―Bueno, ahora lo sabes. Realmente me gusta cantar. Siempre me ha gustado... Me hace sentir vivo.

Su rostro se ilumina. Una gran sonrisa de dientes completos aparece en su rostro. Se sienta con las piernas cruzadas y yo hago lo mismo.

―Vyce... ¡Tengo el trabajo perfecto para ti! -dice. Mi ceño se frunce, pero rápidamente la entiendo. Empiezo a negar frenéticamente con mi cabeza.- ¿Por qué no? ¡Vamos! ¿Acaso no has escuchado tu voz? ¡Eres un ángel!

―No soy un ángel. Y no, no cantaré en el local de tus padres.

―Por supuesto que eres un ángel, y por supuesto que irás a cantar. -ver su rostro de ilusión me hace rendir fácilmente. Cierro los ojos y suelto un suspiro.

―Está bien, está bien. -da unos pequeños aplausos de emoción.- Pero con una condición.

―¿Cuál? -pregunta. Se acerca a mí, se sube a mi regazo y coloca sus brazos en mi cuello. Queda unos centímetros más alta que yo, así que subo el rostro para poder observarla.

―Que tú también bailes. -su sonrisa duda un poco, sin embargo, asiente.

―Vayamos mañana. -dice después de un corto silencio. Los nervios llenan mi cuerpo.

―¿M-Mañana? -digo nervioso. Asiente.- Cariño... no sé si a las personas les guste como canto. ¿Y si quedo en vergüenza? Dios, no... -susurro al pensar en lo malo que puede resultar.

Ella agarra mi rostro con sus finas manos y deja un beso en la punta de mi nariz.

―Te prometo que no pasarás vergüenza. Tu voz es completamente increíble. Tienes talento y no solo lo digo porque estoy enamorada de ti, lo digo porque es real. Tienes un talento increíble. Aprovéchalo. Muéstrale al mundo lo que puedes hacer.

Sus hermosas palabras me derriten el corazón. Caigo sobre la cama, ella queda encima de mí. Empiezo a notar como mi miembro empieza a crecer. Ella también se da cuenta, ya que, viéndome a los ojos, su mano baja por mi abdomen hasta llegar a mi pene. Aprieta levemente y yo aprieto la mandíbula.

―Eider. -mi voz es ronca por el placer.

―¿Si? -dice a centímetros de mis labios. Sus manos siguen acariciándome.

―Quiero probarte. -murmuro y un jadeo escapa de mis labios.

―Hazlo. -es todo lo que dice. Ruedo sobre la cama, quedando sobre ella y empiezo a besarla ferozmente. Mis manos acarician su cuerpo sobre la ropa. Acerco mi boca a su cuello y empiezo a besarlo. Sus caderas se mueven, rozando mi erección y provocando que ambos gimamos.

Le saco la camisa rápidamente y desabrocho su brasier. Sus pechos quedan a mi disponibilidad, y no pierdo tiempo en acercar mi boca a ellos. Juego con ellos y siento las manos de Eider rasguñar levemente mi espalda. Coloca sus manos en mis hombros y empuja hacia abajo. Río sobre su piel y observo como sus vellos se erizan. Dejo un beso en su abdomen y me alzo un poco para sacar su jean junto a sus bragas. Queda completamente desnuda ante mí.

Abre sus piernas para mí. Puedo observar en sus ojos el deseo que tiene. Dejo besos por sus muslos, excitándola, hasta llegar a su clítoris. Dejo un corto beso y seguidamente una lamida. Escucho un suave gemido de su parte. Empiezo a jugar con ella. Sus manos se posan en mi cabeza, acercándome aún más. Mueve sus caderas y ahora soy yo el que gime.

Introduzco uno de mis dedos y empiezo a moverlo, rápidamente meto otro... y otro. Tres de mis dedos están dándole placer junto a mi lengua. Sus piernas empiezan a temblar, así que freno.

Me acerco a su rostro y la beso. Saco mi calzoncillo rápidamente y me introduzco en ella.

―Quiero que no tengas piedad, Vyce. Fuerte, como en el balcón. -murmura sobre mi boca y sus palabras activan mi lado salvaje.

Envuelvo sus pequeñas manos con las mías y las presiono a los costados de su cabeza. Empiezo a moverme rápidamente. Dentro, fuera, dentro, fuera. Nuestros cuerpos empiezan a sudar. Eider está completamente excitada y observar su rostro lleno de placer, hace que me mueva mucho más rápido. Nuestros gemidos resuenan en la habitación.

―Sí, así. Fuerte. -dice ella con sus ojos cerrados y la voz cargada de excitación.

Envuelve mi cintura con tus muslos y siento como tiemblan. Beso su cuello y presiono más sus muñecas.

―Estoy cerca. -murmuro.

―Vamos, córrete para mí, cariño. -dice en mi oído y muerde levemente mi lóbulo.

Unos golpes en la pared nos detienen unos segundos, nos observamos a los ojos y reímos bajito. Sigo moviéndome, pero ahora más despacio. El orgasmo nos llega al mismo tiempo. Reprimimos nuestros gritos y me dejo caer sobre su cuerpo.

Ruedo y acerco su cuerpo al mío.

―Cántame. -susurra. Sonrío y empiezo a cantar Lucky Ones de Lana del Rey. A los pocos minutos, mi amor se queda dormida.

Pienso en lo embobado que me tiene esta chica, y con ese pensamiento, caigo dormido. 

El Misterio de los Dagger ©  [TERMINADA]Where stories live. Discover now