El sonido de la copa de Yuta chocando con fuerza contra la mesa la interrumpió, impidiendo que siga incomodando a TaeYong. Puse una mano sobre su muslo, de forma disimulada para que YooNa no lo vea, y apreté en un intento de calmarlo.

—Madre, ¿para qué me trajiste? —cuestionó Yuta sin escrúpulos.

—Bien, supongo que quieren llegar a lo serio. Quería soltarlos un poco, lo que los voy a contar puede ser un poco... inesperado. Aunque tú, brujito, ya lo debes saber.

XiaoJun no dijo nada y siguió evitando la mirada de YooNa con todas sus fuerzas. Yo sabía por experiencia propia que era complicado hacerlo, la vampiresa tenía una mirada tan profunda que te hacía ir contra tu voluntad y terminabas alzando la vista hacia ella en cualquier momento, ya sea tarde o temprano.

—Todo empieza desde antes que tú nacieras, Yuta. —él la miró enfurecido, pero había una notoria curiosidad en sus ojos— Estaba este hombre, Terada Takuya, un chico pobre que vivía de lo poco que conseguía de la basura de los ricos. Era un saco de huesos y piel, tan escuálido que podías contar cada una de sus vértebras sin problema alguno. Lo conocí cuando quiso robarme el bolso mientras caminaba. Se tiró al suelo y me pidió perdón de rodillas, llorando a lágrima gruesa y casi besándome los zapatos. Yo era... diferente en ese entonces. Lo ayudé, le brindé ropas decentes y un hogar que aunque mediocre, lo protegía del frío y de la lluvia. También le di un trabajo de paga mínima y largo horario, pero le servía para pagarse el alimento. Lo visitaba seguido, unas dos veces por semana, para ver cómo iba avanzando. Con los meses dejó de ser el chico moribundo de antes y pasó a verse mucho más saludable. Empezó a ejercitarse y a cuidar de su apariencia, y eso se notó en la confianza y alegre personalidad que desarrolló. Era un hombre atractivo y educado, y me enamoré de él.

No pude contener la gran sorpresa que esa última frase me había causado. Sentí mi mandíbula desencajarse y tuve que llevar una mano a mi boca para cubrirla. Era imposible imaginar a Nakamoto YooNa enamorada, ella tan gélida e inalcanzable cayendo por un pobre humano parecía una de esas comedias baratas llenas de fantasía.

—Yo no le dije nada, no en ese momento. Simplemente seguí visitándolo y actuando como una amiga cercana, protegiéndolo de cualquier persona con malas intenciones que se le acercara. Por supuesto, como todo ser humano, él se sentía atraído hacia otras mujeres. Nunca me hablaba de sus conquistas, excepto por una vez. Llegué a su cuarto con algo de comida y la idea de una noche tranquila, pero su rostro preocupado y arrepentido me cambió los planes. Había dejado embarazada a una mujer, y no una cualquiera, sino una comprometida. Habían tenido un romance en secreto por un corto tiempo que ella estaba dispuesta a acabar, pero el embarazo le llevó una mala jugada. Esa mujer es tu madre, Yuta. Tu padre no lo es en realidad, al menos no biológicamente.

Yuta se paró de su asiento en un movimiento brusco, botando la silla al piso y ocasionando un estruendo. Pasó una mano por su cabello rojo y lo jaló con fuerza, desordenándolo en una señal de estrés. Tenía los ojos cerrados y el entrecejo fruncido, apenas siendo capaz de digerir la nueva información. Yuta casi nunca hablaba de su familia, pero cuando lo hacía sus ojos le brillaban en nostalgia y amor, y su voz se alzaba un tono, casi como un niño pequeño engreído por sus padres. La noticia de que no era realmente el hijo de a quien había llamado papá, y que en cambio era producto de una infidelidad, debía estarle chocando con fuerza.

—Takuya estaba aterrado, apenas podía mantenerse él mismo, ¿cómo haría con un bebé en camino? Tu madre quería tenerte a toda costa, incluso si eso ponía su futuro matrimonio en juego. Por fortuna para ella, tu padre era un hombre bueno y compasivo, y decidió mentir diciendo que eras su hijo. Esto les resolvió los problemas a ellos, pero no a Takuya. Él también te quería, aun si no podía darte la vida que merecías o alguien de quien estuvieses orgulloso, él anhelaba tenerte en sus brazos y verte crecer. ¿Tú qué crees que hizo tu madre al respecto? —preguntó con una voz cargada de ira, soltando una risa seca al final— Lo alejó y amenazó si no se mantenía lo más lejos posible de ella y de ti. Él le imploró verte, al menos unas pocas veces al año, pero ella se negó rotundamente. Te sufrió, Yuta, yo lo veía llorar hasta el cansancio cada noche y cada día. Lloraba culpándose por no tener una buena posición económica, creyendo que de haber sido ese el caso, tu madre lo dejaría verte. Pero también lloraba de impotencia por no poder acercarse, sabiendo que ante cualquier juez perdería contra la amable mujer de buena familia a punto de casarse con un hombre igual de bueno. Él iba cayendo en una depresión sin salida, dormía por días y ni siquiera se levantaba para ir al baño. Yo misma tuve que limpiar sus desastres hasta que ya no pudo más. Él sabía que no era humana, conocía lo que era, y me pidió convertirlo para dejar de sentir ese desgarrador dolor en el corazón que no lo dejaba respirar. Yo era una ilusa enamorada, así que acepté, y lo llevé conmigo. Ahora, brujito, de seguro te preguntarás, ¿qué tiene que ver eso conmigo? Pues que alguien con tanto dolor en el corazón no puede simplemente borrarlo o ignorarlo, algo tan fuerte como la decepción puede, incluso después de la muerte, volverse odio.

Tenebris Where stories live. Discover now