7 - 'Los papelitos voladores'

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—Bien —carraspea de nuevo—. ¿Para qué viniste a la ciudad, Vee?

No digo nada.

Segunda norma si quieres tener el control de una conversación: mantén el silencio cuando sepas que tienes la sartén por el mango. Aumenta la tensión del otro y eleva tu estatus de seguridad ante sus ojos, aunque el otro no lo sepa.

Por estas cosas deberías dejar de leer libros de psicología. Eres muy rarita.

—Me hiciste una entrevista el primer día sobre el tema —le recuerdo con aire inocente.

Tercera norm...

Por Dios, cállate ya. Quiero ver cómo sigue la conversación.

—Eso no responde a mi pregunta —replica.

—Pero... si me lo has vuelto a preguntar, es que crees que algo ha cambiado, ¿no?

—Vee —se inclina sobre el escritorio, mirándome con una ceja enarcada—. Escuché las preguntas que le hiciste a Vienna. ¿Por qué iba a interesarte tanto Amanda Díaz si no estuvieras aquí por ella?

Bueno, mucho ha tardado en pillarme, la verdad. Pensé que lo haría a los dos días.

—También estoy aquí por Addy —comento.

—Pero la razón por la que aplicaste para este trabajo fue que querías encontrar a la chica desaparecida, ¿no es así?

—¿Todo esto lo has deducido por dos preguntas?

—Y por Internet. Tienes una interesante ficha de información en Google, ¿lo sabías?

Puto Google.

—¿Cómo descubriste mi apellido real? —pregunto sin poder evitar cierto tono de desilusión.

Obviamente, fue lo que cambié para que no pudiera encontrarme por mucho que buscara en Internet. No soy tan idiota.

Solo un poco.

—Solo tuve que buscar tu nombre, la zona donde me dijiste que vivías y casos de gente desaparecida. Y... sorpresa. Tu foto en la portada de un periódico con un titular bastante positivo de cómo habías encontrado a un niño al que un tipo tenía encerrado en un sótano.

—Lo recuerdo —murmuro, asintiendo—. Llevaba cuatro días desaparecido cuando llegué.

—Lo encontraste en dos días —Foster no intenta ocultar el cierto tono de admiración—. Y hay otras cinco portadas distintas. Y otras noticias pequeñas. Todas sobre casos de personas o situaciones que parecen no tener sentido. Y tú lo encuentras.

—Es mi trabajo —me encojo de hombros, algo cortada. No me gustan los halagos.

—Aunque sea tu trabajo... es admirable, Vee. ¿Cómo lo haces?

Suspiro, dudando. La verdad es que no me gusta mucho hablar del tema, pero lo comenté una vez en una entrevista tras encontrar a dos hermanas que se habían escapado de casa. El reportero del periódico de su pueblo estuvo tan insistente que no pude negarme y respondí a unas pocas preguntas. Esa fue una. Y, desde entonces, cada vez que resuelvo un caso lo sacan de nuevo.

—Tengo... una habilidad —confieso al final.

Foster enarca una ceja, confuso.

—¿Qué clase de habilidad?

—Bueno, no es exactamente una habilidad, pero la llamo así porque es la salida fácil. Cuando estaba en el instituto, yo... tuve un accidente bastante grave. Dejé de ir a clase, obviamente, y en cuanto pude salir del hospital, me asignaron un tutor que venía a casa a ayudarme a estudiar. Provisionalmente, claro. La cosa es que ese profesor tenía una fascinación especial con los problemas sin resolver. Un día me propuso uno, casi como broma, y justo cuando iba a decirme que la mayoría de la gente ni siquiera se acercaba a la respuesta, lo resolví en cinco segundos.

La reina de las espinasWhere stories live. Discover now