«Tengo que decirte algo»

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

«Tengo que decirte algo»

Leí doscientas veces el mensaje, pensando en que cambiar, o si dejarlo así, del mismo modo, estaba reuniendo la valentía necesaria. Apoye el pulgar en el botón de enviar, sin tener las agallas para pulsarlo. Suspire y fui a la cocina, quizás con un poco de alcohol...

Mi estomago se revolvió en desacuerdo, y mi mente grito NO, asqueada tan solo por la idea de probar nuevamente una maligna gota de alcohol.

Al regresar a mi habitación, con un vaso con tan solo agua en su interior, observe a Whiskers sentado encima de mi móvil.

—¡NO WHIKS, NO! —grite alterada, logrando espantarlo mientras me acercaba a mi teléfono a toda velocidad.

Pero no llegue a tiempo. El daño ya estaba hecho. El mensaje había sido enviado y con suerte, Gael tardará horas y horas hasta leerlo...

Sin suerte. Lo leyó inmediatamente.

—Dios mío, ¿¡Tienes alguna idea de lo que hiciste, Whiskers!? —como siempre, lo regañé en vano, ya que cuando miré a mi gato, estaba de lo más tranquilo, haciendo su segunda cosa favorita después de comer, es decir, lamiendo sus partes privadas. —¿Esto es porque lo quieres más que a mí? Eres un traidor.

La pantalla del celular prendiendo y un ruido suave interrumpió mi queja y me fijé de qué se trataba.

«Voy en cinco»

El minino continuó limpiando su cuerpo mientras que yo entré en crisis después de leer la respuesta de Gael y fui corriendo al baño a ver si estaba perfecta para la ocasión. Cepillé mis dientes y mi cabello lo más rápido que pude.

Con la ropa no había mucho que hacer, aunque estaba agradecida de no traer puesto un pijama.

Los golpes en la puerta casi hacen detener mi corazón.

Respiré tan profundo como pude y abrí la puerta, solo para quedarme sin aliento cuando lo vi, con su cabello húmedo y su piel todavía emanando vapor, con un increíble olor masculino que me hizo querer llevarlo a la habitación...

Alto. ¿Que fue eso?

Dios, qué vergüenza, sonrojada y aún no me había saludado siquiera.

—¿Vas a quedarte parada todo el día mirándome como la voyeur que eres y quieres ocultar o vas a invitarme a pasar?

Le dirigí una mirada sucia y enojada luego de procesar sus palabras.

—Pasa y deja de decirme voyeur, que el que parece obsesionado con eso eres tú. Diciéndome todo el día "mirona"

—Es que te ves tan bonita después de que te lo digo y finges molestarte...

Gael 1 - Devra 0, solo por esta ocasión.

—¿Quieres tomar algo? —ofrecí. —O quizás...

—No.

—¿No?

Él suspiró, mucho menos relajado que antes, y se acercó a mí, tanto que me puso nerviosa, y cuando habló, sus palabras lograron agitar más mi corazón loco.

—Necesito saber la verdad, Devra, necesito saber si recuerdas lo que pasó esa noche. No quiero más vueltas ni mentiras. 

—Y yo... necesito decírtelo.

Necesitaba decirle que recordaba, que no podía sacarme de la cabeza los dos besos que habíamos compartido, los momentos profundos, las cosas que me hacía sentir. Pero no podía. Mi lengua estaba atascada y nada de lo que quería expresar podía ser dicho.

—¿Que pasa? Es más común escucharte hablar muy rápido y decir cosas sin sentido que verte callada, ¿te comió la lengua el gato? —me asustó como es que su actitud pasó de ser centrada a relajada y mucho más juguetona que antes, segura y depredadora. Se acercó mucho, demasiado, tanto que empezó a darme calor, su nariz rozaba la mía. —¿Que pasa, gatita, nada que decir? —su aliento caliente sobre mis labios hizo que los abriera un poco, esperando algo... que no llegó, porque se apartó.

—Yo... bueno... eh... —empezaba a sonrojarme, me abaniqué el rostro con la mano y tragué saliva gruesa.

Bueno, mierda, ¿no había un dicho que decía que una acción podía decir más que mil palabras?

En un impulso y con un valor que no sé de dónde saqué, mis brazos se cruzaron detrás de su cuello y lo besé con pasión.

En mi cabeza se escuchó una exclamación: «¡AL FIN, MALDITA SEA!» Que se escuchó demasiado similar a la voz de Dennis y no pude evitar sonreír en el beso, aunque, por suerte, no se rompió el momento. O no del todo.

Él se río contra mis labios y mordió suavemente el inferior, logrando que suelte un suave gemido y por lo tanto me sonrojé como loca y lo aparte de mi escandalizada.

El maldito solo no podía parar de reírse, hasta que le di un empujoncito para callarlo.

—Estas haciendo pucheros.

—Eso es mentira. —dije no muy convencida, quizás había hecho pucheros sin querer, pero eso jamás sería admitido.

—¿Lo es? —él tomó mi cintura y se acercó más a mí.

Nos besamos durante un tiempo que pareció eterno y muy corto al mismo tiempo. Mis labios estaban entumecidos, pero quería continuar. Sin embargo, un maullido nos interrumpió. Whiks estaba a mis pies, exclamando por recibir atención de su esclava, es decir, de mi. Aunque posiblemente le gustaría la atención de Gael también.

—Tienes que saber que fue gracias a mi querida bola de pelos que ocurrió todo esto. —miré al felino con cariño. —¿Hubiese sido un mejor nombre «Cupido» para ti?

—Cualquier nombre seria mejor que bigotes, boba. 

Lo mire fingiendo indignación y le saqué la lengua como la joven adulta responsable y madura que soy. 

—Esto... no es lo que esperaba. —confesé con una sonrisa pequeña y después de unos segundos de silencio cómodo.

—¿Tienes alguna queja? Así la anoto en mi máquina de escribir invisible.

—¡Eres un niño!—la risa fue repentina, demasiado real.

Me sorprendió haberme reído de algo tan estúpido, el amor hace que nos comportemos extraño, según leí.

Y no, Gael no es exactamente el príncipe azul de un cuento de hadas, no está ni cerca —a no ser que tenga que sorprender a ancianitas. —pero, a pesar de que no ser lo que esperaba, es mucho mejor, alguien que me hace sentir como nadie había podido hacerlo antes.

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora