El gato a rayas

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Evangeline Teagarden había nacido en una modesta familia de clase media. Sus padres, el dueño de un periódico local y una maestra de escuela, se habían desvivido por ofrecerle la mejor educación dentro de sus posibilidades. Siendo ambos amantes de las letras y las artes, le habían inculcado desde la infancia la pasión por la lectura, la pintura, la música y el teatro en todas sus expresiones. Lamentablemente, el ilustrado futuro que habían diseñado para ella, no salvaba la falta de linaje, por lo que de poco le serviría en el mundo matrimonial. Sus padres habían aspirado a enlazarla con un respetable vicario o maestro y hasta hacía muy poco, ella no había manifestado ningún interés en recibir atenciones. Por el contrario, se había contentado con la lectura y el estudio de todos los tópicos que se le permitieran por su género. Su sueño secreto en realidad se hallaba en convertirse, como sus madre, en una respetable maestra en algún apacible pueblo. Eso, hasta que el gran desastre sobrevino, por su puesto.

Fue justamente por ello que, cuando la hermana de la señora Teagarden, la señorita Sarah Jones, también profesora, propuso llevarse a la joven a pasar una temporada con ella en Bournemoth, sus padres no lo dudaron un instante. La perspectiva de verla rodeada del particular grupo de amigas de su tía, no solo les parecía una gran idea si no que resultaba una gran oportunidad para su desarrollo intelectual, y por supuesto, para alejarla del escándalo, por lo que aceptaron encantados. Le concedían así una gran oportunidad a su hija, de conocer mundo y salir de casa, distraerse y aprender, y además tendría el beneficio de conocer a la mismísima Lady Whilelmina Manners, una influyente dama que reinaba en el balneario, bastante anciana, y reconocida entre intelectuales y filántropos. Los Teagarden habían oído mucho sobre Lady Manners, y si bien no comulgaban con todos sus planteamientos, reconocían su intelecto y confiaban en la educación que habían impartido en su hija, así como en los cuidados que la estricta tía Sarah le daría.

Evangeline también había oído toda su vida sobre la increíble Lady Manners, por lo que la noticia del viaje a Bournemoth la recibió con alegre expectación, y con tanto entusiasmo como si se tratase de su regalo de navidad. Guardaba la esperanza de sanar sus heridas lejos de quienes la habían visto tropezar de tan escandalosa forma, y le alegraba conocer la bella ciudad-balneario, tranquila y pequeña, con modernas instalaciones y lugares disponibles para agradables paseos. Pero especialmente ansiaba conocer a Lady Manners.

La dama en cuestión era una señorial anciana, hija menor de un importante duque y de quien se decía había renegando con fiereza de su rol social como mujer, declinando las ofertas de matrimonio con las que había sido asediada en su juventud, para permanecer férreamente soltera, dedicada al cuidado del prójimo y el desvalido. Esta intrigante mujer, conocida en los círculos intelectuales por su afición a la lectura de las más connotadas autoras femeninas, ejercía de líder de un Club de señoras que funcionaba en su propia casa de campo, del que la tía Sarah era parte. Evangeline había oído sobre ella desde muy joven, ya que tía Sarah no había dejado una sola carta sin mencionarla. Ansiaba tenerla al fin en frente para oír lo que tuviera para decir sobre todas las cosas y deseaba tener la oportunidad de charlar con respecto a sus ideales, con la esperanza de enfocar sus propias creencias y pensamientos. Confiaba en que le ayudaría a sanar sus heridas y encausar su futuro.

Tan ansiosa estaba que a su llegada a Bournemouth solo podía pensar en eso y saltó con entusiasmo cuando al fin llegó entre el correo la primera invitación para asistir a una reunión del club de señoras, la tarde siguiente a su arribo al balneario. Apenas pudo contener un gritito ansioso, antes de entregársela a su tía.

—No te entusiasmes tanto, querida—le llamó a la calma tía Sarah, observándola sobre sus lentes de medialuna con su sonrisa dura y maternal a la vez—. Somos solo un grupo de viejas aburridas que se reúnen para coser mantas para los pobres y organizar jornadas de caridad... no esperes ninguna aventura con el club de señoras.

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