿Y por eso ya no vale?

– Sí, claro que vale Alba, pero reconoce que no tiene nada que ver con tener un horario estable que sea más serio.

Aparta el brazo de mi hombro y se levanta de mi regazo dispuesta a marcharse, pero yo me pongo de pie también para detenerla porque no quiero que parezca que estoy diciendo algo malo, aunque en realidad lo estoy haciendo sin darme cuenta.

– ¿En serio te vas a enfadar por eso? – pregunto con la intención de que no se vaya y hablemos.

– No, yo no me enfado, Natalia – responde evidentemente enfadada.

– Oye que no es mi culpa que te dediques a algo tan etéreo. Lo haces porque quieres y es trabajo cuando te pagan por ello, pero cuando no lo hacen deja de serlo. A esa diferencia me refiero. A mí me pagan por trabajar, y si no lo hicieran yo no trabajaría. Tú lo haces igualmente – me enredo con las palabras y expreso fatal lo que quería decir.

– O sea que si me gano la vida con algo que me gusta y con lo que encima no me explotan, no es válido. Tengo que ser como tú y dedicar todo mi tiempo a cambio de un sueldo de mierda.

– Al menos tengo un sueldo de mierda, no es algo que tú puedas decir.

Se cruza de brazos y veo en su mirada que eso le ha hecho daño. Mierda. No sé por qué estamos diciendo las cosas que estamos diciendo, pero siento la necesidad de parar porque tengo la sensación de que si seguimos va a ir a peor. Sin embargo, cuando Alba continúa respondiendo, me pongo a la defensiva y sigo por el mismo camino.

– A lo mejor no, pero no soy menos que tú por ello. ¿Te crees que por ser becaria y hacerles el trabajo de mierda a tus jefes mereces más respeto que yo? No eres la nueva empresaria del año, Natalia.

– Bueno, no entré ahí para dirigir la empresa a los dos días, pero por algún sitio hay que empezar. Tú tampoco eres Picasso.

– Ni pretendo serlo, pero al menos yo te apoyo cuando me hablas de las cosas que quieres conseguir.

– Ah, ¿que yo no lo hago? Primera noticia – me cabrea que diga algo que no es verdad.

– Pensaba que sí, pero si ni siquiera consideras un trabajo pintar igual es que estábamos las dos un poco confundidas.

– Estás entendiendo lo que te da la gana – elevo un poco el tono frustrada por esta tontería de discusión.

– Mira, me da igual, esto no es una competición. Trabaja todo el tiempo que quieras, yo me voy a dar una vuelta. Necesito aire.

– ¿Es por eso? – no dejo que se marche aún. – No me puedo creer que te hayas picado porque te estaba pidiendo que me dejaras terminar lo que había empezado antes de que hiciéramos algo.

– No es que fueras a terminar lo que habías empezado, es que no haces otra cosa que trabajar. No eres consciente de la parte tan grande de tu tiempo libre que le dedicas. Y no, no ibas a terminar pronto porque nunca lo haces. No es la primera vez que hablamos de esto – pero sí la primera que discutimos por ello, pienso al ver el gesto decepcionado en su cara.

Por alguna razón eso me cabrea, me da rabia pensar que en el fondo pueda tener algo de razón y que esto esté siendo mi culpa.

– Bueno y qué más te da lo que yo haga con mi tiempo libre.

– Puedes hacer lo que te dé la gana, faltaría más, pero perdóname si tengo la intención de que dediques parte de él a estar conmigo.

– Joder Alba, no me he despegado de ti desde que has llegado. ¡Literalmente!

– Lo dices como si fuera una molestia.

– No digas tonterías – me enfada que cambie el sentido de mis palabras.

– No, es que parece que te da igual que llevemos más de medio mes sin vernos. Claro, como ya hemos follado, ya nos hemos puesto al día, ¿no?

– ¿Estás tonta? Si he salido de la habitación es porque estabas durmiendo y no sabía cuánto rato más ibas a estar así.

– Sí, pero si hubieras tenido la intención de pasar tiempo conmigo después, no te hubieras puesto a trabajar.

– ¿Por qué estás siendo tan acaparadora? – me extraño por su actitud.

– Ah, que ahora por querer pasar tiempo con mi novia soy una acaparadora. Lo que me faltaba, que me taches de tóxica.

– Que dejes de inventarte las cosas que digo, joder – me cabreo mucho cuando hace eso. – Y yo también quiero pasar tiempo contigo.

– Bueno, pues cuando tengas un hueco me avisas.

Con el mismo gesto de enfado se da la vuelta y sale de la habitación sin decir nada más, y esta vez yo no la detengo. Me quedo ahí de pie sin entender nada de lo que acaba de pasar.

Me vuelvo a sentar en la silla y durante un rato repaso en mi cabeza toda la conversación para intentar entender la razón por la que se ha enfadado tanto, pero solo consigo cabrearme más por las cosas que me ha dicho.

Como no me concentro, decido ir a darme una ducha para ver si me despejo, pero antes incluso de salir de la habitación, oigo la puerta de la calle cerrarse y sé que Alba se ha marchado a dar una vuelta como había advertido. Joder, qué rápido se ha cambiado y preparado para salir, si que tenía prisa por pirarse. Cojo ropa limpia y me voy al baño.

Nada más entrar, todo lo que ha pasado ahí hace a penas unas horas vuelve a mi mente, y deseo con fuerza poder volver atrás para estar haciendo eso en vez de habernos enfadado. En cuanto me meto debajo del agua me doy cuenta de que tampoco estoy tan enfadada, simplemente no entiendo qué ha pasado.

La confusión se vuelve tristeza rápidamente y de repente me invaden unas ganas insoportables por abrazarla y pedirle perdón al darme cuenta de la cantidad de tonterías que he dicho. ¿Cómo que su trabajo no es serio? ¿Soy imbécil?

Alargo la ducha más de lo que debería porque me da pena saber que cuando salga Alba todavía no habrá vuelto, pero llega un punto en el que es ridículo seguir ahí, así que cierro el grifo y salgo para secarme mientras pienso una forma de disculparme.

Se me ocurre una y sé que es una tontería, pero al menos es algo que sé que le va a hacer sonreír. Voy a la habitación a por una camiseta blanca y busco en el armario algunas pinturas de Alba que me puedan servir, y cuando tengo listo lo que intentaba plasmar, que ha quedado más cutre de lo que pretendía, la llevo al otro cuarto para que se vaya secando. Lo bueno es que con el calor que hace no va a tardar nada.

La tarde sigue pasando y como Alba no vuelve, yo me dedico a tocar canciones con la guitarra, hasta que cerca de las nueve escucho la puerta abrirse. No me dice nada ni me saluda, pero la veo pasar un par de veces por el pasillo hacia la habitación y luego el baño, y no tardo en oír el agua de la ducha caer. Supongo que con la que se ha dado esta mañana no le vale.

Vuelvo a repasar en mi cabeza lo que le quiero decir y todas las tonterías que quiero retirar porque no sé de donde han salido, y espero que me perdone porque, aunque no es excusa, sé que me he dejado llevar por la situación.

Ella tampoco parece tener prisa por salir del baño, por lo que cuando lo hace ya se ha hecho de noche y yo me muero de hambre porque no hemos cenado aún. Le doy un tiempo hasta que salgo a buscarla y antes de hacerlo me pongo la camiseta que he pintado y una chaqueta encima para taparla y que no la vea de primeras.

Voy al salón al no verla en la habitación y tampoco la encuentro ahí, pero no tardo en darme cuenta de que ha salido a la terraza. Cojo aire y me acerco a la puerta, haciendo un ruido al entrar que provoca que Alba, que estaba apoyada en el muro mirando al frente, se dé la vuelta para mirarme.

No veo enfado en sus ojos, y eso me tranquiliza porque parece que se ha calmado igual que lo he hecho yo, pero tampoco me gusta ver la tristeza que claramente reflejan.

– Nat... perdón – dice cuando doy un par de pasos hacia ella.

– Sí, sí, a eso vengo. Dame un momento.

– No, boba. Perdón de que me perdones tú a mí – su amago de sonrisa me da esperanzas de que no haya sido tan grave.

– ¿Qué dices? No te disculpes tú cuando he sido yo la que la ha cagado.

– No, ha sido mi culpa por saltar a atacarte por nada. Perdón.

– Alba, perdóname tú. No quería decir nada de lo que he dicho. Creo que hemos entrado en un bucle tonto y ninguna ha sabido parar antes de que se hiciera grande la bola.

Ella asiente, pero no me quedo tranquila cuando aparta la mirada de mis ojos porque sé que hay algo que no me está diciendo.

– Alba, ¿estás bien?

Suspira y puedo apreciar una pequeña negación que hace con su cabeza, tan pequeña que parece que lo hace de manera inconsciente. Suspira y se queda callada durante unos segundos antes de volver a girarse hacia mí.

– ¿Te acuerdas de la entrevista de la galería que hice un par de días antes de irme a Elche? – es una pregunta retórica porque no me deja contestar. – Me llamaron ayer para decirme que no estaban interesados.

Ella baja su mirada triste hacia el suelo y yo me llevo las manos a la cara al darme cuenta al instante de porque se ha puesto como se ha puesto esta tarde.

– Joder... y yo como una gilipollas diciendo todas esas tonterías. Perdóname Alba.

– No pasa nada – dice sin levantar la mirada y yo me acerco un poco a ella.

– Sí, sí pasa. Te prometo que no pienso nada de lo que he dicho, ha sido el calentón del momento.

– Yo también lo siento, Nat – dice mirándome de nuevo. – He dicho muchas tonterías que no tenían nada que ver solo porque estaba enfadada por otra cosa. No es justo que lo haya pagado contigo, no tendría que haber saltado a la mínima. Perdón.

– No te disculpes más Alba, si he sido yo la que la ha liado. He sido una insensible y he elegido fatal las palabras.

– Está bien, no lo sabías.

– ¿Por qué no me lo has contado antes? – pregunto y ella se encoge de hombros.

– No sé. Me lo dijeron ayer y me sentí fatal, y estuve a punto de llamarte para hablar, pero como ya volvía hoy y sabía que te iba a ver, preferí esperarme a decírtelo en persona porque sabía que me ibas a dar uno de tus abrazos gigantes y me iba a sentir un poco menos mal.

– Todavía puedo darte un abrazo gigante si quieres... – ofrezco porque ya me estoy muriendo por hacerlo.

No dice nada, simplemente se acerca eliminando el pequeño espacio que había entre ambas y se aferra con fuerza a mi cintura, apoyando su cabeza en mi pecho. Rodeo sus hombros con mis brazos y la aprieto fuerte contra mí, dejando besos en su cabeza.

– Si no es en este sitio será en otro, Albi, pero alguien más verá tu talento y se convertirá en tu fan número dos – intento consolarla como puedo.

– ¿Mi fan número dos?

– Claro, porque yo soy la uno. Nadie puede ganarme a ser tu fan.

– Tú no eres mi mayor fan – por su diminuta sonrisa sé que quiere picarme y eso me hace ver que está mejor.

– Ah, ¿no? ¿Entonces cómo explicas que tenga una camiseta que dice que soy tu fan número uno?

Aprovecho el momento porque me viene perfecto para enseñarle mi obra maestra. Me aparto de ella un poco y bajo la cremallera de la chaqueta para dejar ver la camiseta en la que he pintado unas letras que dicen "fan nº1 de Alba Reche (oficial)".

Su sonrisa se hace grande poco a poco, y cuando ha mirado la camiseta durante unos segundos se vuelve a juntar a mi cuerpo poniéndose de puntillas para besarme suavemente.

– Te quiero – murmura antes de volver a besarme.

– Yo sí que te quiero.

Nos besamos unos segundos, pero en seguida Alba se separa para volver a abrazarse a mi cintura y refugiarse en mí, donde parece que está más tranquila. Yo me quedaría de pie en la terraza toda la noche si ella quisiera, pero le ofrezco otro plan que seguro que le viene mejor.

– ¿Qué te parece si te hago una sopa para cenar, nos tiramos en el sofá a ver la media temporada de Wynonna Earp que nos falta y que espero que no hayas visto sin mí porque es motivo de ruptura inmediata, y después nos vamos a la cama para que te llene de mimos hasta que te quedes dormida?

– Me parece que es justo lo que necesito.

Tal cual lo he dicho, lo hacemos. Mientras cenamos Alba me cuenta la conversación con los de la galería y todo lo que le dijeron, que tampoco era nada malo pero la situación es ahora muy complicada, y en cuanto acaba de hablar cerramos el tema para no entrar en bucle. Pongo todo mi empeño en distraerla y hacerla reír con tonterías que se me van ocurriendo, y ella me agradece el esfuerzo con un montón de besos que yo recibo encantada.

– Gracias, Nat – me dice cuando ya estamos acurrucadas en la cama.

– ¿Gracias? ¿Por qué? Si soy una tonta.

Veo como sonríe a pesar de que está apoyada en mi pecho recibiendo mis caricias mientras me abraza con fuerza.

– Sí, pero eres mi tonta.

Su respuesta me hace sonreír a mí, pero más me altera el corazón con lo que dice justo antes de que nos quedemos dormidas.

– Nat.

– Dime.

– ¿Te acuerdas antes cuando me has dicho todas las cosas de mí de las que estás enamorada?

– Claro. ¿Te las repito?

– No, no es eso – se ríe sobre mi pecho antes de ponerse seria para volver a hablar. – ¿Sabes de lo que más enamorada estoy yo?

– ¿De mi caraza? – bromeo, pero ella niega con la cabeza antes de incorporarse para poder responder mirándome a los ojos.

– De tu forma de quererme.

Me quedo un poco paralizada con su contestación y sobre todo con la sinceridad que reflejan sus ojos.

– Alba...

– Nat, no es algo que dependa de mí o que tenga que decidir yo, pero quería decirte que a lo mejor, en un tiempo más o menos largo, tu tatuaje de la nubecita también se puede convertir en la cicatriz de una herida cerrada – vuelve a tumbarse sobre mi pecho y yo noto mis ojos humedecerse por lo que implican sus palabras. – Podemos darle otro significado, si tú quieres.

No contesto porque no puedo, pero la abrazo con fuerza intentando transmitirle que lo que me acaba de decir es una de las cosas más importantes para mí que podría haber dicho.

¿Enamorada de mi forma de querer? ¿Se puede tener tanta suerte?

Cierro los ojos e inspiro para llenarme de su olor, sintiendo el calor de la piel de sus piernas desnudas mezclarse con el mío de tan enredadas que están, notando su pecho subir y bajar con calma sobre el mío según se va quedando dormida, y percibiendo las suaves caricias que su mano deja en mi cuello hasta que el sueño se apodera de ella.

Sí, igual sí que se puede tener tanta suerte.

Continue Reading

You'll Also Like

213K 10K 81
Volveremos a vernos? Volveremos a querernos? Para ti, pa quién si no?
34.6K 997 89
Hola soy t/n Suarez y pues nunca me imagine que el amor llegara ami ,pero tampoco sabía que dolía tanto ni que en mi vida apareciera una pequeña ángel
248K 13.1K 55
A Violeta le dieron un número equivocado. Violeta x Chiara Esta historia es una adaptación, créditos a @Pralim_
750K 28.7K 90
Alba inicia su nueva vida tras aprobar una dura oposición, dejando atrás su familia, amigos y todo lo que conocía hasta ahora. Jamás se imaginó que e...