𝟹𝚛𝚍 𝚘𝚏 𝙳𝚎𝚌𝚎𝚖𝚋𝚎𝚛

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Dedicación especial a quien me pidió escribir sobre esta canción Des2911

Parecería ser un día cualquiera, pero no. ¿Cómo serlo? Por fin ha llegado el ansiado día, el reflejo frente al espejo me mira con una esperanza que temo perder. Niego, nada de pensamientos negativos, hoy no, la emoción me recorre cuando tomo la prenda que aun conservo de él, la que sin importar lo bien que la había lavado aún conservaba ese aroma que solo emana él. Inhaló directamente y me siento de nuevo en sus brazos, como aquella tarde. Como la otra noche. Sonrió tontamente, ya sé que no tendría que ilusionarme con tan poco pero es que su mirada me hace perderme por horas en historias cursis donde solo existimos él y yo.

Mi móvil suena, no tardo mucho en leer su mensaje, está aquí, mi corazón se acelera mientras salgo de mi departamento y lo encuentro recargado en la pared, ese aire soñador, sus rizos sueltos y la sonrisa que logra un zoológico en mi estómago indomable. Río de nervios mientras respondo a su saludo con torpeza, él no tarda en pasar su brazo por mis hombros después de ponerse el suéter que recién le regreso y así salir a la calle, sin importar miradas, sin importar habladurías. Estamos sumergidos en un mundo único que solemos habitar desde que nos conocemos, con esa confianza, con esa conexión que ambos compartimos.

La feria se ha convertido en nuestro lugar favorito, jugamos tiro al blanco, no he mejorado ni un poco, él me ayuda, realmente lo intenta pero no puedo prestar atención alrededor cuando lo tengo tan cercano, cuando muero por delinear ese perfil, esos labios...

Despierto de mi enamorada mente, seguimos avanzando hasta comprar dos helados. Seguimos avanzando, jugueteando, riendo, es tan sencillo ser feliz a su lado. Empuja mi helado, sé que ahora lo tengo embarrado. Lo que no esperaba era esa manera en que se acerca a mi, sus ojos no pierden detalle de mis labios y yo siento que puedo desmayarme. Solo unos centímetros y podríamos, podría probar por fin el sabor chocolate que tiene por el helado que el comía. Mis ojos se cierran, cada vez más cerca, su pulgar acaricia mi piel limpiando pero yo quiero más. Algo más.

-¡Ari! ¡Temo! - Abro los ojos de golpe. Aristóteles ya no está ni siquiera mirándome. Ahora toda su atención está en ella, tan hermosa, tan fresca. Su castaño cabello cae como cascada por su espalda, sus ojos brillan bajo la última luz deo atardecer y su sonrisa es radiante, es única, y suficiente para que Ari este nervioso mientras se acerca a saludarla.

Una leve molestia se instala en mi pecho cuando me acerco a saludarle, cuando notó que Ari no deja de mirarla, de sonreír de una manera que no había logrado ver antes, no, no es como me sonríe a mi. Es mejor, se ve en el brillo que ha adquirido su mirada, en su manera de parecer más maduro, más centrado, más caballero.

Leila se nos ha unido en la que era nuestra tarde, ahora no soy yo quién necesita ayuda en los juegos. No soy yo el único con su atención. La noche va cayendo y ellos parecen tan felices en esta salida que sé que ahora yo estoy sobrando. Ella no estaba invitada pero yo soy quién no entra en esta ecuación.

Comparten su algodón de azúcar. Comparten el futuro del que aún no me he atrevido a hablar yo, se ven tan bien juntos, se complementan tanto, que todos los miran con ternura, con amor... El frío comienza a sentirse, por entregar el suéter de él, he olvidado el mío. Y tener de vuelta su prenda envolviendome no es opción cuando Leila ahora es dueña de esta. Intento separarme pero es ella quién no lo permite. Me quiere incluir, quiere verme disfrutar de la noche ¿Cómo hacerlo cuando solo deseo que desaparezca?

Caminamos los tres de vuelta a casa, es lo suficientemente tarde como para seguir fuera, los dejo adelantarse, Ari ni siquiera se da cuenta. Su mundo sea vuelto ella, ahora ni siquiera yo existo. Llegamos hasta la casa de Leila, ni siquiera me acerco a despedirme, no creo que sea necesario, debo moverme de ahí. Debo caminar en dirección contraria y dejarlos solos pero mis piernas no me permiten moverme. Y pasa. Justo lo que yo quería que pasara conmigo.

¿Cómo algo tan bello como una muestra de amor puede clavarse como si fuera un puñal? De manera tan desgarrante. Tan dolorosa. Me escondo de Ari cuando por fin ella entra a su casa y él parece buscarme, no quiero que me vea así, con esta asfixiante sensación de haber sido destruido. Parece confundido por mi ausencia pero sé que está feliz, lo veo acariciar sus labios, mirar a la ventana donde la luz se ha encendido, e irse con esa esperanza del mejor por venir. La misma que yo tenía al inicio de todo, la misma que escapó de mi y se instaló en ellos.

Mi reflejo es un desastre cuando por fin llego a casa. Los ojos rojos del llanto, mis labios hinchados de morderlos para no gritar lo mucho que me duele el corazón. Me miro y lo entiendo. ¿Por qué tenía la insignificante idea de tener algo con Aristóteles? Mi cabello opaco y rebelde, soy demasiado delgado, y mi atractivo ni siquiera existe, mucho menos ahora. Si tan solo, si tan solo pudiera pedir un deseo, cambiaría cada una de mis imperfecciones. Sería el tipo de persona que a Aristóteles le gusta, con quien pudiera salir, presentarme a sus padres, besarme, abrazarme, sería su mundo. Sería todo.

Las lágrimas vuelven, eso no sería así nunca. - Desearía tanto pero... - Murmuro entre el llanto. - No soy ella. -

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