Por la mañana, de camino a la universidad, tiene mejor ánimo. Le escucho silbar animadamente y su silbido agudo se mezcla con el viento, como si pretendiera enviar un mensaje a través de él.
Aquel viento le remueve el cabello, le acaricia el rostro y, a mi, me hace detenerme. Me recuerda el poco tiempo que me queda junto a él.
No cambies de opinión por mi, Yoongi-yah.
Sacudo la cabeza para borrar esos pensamientos. Yoongi se ha adelantado mucho, así que corro para alcanzarle y tomo su mano, al igual que siempre.
Él sigue silbando y cuando siente que le acompaño, sonríe.