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WinWin

Entré a la cafetería mientras hablaba con Minghao, un beta de mi clase que era mi compañero de asiento. Podría decirse que aparte de los chicos, él era el único amigo que tenía. Seguía sin ser del todo hablador, el que bromee o me divierta con ellos no significaba que lo haría con todos, pero con Minghao fue muy sencillo. Tal vez sea por su nacionalidad, china también, o por su buen carácter. Sea lo que sea, es una de las pocas personas a las que puedo hablarles con facilidad.

Nos despedimos para ir cada uno a su mesa. Él se sentaba con otros alfas y omegas de diferentes años, al igual que yo. De ellos, al único que conocía era a Mingyu, un alfa reconocido por ser un sangre pura. Su padre y madre son alfas, así que al igual que Lucas, su olor era mucho más potente que el de los demás.

Me sorprendí al solo ver a JaeMin ahí sentado. El chico revolvía la comida con la mirada perdida en algún punto. Se veía tan miserable que me apresuré en llegar y hacerle algo de compañía, no necesariamente hablar, sabía que a veces lo mejor era compartir el silencio con otra persona.

Me senté a su costado y le sonreí cuando levantó la vista. Él me devolvió a duras penas la mueca y siguió revolviendo su almuerzo, llevándose pequeños trozos de carne de vez en cuando. Lo imité cuando dejaron mi bandeja frente a mí. Comí un poco con algo de desagrado, pues la salsa que habían echado no era de mi gusto, y levanté la vista hacia ningún lado. Realmente no me sorprendí cuando mis ojos cayeron en la mesa de los vampiros, más específicamente en el deprimido pelirrojo que movía su copa con la cabeza hacia atrás.

Podría soñar algo egocéntrico y malo, pero ya me había acostumbrado a sus miradas durante el descanso. Yo pretendía no darme cuenta y seguía escuchando a los demás hablar, pero en realidad luchaba para no mirarlo de regreso. Ahora todo era diferente. Se mantenía desinteresado todo el tiempo, con el rostro tenso y el entrecejo fruncido. Pero lo que más me preocupaba eran las bolsas violetas debajo de sus ojos y la fea palidez que su rostro había tomado. Su piel lucía tan seca y maltratada, y su cabello rojo antes brilloso ahora estaba dañado y enredado. No sabía qué había pasado para que esté así, pero me preocupaba.

¿Preocupar? ¿Desde cuándo ese vampiro te importa?

Quería creer que era tan solo la costumbre de tenerlo siempre sobre mí que me hacía querer ayudarlo.

—¿WinWin hyung?

Aparté mi vista de Nakamoto Yuta y la centré en JaeMin, que me miraba entre sorprendido e ilusionado.

—¿Pasó algo, Nana? —le pregunté esperando no haya notado que veía al vampiro.

Lo vi dudar antes de hablar, mordiéndose el labio inferior y jugando con el cubierto entre sus dedos— ¿Estaba, uhm, viendo a Yuta?

Aguanté la respiración y aparté la mirada. Había sido poco inteligente de mi parte creer que no se había dado cuenta.

Decidí ser sincero. JaeMin por primera vez se estaba abriendo a mí y había sido el primero en hacer conversación, no quería arruinar eso— Uh, sí. Pero es porque...

—¿Le gusta? —tosí por la directa pregunta— Perdón, sonó muy entrometido.

—No te preocupes. —lo calmé sobando mi pecho y tomando un poco de agua— Yuta no me gusta, solo estoy algo preocupado por él. No es el de antes, ahora está serio todo el tiempo y apenas se alimenta.

—No le gusta, pero le importa lo suficiente como para preocuparse por su bienestar. —asentí a medias a lo que dijo JaeMin, no sabiendo si eso era una acusación o estaba hablando en serio— Lo entiendo. Yo también me siento así.

Tenebris Where stories live. Discover now