ᴾᶤˡᵒᵗᵒ [⁰˒⁵]

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Hay sangre por todos lados

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Hay sangre por todos lados.

Coágulos y coágulos de sangre cubren todas las partes habitables de la alcoba blanca, mis manos pálidas y frías tiemblan a medida que intento avanzar hacia el cuarto de baño para evitar seguir viendo enormes manchas del espeso líquido carmesí que no provocan nada más que ganas de desaparecer.

«¿Qué has hecho, Fly?»

«¿Qué he hecho?»

Mis preguntas carecen de respuestas coherentes, la cabeza me martilla, mi anatomía tiembla y las esperanzas se desvanecen a medida que mis párpados comienzan a cerrarse debido al cansancio.

«¿Qué fue lo que hice?»

Comienzo a ignorar la otra pregunta pero llega a mi mente así quiera evitarla, distrayendo mis pensamientos logro ponerme de pie tirando al suelo los objetos que yacían ordenados de manera perfecta en el escritorio pero comienzo a marearme nuevamente y me voy de bruces soltando un alarido al recibir el fuerte impacto de mi cabeza y el suelo. Un sabor metálico abarca mis papilas gustativas revolviendo mi estómago en el proceso, ganas de chillar por auxilio me acaparan pero el vómito no da el paso para las palabras, entonces... paro de luchar, gastar fuerzas y me dejo caer tratando de mantener mi cuerpo aún respirando.

«¿A quién asesiné?»

La ira de no saber es nada es la que me impulsa a intentarlo nuevamente, las piernas desnudas me tiemblan al ponerme de pie luego de clavar mis uñas maltratadas en la mesa y jadeo dolorida ante el repentino dolor de cuello. Siete pasos son los que doy tratando de no caerme, siete veces son las que me resbalo, siete las ocasiones que me mantengo firme y siete son los segundos que me toman llegar al cubículo en peor estado que la habitación. El espejo sobre el lavabo hecho añicos no deja ver otra cosa que no sea mi aporreado rostro, las paredes tienen rastros de sangre seca y la cortina de la bañera está cerrada indicando que hay alguien dentro. Paso saliva y extiendo una mano hacia la misma y con todas las fuerzas que me quedan la hago a un lado con la mirada arriba, veo una figura de soslayo pero suspiro durante siete segundos antes de bajar la mirada y observar lo que reposa en la cerámica.

Un muñeco.

Clic.

La fiesta de cumpleaños con temática de Halloween, el descontrol, la pista de baile, alcohol, drogas y sexo. Siento que puedo volver a respirar, que la sangre vuelve a correr por mis venas y que el aire regresa a mis pulmones.

«Todo está bien»

Sin embargo no puedo creerme esas tres palabras porque las luces se apagan y el clima templado es la que se cuela por la diminuta ventanilla del sanitario, cada vez me voy posando más firme observando mi reflejo en las piezas sobrantes del espejo roto. Las hebras negras caen hasta mis caderas desnudas al igual que todo mi cuerpo, carezco de prendas que cubran mis partes, pero eso es lo de menos. Mis ojos anteriormente negros como la oscuridad de una noche de invierno ahora son verdes con destellos en un tono miel alrededor de las pupilas, asombrada observo mi rostro asegurándome de que  nada más se vea distinto, y no. Labios carnosos rojizos y manchados al igual que mi mentón, mejillas con rasguños que no siento y pómulos que lo único resultante que tiene son las oscuras ojeras bajo mis pestañas inferiores los cuales se cierran levemente al sentir el ardor en mis ojos, vuelvo a abrirlos sin saber mucho qué hacer y siento los latidos de mi corazón justo en el oído al ver la silueta justo detrás de mí a través del espejo.

Es alto, casi de dos metros, su rostro no se ve pero si sus brazos desnudos pero cubiertos de marcas oscuras que se asemejan a profundas heridas, no se mueve, no hace nada pero sus intensos y petulante ojos idénticos a los míos me observan más allá de la apariencia. 

—¿Q-quien eres...? —mi voz tiembla más de lo que me gustaría y la seguridad que siempre parezco tener se va por las tuberías hasta el Mediterráneo cuando me atrevo a mantenerle la mirada. La sombra aparece a mi lado y trato de no titubear cuando unas uñas largas acarician mi tórax, su respiración choca con mi cuello desnudo y hace a un costado mi cabello, siete segundos después siento unos húmedos labios que hacen contacto con mi piel al dejar un mojado beso en mi nuca que me provoca de todo excepto lo que debería sentir.

—Yo. Siempre seré yo.

Voz fría, gruesa, sombría y perversa. La punta de su dedo índice dibuja una línea horizontal, sobre ella una vertical y nuevamente una horizontal. No hablo, no me muevo, sólo observo lo que me hace frente los fragmentos rotos frente a mí.

—Cierra los ojos...Fly —dicta en un susurro recorriendo mi cuello con sus labios—: Ciérralos...

—Por favor... —imploro.

—Ciérralos. Por mi.

—No sé quién eres... —mi pecho sube y baja y el desespero me arropa al no saber qué hacer ni mucho menos cómo reaccionar.

—Siete segundos —exige—. ¡Ciérralo durante siete segundos, por mi!

Sin saber cuál es mi deber obedezco. Mis párpados cubren mis iris verdes al cerrarlos y oigo un último susurro que me interrumpe cuando cuento hasta cuatro.

The Seven.

«Los siete»

Tres segundos más transcurren y vuelvo a abrirlos, todo sigue igual exceptuando la figura que se encontraba detrás de mí, ruego porque haya sido producto de mi imaginación y me sorprendo al ver una vela negra encendida a mi lado. ¿Qué?. Un impulso me hace tomarla sin pensarlo, cae en el lavabo pero no se apaga, por lo contrario, hace resaltar mi rostro en los restos del espejo y sin razón alguna me alegro al notar la nueva oscuridad en mis ojos brillantes, mis colmillos resaltan al igual que las garras en mis diez dedos pálidos y largos. 

Una sonrisa siniestra curva mis labios al ver el reflejo del demonio que crece en mí.

THE SEVEN: Seres del inframundo.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora