Y tal vez no sea nada
pero hoy yo vi tu mirada
en el color de la tela
de la ropa que llevaba.
Esa mirada llena de ganas de fastidiar
y de incordiar
que me tiene loca en las mañanas.
Esa mirada que no sabía definir
hasta que hoy la vi en mí.
Esa mirada, esa mirada traviesa
que solo pertenece a una persona
en toda la naturaleza.
Esa mirada que te identifica,
esa mirada que no quiero evitar
aunque me obligue a desviar la vista.
Tal vez esté exagerando,
tal vez esté alucinando,
pero te veo en todas partes,
te veo en todos lados,
en toda la gente,
en cada pasaje
que circula por mi mente
donde antes veía pétalos,
muertos,
y puentes brillantes.
Te veo en mis amistades,
incluso en las que ya
no te ven
(o no te miran, quizá).
Tal vez sea una obsesión,
no sé cómo pararla.
Demasiada observación,
para volver atrás.
Tengo miedo
de que mis únicos recuerdos
sean los de tu sonrisa
y la forma en que me miras.
Ya pasó la orientación,
dejé atrás el punto de no retorno.
Pasó el tiempo
para el arrepentimiento.
Ahora solo sé fluir
ante el impulso interno.
Ya no puedo impedir
que te quedes a dormir,
siempre, solo,
(¿siempre solo?),
siempre en mis pensamientos.