Seduciendo a mi Jefe

By Clau_Llerena

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¿Cuáles son las consecuencias por ofender a tu jefe? Pues llevarte llevarte la follada de tu vida. En el asc... More

Capítulo uno
Capítulo dos
Capítulo tres
Capítulo cuatro
Capítulo cinco
Capítulo seis
Capítulo siete
Capítulo ocho
Capítulo nueve
Capítulo diez
Capítulo once
Capítulo doce
Capítulo trece
Capítulo catorce
Capítulo quince
Capítulo dieciséis
Capítulo diecisiete
Capítulo dieciocho
Capítulo diecinueve
Capítulo veinte
Capítulo veintiuno
Capítulo veintidós
Capítulo veintitrés
Capítulo veinticuatro
Capítulo veinticinco
Capítulo veintiséis
Capítulo veintisiete
Capítulo veintiocho
Capítulo veintinueve
Capítulo treinta
Capítulo treinta y uno
Capítulo treinta y dos
Capítulo treinta y cuatro
Capítulo treinta y cinco
Capítulo treinta y seis
Capítulo treinta y siete
Capítulo treinta y ocho
Epílogo
Agradecimientos
Nueva historia
Dudas
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EL JEFE SEDUCIDO
PREFACIO: CUANDO LA PASIÓN NO ES SUFICIENTE
1.UN EXTRAÑO EPISODIO
2.LA ASISTENTE DE MI HERMANO
3.TENSIÓN SEXUAL
4.EL TAN ANHELADO ÉXTASIS
SEDUCIDO POR MI ALUMNA
1. GROGUI
2. TRATO HECHO
3. LA CURIOSIDAD MATÓ AL GATO
4. ¿QUIÉN ES ESE HOMBRE?
5. DOS POR UNO
6. UNA MALA IDEA
7. AHOGADOS EN DESEO
8. ME HE VUELTO LOCA
9. OLVIDAR
10. SOLO SEXO
11. DOS PÁJAROS DE UN TIRO
12. EXPLOSIÓN

Capítulo treinta y tres

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By Clau_Llerena


Mis padres llegaron ayer en la noche. Viajaron junto a Eloy en el jet privado de los Gold. Mi madre no ha dejado de reprocharme por mantenerla en la oscuridad —ni yo de repetir que no quería preocuparla—. Sin embargo, la sonrisa no ha abandonado su rostro. Mi padre rápidamente hizo migas con los hombres de la familia. En otra época, hubiera adoptado su actitud de militar con Daniel; incluso le hubiera lanzado una que otra amenaza. Pero, ahora, después de todo lo vivido estos años, solo puede agradecerle el hecho de verme feliz.

— Realmente, me has hecho mucha falta —comenta mi madre. Estamos sentadas en el jardín trasero de la mansión.
La familia se ha reunido, incluyendo unos amigos cercanos y el servicio de la misma, para despedir el año. Es una tradición: el treinta y uno de diciembre, todos celebran juntos, como una gran familia.

Daniel incluso, invitó a Camille, Andrés y a Claire. Aunque solo la última ha venido. La pareja han viajado a Texas a visitar el padre de Andrés

Claire, por otro lado, no tenía con quien pasar las festividades. En algún momento, me comentó que su familia tienen una granja en algún pueblo lejano; y que no piensan salir de ese lugar, ni de visita.

» Pero no me arrepiento de haberte dejado ir. Solo mírate. Irradias felicidad, ¡y vas a ser mamá! —Acaricia mi vientre con suavidad. Yo solo río, no puedo hacer otra cosa. A estas alturas, terminaré con un terrible dolor en las mejillas y mentón, por no dejar de sonreír—. Esto, es todo cuanto he querido para ti. Estoy muy orgullosa de ti, Amy.

— Yo también, mamá —admito—. Por increíble que parezca. Me siento satisfecha con la mujer que me devuelve la mirada en el espejo. Sinceramente, no sé cómo he llegado hasta aquí; pero tengo muy claro que toda esta gente me han guiado en el camino.

— Tienes buenos amigos —observa—, y un buen novio.

Contemplo al susodicho. Los tres hermanos intentan armar los fuegos artificiales, para prenderlos a media noche. Aunque por la expresión de sus caras, creo que están linchando a la pobre Riley.

— El mejor —comento.

— ¡Qué guapo es, por Dios! —Su expresión me toma por sorpresa.

— ¿A que es súper ardiente? —Interviene mi mejos amiga.

— ¡Becca! —Le reprendo.

— ¿Qué? —Se encoje de hombros, como si nada.

— Pues sí —afirma mi madre—. Sí que sabes escogerlos, cariño.

— ¡Mamá! —Observo de otra. Luego alzo los brazos, en señal de rendición—. Vale. Decid lo que queráis.

— Tiene los ojos de su madre —Priscila se suma a la conversación.

— Y la belleza de los Gold —agrega la abuela de Daniel—. Tenemos buenos genes.

— Siempre luce su traje pulcro… —la voz de Claire es casi un susurro. Sin embargo, me alegra saber que poco a poco, supera su timidez—, y su presencia le da un aire misterioso.

— Tiene un buen culo —observa Becca.

— Vale, es suficiente —doy por zanjado el tema.

— Tu chico es todo un bombón —señala mi mejor amiga—. Así que vete acostumbrando que otras le vasilen.

— ¿Lo has hecho tú? —Inquiero con un rastro de malicia.

— Es diferente, querida. Yo soy más agresiva —no necesito preguntarle—. Quien se meta con mi hombre, firma su sentencia de muerte. Tú, por otro lado, eres un dulce pastelito.

— No te dejes llevar por las apariencias, Becca —replico—. Mejor cambiamos de tema.

— Me ofrecieron un nuevo empleo —su facilidad para pasar de un asunto a otro no deja de asombrarme.

— ¿En serio? —Indaga su suegra—. Dudo que algún empleo supere tu puesto en The New York Times. Tus reportajes son tendencia.

— Me ofrecieron mi propio programa de televisión —explica con suficiencia.

Todos nos quedamos en silencio, procesando la noticia.

— ¡Eso es maravilloso! —exclama Alisson Rocketford, rompiendo el silencio. Posteriormente, todas nos dedicamos a felicitarle.

— No sabía que te interesaba la televisión —comento.

— Ni yo, nena. Ni yo —admite en un gesto pícaro—. Pero no puedo negar que me atrae la idea y es una buena oportunidad de atraer mayor audiencia.

— ¿Qué has respondido? —le pregunto.

— Que me lo pensaría —me guiña un ojo.

— ¿De qué hablan? —Pregunta Eloy, quien se acerca junto a sus hermanos.
Siento un beso en mi cabeza e inmediatamente sus brazos me rodean por los hombros.

— ¿Has terminado de jugar a los constructores, cielo? —indaga mi mejor amiga.

— Ya soy todo un arquitecto —contesta el susodicho.

Riley bufa ante su respuesta—. Sí, claro. Si de ti dependieran los fuegos artificiales, incendiarías la casa.

— Las niñas no saben nada sobre construcción —le chincha su hermano mayor.

— ¡No soy una niña! —exclama roja de furia—. Y para tu información, las mujeres somos mejores y más capaces que los hombres.

— ¡Eso no es cierto! —Daniel se suma a la disputa—. No seas tan feminista, Ry.

— Debo hacerlo —replica la susodicha. A este punto, me extraña que nadie se haya acercado a contemplar la escena. Excepto Erick, quien permanece junto a su hermana, divertido—. Alguien tiene que hacerlo en esta familia.

— Chist —Eloy continúa molestándola—. Deja hablar a los mayores, niña.

— Agggrr —gruñe en voz alta—. Esto es culpa tuya, mamá.

— ¿Yo? ¿Por qué? —pregunta Priscila incrédula.

— ¡Por darme hermanos varones! —responde efusivamente—. ¡Dos por falta de uno!

— Técnicamente —interfiere mi novio—, nos dio una hermana a nosotros. Nacimos primero que tú, por si lo has olvidado.

— ¡Cállate! —Riley Gold está muy, pero muy enojada.

Le lanzo una mirada a mi mejor amiga: se encuentra igual que yo; luchando por no reírse a carcajadas.

— Erick —llama el mayor de los Gold—. Controla la fiera.

— Début —el susodicho corre hacia ella, pero es detenido con una gélida mirada por parte de su novia.

— ¡No te atrevas! La testosterona debe haberles afectado el cerebro —murmura en voz alta—. Mejor me voy, antes de que empiecen a rodar cabezas.

Dicho eso, se marcha hablando consigo misma, lanzando maldiciones.

Début, espera —Erick intenta detenerla en vano—. ¡Riley!

>> Intentaré calmarla —informa a los presentes. Luego se dirige hacia sus cuñados—. Si tengo que dormir solo esta noche, serán hombres muertos —les amenaza y sale disparado, detrás de su novia.

Sin poder resistir un segundo más, me echo a reír. Mis oídos me avisan que no soy la única. Golpeo a Daniel con el codo; a pesar de que adoro verle sonreír—. ¿Por qué eres tan malo con tu hermana? —le reprendo.

— Es la tradición de cada treinta y uno —se encoje de hombros.

