La decimocuarta víctima

Por seniisdos

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El detective juvenil se ha metido en un caso extraño, están atacando a todos los conocidos de Kogoro Mouri qu... Más

Prólogo
Capítulo 1: Apuesta
Capítulo 2: ¡¡Heiji no se debe enterar!!
Capítulo 3: Objetos misteriosos
Capítulo 5: Helicóptero
Capítulo 6: Chateau Petrus
Capítulo 7: "Ahogados"
Capítulo 8: Criminal
Capítulo 9: Memoria
Epílogo: Vergüenza
Aviso bien avisón

Capítulo 4: La angustia por sobre el disfraz

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Por seniisdos

Hospital Central de Beika

—¿Cartas? —preguntó confundido Kogoro, en el cuarto donde descansaba el profesor.

—Así es, el culpable está cometiendo estos crímenes según los dibujos que hay en las cartas. —respondió el detective rejuvenecido. —Primero atacó al Inspector Megure, y su nombre es Juzo, ¿cierto? Se escribe con los kanjis de "trece", osea, ¡El Rey de Picas! —dijo el niño mostrando la carta de picas "K". —Esta espada que sostiene el rey, ¿no tiene la misma forma que la que fue encontrada en la escena del crimen? —volvió a hablar mostrando una carta sobre la espada que se encontró en la escena de Megure.

—Mmm... —soltó Kogoro tomando la carta y la foto.

—Luego, el apellido de la madre de Ran-neechan es Kisaki, que significa "Reina" en español. —volvió a explicar el pequeño, mostrando de nuevo la carta y la foto de la escena del crimen de Eri. —Por eso es la Reina de picas, ¡la reina sostiene la misma flor que la que había en la caja de chocolates!

—¡Es cierto! ¡Es la misma! —exclamó Ran dándole la razón a su protegido.

—Pero, ¿qué tiene que ver el Profesor Agasa con el número once? —preguntó el detective Shiratori.

—Su nombre es Agasa Hiroshi, ¡y el carácter "Shi" es la combinación de diez y uno! De ahí, el Jack de Picas. —explicó de nuevo Shinichi mostrando la carta "J" de picas. —El Jack, con ese objeto parecido a una espada, hace referencia a un caballero.

—¡Es el mismo que encontró la mocosa! ¡No hay duda! —le dijo a su favor Kogoro, viendo la evidencia en manos de Shiratori.

—Pero, ¿por qué cartas? ¿Y por qué picas? —preguntó aún más confundida Ran.

—Las picas representan la muerte, al igual que los corazones representan el amor, los diamantes al dinero, y los tréboles la felicidad. —explicó Shiratori.

—Entonces, el culpable planea seguir el orden de las cartas, ¿y asesinara a personas que tengan los números del 13 al 1 en sus nombres? —razonó el detective durmiente.

—Para ser más exactos, a personas que están relacionadas con usted, Mouri-san. —habló por primera vez la científica al lado de su figura paterna, dejando de lado su papel de niña, algo extraño porque la mayoría de veces lo mantenía frente a los adultos del lugar. Pero estaba muy molesta al ver que fue atacado el Profesor Agasa, aunque esto lo dejarían pasar por la gravedad de las palabras de esa niña.

—Pero, ¿quién haría algo así? —preguntó Kogoro luego de un silencio abrumador.

—Nuestra única pista es la matrícula de la motocicleta, pero resulta que es robada. —comentó Shiratori revisando su libreta. —¡Inspector! —dijo impresionado al ver al susodicho ingresar a la habitación.

—¿Por qué está aquí? —preguntó Kogoro.

—Escuché que Eri-san y el profesor Agasa también fueron atacados. —explicó este.

—Pero... su herida todavía... —dijo Kogoro consternado.

—¡Ya me saturaron! ¡Estoy bien! —afirmó el hombre de sombrero. —He oído la historia, sospecho que el culpable es Murakami Jo.

—¡¿Murakami Jo?! —habló Mouri, cambiando a una expresión totalmente seria.

—¿Quién es él? —preguntó Shiratori.

—Era un croupier de casino. —le respondió Megure. —Hace diez años, él cometió un asesinato, y salió con libertad condicional de la cárcel la semana pasada.

—¿Qué es un croupier de casino? —preguntó Ran.

—Es la persona que reparte las cartas a los jugadores en un juego de apuestas. —respondió la oji-verde, sin darse cuenta de lo que decía por querer resolver el caso por el profesor.

—Este es Murakami Jo hace diez años atrás. —dijo Megure enseñando una foto del hombre repartiendo cartas.

—Murakami, ¿eh? Ciertamente no me sorprendería si él me guardara rencor. —habló el Mouri mayor seriamente.

—¿Por qué? —preguntó sospechosamente Shiho.

—Porque yo lo arresté. —respondió sin notar el tono de Ai, todo el mundo ignoraba la actitud de ella.

—¡No puede ser! ¿No se supone que el trabajo de un policía es arrestar a los delincuentes? —habló Ran.

—Eso es cierto, pero...

—En realidad, he escuchado sobre el incidente. —dijo de repente Shiratori. —Si no me equivoco, después de que lo llevaron a la estación de policía...

—¡Shiratori-kun! ¡No necesitamos escuchar la historia! —lo interrumpió Megure, bastante enojado, sorprendiendo a los demás.

—Pero, ¿por qué no me ha atacado primero? —se preguntó Kogoro, desviando el tema de conversación. —Si él me guarda rencor a mí podría directamente... —la risa divertida y con toques malévolos cortó las palabras de Kogoro.

Esto le daba escalofríos a Shinichi, conociendo lo muy molesta que está, claro que eso le daba terror a los mayores aparentemente, aunque no mucho realmente y más al no conocer lo que conlleva esa risa.

—Oh, ¿de verdad, cree eso? Detective Kogoro Mouri. —le preguntó petulante. —Cualquier criminal querría ver a su presa llorar y suplicar por piedad. —habló con una mirada tétrica, llena de maldad, eso hizo temblar a todos en la sala. —Hacerlos sufrir poco a poco, viéndolos caer en la locu... —no pudo terminar al sentir un cálido abrazo de parte del detective miniatura. —¿E-Eh...? hey, hey, Co-Conan... —habló nerviosa, empezando a sentir las caricias que le daba el niño.

Conan Edogawa claro que tenía miedo, mucho, con las palabras de su novia, pero se dio cuenta que esas palabras eran por haber lastimado al profesor Agasa, quien ella consideraba su padre, además de dolida por esta misma razón.

—O-Oi... —murmuró en un hilo de voz, con lágrimas formándose en sus ojos.

—Tranquila... lo resolveremos, te lo prometo. —le susurró Conan seguro.

Ella tragó en seco, sintiendo las lágrimas deslizarse por sus mejillas, y se escondió, escondió su rostro en el hombro del chico, dejando las lágrimas caer, y con ellas todo el dolor.

—Ya, ya. —decía una y otra vez Shinichi, sin parar de acariciar su cabello, escuchando sus pequeños hipos.

Todos en la sala mantuvieron silencio, el terror de hace unos segundos fue remplazado por ternura y tristeza al escuchar los casi inaudibles sollozos, en el caso de Agasa más ternura al darse cuenta que era tan importante para su "hija".

—Ehh, Conan... —trató de preguntarle Kogoro, al niño.

Este le mandó una mirada, con un mensaje claro "No digas nada". El hombre se aclaró la garganta y sin más le hizo caso ignorando por completo a los dos niños, pero tampoco sabía cómo apaciguar la tensión e incomodidad del lugar.

—Entonces, ¿debe haber algún conocido que tenga el número "diez" en su nombre? —preguntó Agasa, debido a que dudaba que alguien hablará en esa situación.

—Mmmm. —respondió Kogoro aún aturdido por los cambios de los "pequeños".

—¡Esa persona puede ser el siguiente objetivo del criminal! —habló seriamente Conan.

—Diez... "Ju"... "To"... —habló pensativo, ignorando el tono de voz para nada infantil del niño. —¡Towako-san! —dijo al acordarse.

