ADAM - en edición.

By JohaNightmare

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El tormento de no saber que pasara es, quizá, una de las peores emociones que podremos experimentar como indi... More

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NOCHE.
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TÉ.
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PRUEBAS.
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LANA.
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33.
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PRESENCIA
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ACÁ Y ALLÁ
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TE AMO.
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44.
45.
IRSE

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By JohaNightmare

PDV de Emily

La copa de vino de Adam yacía vacía sobre el delicado mantel que cubría la mesa, sus mejillas tenían un pequeño brillo rojizo, pero no podía decir si era por el alcohol o por lo lleno de este restaurante, aun con el extenso espacio que ofrecía el lugar entre mesa y mesa, Adam se notaba incómodo con la presencia de los demás.

Mi plato estaba a medio terminar, las palabras de Adam seguían saliendo de su boca con facilidad, una pequeña sonrisa de dibujaba en su rostro al hablar de temas que no tenían que ver nada con la empresa, y con las cuatro juntas a las que tuvo que ir el día de hoy; me había hablado de Lana, de su infancia, de sus amigos, de sus mascotas, parecía una fuente sin fondo.

—Debo haberte cansado ya, ¿no?

—Para nada—volví a tomar mi tenedor y lo lleve a mi boca— ¿puedo pedir esto para llevar?

—No estoy seguro que tengan la opción para llevar, pero podrías preguntarle al mesero, discúlpame un par de minutos, debo ir al baño. —limpió la comisura de su boca con la servilleta y se levantó con delicadeza; su saco yacía en el pequeño perchero que nos habían traído al sentarnos, su teléfono no dejaba de parpadear.

Estiré mi mano hacia su teléfono y le di la vuelta, sabía que estaba cansado de recibir mil y un correos de su trabajo, quizá ignorarlos por una noche, no le causarían daño; tenía la esperanza de que Adam se sintiera mejor el día de hoy, que descansara más de cuatro horas, y que con suerte, no pusiera resistencia al dormir.

— ¿Gusta que rellene la copa de su acompañante, señorita? —preguntó amablemente el mesero que nos había atendido desde que llegamos a la mesa— ¿o gusta alguna copa para usted?

—No te preocupes, estamos bien, ¿crees que pueda pedirte esto para llevar?

—Claro, ¿gusta que lo retire ahora? —Asentí— perfecto, avíseme si necesitan algo más.

Adam volvió a la mesa justo al momento en que el mesero se alejaba con mi plato, tomó asiento de nuevo y ajusto su vista hacia mí.

— ¿Te ha gustado la cena? —Asentí—, espero tengas espacio para el postre.

—No, creo que de verdad me he llenado, no había comido tanto desde con Marissa.

Sonrió antes de levantar la mano y pedir la cuenta, mi plato había regresado a nosotros en un pequeño contenedor de color oscuro, y una pequeña bolsa acartonada del mismo color, Adam pasó su tarjeta y espero unos segundos para firmar el pequeño papel que la maquinita había impreso para él.

Un fino y rápido trazo llenó el papel y lo devolvió al mesero, una pequeña copia le fue entregada y lo siguiente que vi fue la mano de Adam alcanzado su abrigo y su cartera volviendo a su bolsillo, me levanté con cuidado y dejé la pequeña servilleta de nuevo en la mesa, salimos del restaurante prendidos de las manos y Adam se fue despidiendo de las personas que se encontraban al frente, pero para mi mala suerte, hablaban inglés y fránces.

— ¿Les has dicho un conjuro o qué ha sido eso?

—Sólo les he agradecido por hacernos un espacio en las reservaciones de la noche, no tenían ningún lugar desde hace dos semanas; además, quizá no lo notaste pero acabas de cenar en uno de los mejores restaurantes de New York.

— ¿Por eso no me has dejado ver el menú? —Asintió— Adam, ¿Cuánto gastaste?

—Lo suficiente para una cena contigo y me dejaran estar sin saco en el dining room, ahora camina—jaló de mí hacia su costado y me estrechó con su brazo, emanaba un ligero olor a vino y sus ojos no dejaban de ver hacia el frente. — ¿Quieres caminar hasta el hotel o deberíamos llamar para que vengan por nosotros? Usualmente tomaría un taxi, pero no tengo efectivo.

—Podemos caminar, Adam. —Rodeé su espalda con mi brazo y seguí su ritmo al caminar, sabía que el hotel estaba a unos veinte minutos caminando, pero el frío entorpecía nuestros pasos— Aún no tengo tu regalo de cumpleaños, sigo sin encontrar algo digno de tu presencia.

Dejo salir una pequeña risa, acomodó su brazo a mí alrededor y siguió con la mirada al frente. Sus ojos tenían un pequeño brillo desde que habíamos salido de su oficina, y su semblante estaba más relajado que antes, incluso su tono de voz, salía con más dulzura de lo que acostumbraba escucharlo, específicamente porque es Adam.

La noche era fría, las calles tenían sus largas filas de autos, las luces rojas, blancas y amarillas era lo que sobresalía del pavimento, las tiendas y las personas dentro de ellas se veían irreales, todos seguían moviéndose al ritmo de la ciudad, pero no nosotros, caminábamos con tranquilidad, disfrutaba de la cercanía de Adam, de su respiración y sus comentarios aleatorios de la ciudad. Había un aroma a piel que provenía de su saco y sus guantes, pero siempre se veía opacado por el aroma de menta, jabón y cigarrillos, no podría olvidar ese olor, jamás en mi vida.

Disfruté el camino al hotel, incluso con el frío que atravesaba mi saco y mis pantalones, cruzaba toda mi piel, pero el calor que Adam emanaba lo contrastaba tanto, él contrastaba todo.

— ¿Ems?

—Uhm.

— ¿Sabes que fui sincero cuando te dije que te amo, verdad?

Giré a verle el rostro, pero su mirada se encontraba seriamente estática en el semáforo frente a él, su mandíbula estaba tensa y su respiración había desaparecido por un par de segundos; apoyé mi cuerpo contra él, y busqué su mano, sus dedos se relajaron al entrelazarse con los míos, él sabía que mi respuesta era un rotundo sí, y que el corazón me había latido a más de 120 veces por minuto al escucharlo decirme esas dos palabras, Adam había tomado su tiempo después de pasarle el pestillo a la puerta para besarme y abrazarme como si temiese que me fuera ese mismo día, sus mejillas se habían cubierto de cristalinas lágrimas, y lo único que le importaba en ese momento era tenerme cerca, no más, no palabras, no reuniones, sólo él y yo en el último piso de un rascacielos. Y siendo sincera, estaba bien con esto. Estaba bien con él, y con cómo quería llevar las cosas entre nosotros.

El ascensor a la habitación de Adam contenía el aroma de nuestra caminata, de la ciudad, del restaurante y de los cigarrillos que habían pasado por sus labios esta noche. No se había separado de mí hasta ahora que estábamos en este pequeño elevador, estaba recargado contra una de las cuatro paredes metálicas que nos rodeaban, tenía la mirada fija en mí y ambas de sus manos se encontraban resguardadas en sus bolsillos; podía ver la creciente tristeza en sus ojos, que se opacaba con la media sonrisa que formaban sus labios, conforme el elevador tintineaba al llegar a cada uno de los pisos.

Una extraña sensación me inundaba el pecho cada que le miraba a los ojos en esta noche, no podía decir que era desencanto o miedo, porque hace meses que le había perdido el terror a verle el alma, sino que era un sentimiento completamente diferente, se sentía frío pero abrazador al mismo tiempo, y era completamente nuevo, no recordaba haberme sentido así en algún momento desde que le conocí, desconocía completamente su naturaleza.

Las pesadas puertas metálicas por fin se abrieron ante nosotros, revelando el amplio pasillo a la habitación dónde dormíamos cada noche, Adam extendió su brazo invitándome a salir primero que él, sus pasos se escuchaban detrás mío, me detuve frente a la habitación esperando que su presencia llegase a mi lado, uno de sus brazos me atrajo hacia él, su pecho tocaba ligeramente mi espalda, su respiración chocaba contra la coronilla de mi cabello, y al extender su mano libre hacia la puerta, sus labios rozaron contra el mi oreja, su mano quedó apoyada contra el picaporte dorado que nos permitía el acceso a la habitación, la tarjeta yacía entre sus dedos, apoyándose contra su anillo.

Podía sentir la tensión de su cuerpo contra mi espalda, podía sentir la calidez de todo su cuerpo a través de los pocos centímetros que nos dividían, me giré viéndole a los ojos, el pequeño rubor que tenía sobre las mejillas iba creciendo de poco en poco, pero sabía que el vino ya no era el culpable, éramos ambos.

Le tomé por la mejilla, un ligero suspiro inundó la atmosfera, había cerrado los ojos un par de segundos antes de dirigir su mirada hacia mí de nuevo, estaba cien por ciento segura que estaba pidiéndome permiso para confiar en mí, para besarme y quedarnos en silencio un par de minutos más; deje que mi mano libre se deslizara hacia su nuca para acercarle más, sus pesados hombros se relajaron al inclinarse hacia mí, el brazo que anteriormente me rodeaba por los hombros, yacía sujetándome ligeramente por la cadera, podía sentirlo más y más cerca de mi conforme pasaban los segundos, sus labios por fin tocaron la piel de cuello, podía jurar que sentía todas mis células agitándose en ese momento, respiré con pesadez al escuchar el picaporte por fin girando por su mano.

— ¿Estás bien con esto?

Di unos pasos hacia atrás sin dejarle ir, mis cuerdas vocales se habían paralizado y no estaba segura de poder hablar en este preciso instante, Adam me siguió el paso hasta que la puerta volvió a cerrarse y la pequeña tarjeta caía al suelo, la tenue luz que emergía de un par de lámparas iluminó su rostro antes de volver a pasar sus labios por mi cuello, sus manos se enredaban en el cabello de mi nuca; en algún momento del transcurso de la puerta a la habitación, mis manos habían tirado del abrigo que le rodeaba, dejándole en alguna parte. Los labios de Adam bailaban suavemente contra los míos, iban a un compás que no podía resistir, y que no quería dejar de bailar.

Era tan extraño, pero quería gritar de alegría, de alivio, no lo sé.

Cuando mis piernas chocaron contra el mullido colchón Adam se detuvo un segundo a observarme, sus ojos de verdad preguntaban con seriedad si estaba segura, pero no era yo quién debía responder, era él. Me separé lo suficiente de él para correr el cierre de mi abrigo y dejarle caer, tome una de sus cálidas manos y la posé sobre mi mejilla, de verdad que le quería como no tenía una idea, en este momento ambos éramos la versión más vulnerable de cada uno, y no tenía ningún problema con dejarle vernos así.

Un pequeño temblor inundó mis manos cuando desprendí el último botón de su ojal y deslicé su camisa sobre sus hombros, Adam evitaba verme a los ojos, quizá por nerviosismo, pero no lo culpaba; cuando dirigió la mirada hacia mí, sus ojos tenían ese pequeño brillo de pregunta.

—Jonas, podemos detenernos si así lo prefieres. —negó.

—Sabía que necesitaría esos condones que compré al llegar aquí. —soltó una pequeña risa al mismo tiempo que recogía mi cabello tras mis oídos. —Estoy bien, Emily.

Sus manos tuvieron cuidado al remover la blusa que me cubría, deslizó sus extensas palmas por mi espalda y me atrajo una vez más a él, su pequeña sonrisa se escondió al besarme nuevamente, y de nuevo juraba que podía gritar de mera emoción, se separó sólo un poco de mí al sentarse en el borde del colchón, sus manos me atrajeron de nuevo a él y quizá porque entendía a dónde íbamos, me senté con suavidad en sus piernas, sus manos viajaron nuevamente a mi cabello y se detuvo a observarme un momento.

—Es tan extraño—rio suavemente—, me siento tan imbécil por hablar justo ahora, pero tenía que respirar un poco.

—Te dije que podíamos detenernos.

Negó suavemente. —No es eso, tengo miedo a no saber qué hacer.

Ambos dejamos salir una pequeña risa acompañada de un pequeño beso en el mentón de su parte, me giró sobre su costado quedando sobre mí, sus antebrazos retenían todo su peso, su mano acarició con nerviosismo el botón de mis pantalones y tiro suavemente de él, contuve la respiración lo suficiente para que sus labios volvieran a besarme suavemente. Podía sentir las telas disminuir entre nosotros, podía sentir la hebilla de su cinturón chocar contra mi muslo causando escalofríos por el frío del metal, y cuando realmente me paralicé fue al sentir sus piernas envolviendo las mías.

Quizá estaba más nerviosa de lo que creía, y él era quien tenía todo bajo control.

Adam se detuvo tan sólo un par de segundos y acarició mi mejilla una vez más, un ligero temblor le recorrió la espalda y podía sentir, lo juraba, que su pulso estaba más que acelerado, me alejé tan sólo unos palmos de él y tiré de mi cuerpo hacia atrás, la cama parecía más grande en estos momentos y las almohadas no estaban en ningún lado que pudiera tocar, carajo que necesitaba una; Adam cerró la distancia que había puesto y sus cálidos dedos se deslizaron por debajo de mí, recorriendo mi espalda hasta llegar al broche de mi sostén y, justo ahí, se detuvo.

—No sé cómo, l-lo siento—su nerviosismo cada vez crecía más—Ems.

Pasé una de mis manos hacia el broche y desprendí ese notorio click, sujete la mano de Adam y le guíe de mi espalda a los tirantes que ahora se encontraban sin ejercer presión.

—Podemos detenernos si te sientes mal, Ad, puedo sentir tu corazón bombardeándome contra el pecho.

—Es el usual efecto que causas, estando así y de cualquier forma. —su mirada se quedó en mis ojos mientras sentía la tela irse de mi pecho.

Le atraje una vez más por la nuca y me sumergí en un beso que sabía duraría toda la noche, su mano tomó mi pierna una vez más y entre murmullos y pequeñas risas entre los labios, mis piernas le abrazaban con calidez las caderas, una de nuestras manos se sujetaban sobre mi cabeza y cuando necesitaba detenerse tan solo me daba un pequeño apretón, y viceversa si yo lo necesitaba.

No recuerdo en qué momento nuestras risas inundaron la habitación, pero recuerdo que estuvimos ahí, y en ese momento.

Nota de autora:

Cuando les digo que dure más de 5 horas escribiendo y corrigiendo este capítulo, no es broma, me fue tan difícil unir a estos dos en un ambiente tan privado y tan de ellos, que me sentía hasta conmovida. Espero hayan disfrutado la actualización. 

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