— ¿Quieres decir, que Eloy y tú hacen esto cada año? —pregunto.

— Desde que tengo memoria.

— Pues me compadezco de Riley —suspiro apesadumbrada—. Lo que tiene que aguantar, la pobre.

— Eloy —interrumpe Becca—, tu hijo tiene hambre.

— Pues vamos a alimentarle, antes de que el dragón despierte —bromea, ayudándola a levantarse. Becca tiene una enorme pansa de veintiséis semanas.

— ¡Mami! —la pequeña Sugar aparece en escena correteando, como si de un terremoto se tratase—. Quiero soplar burbujas.

Mi amiga pone cara de corderito degollado. Puedo jurar que las lágrimas están a punto de salir.

— No, por favor —susurra Eloy. Sin embargo, alcanzo a escucharle—. No me llores, preciosa.

Sus palabras logran el efecto contrario y mi jefe maldice.

— Tengo mucha hambre, cariño —murmura para que la niña no les escuche.

— Sugar, ¿te gustaría soplar burbujas, conmigo? —inquiere Claire.

— Síííííí —la niña toma su mano y prácticamente la arrastra.

— Vayan tranquilos —logra decir Claire—. Yo me ocupo.

Eloy gesticula un <<gracias>> con los labios; mientras Becca observa a la chica como si fuera una santa. Apuesto a que su fuero interno grita <<¡Viva Claire!>>

— Deberían apurarse con los niños —sugiere Alisson—. Así Sugar no jugará sola en las festividades.

Ali tiene un punto, la pequeña es la única niña de la familia.

— Créeme, abuela —replica Daniel—. No podíamos darnos más prisa.

— En eso te doy la razón —concuerda—. Ustedes dos han sido rápidos. Es por eso que eres mi nieto favorito —le guiña un ojo pícara, haciéndome sonreír—. Pero no se lo digas a tus hermanos, ¿entendido? —agrega en un susurro; como si de un secreto se tratara.

Daniel hace un gesto con las manos, simulando cerrar sus labios con una cremallera.

— ¿Tú no tienes hambre? —pregunta, sentándose a mi lado. Niego—. Lo de ayer fue un milagro, ¿verdad?

Vuelvo a negar—. Hace un rato, la señora Clarke me dio galletitas y chocolate caliente —explico—. Por eso no tengo hambre. Pero estoy comiendo, más de lo habitual. Lo cual es raro.

— Amén —junta sus palmas, simbolizando una plegaria.
Últimamente, hace muchos gestos como esos. Creo que mi novio se ha vuelto creyente.

— ¿Daniel? —le hago un hermoso puchero—. Me gustaría caminar un poco.

— Amanda… —resopla—. La doctora te ordenó reposo. Acabas de salir del hospital.

— Pero estoy cansada del sillón —replico como niña pequeña—. Será un paseo cortito. Lo prometo —niega con la cabeza—. ¿Por favor?

— Está bien —se da por vencido—. Uno corto —asiento y le doy un beso fugaz—. Está visto que no puedo negarte nada.

— Pues ya somos dos.

1 de enero de 2019

Los fuegos artificiales adornan el cielo, dándole aún más brillo a las estrellas. A lo lejos, se divisan pequeñas luces de colores, producto de otros fuegos más lejanos. Esta noche el cielo es todo un espectáculo digno de ver.

— ¿Has visto a Claire? —nos comenta Becca a Riley y a mí—. No deja de mirar a mini Clarke —ahora las tres le llamamos así a mi guardaespaldas—. Aunque intenta disimularlo bastante bien.

— Pero no han escapado a tus ojos de periodista —no pregunto.

— ¿Qué puedo decir? —se encoje de hombros—. Tengo un don.

— Le gusta —afirma Riley—. Y es mutuo. Mini Clarke le observa de reojo.

Niego—. Definitivamente, las dos están cortadas con la misma tela —comento.

— Bueno —los chicos se acercan—, gracias a Dios, no han incendiado la casa —bromea Erick, jaranero.

— Gracias a mí —replica su novia.

— Por supuesto —le da la razón y posteriormente le roba un pequeño beso—. Mi chica eficiente. Mi débutant.

— No le escuches, hermanita —Eloy salta a la defensiva—. Solo lo dice para meterse en tus faldas.

— Amigo —anuncia el susodicho—, ya me he metido en ellas y te advierto que no pienso salir de ahí.

— ¿Por qué tengo que escuchar esto? —reclama Daniel.

Yo solo río—. No puedes esperar molestar a alguien sin recibir nada a cambio —respondo.

Suspira resignado—. Lamento haberte dado un año no muy agradable, entre tantas peleas y desencuentros —su cambio de tema me hace prestarle total atención—. Intentaré superarme el próximo.

