━ 𝐋𝐗𝐕: Visitas inesperadas

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Aunque obviamente al constructor de barcos no le había supuesto ningún problema desobedecer las órdenes de la afamada skjaldmö, quien, sospechando que pudiera llegar a traicionarla en pos de sus propios intereses, le había pedido a Guthrum, el primogénito de Torvi —aquel que había engendrado con Borg—, que fingiera querer acompañarlo para así tener controlados sus movimientos.

Grande fue la sorpresa de Lagertha cuando, dos semanas después, se enteró de que un grupo bastante numeroso ansiaba ver esa tierra desconocida y que Floki planeaba irse con ellos con la próxima marea alta.

Tras un encuentro de lo más tenso e incómodo en el que la soberana, junto a Ubbe y sus preciadas hirðkonur, sorprendió al constructor de barcos y a su nueva tripulación a punto de soltar amarras, Lagertha llegó a la conclusión de que no podía detenerle y tampoco quería hacerlo por respeto a la amistad que alguna vez lo unió a Ragnar.

Así pues, luego de una despedida sumamente dolorosa, la rubia los dejó marchar, tanto a Floki como a las dos grandes familias que habían decidido embarcarse en aquella intrépida aventura. Aunque ello supusiera perder a dos grandes guerreros como lo eran Eyvin y Kjetill Nariz Plana.

A Drasil le sorprendió que Lagertha fuera clemente y misericordiosa con ellos, que les permitiera irse cuando las defensas de Kattegat eran más vulnerables que nunca, pero enseguida supuso que todo lo que había vivido junto al constructor de barcos era más importante que el amargo sabor de la traición. Por no mencionar que cabía la posibilidad de que ese sitio existiera realmente y que todo aquello fuese voluntad de los dioses, de modo que ella no era quién para inmiscuirse.

—¿Creéis que será cierto? —La voz de Torvi inundó aquella pequeña dependencia del Gran Salón en la que la rubia se encontraba reunida con Eivør y Drasil—. Que Floki ha hallado la Tierra de los Dioses —se apresuró a aclarar en cuanto hubo acaparado la atención de sus compañeras de armas.

La morena se encogió de hombros e hizo un mohín con la boca.

—¿Cómo saberlo? Floki siempre ha sido un bromista —se limitó a decir.

La hija de La Imbatible se tomó unos instantes para poder contemplar a su mejor amiga, que apenas había pronunciado palabra en todo lo que llevaban de conversación.

Eivør había cambiado desde que habían regresado a Noruega: se había encerrado en sí misma, tenía un humor más cambiante que el propio viento y la mayoría de las veces solía estar abstraída en sus pensamientos. Y aquello comenzaba a preocuparla... Pero por más que hubiese intentado hablar con ella al respecto, la mayor siempre ponía alguna excusa o cambiaba radicalmente de tema.

—No creo que haya mentido en esto —intervino Drasil, recibiendo una mirada desinteresada por parte de la morena, que lucía algo pálida y ojerosa—. Parecía muy seguro de lo que decía. No sé, se le veía bastante... Cuerdo —puntualizó.

Eivør se hundió aún más en su silla y se enroscó un mechón de su larga melena azabache alrededor del dedo índice. Podía sentir la penetrante mirada de Torvi clavada en ella, escrutándola con rigurosidad.

 Podía sentir la penetrante mirada de Torvi clavada en ella, escrutándola con rigurosidad

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