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Salí de mi departamento con muchas expectativas ese día.

En la puerta de al lado, vi salir a un chico, atractivo, admito, extremadamente atractivo y que seguramente me gustaría aún más si no le hubiera echado el ojo a mi vecino de la ventana del frente (quien creo que milagrosamente salvó a mi gato). Él chico tenía, según mis deducciones más o menos mi edad.

El chico tenía el pelo corto y muy ensortijado, lo cual le daba un toque salvaje, pero el corto que mantenía bastaba como para que pudiera realizar sus actividades sin que el cabello le estorbara. Quizá debería cortar mi cabello del mismo modo, vivo comiéndome los pelos por culpa de mi melena corta pero indomable. 

También estaba su piel, ¿Usaría cremas? Porque yo tengo la piel seca y horrible mientras que él la tiene sedosa... O eso parece a simple vista, no sé al tacto. Quizá pueda tocarla para comprobarlo, pero solo un toque en su brazo por ejemplo, para llamarle la atención y presentarme, después de todo soy su nueva vecina.

Además de ser (parecer) suave su piel, tenía un suave bronceado que lo hacía ver de esos tipos guapos que podrías encontrar en una playa y tener un espectacular romance de verano con él.

Él era muy sexy, también, no era un fisicoculturista ultra fan del deporte, no parecía un mastodonte, por suerte (no soy fan de ese tipo de chicos), pero tampoco era un delgaducho, tenía buenas proporciones. Definitivamente, es guapo, pero todavía está ese otro chico de la ventana de al lado que me dejó totalmente enganchada con una simple sonrisa amable y una mano levantada, un gesto dulce hacia su gato y una carcajada adictiva. Ese chico, era un dulce de leche con caramelo bañado en chocolate y yo pienso comerme ese dulce. 

Caminé decidida, empujé accidentalmente al chico que había salido de la habitación de al lado, y por lo menos confirmé mis sospechas, su piel era suave y su brazo tenía algo de músculo. Ese no había sido el mejor comienzo… lo noté cuando mi vecino se volteó con mala cara y mala actitud.

— ¿Qué te parece si te fijas y no vas golpeando a la gente? 

— Pe… pe… perdón. — se escuchó como balbuceó patético, oírme así, intimidada y avergonzada me hizo reaccionar. ¿Quién se creía este patán? Suficientes abusos viví en la escuela para tolerar esto. 

Para empezar, fue un accidente, y para seguir, podría haberlo dicho de una forma mucho más educada. ¿Pero qué va a saber este de modales? Mi postura cambió, ya no tenía la cabeza metida entre los hombros ni me encogía. De repente alcé la cabeza y me puse derecha, arqueé una ceja y le dí mi mejor cara de zorra malhumorada que encontré. Me forcé a hablar y a no dejarme pisotear porque prometí que no lo haría.

— ¿Qué te parece si en vez de reaccionar como un cretino te pones a pensar que no me choque de gusto contigo? Existen los accidentes, imbécil.

— Dudo que este haya sido uno. 

¿Qué carajo?

— ¿Disculpa? — le pregunté, alzando las dos cejas y cruzando mis brazos debajo de mi pecho. 

— Que no creo que hayas chocado conmigo por “accidente".

— ¿Porque otro motivo habría sido, genio?

Él sonrió de lado, parecía estar jactándose de algo mientras cruzaba sus brazos sobre su pecho. 

— No creas que estoy ciego. 

Cuando lo miré interrogante él blanqueó sus ojos como si quisiera decir algo muy obvio que yo no entendía por mi falta de neuronas. Era un vecino bastante desagradable al parecer.

— Noté como me mirabas.

Mis mejillas se pusieron todas rojas cuando comprendí que había sido descubierta infraganti. Pero me puso enferma que el idiota se sintiera tanto solo por ser ridículamente atractivo.

Mi querida bola de pelos |✔Donde viven las historias. Descúbrelo ahora