El cochero abrió la puerta del vehículo, y extendió la mano para ayudar a la princesa a bajar. Amelie descendió con cuidado, tratando que la corona no se quede enganchada en ningún lugar. Ella dio un pequeño salto en su sitio cuando sonaron las trompetas, y la guardia se posicionó. Respiró profundamente, enderezando su postura y fingiendo una sonrisa. No era muy largo el trayecto que recorrería, pero no podía equivocarse. Amy nunca tuvo problemas con ser el centro de atención; sin embargo, la presión que sentía hizo que los nervios aumenten.

La joven observó con detenimiento cada centímetro del exterior del castillo. Todo se encontraba perfectamente decorado, mostrando los emblemas de ambas familias. El pequeño jardín de la entrada estaba ampliamente iluminado con antorchas y faroles; a pesar que recién eran las seis de la tarde, y el sol todavía no terminaba de ocultarse.

Amelie avanzó con paso solemne sobre la alfombra que colocaron; tratando de disimular la inquietud. Muchos pensamientos y recuerdos llegaron como ráfagas de luz a su mente, abrumándola en ese instante. Palabras que su madre le dijo años atrás salieron a flote, embargándola por completo. Ella creyó haber dejado muchas cosas en el olvido; sin embargo, su interior comenzaba a traicionarla. 

Tú solo puedes aspirar a ser la esposa de alguien, no sirves para más— Frances le gritó en una ocasión—. Deberías empezar a buscar a alguien con dinero para casarte. No serás bella y joven toda tu vida.》

Amelie tragó saliva con pesadez; volviendo a limpiarse las manos en la falda del vestido. Le alegró que su madre biológica no estuviese ahí para regodearse y suspiró, tratando de ignorar todo. Ella era consciente que la boda era con fines políticos, y que solo la estaban usando como un peón en esos momentos; aunque no le quedaba claro cuál de las dos familias ganaría más con aquella unión. Amelie sabía que esa no era su vida; pero no le quedaba más opción que seguir actuando. Ella mantenía las esperanzas de lograr algo importante en el futuro; sin embargo, primero necesitaba regresar a la realidad.

Las trompetas volvieron a sonar cuando Amy llegó a la puerta del salón principal, y la guardia se detuvo. La joven hizo una reverencia, saludando a todos los presentes. Le desconcertó ver a tantas personas contemplándola fijamente; pero ella ya no se dejó intimidar. Respiró profundamente mientras escaneaba todo el recinto. Seis arañas enormes, con velas, colgaban del techo, e iluminaban el lugar junto con los candelabros ubicados en las paredes. Amelie no podía moverse mucho, pero logró divisar que las cortinas de los ventanales estaban abiertas; permitiendo que ingresen los últimos rayos de sol.

Garfield sonrió al ver a su hija, y avanzó para colocarse a su lado. Ella lo saludó, ingresando junto a él al salón. El rey caminaba orgulloso, complacido de lo que había logrado. Faltaban minutos para que el matrimonio quede sellado; y él consiga el perdón del pueblo de Kauyen. Acababa de hacer historia, y nadie le quitaría ese mérito. Si Zigmund Duboisse fue recordado como el traidor; Garfield Duboisse sería conmemorado como el rey que reunificó la isla.

Amelie llegó al lado de Tristán, e hizo una última reverencia para saludarlo. Él imitó el gesto, pero recobró su postura original con rapidez. Amy notó que él se veía aún más nervioso que ella; sin embargo, no pudo observarlo con detenimiento. Ella debía mantenerse firme en su lugar; sin moverse y con la vista al frente.

Tristán llevaba puesto un traje de color verde agua, hecho de lino y seda. El pantalón estaba ajustado con una correa; y los puños de la chaqueta fueron bordados cuidadosamente con encaje en la parte final. Bajo esta, tenía un chaleco almidonado que ajustaba su cuerpo, obligándolo a mantener una postura erguida. El chico estaba, en extremo, incómodo con todo a su alrededor. Prefería su ropa de montar, y comenzaban a dolerle las piernas. Había estado desde muy temprano firmando papeles con Thomas, y yendo de un lado a otro sin parar. Apenas si le dieron tiempo de bañarse y cambiarse antes de llevarlo al castillo para la ceremonia religiosa. Tristán suspiró, exhausto. Él solo quería descansar y olvidarse de todo lo demás. 

Realeza InesperadaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora