CAPÍTULO 21

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Le sorprendió la rapidez con la que Anksel accedió a recibirla en la propiedad que tenía en las afueras. Frederick no pudo acompañarla, pero ella ya había contratado a un guardaespaldas. Waldo Maxwell no solo era un luchador retirado de Artes Marciales Mixtas, sino que contaba con un currículo extenso de trabajo con clientes que iban desde empresarios hasta embajadores. La constitución física de Waldo era algo a tener en consideración, pues su musculatura intimidaba aún más con el traje negro que solía llevar. Se sentía más protegida gracias a él, y se alegraba de haber aceptado la sugerencia de Frederick.

En los últimos días, los eventos se empezaban a desarrollar con bastante agilidad, le sorprendía. Aunque esa sorpresa imaginaba que mucho tenía que ver con el hecho de que estuviera en una ciudad en la que todo se movía rapidísimo, en lugar de vivir todavía en una isla en la que ella era de las pocas extranjeras en una propiedad gigantesca. En Skiathos no había apuro ni celeridad; los lugareños parecían disfrutar de andar a sus propios ritmos.

Para la visita a su padre biológico, Sienna decidió utilizar una falda larga, un top azul oscuro, y sandalias rojas, altas. Llevaba el cabello en una coleta, y no había rastro de maquillaje, salvo por el delineador celeste que realzaba el impacto de su mirada. Se veía sofisticada, pero también sencilla. Muchas personas solían decir que la ropa era un arma de las mujeres, a Sienna le parecía bastante acertada la concepción, porque vestirse era una forma de expresarse y, en ocasiones, dejar un precedente.

En el caso de Anksel, ella ni siquiera sabía qué esperar. Apenas había sido capaz de dormir la noche anterior pensando en ese encuentro.

Tampoco se comunicó directamente con él, sino que lo hizo a través de una de las asistentes de la compañía. Le pareció un mal indicador, aunque tampoco podía juzgar. Que una desconocida se presentara para decirte que creía que eras su padre biológico no generaba saltos de alegría a un hombre que, quizá, había preferido mantenerse lejos por algún motivo. Y si Anksel provenía del mismo mundo que Enrico, lo más probable es que un hijo no reconocido fuese algo inconveniente.

Ella solo quería respuestas, y luego se largaría. No tenía intención de poner esperanzas en una situación que resultaba bastante similar a la de un guion de película.

—Waldo, por favor, quédate en la puerta principal —dijo, mientras se bajaba de su Mercedes Benz color blanco—. No tengo idea de cuánto tardaré en esta reunión.

 No tengo idea de cuánto tardaré en esta reunión

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El Placer del Engaño / FINALIZADA / Todos los derechos reservadosWhere stories live. Discover now