Capítulo XXII: ¡Deja de ser duro contigo mismo!

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Las autoridades anunciaron que el origen de la explosión ocurrida en una de las residencias de la ciudad había sido ocasionado por la explosión de un balón de gas de una de las grúas industriales del distrito en construcción, el incidente había acabado con la vida de cuatro personas, una familia, al verse su morada alcanzadas por el incendio, o eso es lo que se pensaba hasta esta madrugada, ya que las autoridades anunciaron haber descubierto a un sospechoso, un pirómano que ocasionó las explosiones y que además atento contra las víctimas, de forma aleatoria.

Aquella explosión a muchos les recordó el incidente ocurrido el martes a la media noche. Ese día a muchos de los habitantes les afectó lo sucedido en la montaña, para los que estaba despiertos a sus mentes venían varias imágenes, mientras que a los que dormían en sus sueños se manifestó estos síntomas. Una de esas personas fue Koyuki, quien a la media noche se levantó tocándose el cuello, y tosiendo de forma espontánea, la joven le contaría a su padre que ella había soñado con un pozo, del cual había dado unos tragos y que esto le había causado el escozor en la garganta, que no tardaría en convertirse en un dolor punzante que se iría haciendo más intenso, su padre, dueño de uno de los pocos dojo que existían en la ciudad, habría contado lo mismo a su hija, refiriendo la misma sensación de ahogamiento.

El domingo por la mañana, en la residencia Keizo, Koyuki veía la televisión junto con su padre mientras tomaban el desayuno, al ver las imágenes del incidente la joven se colocó la mano en el cuello ya que había vuelto a sentir el escozor en la garganta y la falta de aire de esa ocasión, a su mente volvió el pozo y el vaso de madera con el que había soñado ese martes por la noche.

Keizo notó la preocupación de su hija y pensó que el motivo de su preocupación era Hakuji, su prometido.

— ¿Hakuji sigue durmiendo? — Preguntó Keizo sentado en la mesa mirando a su hija sobre el periódico.

— Sí. — Murmuro ella—. Aún duerme, ayer tuvo una larga noche, hubo varios incidentes, el ultimo que atendió fue el de la explosión en esa residencia, ayudo a una pareja de ancianos.

Keizo, de 35 años, al quien era un hombre respetado en toda su comunidad, se había quedado viudo cuando su hija tenía 11 años, desde ese entonces había cuidado a su hija de todo los males que podría haber, siendo que la joven desde pequeña era muy frágil y de salud débil, pasando gran parte de su vida internada en el hospital, fue ahí en donde conoció a Hakuji a los 14 años, el muchacho de cabello corto y pestañas pobladas trabajaba como asistente de paramédico, en una de sus rondas fue junto con la ambulancia a la residencia de Keizo, ahí fue en donde conoció a la pequeña Koyuki, teniendo él 16 años.

— En el periódico siguen hablando del incidente del martes "Malestar producido por una sugestión grupal." — Dijo en voz alta, dio un sorbo a su café y siguió—. "Nuestras fuentes nos informan que más del 70 % de la población manifestaron síntomas poco comunes: Mareos, dolor de cabeza y arritmias, fueron alguno de los síntomas que la mayoría refería."

— ¡Sí! — Anuncio Koyuki, levantándose un poco de la mesa—. Hakuji me comentó que la mayoría de los casos no manifestaban síntomas verdaderos, la mayoría se habían hiperventilado y sentían el pulso cardiaco muy acelerado.

— Ese es el poder de la mente. — Comentó con una voz apacible—. Las personas pueden manifestar síntomas si logran creer que tienen dichos síntomas.

Koyuki guardó silencio, a su mente vino esa extraña sensación de ahogamiento que sintió ese día a la media noche, su padre dijo haber sentido lo mismo, pero ella pensó que simplemente trataba de ser empático.

La muchacha recogió su taza y pasó a retirarse a la cocina.

— Voy a llevarle el desayuno a Hakuji. — Comentó la señorita desde la cocina, con una alegre sonrisa en el rostro.

Aquel que te roba el alientoWhere stories live. Discover now