14:Toma mi mano vamos a volar lejos de aquí.

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Sinceramente no sé porque estoy escribiendo esto ahora, pero creo que mientras más me demore más difícil va a ser para mí.
No sé si quise dejar esta carta como una de las últimas para pensar las palabras adecuadas. No sé si pedirte disculpas o solamente dejar las cosas como están. No sé si me quieres, me odias o simplemente te soy indiferente. Pero el tiempo que pasamos juntos, lo aprecio demasiado.

Las cosas cambiaron, nosotros lo hicimos, crecimos, maduramos. Bueno lo de madurar quizás venga como un asunto aparte. Lo digo más por mi parte que la tuya, siempre me pareciste brillante.

Las cosas se tornaron duras, lo sé. Dimos un giro que nos alejó. Aun trato de verle el lado bueno de ese giro, pero me es inútil, como hacer que un anillo oxidado vuelva a brillar.

Suspiró dejando la pluma a un lado. Volvió a mojarla en tinta.

A lo que voy es a que Jack, quizás las cosas cambiaron para nosotros dos, cambiamos un futuro pero el pasado es inminente y no me quiero forzar a olvidarlo o cambiarlo, fuiste y serás parte importante de mi vida.

Te quiero Jack, no lo olvides.

Megan.

Dejo la pluma a un lado, paso ambas manos por su cabello, no sabía si era la cuarta o quinta carta que escribía en el día, sentía el sabor amargo otra vez en su garganta, aquel nudo que impedía el acceso de oxígeno a cambio de lágrimas derramadas y sollozos fuera de lugar.

Era de noche, las once y media quizás, ella no lo sabía, no le importaba tampoco. Deseaba entre todas las cosas terminar las cartas lo más rápido posible. Uno de los factores de la despedida era la depresión. Ella solo quería guardar los mejores momentos no recordar la despedida, Violet con los ojos rojos e hinchados, Jack con su expresión impasible y quizás Fred. Ella deseaba que él le sonriera aunque sea.

Abbie, su mascota saltó a la cama y maulló por atención, Megan sonrío y le rasco detrás de las orejas, el gato ronroneo gustosamente. Ella tomó el último trozo de pergamino, lo aliso, tomo la pluma la mojo en tinta y titubeo antes de escribir. Decidió que era mejor dejar todo esto, guardo el frasco de tinta, el pergamino y se acostó con Abbie en sus piernas.

Se tapó con los cobertores y se hundió en un sueño maravilloso. Pero cada sueño tiene su despertar, y el hecho de despertar la mañana de un viernes sabiendo que solo le quedaban dos días más en el castillo, no era nada alentador.

Tapó su cara con la almohada deseando desaparecer de la faz de la tierra. Se levantó con los pocos ánimos que le quedaban y se vistió, su túnica estaba totalmente arrugada, por lo que tomó su varita y la alisó con magia, peino su cabello irremediable y salió como un condenado marchando a la horca.

Esperó que ese día, siendo uno de los últimos pudiera estar con sus amigos, pero las clases fueron densas y no vio a ninguno en todo día. Un factor más a su depresión.

Se sentó frente la chimenea de la sala común, era ya muy tarde, la mayoría ya estaban durmiendo y solo se escuchaba el susurro de las brasas luchando por no consumirse. Se permitió sumirse en sus pensamientos.

*

Se sentó cerca del lago, sacó un pedazo de pergamino que le había sobrado de la clase de transformaciones, tomó su pluma, la mojo en tinta y pensó que escribir, el viento hacía bailar su pelo de forma graciosa y le hacía cosquillas.

Repaso las cartas que había escrito ¿Era necesario despedirse por medio de papel? Guardo el pergamino y la pluma y se levantó. Se apresuró para ir a la última clase del día.

Le resultaba tan extraño no ver a nadie, ni a Violet, ni a Fred. Solo vio a Jack que seguía con su mirada dolida con desprecio. En la cena tampoco vio a nadie, comió un poco de pasta y volvió a la sala común. Donde tampoco estaban ambos, suspiró pesadamente y se fue a la habitación, se puso su pijama y se acostó.

 ¡Te odio Fred Weasley! ✓Donde viven las historias. Descúbrelo ahora