━ Capítulo 6.

3.4K 392 193
                                    

Se había despertado a las cinco de la mañana. Tenía la mirada fija en el techo y un nudo en el estómago. Sentía como su mente estaba en blanco, para luego llenarse de preguntas que no podían tener una clara respuesta para él.
Trató de recodar algo más, algún rostro, pero solo ahí estaba, la nada misma. Pensó en las posibilidades de un nuevo trabajo y en como lo que siempre se tomó de forma relajada ahora tenían presión en su vida.
Quiso volver a llorar, porque iba a tener un bebé, porque justo cuando ya no estaban los chicos Cobra siguiéndolo, ahora tenía un problema mayor y por sobre todo porque tenía muchas ganas de comer, pero las náuseas no lo dejaban.

Temía haber decepcionado a su madre con la situación. Ella siempre busco lo mejor, y ahora él mismo complicaba las cosas. Se levantó rápido de la cama, tenía ganas de ir al baño, Ali le había dicho que era normal en la situación que se encontraba.
Recordando a la chica, sus palabras resonaron otra vez en su mente. Sea lo que sea que decidas, estaré ahí para ti.
Tenía su apoyo incondicional y eso alegraba profundamente su corazón, todo recaía en él.

Decidió que era mejor arreglarse, esta vez, él haría algún desayuno para su madre, que evidentemente dormía, quería darle de todo en este mundo. Se acomodó su ropa, suspirando, al momento de abrochar su suéter, sus dedos se quedaron quietos y su vista congelada mirando hacia el vientre. Tragó saliva. Cómo si se tratara de algo extraño, que le diera escalofríos, con uno de sus dedos, de manera lenta, tocó aquella zona. Alejando rápidamente el lugar.
Río por su tonta acción, aún ahí no existía nada. Sin embargo, Daniel  imagino como sería después cuando las semanas pasarán y dieran pasado a un ser vivo.

Mantuvo su mente lejos de aquello otra vez, mientras preparaba el desayuno. Lucille se despertó con sorpresa, pensaba que su hijo iba a tener complicaciones para levantarse, luego de encontrar aquel rastro de un mal día en su cara.

—Buenos días, Ma. —sonrió Daniel.

—Buenos días, Daniel. Déjame ver esos lindos ojos. —señaló la mujer, su hijo soltó un bufido de resignación acercándose un poco a ella.

Lucille tenía ganas de preguntarle un montón de cosas, pero su hijo no tenía ninguna señal de querer decir algo en específico. Cómo madre, sabía que él estaba ocultado algo. Tenía ganas de ir al colegio y hablar con el director, quizás en la escuela nuevamente había un problema, no podía saberlo. Pero esperaba que no fuera demasiado peligroso.

Daniel salió de su casa, sintiendo el aire del lugar, pedaleo de forma tranquila, esta vez si que iba adelantado. La sonrisa de su madre vino a su mente, ella era una persona increíble, la cuál él mismo admiraba mucho, luego venía el señor Miyagi. De esa forma comenzaba su lista de personas que amaba. Pero al momento de caminar hacia su casillero cuando llego a la escuela, notó que esa lista iba a cambiar de prioridades. Todo recaía en lo que había pensado mientras se cambiaba de ropa.

Su prioridad sería su bebé, luego el resto.

Estaba demasiado concentrado en sus pensamientos y tratando de buscar su libro de biología cuando una figura se poso de un salto al lado de él. La sonrisa de Ali le estaba esperando.

—¿Estás bien? —preguntó la chica rubia, estuvo muy preocupada por él anoche. Al momento de separarse y de ella tener que volver a casa, sintió que una parte se rompía, al tener de dejarlo solo. Daniel asintió. Lo mejor podía, pero después de tantas cosas que pasaron juntos, ella ya conocía el rostro de LaRusso y lo fácil que era leer sus emociones a través de esté. Cómo esa pequeña mentira. — ¿Qué harás?

Hubo un silencio de unos minutos, dejando de ruido los gritos de los demás estudiantes y el autobús estacionado.

—Deberas ayudarme a escojer un nombre.

Cobra en apuros.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora