Me mira con ternura y lleva sus manos a mis mejillas para acariciarlas con suavidad mientras se inclina a besarme.

– Todo lo estás haciendo bien – dice rozando mis labios. – Y yo espero estar a la altura.

– Ya no sé cómo decirte que no tienes que preocuparte por eso, es imposible que exista un mundo en el que no me vuelvas loca. Aunque si te refieres literalmente, eso sí va a ser imposible, porque se te ha acabado la época de crecer – endulzo el mensaje con otra de mis tonterías para ver si así le entra en la cabeza.

– Qué mentirosa, ahora estamos iguales – roza su nariz con la mía, efectivamente a la misma altura, centrándose en la parte que no iba en serio de lo que he dicho, pero no se lo voy a poner tan fácil.

– Vale es verdad, sí que estamos iguales, porque tú a mí también me gustas muchísimo.

Sonríe pasando otra vez sus manos a mi nuca, acariciando mi cuello por el camino y notando con sus dedos cómo es capaz de erizarme la piel solo por un pequeño roce. Su mirada cargada de cariño se pasea por mi cara hasta que se fija en mis labios, donde permanece por unos segundos hasta que vuelve a mis ojos.

Sigue en silencio, y me da la sensación de que está teniendo una especie de revelación o algo, porque es como si estuviera manteniendo una conversación con ella misma. Casi un minuto después, en el que simplemente me mira, vuelve a conectar conmigo y tras sonreír, se inclina cerrando los ojos para darme un beso, y yo no sé lo que habrá estado pensando, pero es un beso que no me deja indiferente. Es un beso de esos que sabes que no solo es un beso.

Me da los mejores besos del mundo, pienso cuando se separa después de dejarme sin aliento. Se junta más a mi cuerpo y me abraza todo lo fuerte que puede, enterrándose en mi cuello y provocando que yo apriete su cuerpo con las mismas ganas para devolvérselo.

Le acaricio la espalda con cariño hasta que noto que afloja su agarre, sintiéndose satisfecha por fin. ¿En qué estaría pensando? Lo que se que fuese, seguro que ya se ha olvidado de ello porque lo siguiente que noto son sus labios pegarse a mi cuello. Sonrío cuando empieza a dejar besos húmedos allí donde pilla.

Separo las manos de su cuerpo y las apoyo en el colchón para poder inclinarme un poquito hacia atrás y darle más acceso a Alba y su boca traviesa, que empieza a alternar sus besos con suaves mordiscos.

– Creo que voy a ir a darme una ducha, – dice cambiando de lado – porque como siga con esto no vamos a salir de la cama en todo el día.

– Eso es un poco exagerado, Albi.

– ¿Ah, sí? ¿Y qué pasó ayer? ¿Y antes de ayer? – me río sabiendo que tiene razón.

Se separa y se aparta hacia atrás, pero yo me pego a su cuerpo otra vez, llevando la mano a su nuca para empujarla contra mi cuello y que siga un poco más. Sonríe por mi petición y vuelve a saborear mi piel.

– Ya está, Nat. Me voy a la ducha – dice unos segundos después a pesar de que no para de besarme el cuello. – ¿Te vienes conmigo?

– Yo ya me he duchado – reprimo un jadeo cuando succiona donde más me gusta y luego pasa su lengua por encima. Cómo sabe, la cabrona.

– Da igual, puedes quedarte quieta y mirarme mientras lo hago yo.

– Alba, mirarte mientras te duchas y quedarme quieta no son dos conceptos que puedan ir unidos – me río ligeramente mientras besuquea mi mandíbula.

– Bueno, pues no te quedas quieta y me haces cosas guarras, así hay una razón para que tengas que ducharte de nuevo.

Tengo que esforzarme en reprimir el gemido que se quiere escapar cuando dice eso con su voz susurradita justo pegada en mi oreja, y más aún cuando junta más su cadera a la mía.

CuarentenaМесто, где живут истории. Откройте их для себя