—Confía en mí, Tim.

No era la respuesta que esperaba, pero tampoco es que tuviera una mejor opción.

Sostengo el volante con fuerza mientras lo giro para cambiar de carril, escucho a Danielle teclear. Reviso una vez más el retrovisor y veo que hemos ganado un poco de distancia con el auto que nos persigue, pero también están acelerando.

—Trav, necesito que abras la puerta Este, ¡ahora! —La escucho decir—. Tim mantente atento en menos de un kilometro verás un camino a tu derecha, pero necesito que aceleres lo que más puedas.

¿Cuántas probabilidades hay de qué algo salga mal al curvar a alta velocidad?

Muchas, demasiadas, más de las que estoy dispuesto a admitir. Porque si lo hago, reconocería que es una muy mala idea, pero la decisión está en hacer una maniobra estúpidamente arriesgada o seguir siendo perseguidos por un desconocido sin saber en qué pueda terminar. La verdad es que no sé cual de las dos es peor.

Hago presión en el acelerador y de inmediato siento el remezón por la velocidad, trato de mantener mi mente concentrada en el momento que vea el camino. Unos segundos más tarde veo una puerta abrirse en medio de la espesa vegetación del costado. Me sorprendo, pero no tengo tiempo para pensar en ello. Giro el volante con violencia y por un segundo siento pánico al sentir el jalón de la camioneta hacia un lado. Cuando siento las llantas del lado derecho tocar el pavimento soy capaz de respirar de nuevo y tomar el control de la camioneta.

Maya tiene los ojos abiertos como platos y respira superficialmente, está aterrada. Parece que estuviera a punto de tener un ataque y no me sorprendería para nada.

Reduzco la velocidad hasta que el auto se detiene, observo en el retrovisor que la puerta por la que entramos acaba de cerrarse. Estamos a salvo, en contra de todo pronóstico, estamos a salvo.

—¿Chicos, están bien? —pregunta Danielle por el teléfono que había olvidado por completo.

—Vivos, sí. Bien, no estoy tan seguro —respondo en un intento inútil por quitarle un poco de peso al asunto.

—Si puedes lloriquear estás bien. Sigan de frente por el sendero hasta que lleguen a la casa. Deberían verla en un par de minutos. Nos vemos ahí. —Dicho esto cuelga.

Compartimos una mirada extraña con Maya. ¿A dónde nos ha traído, Danielle? El lugar ya es bastante sospechoso de por sí, por suerte confiamos en ella.

Seguimos por el camino durante poco más de un minuto cuando diviso una mansión, porque definitivamente no es algo a lo que yo llamaría una casa. Es, probablemente, más grande que nuestra casa y eso ya es palabras mayores. Es completamente de vidrio y sin embargo, no se puede ver nada a través de ella, solo se refleja el exterior. Algo extravagante para mi gusto, pero eso no le quita lo imponente. Un poco antes que lleguemos veo el auto de Danielle estacionarse frente de la puerta. Veo a su chofer bajar a abrirle, ella desciende del auto y espera hasta que aparcamos junto a ella.

En cuanto apago el auto puedo respirar tranquilo, me giro para comprobar el estado de Maya, y por suerte el color a regresado a su rostro, pero logro darme cuenta de que tiembla un poco. La adrenalina inicial está comenzando a desaparecer y eso está provocando que su cuerpo entre en shock. Estiro mi brazo para tomar la chamarra que siempre tengo en el auto por si acaso, la tomo y bajo del auto. Danielle asiente con la cabeza mientras rodeo el auto hasta el asiento del copiloto. Abro la puerta y Maya me mira aún nerviosa. La rodeo con mis brazos y coloco mi chamarra encima de sus hombros. Ella esconde su rostro en mi pecho durante unos segundos, hasta que la escucho tomar una profunda respiración y levantar su rostro hacia a mí.

SAGA LUX III | Los colores de TimaeusDonde viven las historias. Descúbrelo ahora