— No te equivoques, Daniel —intervengo—. Este ha sido el mejor año que he tenido en mucho tiempo. Y en parte, es gracias a ti.

— Feliz Año Nuevo, mi pequeña provocadora —dice pegando su frente a la mía.

Sus ojos dorados me observan con intensidad, adoptando ese tono marrón que tanto me apasiona.

— Feliz Año Nuevo, mi patán arrogante —digo y le damos la bienvenida al dos mil diecinueve, sellando nuestros labios en un beso.

15 de enero de 2019

Después de un fin de año espectacular, los días siguientes fueron mejores. Entre los Gold y mis padres han hecho turno para acompañarme y no me han dejado sola ni un momento. Estoy disfrutando como nunca con la visita de mi familia, aunque me gustaría que se quedaran para siempre. Espero poder convencerles antes de su fecha de partida. Debo ver los daños de la casa, tal vez pueda restaurarla y vivir allí juntos. La casita es pequeña, pero tiene dos habitaciones. Suficiente para mis padres y para mí.

La mansión Rocketford-Gold ahora no me parece tan grande, o intimidadora. He conocido cada rincón. Mi parte favorita del lugar es el enorme invernadero: Alisson Gold —la abuela de Daniel— es quien cuida del mismo. Tiene todo tipo de especies de plantas. Tres días después de año nuevo, mi novio me dio una gran sorpresa justo en ese lugar: habían agregado toda una cantera destinada a violetas africanas. Tardarán un tiempo en crecer y llenar el sitio, pero será maravilloso. Definitivamente, desde ese día se convirtió en mi lugar preferido. En ocasiones, acompaño a Ali a regar las flores.

Una semana después, ya no soportaba ver aquellas paredes. Me sentía como Priscila en el ascensor: atrapada. Daniel se negaba a dejarme salir. Afortunadamente, Susan fue atrapada y ahora se encuentra a la espera de un juicio. Tuvimos una fuerte discusión sobre el tema. Con todo lo que ha sucedido, se ha vuelto más sobreprotector de la cuenta. Sin embargo, como siempre, me salí con la mía y terminó cediendo. Eso sí, tuve que prometer que me llevaría a los guardaespaldas, incluso para ir al sanitario.

De ese modo, poco a poco me fui incorporando a mi rutina normal. Aunque sigo sin trabajar o ir a mi casa. En eso no he podido convencer a mi patán arrogante.

Sonrío ante una broma de Becca.
Hace tres días se emitió su primer programa de televisión, en vivo. El programa ha constituído todo un éxito y la audiencia fue mayor de la esperada. Solo espero que se mantenga de ese modo. Se le ve muy contenta y logra contagiarnos a todos de su alegría. Así es Becca.

— Camille —Riley toma la palabra. Hoy es tarde de chicas. Nos encontramos reunidas en The King; se ha convertido en nuestro lugar de confidencias—, ¿ya tienes fecha para la boda?

El viaje de Andrés y Cam terminó en una pedida de mano. Nunca la había visto tan contenta. Apenas puso un pie en New York, corrió a contarnos. Nuestro pequeño grupo se ha vuelto muy unido. Al menos mis días de depresión y malestares sirvieron de algo.

La susodicha asiente—. En un mes —responde.

— ¡¿Un mes?! —la pequeña de los Gold grita a voces, logrando acaparar la atención de todos los presentes en el bar. Sin embargo, a ella le tiene sin cuidado—. ¡Es muy poco tiempo!

— No queremos nada elaborado —se encoje de hombros, restándole importancia—. No se necesita mucho tiempo para una ceremonia sencilla.

— ¡Pero somos las damas de honor! —exclama trágicamente, como si ninguna de nosotras lo supiera—. ¿Cómo encontraré vestidos en cuatro semanas?

— Estoy segura de que te las apañarás, Riley —su cuñada le da suaves palmaditas en el hombro, en señal de consuelo.

— Muy bien —alza la barbilla y se hiergue más, si es posible—. Cualquier plan que tengan mañana, queda cancelado.

— Tengo trabajo —objeta la futura novia.

— Cancelado —reitera Riley—. Mi hermanito podrá apañárselas muy bien sin ti por un día.

— Sinceramente, lo dudo —intercedo, divertida.

Ya me imagino el día de mañana en la oficina. Daniel estará de un humor de mil demonios. Me alegra no estar presente para verlo.

— Chist —me hace callar—. Y lo mismo va para el señor Lewis —no le da tiempo a Claire para replicar.

Es así como Riley Gold comienza a planear nuestras vidas durante las próximas cuatro semanas.

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