—Ya que eso está listo... emm... ¿puedes encargarte de Ai-kun? Ran-kun. —pidió amable Agasa, todavía en la cama.

—¡¡Claro, claro!! —respondió está feliz. —¡Ai-chan siempre es bienvenida a mi casa! ¿Cierto, papá?

—Claro, claro. —respondió Kogoro como quien no quiere la cosa. —Así esos dos se quedan tranquilos. —terminó calmado antes de seguir al Inspector Megure.

Club Towako

Todos llegaron al club, rápidamente Kogoro se acercó eufórico a la mujer, explicándole la situación en la que estaba.

Rápidamente Megure y Kogoro se quedaron vigilando el lugar de trabajo de la mujer, mientras Shiratori llevaba a Ran y los dos "niños". La conversación dio lugar, al pasado de policía de Kogoro, sobre lo que hizo antes de su retirada junto el arresto de Murakami, eso dejó pensativa a Ran sobre muchas cosas, al recordar ese evento.

—¡Hola, Ran! ¡Ha pasado mucho tiempo! —saludó Conan, con su voz adolescente, después de hablar un rato con su novia, esta le dijo que era mejor llamar a Ran, y lo hizo.

—¡¿Shinichi?!

—El Profesor Agasa me ha puesto al corriente de todo, suena como estuvieran pasando muchas cosas malas por ahí, si ella se puso así. —dijo sin siquiera darse cuenta, recordando el dolor y tristeza que le dió al verla reaccionar de esa forma y luego llorar.

—¿Eh? ¿Tú, de qué...? ¡¡Ese no es el problema!! ¡¿dónde estás?! ¡Regresa inmediatamente! —vociferó al teléfono la joven Karateca.

—Ehh, lo siento, Ran... estoy en medio de un caso complicado, no puedo volver en un tiempo. —respondió el Shinichi.

—Ya veo... —habló desanimada, bajando todos sus humos.

—No estés triste, estoy al tanto de todo, así que si descubro algo, ¡te llamaré de inmediato! —le dijo.

—Dime, Shinichi... ¿tú me dispararías? —preguntó de la nada muy triste. —Descubrí la razón por la cual mí mamá dejó a papá.

—Umm... así que Kogoro-san le disparó a tu madre, eh... —dijo luego de escuchar la historia, otra vez.

—No importa lo mucho que confiara en su puntería... no puedo creer que hiciera eso. —habló desanimada. —Shinichi, tú nunca lo harías, ¡¿verdad?!

—Es una buena pregunta, yo... no lo sé. —le respondió. —Pero incluso si el hecho es que tu padre le disparó a tu madre, ¿estás segura de que esa es toda la verdad?

—¿Qué quieres decir? ¡No te entiendo!

—De cualquier manera, no se quién tiene mejor puntería. —dijo Kudo divertido.

—¿Eh? —preguntó confundida la karateca.

—Nada, nada, pensaba en otra persona, eso es todo, ¡Nos vemos! —le dijo rápidamente el detective antes de colgar sin esperar una respuesta.

Shinichi corrió de nuevo a la agencia escabulléndose sigilosamente por el lugar, hasta llegar a la habitación de Kogoro, con nadie más que ella.

—¿Terminaste? —me preguntó dulcemente abrazándolo apenas se acercó.

—Sí, no se si le ayude, pero hice lo que pude. —le dijo acomodándose a su lado.

—Ya veo. —solo le respondió Ai, dejándose llevar por el calor del otro.

—Shiho, ¿Qué tal si mañana practicamos fútbol? Te enseñaré un poco y así te distraes. —preguntó cariñoso, haciendo círculos en el cabello del otro.

—Oh, ¿me enseñas? —me preguntó divertida cerrando los ojos al sentirse tranquila.

—Claro que sí. —dijo el oji-azul, dando un bostezo.

—Mañana iré a casa, me cambiaré e iré directo a ¿la escuela? —preguntó somnolienta.

—Sí, así le damos una paliza a los niños. —respondió divertido el detective, quitándose los lentes, dejándolos lejos de ellos.

—Sí. —respondió la científica antes de caer dormida.

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