Capítulo 31: Dependencia emocional - Kendall

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Me paso todo el día encerrado en mi habitación a oscuras. Por más que lo intente, no puedo dormir, en realidad, tampoco quiero. Miro la hora en el reloj digital que hay encima de mi cómoda y me levanto rápidamente de la cama. La hora de visitas es de cuatro a siete y son las seis en punto. Puedo estar con ella toda una hora, cuidándola y besándola. Le propondré lo de la denuncia, aunque, diga lo que diga, la pondré igual.

Me cruzo con Karen y Seth antes de salir de casa y les hago un breve resumen por mis pintas deplorables. No me he duchado y no me he afeitado, no tengo fuerzas para hacerlo ni ganas. Mi cuerpo necesita nutrientes, pero no tengo ni pizca de apetito.

Me monto en la moto y salgo disparado. Tengo que llegar lo antes posible para pasar todo el tiempo que pueda con Abie. Zigzagueo por la carretera para esquivar a los coches que van a la velocidad de una tortuga y acelero un poco más. Aparco la moto de mala manera en la puerta del hospital y entro corriendo. La puerta que lleva a las habitaciones de los enfermos de la primera planta está obstaculizada por un guardia de seguridad. Intento esquivar al tío, pero se coloca frente a mí rápidamente.

—¿A qué habitación va?

—A la cuarenta y tres.

—La habitación de la señorita Abigail Jane Anderson, ¿cierto?

Asiento.

—No puede pasar, lo siento. La paciente no está en condiciones de recibir visitas.

—¿Cómo? Necesito verla, por favor —le ruego—. Ella es muy importante para mí y si le pasara algo..., yo...yo no me lo perdonaría.

—Lo siento, yo no pongo las normas, sólo las cumplo.

Me paso las manos por el pelo y corro hacia la mesa de la recepcionista. Le pido papel y boli para anotar mi número de teléfono. Si Abie se siente mejor quiero que me llame de inmediato, necesito hablar con ella, aunque sea a través del móvil.

Vuelvo hacia el guarda de seguridad y le tiendo el papel.

—¿Puede darle esto de mi parte? Quiero hablar con ella cuando se encuentre mejor.

—Veré qué puedo hacer —dice, cogiendo el papel—. Puede que algún médico pueda llevárselo.

—Vale..., gracias.

Salgo del hospital y vuelvo a casa. Mi padre me intercepta nada más entrar por la puerta y me comienza a dar la charla. Sé que soy irresponsable y problemático, precisamente por eso pueden dejar de repetírmelo una y otra vez.

Después de estar veinte minutos fingir estar escuchando a mi padre, subo a mi habitación y me dejo caer sobre la cama. Pasan las horas, incluso los días, y sigo tumbado en la cama, esperando una llamada de Abie, alguna señal de vida. Después de haber ido un par de veces más al hospital, decidí dejar de ir. No van a dejarme entrar, así que prefiero esperar con el móvil en la mano y siempre en carga.

Mi madre me sube la comida y ropa limpia. Tampoco he ido al instituto estos días; no tengo fuerzas. Creo que es de días. Tampoco he dormido mucho, ya que podían llamarme justo en pleno sueño.

—¡Kendall, ya está hecho el almuerzo! —grita mi madre detrás de la puerta.

No contesto. Unos minutos después mi madre entra en la habitación y deja la bandeja con la comida encima de mi escritorio.

—Dúchate y aféitate, vamos a ir al psicólogo en hora y media —me dice mi madre, encendiendo la luz de mi habitación.

—¿Qué? No pienso ir a un psicólogo.

Good Girls Love Bad Boys © [GGLBB #1]Where stories live. Discover now