Annie, se queja por lo bajo, pues ella también estaba bien. Levanto su mentón, la beso en los labios y me levanto. La puerta se abre y me esposan.

— ¿Dónde me lleváis? —digo, con un tono duro. Estoy muy cabreado.

—Tienes visita.

Asiento con la cabeza. Vamos por los pasillos, pero ésta vez, es diferente, vamos a la sala de visitas de la zona de mujeres ¿Qué coño...? ¿Por qué?

Decido no decir nada, pues es lo mejor, no quiero tener que entrar en la sala y que mi madre y mi hija me vean alterado.

— ¡Papi! —exclama, mi pequeña. Corre hacia a mí y me abraza la pierna. Sonrío de oreja a oreja y miro a Phil para que me quite las esposas.

Éste, dubitativo, mirando hacia los lados comprobando que no hay más guardias, lo hace finalmente.

Me agacho, la cojo en brazos y le doy un beso en la frente.

— ¿Cómo estás, princesa? —le pregunto, yendo hacia mi madre que está todavía sentada en una silla.

—Bien, te he traído una sorpresa —sonríe. Llego a mi madre y cargando en un solo brazo a Amanda, abrazo a mi madre, la cual me da un beso enorme en la mejilla.

Los tres nos sentamos y siento a mi pequeña en la mesa, dejándola frente a mí.

— ¿Qué haces en éste lugar? —me pregunta, mi madre.

— ¿Tú qué crees? —me burlo, un poco. Ella me lanza una mirada severa y ruedo los ojos —. Me cambiaron mamá, llevo ya unos dos meses aquí.

—Papi, ¿sabes qué? —niego.

—Carlota y yo, nos hemos enfadado —ella se cruza de brazos y frunce el ceño. Oigo a mi madre reír. Carlota es la mejor amiga del colegio de mi pequeña, son uña y carne.

— ¿Y eso por qué, cariño?—digo fingiendo preocupación, ya que siempre les pasa lo mismo, después en un solo días se les pasa y vuelven a ser las mejores amigas.

—Porque me ha robado el novio.

Abro los ojos como platos y mi madre se parte de risa. Eso no me lo esperaba.

—Amanda, tienes cuatro años y no puedes tener novio ¿Qué te dije?—le regaño. Ella me mira y hace un puchero. Muero de amor. Como no puedo ver esa carita, le sonrío y la abrazo, apretujándola.

— ¿Eres el único hombre que está con las mujeres? —me pregunta mi madre. Asiento, mientras Amanda intenta hacerme un moño en el pelo con una de sus gomas del pelo —. Qué horror...

—Tampoco es tan malo mamá... Yo me llevo bien con Annie y... —me interrumpe.

—Me estás dejando a cuadros, Blake —río entre dientes, la pobre tiene cara de espanto —. Pero venga, cuéntame.

— ¿Quién es Annie? Papi, no puedes tener novia, tú dices que las mujeres son...

—Amanda —mi madre la regaña. La pequeña la mira y asiente con la cabeza, sabiendo que se tiene que callar — ¿Ves? No puedes ir diciendo todo lo que se te antoje delante de ella. En el colegio ya ha dicho bastantes cosas y no veas que vergüenza paso.

Ruedo los ojos poniendo los ojos en blanco, aunque sé que tiene toda la razón del mundo.

—Ahora, cuéntame—pide inclinándose sobre la mesa para acercarse más.

Qué cotilla.

—No hay nada que contar —me encojo de hombros. Ella me mira sabiendo que estoy mintiendo, pero no dice nada y aprovecho para cambiar de tema —. ¿Cuánto vas a tardar? Me aumentaron la condena a cinco años más.

Mi madre suspira: —Poco a poco Blake, no puedo coger todo el dinero de golpe, ya lo sabes. Pero supongo que en un año estará todo listo.

Asiento con la cabeza, miro hacia atrás para saber a qué distancia está Phil y, como está bastante cerca, susurro: —Tengo más dinero escondido. Cuando venga Hannah le diré que te lo diga, ¿vale? —asiente y vuelvo la vista a mi pequeña gran reina que sigue ensimismada con su goma del pelo—. ¿Y la sorpresa? ¿Me has traído más caramelos?

—Sí —le indica a mi madre que le dé su pequeña mochila y de ella saca un puñado de caramelos y un folio, el cual contiene un dibujo —. Lo he hecho en el cole, nos han hecho dibujar a nuestros papás.

Se me cae el mundo encima cuando veo que salgo yo esposado, y mi madre cogiéndola de la manita. Suspiro apenado. No puedo creer que mi hija me esté viendo en estas condiciones. Incluso siento las ganas de llorar por no poder pasar tanto tiempo con ella y darle todo lo que se merece.

—Es muy bonito cariño, lo voy a pegar en la pared de mi celda, ¿vale?

— ¿Cómo? Si no tienes nada, nunca quieren darte nada —y esta vez, mira a Phil con el ceño fruncido poniendo morro de patito. Me río.

—Con mocos aunque sea, cielo, pero esto lo pongo yo para verlo todos los días.

—Qué asco, papá, eres un cochino.

Vuelvo a reír ante la cara que pone. Como el tiempo se ha acabado me tengo que despedir de ellas, vuelvo a apretujar a mi hija, meto los caramelos en los bolsillos, cojo el dibujo y le susurro:

—Te quiero mucho, princesita, pórtate bien y como me entere que un chico se ha acercado a ti, se va a...

— ¡Blake Charles Cooper! —me regaña, mi madre. Río entre dientes y la abrazo a ella también.

—Nos vemos dentro de dos semanas.

Asiente con la cabeza y dejo a mi hija en el suelo, Phil me pone las esposas, doy un último beso a Amanda y me doy media vuelta. Recorremos de nuevo los mismos pasillos hasta que llegamos a la celda.

Veo que Annie, como siempre, está de espaldas, así que aprovecho y escondo el dibujo en el libro de empresariales. Voy a la cama y le susurro:

—Ya estoy aquí, nena.

Ella se da la vuelta y sonríe. Me pongo a horcajadas sobre ella, pasa sus finas y delicadas manos por mi pelo y me besa, tan delicado, tan pasional...

Tiemblo. Mi pulso se acelera.

Me encanta besarla y me jode que cada día tenga más ganas de estar cerca de su boca a todas horas. Intensificoel beso, temiendo la hora en la que no pueda parar, por eso mismo no quería acercarme mucho a ella, porque me enciendo como una moto en cuanto la rozo. Es lo que tiene llevar dos años aquí encerrado, llega un momento en el que masturbarse no vale para nada, y más si hay contigo una chica como Annie. Aún no sé cómo pasó, pero me encandiló. Me tenía a sus pies sin siquiera conocerla. Esta maldita chica me hizo desearla sin mover un solo dedo.

n-bott:?O#

Mi compañero de celda ©  Where stories live. Discover now