2. Brigadier Leranov

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Toda esa locura había comenzado un mes atrás, aquella tarde parisina en que recibí una citación sellada por el Ministerio de Interior.

»Al principio me había asustado pensando que podría tratarse de un asunto disciplinario, pero no; los métodos de la Policía Militar son otros. Cualquier sanción disciplinaria se aplica de forma inmediata e implacable, así que en teoría yo debía estar tranquilo, pero, ¿para qué negarlo? Con este gobierno nunca se sabe...


Una altísima reja metálica se abría frente a él con lentitud, dando entrada al antiguo Hotel de Beauvau.

Tras el cierre de fronteras y la consecuente eliminación del turismo, aquellas instalaciones habían sido tomadas por el Ministerio de Interior, el cual había terminado integrando todos los organismos de seguridad y defensa franceses en dos instituciones principales: la Gendarmería y la Policía Militar. Es decir, que aquel recinto se había transformado en el lugar que más poder concentraba en toda París; incluso en toda Francia solo se le podía comparar la ciudad de Estrasburgo, ahora convertida en una gigantesca base militar. Sin embargo, él ingresó caminando a paso seguro con la cabeza en alto, tal y como exigía la doctrina inculcada por el Estado, muy a pesar de la intranquilidad que le causaban sus propias circunstancias.

Avanzó con soltura entre los pasillos sin sucumbir a la curiosidad de husmear en los despachos, oficinas y salas de reunión que iba dejando atrás. Como todo ciudadano modelo, él sabía que la tarea asignada debía prevalecer por encima de los intereses personales, de modo que cualquier acción que implicara un retraso en su llegada a la citación debía ser suprimida. No era fácil cumplir estos principios al pie de la letra, pero él podía hacerlo con total naturalidad, y por eso también era considerado un soldado modelo. Finalmente, tras varios minutos de recorrido se vio frente al despacho que buscaba, el cual identificó por el texto grabado en la puerta de vidrio: Mayor Valerie Labette.

El escáner corporal de la entrada dio aviso de su llegada al cruzar el umbral. Tan pronto hubo entrado en el amplio recibidor quedó impactado, pues el orden y la pulcritud de todo cuanto le rodeaba le hacía sentir que su sola presencia quebrantaba la organización milimétrica de los muebles, cristales y decoraciones en torno a él. A continuación escuchó unos pasos que precedieron a la aparición de una figura esbelta y extremadamente elegante, portando la característica toga negra de los funcionarios públicos.

—Buenas tardes, Mayor Labette —saludó él, colocándose el puño cerrado en el pecho y bajando levemente la cabeza en señal de subordinación.

—Agente Leranov —correspondió ella el saludo, asintiendo en señal de aceptación—. ¿Ha sido informado de por qué está aquí?

Ya la conocía, ella había sido su instructora principal en su formación como agente. Sin embargo, él no pudo evitar estremecerse al volver a escuchar su voz. Justo antes de responder, la miró por un instante, tan estoica e imponente como solo ella podía ser, impecablemente vestida y arreglada, pero absolutamente intimidante para cualquier ser humano que osara sostenerle la mirada por más de cinco segundos. Esa era ella, Valerie Labette, la agente más joven de la historia de Francia en alcanzar el rango de Mayor, el más alto entre las fuerzas especiales.

—No, señora, no poseo esa información —contestó él, parándose firme, disimulando a la perfección los crecientes nervios que carcomían sus entrañas.

—Muy bien —dijo ella, asintiendo sin variar la expresión neutra de su rostro—. Entonces me corresponde a mí informarle. —Él reprimió el impulso de fruncir el ceño, a lo que ella metió la mano en su toga negra, sacó un objeto rectangular y lo extendió hacia él—. Tenga, esto es para usted.

Operación Búho BlancoWhere stories live. Discover now