━ 𝐋𝐗𝐈𝐕: Es tu vida

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A su madre no le había terminado de agradar la presencia del sajón. Ya llevaba dos semanas conviviendo con ellas —o, más bien, trabajando para ellas—, pero a Kaia seguía pareciéndole igual de prescindible que el primer día. Gracias a los dioses, no les había causado ningún problema. No era violento ni conflictivo, al menos de momento, pero sí sumamente reservado y taciturno. Todavía le costaba asumir que aquella fuera su nueva vida, de ahí que continuara viéndolas como dos potenciales enemigas.

Por eso La Imbatible se abstenía de sus servicios siempre que podía. Solía mandarlo de vuelta a las barracas —el lugar donde dormían todos los thralls— antes incluso de que acabase el día, ocupándose ella misma de las labores domésticas que aún quedaban por hacer. A Drasil, por el contrario, le gustaba exprimir al máximo su tiempo con él, aunque la mayoría de las veces no le sacase más de tres palabras seguidas.

—Se fue hace una hora —respondió Kaia, encogiéndose de hombros con naturalidad. La más joven la reprendió con la mirada, pero decidió ignorarlo—. ¿Quieres comer algo? Ha sobrado un poco de pescado —consultó mientras señalaba con el dedo pulgar la zona que hacía la función de cocina, que se encontraba justo detrás de ella.

Drasil negó con la cabeza, alegando que no tenía hambre. Se encaminó hacia su alcoba y dejó la capa sobre su lecho, para luego volver sobre sus pasos y regresar junto a su progenitora, que se estaba sirviendo en un vaso de cuerno una infusión de canela. Se acomodó en una de las sillas y estiró las piernas por debajo de la mesa.

Kaia no demoró en ocupar el asiento que quedaba libre frente a ella.

—¿Qué tal? ¿Cómo ha ido todo? —quiso saber, justo antes de darle un sorbo a su bebida. Su estómago agradeció de inmediato la ingesta de aquel líquido caliente.

Su primogénita sonrió tímidamente.

—Bien... Muy bien, en realidad —contestó Drasil, algo cohibida. Las imágenes de lo que había ocurrido en aquella cabaña del bosque desfilaron por su mente una detrás de otra, provocando que sus mejillas se tornaran del mismo color que las amapolas—. Ubbe, amh... —Entrelazó las manos sobre la mesa y empezó a juguetear con ellas, señal inequívoca de que estaba nerviosa—. Él me ha... Me ha pedido que me case con él —confesó finalmente.

La Imbatible alzó las cejas con asombro, lo que solo sirvió para inquietar aún más a su interlocutora, que se mordisqueó el interior del carrillo, desasosegada. Kaia abrió la boca con la intención de decir algo, pero Drasil se le adelantó:

—Vendrá mañana a pedirte mi mano como corresponde, pero... Pero quería decírtelo para que lo supieras y me dijeses lo que piensas al respecto... —se apresuró a aclarar la chica, atropellándose con sus propias palabras.

Su madre extendió los brazos hacia ella y cubrió sus maltratadas manos con las suyas, estrechándoselas después con cariño. Aquel mero contacto logró apaciguarla enormemente, brindándole el aplomo necesario para volver a mirar a Kaia a los ojos. Esta la escudriñaba con afabilidad, buscando transmitirle algo de seguridad y confianza.

—Tranquila, mi niña... Tranquila. —Aquel tono dulce y apacible fue como un bálsamo para la aludida, que dejó escapar todo el aire que había estado conteniendo—. Yo jamás me opondré a aquello que te haga feliz. Nunca lo he hecho y no voy a empezar ahora —aseveró, aún con las manos sobre las de Drasil, cuyos ojos se habían cristalizado ligeramente debido a ese último comentario—. ¿Tú quieres casarte con él?

La muchacha inspiró por la nariz.

—Jamás pensé que diría esto, pero... sí. —Una risita un tanto estridente se escabulló de sus labios. Parpadeó varias veces seguidas en un vano intento por ahuyentar las lágrimas que se habían acumulado en sus iris verdes—. Yo... Estoy enamorada de Ubbe, madre. Y quiero pasar junto a él todo el tiempo del que disponga en Midgard —bisbiseó en tanto se secaba las comisuras de los ojos con las yemas de los dedos.

➀ Yggdrasil | VikingosWhere stories live. Discover now